Cuerpos mutilados: Lógicas criminales de la represión israelí y chilena.

Cuerpos, piernas, ojos.

Por  Maciek Wisniewski.

Por donde sea –en el contexto de la guerra global desde arriba a los migrantes o la revuelta antineoliberal global desde abajo− el mundo está lleno de cuerpos reprimidos.

¿Será una casualidad que los soldados israelíes les disparan a las piernas a los manifestantes palestinos en Gaza –descendientes de refugiados, víctimas de una limpieza étnica, expulsados durante la Nakba, hoy presos en la prisión al aire libre más grande del mundo− que en el contexto de la Gran Marcha del Retorno pretenden regresar (simbólicamente) a sus casas, denunciando las inhumanas condiciones del bloqueo israelí y las periódicas incursiones punitivas? Ya casi 300 gazatíes han sido asesinados –una verdadera masacre− y 30 mil quedaron heridos, muchos por balas vivas, balas de acero cubiertas de goma o recipientes de gases lacrimógenos, sobre todo en las piernas, también con la prohibida munición de fragmentación: más de 120 manifestantes tuvieron que sufrir una posterior amputación.

¿Será una casualidad que los carabineros chilenos les disparan a los ojos a los manifestantes que se rebelan contra el saldo del modelo neoliberal –creciente costo de vida, sueldos bajos, pensiones, salud y educación ultraprivatizados, etc.−, un sistema que los tiene precarizados y endeudados, quienes –después de una dosis de sedantes y calmantes (bit.ly/2RgQSc9)− finalmente despiertan y abren ojos a las injusticias? Ya casi tres mil personas quedaron heridas –y hubo unos 30 muertos− en una brutal y totalmente desproporcionada respuesta gubernamental al estallido social muy en sintonía con las mejores tradiciones de la dictadura pinochetista, incluidos más de 400 que perdieron un ojo por disparos adrede en la cara con perdigones y balas de goma con centro metálico (bit.ly/2Nyv21t), algunos incluso ambos (bit.ly/3ajNKUj).

No. No es ninguna casualidad.

A medida que el cuerpo tiende a ocupar el centro de la política –un paso de la economía política a la biopolítica que aún no hemos reflexionado lo suficiente (bit.ly/2ujlW2j)−, y la creciente politicidad se manifiesta cada vez más y más en él, el control y la represión se enfocan más y más en contenerlo −el proceso marcado a su vez por el auge de la necropolítica (A. Mbembe, Necropolitics, 2019) y securocratismo (J. Halper, War against the people, 2015)− apuntando también a sus determinadas y sintomáticas partes: piernas para caminar/ojos para ver.

Por donde sea –en el contexto de la guerra global desde arriba a los migrantes o la revuelta antineoliberal global desde abajo− el mundo está lleno de cuerpos reprimidos, heridos, detenidos, cercados, golpeados, apaleados, gaseados, mutilados, quebrados, atropellados, masacrados, violados, encarcelados, desaparecidos, muertos.

Quizás nunca como ahora la mutilación se vislumbra tanto como una oficial y legítima herramienta del control público y política del Estado (bit.ly/35JsPGU). Quizás nunca como ahora la tortura de un cuerpo particular equivale tanto a la tortura del cuerpo social en su totalidad y nunca ha sido tan globalizada (los generales latinoamericanos del Plan Cóndor igual han sido precursores tempranos de esta trasnacionalización).

Según la Sociedad Chilena de Oftalmología el número de heridos con lesiones oculares es totalmente inusual para la historia del país y del mundo y si a algo se asemeja es a lo que pasa en Palestina (bit.ly/35VQpAd); pero mientras allí −según un estudio 1990-2017 de la revista médica BMJ Open− se han reportado 300 lesiones en los ojos por balas de goma, en Chile sólo en tres semanas tuvimos más de estas que en tres décadas del conflicto israelí-palestino.

Como subraya A. Mbembe, la ocupación israelí de Palestina es un gran laboratorio de técnicas de represión, control, vigilancia y separación. Incluso un paradigma de lo que viene para nuestro planeta, regido ya por una arquitectura de contención de la que Gaza es un modelo: un territorio encarcelado, sujeto a periódicas incursiones militares y asesinatos masivos, donde una peculiar y particular forma del control biopolítico consiste en abdicar de responsabilidad por la suerte de los encarcelados, algo “que se vuelve central para nuestros tiempos y ya está integrado en nuestras ‘democracias’”.

Lo que vemos en las calles chilenas donde los manifestantes, que a pesar de que pueden perder un ojo, −igual que los palestinos que se manifiestan a pesar de que pueden perder una pierna− dejan el miedo encarnado en los cuerpos que dejó la dictadura militar (el choque con el que el modelo chileno fue implantado por Pinochet) frente a las fuerzas del orden que, en sus ojos, son verdaderas fuerzas de ocupación extranjeras que consideran su ciudadanía enemiga (bit.ly/3bbf87k), es igualmente paradigmático.

Por un lado, dada la historia y el presente de cooperación militar entre Israel y Chile (https://lahaine.org/cS3f), es una creativa –más violenta/más brutal− realización del modelo Gaza exportado (“la ‘exportación de la ocupación’ es la base de la economía israelí”); por otro, una muestra de cómo las tecnologías israelíes de contención de cuerpos –fuerza letal, fronteras, vigilancia− resultan útiles para ir manteniendo al militarizado y excluyente orden neoliberal global (véase: T. Miller, Empire of borders, 2019), siendo el propio Israel su producto perfecto, indistinguible de Chile: una sociedad profundamente neoliberalizada, marcada por abismales desigualdades, creciente costo de vida, vivienda, etc.

17 de febrero, 2020

Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/cuerpos-piernas-ojos


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