Fotografía como reflexión, miradas de la crisis social en Chile.
El 18 de octubre todo cambió para Chile. La normalidad a la que muchos ciudadanos estuvieron acostumbrados por más de 30 años se desvaneció, como se van por el aire los gases lanzados por la policía a manifestantes. Todo ello quedará en la historia gracias a la pasión de aquellos fotógrafos que hicieron clic desde el primer día de revuelta, creando imágenes que abren paso a una interpretación cruenta y muchas veces poética de la realidad que afecta al país por estos días.
A las 16 horas de un viernes fue citado y él ya estaba clavado en la Plaza de la Dignidad; con mucha energía llegó Héctor González de Cunco para ser fotografiado junto a los otros 5 protagonistas de esta historia. Con 70 años completa su serie “Vivir y morir en $antiago de $hil€”, donde muestra las desigualdades de la metrópoli desde el 2013; pretende terminarla con su trabajo de los últimos tres meses y publicar un libro, pero quizá siga recolectando más material. Empezó haciendo fotos a los 12 años y bromeando dice que su primer empleo fue en la BBC, porque hacía fotos con un cura en bodas, bautizos y comuniones; su historia da para horas, pero, en resumidas cuentas, muestra lo poético de lo cotidiano, cosa que intenta transmitir en un workshop que ha hecho en 16 oportunidades.
Desde aquel agitado viernes de octubre ve las cosas con escepticismo. Le gusta estar en el lugar y registrarlo, por qué y para qué es algo que se pregunta, pero entre risas dijo que es un vicio. En medio de la conversación, reveló que ha visto cosas donde ni si quiera ha levantado la cámara; que el miedo es permanente, pero funciona como una especie de motor para hacer fotos, cuya línea editorial, en estos tiempos, es rescatar la nobleza de la gente.
“Hace días vi venir a unos cabros que se llaman ‘La Brigada’, que llevan escudos con unas cruces azules; los vi y parecían unos verdaderos caballeros templarios. Me acerco a ellos y se veía una mano en uno de los hombros; era un compadre que venía con la cara llena de sangre. Lo que me interesó ahí fue hacer la foto de los templarios y atrás hay un tipo herido. O sea, no ando atrás de sangre, del ‘ñache’. La épica no solo está en la primera línea, está en todas partes; toda la gente que está en la plaza es combatiente, unos tocan música, otros bailan y siguen siendo combatientes”, sostuvo. (Foto en galería)
Ese sentimiento de angustia es algo que ve un poco más alejado el fotógrafo y profesor de este arte, Sebastián Reyes, eso, quizás, porque también es un corresponsal de guerra, título que nunca usó, hasta ahora. Al ser consultado sobre si siente miedo, su tono de voz transmite seguridad y afirma que no, pese a que, cuando fotografiaba manifestaciones, recibió tres impactos de balines, uno de ellos en su rostro, situación que le pudo costar un ojo de no haber estado con sus implementos de seguridad; eso sí, le rajó el pómulo y le dejó una pequeña cicatriz.
El “Runner”, como le dicen sus pares por un viejo proyecto llamado “Corredor Social” -que consistía en que era un corredor y observador de la ciudad-, admitió una cosa: “es doloroso ver cómo los colegas son maltratados”; una documentalista resultó con una fractura de rodilla por un impacto directo del carro lanza aguas y a un fotógrafo le tuvieron que sacar nueve balines de la espalda, contó sin dar nombres.
“Con el pasar de los días observas, de primera línea, cómo acontecen los hechos, observas el actuar policial inadecuado, pero también el otro lado, manifestantes que se pasan de madre”, señaló Sebastián Reyes. Muchas de esas situaciones quedan plasmadas en sus fotos, porque va a cuánta marcha e intervención urbana se realiza, ya sea en Santiago o en el puerto de Valparaíso, donde vive. Con su máquina fotográfica intenta documentarlo todo, cosa que podemos atestiguar, pues se perdía a ratos en nuestra reunión en la Plaza de la Dignidad.
Eso de inmortalizar los acontecimientos de esta profunda crisis social es algo que comparte con muchas personas. Con Mar Cifuentes, por ejemplo, una fotógrafa callejera y formadora de los mismos que definió su rol como un deber social. “Hacer fotografía es una de las maneras más potentes de generar una fuerza en el mundo, que se siente como una prueba de lo que pasa. Hay gente que no tiene el acceso o una voluntad de saber lo que está ocurriendo y las fotos son indesmentibles, aunque siempre pueden ser susceptibles a interpretación; de todas formas, ante muchas de las miradas, es un discurso de lo que está pasando”, recalcó.
Un día caminaba sola con su cámara en el corazón de Santiago y, sin querer, llegó al Parque Forestal. En medio de los gases lacrimógenos pudo apreciar un momento de buena luz; había también un mar de gente, que parecía que tomaban un momento de pausa en la manifestación. Ella observó cómo los rayos del sol atravesaban los árboles y se transformaban, a la vista humana, en unos muy pequeños. Su cuerpo estaba colapsado por lo tóxico del ambiente, pero resistió y compuso una aplaudida fotografía. (Foto en galería)
Otra mirada es la de Natalia Cea, amante de la fotografía de calle, género que toma cada vez más fuerza con los avances de la tecnología. Era viernes, hacía mucho calor y bajo la sombra que nos brindaba el teatro de la Universidad de Chile, comenzó a contar su experiencia en estos 60 días de manifestaciones. Antes no le interesaba mucho la política, ahora sí, lo reconoció mientras su rostro decía que estaba asombrada.
Durante la marcha más grande de Chile, el 25 de octubre, Natalia quería hacer una fotografía desde el monumento Baquedano e inmortalizar ese día, cuando, literalmente, no cabía un alfiler más en la Alameda. Entre carcajadas recuerda que, por ser baja de estatura, se le dificultaba un poco. Pero las demás personas que estaban ahí la ayudaron a subirse a una reja endeble, que ya no existe, y la sostuvieron mientras encuadraba y apretaba el obturador. Cumplió su objetivo, debía bajar; sin embargo, ocurrió que la gente comenzó a pasarle sus celulares para que replicara su foto; hizo más de 20 similares.
“Este movimiento social ha sido muy fuerte. Hay mucha información que hay que intentar procesar y capturarla, es un reto. Cuesta mezclarlo con familia, con trabajo, porque no me dedico 100% a la fotografía. Lo que hago no es para ahora, esto será un documento para que lo vean en 40 años más en un libro o en internet cuando busquen la explosión social de Chile”, indicó.
Distintas son las respuestas del por qué hay que documentar esta crisis social. Para el fotógrafo Alejandro Contreras se ha transformado en su bandera de lucha y la forma de hacerse parte de la gente, que, inconscientemente lo hace dibujando a través del lente, el que pudo ser destrozado junto con su cámara días atrás en las cercanías del GAM.
Horrorizado vio cuando se le acercaba el agua lanzada por un “guanaco” de Carabineros; resignado cerró los ojos mientras quiso con una mano proteger sus cigarros que estaban en el bolsillo de su pantalón. Pasaron varios segundos, pero el agua no llegó. Levantó la mirada y para su sorpresa un muchacho encapuchado lo había cubierto. “Vo’ loco registra todo”, le dijo y rápidamente se perdió entre la multitud, sin que pudiera darle las gracias por ese acto. Esta anécdota la cuenta Alejandro y puntualiza que la gente está en las calles “gritando lo que necesita decir y es importante documentarlo para que no sea callado; esto es algo de la tripa, algo de dentro”.
Otra opinión es la de Rodolfo Ferreira, informático que llegó al mundo de la fotografía en 2014, cuando decidió dejar todo de lado y dedicarse de lleno al clic. Ahora sigue los pasos de su abuelo, de quien heredó su nombre, un reportero gráfico de los ’50 que ganó el Premio Camilo Henríquez tras una exposición que organizó la Unión de Reporteros Gráficos de Chile en el Ministerio de Educación. El joven de Buin ha hecho un esfuerzo enorme por retratar a la gente en las manifestaciones, porque además de cazar momentos, también dedica gran parte de su tiempo en conocerla.
“La fotografía ha sido, sin duda, una herramienta para mi autoconocimiento, a través de ella puedo reflejar a otros. Un caso. Un día iba a la Plaza Italia, luego de que fuese sitiada por Carabineros, y me encontré con un manifestante con cáncer; en su torso desnudo muestra unos parches con el mensaje ‘Chile, el que paga vive. Ley Cáncer’. Además, mostraba su catéter. Él me cuenta que ha venido al centro muchas veces a manifestarse, que seguirá viniendo; y así ha sido, ahí me lo he encontrado, atrás de la primera línea (…) Siento una responsabilidad social por lo mismo, trato de capturar y estar en los momentos adecuados”, declaró. (Foto en galería)
Mientras comenzaban los preparativos para el reencuentro de Los Bunkers en la Plaza de la Dignidad fuimos a la estación de Metro Baquedano. Hicimos rápidamente una fotografía. En un par de minutos subimos al corazón de la manifestación, cerca del monumento Baquedano, todos los fotógrafos cruzaron miradas y se dispersaron para seguir con lo suyo: hacer más fotografías.
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