por Editor CT. /(Actualizada, 10:00 hrs)
El mainstream de la elite política – el mismo que negoció la transición, aceptó la constitución del 80, rescató a Pinochet y extendió y lucró del neoliberalismo hasta que le dio hipo– pasó a la ofensiva y en la madrugada de hoy anunció un «Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución».
Se trata de la primera etapa de una cocina mayor pues interviniendo en la coyuntura política, se intenta en lo inmediato, cambiar el escenario principal de lucha – desde la calle al parlamento- y a los propios actores – los partidos políticos en vez del pueblo movilizado. Se trata de domesticar el estallido social precipitado por la masificación de la evasión impulsada por la ACES. En efecto, pues, si el itinerario consignado en el Acuerdo se cumple – plebiscito en abril 2020, elección de constituyentes en octubre del mismo año y funcionamiento de la Convención durante los 12 meses siguientes (ver texto más abajo) – se mantendría al país entretenido hasta fines del año 2021, es decir, durante dos años, en un escenario y con actores institucionales muy adecuados para las maniobras de los operadores de la elite.
Sin embargo, en lo mediato la domesticación de las luchas populares, permitiría al sistema político salvarse así mismo mostrando “humildad”, “reconociendo errores”, “escuchando a la gente” y proclamando la disposición a “velar por los intereses del país por sobre los intereses propios” superando incluso las “diferencias ideológicas”. Esto le permitiría también, en un sentido más estratégico, relegitimar el monopolio de la política, revalidar la idea que la esfera de la política es el Estado y que en él el ejercicio de aquella es prerrogativa de los profesionales de la política. Es decir, revalidar la idea de que la sociedad es un sujeto político puramente formal que episódicamente es convocada como simple elector de opciones que la misma elite le ofrece. ¡Todo lo contrario a esa peligrosa práctica que circula en las asambleas populares autoconvocadas en estos días! En aquellas, consciente o instintivamente, los participantes se han comportado como soberanos, como sujetos colectivos que ejercen la política directamente y en sus espacios vitales, práctica inaceptable para elite que quiere resguardar su poder y conjurar estas tendencias de autonomía popular.
Así pues, esta revalidación le haría más fácil concretar la segunda etapa de la cocina, la que consiste en dar paso a un nuevo orden político constitucional – la Nueva Constitución- pero cuyas reglas e instituciones centrales reproduzcan el poder de la elite, es decir, mantengan la política como esfera separada de la sociedad, la soberanía separada del soberano. Es el gatopardismo constitucional: cambiar todo para no cambiar nada y sea esto con una asamblea constituyente o con una convención tipo fifty and fifty. Para el pueblo nada más que circo o represión, nunca poder. Esta es la cocina que desde la UDI al FA. aprobaron esta madrugada.
¿Y las fracciones del FA y el PC que se restaron? Como explica Tellier, haciendo puchero, no quedaron fuera por sostener una concepción distinta de la política tradicional – por ejemplo, por estimular el poder popular- si no porque los invitaron a destiempo o por diferencias en el quorum requerido – 2/3 vs 3/5 como solicitaban- para aprobar el articulado de la nueva carta constitucional. ¿Y si hubieran acordado 3/5? De seguro, los tendríamos allí entremedio de la UDI y RN, pues a fin de cuentas son parte de la misma institucionalidad republicana. No en vano nunca más se supo de la tan cacareada acusación constitucional a Piñera que el propio Tellier anunció ni tampoco que el Bloque Sindical del Unidad Social, donde opera más cómodamente el PC, considerara nunca entre sus demandas la renuncia del gran criminal en estas jornadas de luchas populares: el Presidente. No sería raro suponer entonces que – como ya ocurrió para el plebiscito del SI y el NO en 1988, y luego en la transición- intenten en las próximas semanas entrar por la ventana.
¿Y las fuerzas populares que no participaron de este tinglado, las organizaciones de base y la militancia político-social que han elegido un camino de independencia impulsando las asambleas y/o cabildos territoriales autónomos? Sin duda, emprenderán el camino de la denuncia de esta operación y reforzarán lo que ya todos saben: que los mismos responsables de la crisis pretenden ofrecer una solución que, como ya en numerosas ocasiones, será a la medida de la élite y las clases dominantes.
Pero esto no basta. Hay que aprovechar al máximo las energías populares que han aflorado por doquier para ensanchar la franja de constructores y de organizaciones autónomas; fortalecer las iniciativas y esos sentimientos de solidaridad y reconocimientos mutuos desplegados en las luchas de estas semanas; consolidar los aprendizajes populares tanto en los campos de la organización, de la acción directa como de las redes de apoyo mutuo, contra información, salud, cuidados, etc. Estas jornadas han vencido años de intoxicación de una TV y cultura basuras, han trizado el individualismo neoliberal, y a la vez, relevado las potencialidades de unos pueblos que pueden auto organizarse y dotarse de capacidades de lucha a partir de sus memorias, experiencias y recursos propios. También estimular el debate sobre la necesidad de hacer converger las luchas y las iniciativas de organización. Todos elementos cruciales para las próximas coyunturas y para avanzar en una perspectiva más estratégica: un proyecto emancipador y alternativo a la barbarie a que nos conduce el modo de vida del capitalismo. La tarea pendiente es concretar pronto un gran congreso popular por la unidad política y social de los Pueblos.
Sin embargo, en lo inmediato la crisis política actual no está cerrada. El acuerdo de esta madrugada es un intento en esa dirección pero le queda mucho trabajo a la elite y sus aliados; y por abajo, la indignación frente a los abusos, la precariedad, la represión y la violación de los DD.HH., no han amainado. Como dicen por ahí aún no hemos ganado nada y las demandas socioeconómicas siguen plenamente vigentes, como tampoco podemos olvidar los más de 20 muertos y más de 200 mutilados que el pueblo debe reconocer como suyos: estos crímenes no pueden quedar impunes.
Hay que evaluar el ánimo y la disposición de las franjas populares para oponerse al acuerdo por arriba a partir de la fuerza acumulada en las asambleas populares. Esa fuerza es el punto de partida y hay que hacerla perdurar y acrecentarla a la par que las asambleas se consolidan como medios para el ejercicio de la soberanía y permiten preparar la autodefensa frente a la ofensiva policiaco-militar que es el lado oculto del “Acuerdo por la Paz”.
Las banderas de lucha son tanto las reivindicaciones económicas como las demandas políticas que han sido sistemáticamente omitidas por los conjurados contra el pueblo, y lamentablemente, también por aquellos oportunistas que esperaban entrar en la cocina de esta madrugada.
El pueblo y sus organizaciones populares debe exigir la (i) la renuncia de Piñera, (ii) juicio y castigo a los violadores civiles y militares de los DD.HH., (iii) el cese inmediato de la represión, (iv) la disolución de las FF.EE.-GOPE y de la PDI, y (v) la libertad a todos los presos políticos y reparación a las familias y víctimas de las violaciones de los DD.HH.
No es posible participar de ningún llamado a la paz sobre la base de la impunidad. Solo el pueblo defiende al pueblo y las franjas organizadas deben disponer todo su talento y generosidad para fortalecer y transformar la unidad práctica manifestada en la lucha en unidad política. La coyuntura no ha resuelto la crisis del bloque en el poder ni aún instalado un nuevo régimen político, por ello, esa unidad política de los de abajo debe manifestarse en una táctica común para resistir la ofensiva en curso de la elite y la patronal.
Tampoco la patronal ha resuelto sus contradicciones internas ni cuenta con un modelo económico-social que responda al agotado patrón de acumulación actual y proporcione orientación estratégica al nuevo orden institucional en discusión. Y esto es crucial, pues el intento de cierre por arriba de la crisis, sin este componente tendrá pies de barro y tarde o temprano aflorarán tales contradicciones. Por ello hay tiempo, escaso tiempo, que debe aprovecharse inteligentemente. Frente al intento de cerrar el periodo con este Acuerdo, necesitamos una fuerza proporcional capaz de retomar y sostener la iniciativa enarbolando las demandas económicas y políticas populares; y esa fuerza sólo puede construirse con los caudales de energía popular que se desataron en estas semanas en las organizaciones de base, en las asambleas, en las iniciativas de lucha.
¡Contra la cocina de los de arriba, la olla común de los de abajo! ¡Viva los pueblos en lucha!
Nota del Editor CT.
Constitución del 80 comienza a escribir su epitafio: Chile inicia histórico proceso político para un nuevo pacto social.
por El Mostrador.
Pasadas las 2 de la mañana, y después de largas horas de resistencia, la Constitución de 1980 perdió la batalla final, cuando el diálogo transversal de las fuerzas políticas de oficialismo y oposición –desde la UDI al Frente Amplio, a excepción del Partido Comunista– selló un histórico acuerdo político bautizado como “por la paz y la nueva Constitución”. Con el Gobierno monitoreando a la distancia, la derecha se abrió a un plebiscito de entrada programado para abril de 2020 y a la fórmula de la Asamblea Constituyente en la consulta del mecanismo (junto a la Convención Constituyente integrada por parlamentarios y delegados electos), dos conceptos que 24 horas antes parecían absolutamente fuera de la órbita de ese sector. A último minuto, la piedra de tope estuvo en el quorum, porque el oficialismo planteó que si la asamblea encargada de la Nueva Constitución no alcanzaba el consenso en ciertos capítulos, entonces prevalecería la versión consignada en la actual Carta Magna, vale decir, la Constitución de 1980. Pero ese resabio pinochetista también fue superado.
Finalmente y tras una maratónica jornada de negociación de 15 horas, el oficialismo y la oposición sellaron el acuerdo para una ruta constituyente, un anuncio clave para comenzar a poner el epitafio a la Constitución de 1980.
En la sede del Congreso en Santiago, los parlamentarios comunicaron pasadas las 2 de la mañana los detalles de un acuerdo histórico, que La Moneda monitoreó solo a la distancia, y que busca dar una salida a la aguda crisis social y política que este viernes cumple
El entendimiento “por la paz y la nueva Constitución” estuvo a punto de fracasar, y por momentos llegó a un punto muerto, primero debido a la postura de la derecha de cerrarse a la idea de un plebiscito de entrada, requerimiento que era intransable para la oposición, porque así permitía abrir la discusión sobre el mecanismo.
Otro punto complejo fueron las exigencias del ala más a la izquierda de la oposición de exigir sí o sí una Asamblea Constituyente, la fórmula reivindicada por el bloque desde la DC hasta el Frente Amplio, en la inédita declaración unitaria del martes pasado.
El consenso
Sin embargo, pese a que las posiciones parecían irreconciliables, después de las 15:30 horas continuaron las tratativas en el edificio parlamentario. El diálogo desde la UDI al Frente Amplio –solo se automarginó el Partido Comunista– se reactivó y cerca de las 21 horas todo indicaba que finalmente saldría humo blanco.
Incluso, surgieron detalles del entendimiento, con la opción de un plebiscito de entrada y la alternativa de la Asamblea Constituyente en la consulta, dos conceptos que 24 horas antes parecían absolutamente fuera de la órbita de la derecha.
El consenso también representa un claro avance en términos del mecanismo, dado que ambas partes acordaron que en dicho plebiscito se someta a consultan dos alternativas, bautizadas ahora como Asambleas Ciudadanas: una Convención Constitucional (100% delegados electos) que en los hechos corresponde a la Asamblea Constituyente; o una Asamblea o Convención Mixta Constitucional, compuesta por el 50% de parlamentarios en ejercicio y 50% de delegados electos. También habrá un plebiscito de salida o ratificatorio.
La fórmula de 50%-50% también representa un avance respecto a la respuesta inicial de Chile Vamos, que había ofrecido un mecanismo de 40% de parlamentarios en ejercicio, 40% de delegados electos y 20% de ciudadanos designados por la misma asamblea, una propuesta rechazada de plano por la oposición, que la calificó derechamente como una “burla para la democracia”.
El plan contempla además que el plebiscito se realizaría en abril de 2020 y las elecciones para la asamblea encargada de redactar la nueva Carta Fundamental se concretarán junto con la elecciones municipales y de gobernadores de octubre del próximo año, bajo las reglas de la elección de diputados.
En caso de elegir cualquiera de los dos mecanismos, la Asamblea Ciudadana tendrá como misión redactar la nueva Constitución desde cero, pero con acuerdos que requerirán un quorum de 2/3.
El quid del quórum
Este fue el punto que marcó el último escollo de la negociación. A las 21 horas, cuando los micrófonos estaban instalados en una sala del ex Congreso para dar el anuncio, Mario Desbordes, presidente de RN, un partido que ha sido fundamental en generar este nuevo escenario, comunicaba que en media hora más habría una nueva reunión.
“Hay varias cosas en las que estamos de acuerdo; es muy distinto a lo de la mañana, cuando había un abismo”, decía, poniendo más suspenso a la jornada.
La piedra de tope ahora estaba en el quorum, porque el oficialismo planteó que si la asamblea encargada de la Nueva Constitución no alcanza el consenso en ciertos capítulos, entonces prevalecería la versión consignada en la actual Carta Magna, vale decir, la Constitución de 1980. Esta exigencia claramente resultaba inaceptable para la oposición, que exige partir de cero, como una hoja en blanco, sin los resabios del texto promulgado por la dictadura de Augusto Pinochet. Con la frase “la nueva Constitución regirá en el momento de su promulgación y publicación, derogándose orgánicamente la Constitución actual”, se zanjó el punto.
Recién cerca de la medianoche, el senador PPD Felipe Harboe comunicó que el oficialismo había aceptado una propuesta intermedia, para destrabar el escollo del quorum, restando solo la redacción del acuerdo. “Los días de la Constitución de 1980 están contados”, resumía a esa hora el vicepresidente del Senado, el PS Alfonso de Urresti. “Comienza a morir la Constitución de 1980”, complementó el presidente del PPD, Heraldo Muñoz.
Recién a las 02:24 horas vino el anuncio catalogado como “histórico” por el presidente del Senado Jaime Quintana (PPD), quien presidió la testera acompañado del timonel RN Mario Desbordes, el PS Alfonso de Urresti, la presidenta de Revolución Democrática Catalina Pérez, el diputado de Convergencia Social Gabriel Boric y los PPD Heraldo Muñoz y Felipe Harboe, más los timoneles de la UDI Jacqueline van Rysselberghe y del PS Álvaro Elizalde, y flanqueados por el resto de parlamentarios.
Fuente: https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2019/11/15/constitucion-de-1980-comienza-a-escribir-su-epitafio-chile-inicia-historico-proceso-politico-para-un-nuevo-pacto-social/
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