Crisis capitalista, coronavirus y algunos efectos sobre la clase trabajadora en el mundo y en Chile.

por Ariel Orellana A. (*) .

“La razón última de todas las crisis reales es siempre la pobreza y la limitación del consumo de las masas frente a la tendencia de la producción capitalista a desarrollar las fuerzas productivas como si no tuviesen más límite que la capacidad absoluta de consumo de la sociedad”. (Karl Marx)

Para nadie es una duda que asistimos a una crisis de gran magnitud del capitalismo monopólico a escala global, la cual tiene una profundidad y expansión que no se había visto desde la crisis del 29. A la par de una crisis sanitaria mundial producida por la expansión desatada del coronavirus (COVID 19), la cual ha producido miles de muertos y millones de contagiados en los 5 continentes. Este fenómeno ha sido utilizado por la burguesía para precarizar aún más las condiciones de trabajo y hacer pagar la crisis a las y los trabajadores. La combinación de ambas situaciones (crisis capitalista y crisis sanitaria) ha recaído de forma brutal en la clase trabajadora y el pueblo, generando desempleo, hambre, miseria y muerte.

Los medios de comunicación de la burguesía monopólica y sus cadenas mundiales de información nos quieren hacer creer que la crisis del sistema capitalista es producida por el coronavirus, y que el desempleo es a causa de éste. Lo que no nos dicen es que el capitalismo enfrenta sus crisis con un proceso de destrucción de las fuerzas productivas, es decir entre otras cosas; el trabajo asalariado.

Hace ya tiempo que vemos como EE.UU y China se enfrentan en una “guerra comercial” que  ha condicionado las relaciones mercantiles impactando a las grandes compañías. La recesión de la manufactura se arrastra hace meses, principalmente en el área textil y producción de automóviles, además se han generado pérdidas devastadoras en los mercados financieros. Naciones Unidas (ONU) ya el año pasado expuso que el crecimiento del producto mundial bruto y el crecimiento del comercio mundial se redujeron a su nivel más bajo en 10 años.

Pero el actual confinamiento, su inusual magnitud y la rapidez de la paralización de la actividad es la gran novedad a la que se ve enfrentada la burguesía a nivel mundial y desde luego el proletariado, la gran mayoría de los organismos multilaterales del imperialismo vaticinan una crisis sin precedentes en décadas. El Banco Mundial (BM) reconoce la posibilidad de una contracción mundial del -3% y  proyecta una caída del PIB del 4.6% en América Latina para el 2020. Reconoce además que México y Ecuador serían los países más golpeados y con una posible recuperación más lenta proyectándose para el 2023. Por otro lado el propio BM llamo a utilizar las herramientas financieras para proteger a los “eslabones más débiles de la sociedad”, solicitando a los países centralizar las perdidas en el Estado, una vez más seremos las y los trabajadores los que pagaremos la crisis de la banca y las grandes compañías.

Para el caso de Latinoamérica, el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha evidenciado la enorme fuga de capitales que se ha generado desde el inicio de la crisis, la cual superaría con creces lo ocurrido en la pasada crisis del 2009, además adelantó que ya estamos en un escenario de repactación y de no pago y que este se profundizará en el próximo trimestre.

El propio FMI, reconoce que Latinoamérica está ante la peor recesión en medio siglo, y que se han configurado diversos factores para ello, entre éstos, la crisis capitalista, el avance del coronavirus, la recesión de los socios comerciales, la caída en los términos del intercambio, crisis en el mercado del petróleo, salidas de flujo de capital, todos elementos que de forma combinada y de impacto desigual golpean a los países del continente profundizando la desigualdad y las inequidades.

La crisis sanitaria producida por la pandemia del Coronavirus COVID 19 ya ha cobrado, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud OMS, más de 200.000 mil muertes a escala mundial y sobre 3 millones de contagiados y contagiadas. Las horribles escenas de muertos en las calles, entierros en fosas comunes, ataúdes de cartón o tan sólo en bolsas plásticas, sin lugar a dudas sorprenden por su crudeza.

A pesar que las cifras absolutas son bajas, se observan tendencias al alza en África, América Central y del Sur, y Europa Oriental. En la mayor parte de los países, la epidemia está aún en sus fases iniciales y por otra parte, en algunos países que se vieron afectados en los comienzos de la pandemia se está empezando a producir un rebrote de casos, lo cual ha puesto nuevamente las alertas.

El caso de EE.UU es paradójico, a pesar de ser el país hegemónico y superpotencia del mundo, hoy está sumido en una profunda crisis económica que con el impacto del coronavirus ya no sólo lidera las pérdidas económicas, ejemplo de esto es la baja de precios del petróleo, sino que también, lamentablemente, las cifras de contagiados y  fallecidos, y se proyecta que éstos últimos pudiesen llegar a superar el millón.

Por otro lado, la pandemia vino de alguna manera a frenar la ofensiva anticapitalista, antineoliberal y anticolonial, y los alzamientos populares que se venían desarrollando en muchos países y ciudades del mundo. Francia, Reino Unido, India, Cataluña, Barcelona, Haití, Ecuador, Colombia y Chile no es la excepción, el imperialismo y sus gobiernos lacayos han utilizado el coronavirus como estrategia para contener el movimiento popular a través de imponer restricciones de movimientos y de libertades individuales, protestas que el 2019 lograron movilizar a millones de personas en el mundo contra el modelo de explotación, dominación y opresión. Hoy de a poco la clase trabajadora y los pueblos en resistencia comienzan nuevamente a protestar en las calles, mascarillas, guantes y distanciamiento social son la nueva estética de las movilizaciones en el mundo.

A su vez, esta crisis sanitaria ha dejado en evidencia la precariedad de los sistemas de salud públicos, develando la avaricia y el lucro en el derecho básico a la salud, laboratorios, farmacéuticas, aseguradoras y cadenas de clínicas y centros médicos. Otra prueba de la mercantilización de los derechos sociales provocadas por el actual sistema capitalista.

Por otro lado, el efecto en el empleo y las condiciones objetivas para la clase trabajadora han sido devastadoras, y se espera que en los próximos meses sean aún peores. De acuerdo a datos entregados por la Organización Internacional de Trabajo, (OIT), cerca de 3.300 millones de trabajadores y trabajadoras, es decir, el 81% de la fuerza de trabajo mundial, han visto modificada sus condiciones de trabajo, en modalidades contractuales, de jornada laboral, recortes salariales, mayor precarización y desempleo.

Las y los trabajadores de la salud son quienes hoy se encuentran más expuestos al virus, y quienes son la primera línea de contención de este, y en muchos lugares del mundo han denunciado la falta de equipos de protección personal, insumos y recursos para la atención digna de las y los pacientes, así como para su seguridad y protección personal. Actualmente son cerca de 136 millones de trabajadores y trabajadoras que se desempeñan en actividades relacionadas con la salud de las personas a escala global, del cual el 70% son mujeres, muchas en condiciones de precariedad laboral como subcontrato, prestadoras de servicio y extensas jornadas laborales.

La misma OIT informo que cerca de 1.250 millones de personas en el mundo trabajan en los sectores considerados de alto riesgo de sufrir aumentos en los despidos y disminución, de los salarios y horas de trabajo. De los sectores más afectados por la crisis capitalista y sanitaria están el comercio, los servicios de alojamiento y comidas, la industria manufacturera, transporte y por último la agricultura. Del análisis detallado del impacto en estos sectores, se establece que no todos tienen la misma magnitud, y que los trabajadores y trabajadoras más afectados son los que ya se encuentran con bajísimas remuneraciones y que tienen menor acceso a protección social, es decir, ya se encuentran en situación de precarización y desprotección.

Por último, quienes se verán más aquejados serán las y los trabajadores que se desempeñan de manera informal, que son alrededor de 2.000 millones en el mundo, y que están en franco aumento, no tan solo se afectarán por no poder generar recursos económicos al desempeñarse en economías contraídas y en recesión, sino que también porque estos mismos trabajadores y trabajadoras al desempeñarse en condiciones informales no cuentan con protección básica ni seguridad social, además se encuentran por fuera de los sistemas sanitarios y en muchos casos desarrollan tareas que las y los exponen aún más al virus, esto es el caso del comercio ambulante, recolectores de basura, recicladores, trabajo doméstico, entre otros.

La situación de las y los trabajadores en EE.UU es alarmante, el desempleo durante el período febrero –  marzo creció en un 400%. En la semana siguiente hasta el 27 de marzo, otros 6.6 millones de personas quedaron en una situación de desempleo, desde entonces hasta el 3 de abril otros 4 millones de personas fueron dejadas en igual situación, con lo que el total llega a cerca de 30 millones de desempleados formales. sin contar a las y los trabajadores informales y por cuenta propia. Debido a la crisis que enfrenta EE.UU la Reserva Federal estima que otros 47 millones de puestos de trabajo se perderán en el segundo trimestre del 2020, lo que significaría una tasa de desempleo de aproximadamente el 32%, demostrando la profunda crisis en el seno del capitalismo monopólico.

En el caso de Chile, al igual que en muchas partes del mundo, la burguesía ha descargado todos los costos de la crisis en la clase trabajadora. El Estado, instrumento de las y los ricos y el parlamento como caja de resonancia de las grandes compañías transnacionales, han dictado leyes que buscan precarizar aún más a las y los trabajadores y frenar la decreciente tasa de ganancias de los grandes capitalistas y las profundas pérdidas que la actual crisis les ha generado.

La ofensiva patronal ha impulsado un conjunto de normas entre estas, el dictamen de la Dirección del Trabajo que permitió el despido sin pago de remuneración. La aprobación de la ley de teletrabajo, la cual aumenta la doble explotación de las mujeres trabajadoras, limita los derechos sindicales, aumenta la plusvalía sin mejorar las remuneraciones, entre otras formas de precarización. La mal llamada Ley de Protección al Empleo, que le ha permitido a la patronal el despido masivo, la suspensión de jornadas y el recorte unilateral de ésta y, por otro lado, el no pago de remuneración de miles de trabajadores y trabajadoras. El proyecto de ley de paralizar las negociaciones colectivas del sector privado, frenando así la posibilidad del aumento de remuneraciones y mejores condiciones para las y los trabajadores, así como la limitación a la cantidad de reelecciones de dirigentes sindicales, son apuestas legales en el marco del desarrollo no sólo de precariedad laboral sino también de políticas antisindicales. Por otro lado, la obligatoriedad de trabajar de forma presencial a las y los funcionarios públicos a costa de su seguridad y salud colocándolos en riesgo de contraer el COVID 19, son sólo algunas de las medidas que el gobierno patronal de Piñera ha impulsado mandatado por el imperialismo y sus diversos organismos multilaterales, con lo que buscan por un lado contener el avance del movimiento clasista y por otro hacer pagar los costos de la crisis capitalista a la clase trabajadora y al pueblo, logrando contener de alguna forma las pérdidas ocasionadas por la crisis capitalista actual.

La ministra del Trabajo y Previsión Social, María José Zaldívar, informó que durante marzo hubo un aumento de 100 mil despidos respecto al mismo mes del año anterior.  Además, precisó que 66.543 compañías han decidido acogerse a la Ley de Protección del Empleo, o ley maldita, lo cual evidencia el oportunismo inmisericorde de  las y los patrones, que en plena crisis sanitaria no les importa dejar sin trabajo a miles de personas, sumiéndolas en la desprotección y el desempleo.

Los economistas de la patronal ya anticipaban que la tasa de desempleo subiría considerablemente, pasando del actual registro (enero – marzo) de 8.2%, según el Instituto Nacional de Estadísticas, (INE), cifra que alcanzó su mayor nivel desde junio-agosto de 2010 cuando fue de 8,4% a un nivel que incluso podría superar el 10% en el trimestre abril-junio, sin embargo el aumento del empleo informal es lo más preocupante para quienes militamos el clasismo, la tasa de ocupación informal alcanzó 28,9%, lo que significa muchas y muchos trabajadores sin protección de ningún tipo ni seguridad en sus ingresos.

Por su parte, las mujeres de la clase trabajadora no sólo deben afrontar la situación de precarización actual en el ámbito del trabajo asalariado (formal e informal), sino también se agudiza y complejiza el trabajo doméstico, sea éste de crianza, cuidados, aseo, entre otros. Asimismo, las condiciones de encierro y confinamiento generadas por la realización de cuarentena, del cierre de escuelas, de teletrabajo y de distanciamiento social, han generado condiciones favorables para el aumento considerable y altamente preocupante de violencia doméstica, que expresan en su aspecto más brutal las consecuencias de la indisociable alianza entre capitalismo y patriarcado.

Las tareas para la clase trabajadora y el pueblo son diversas y multiformes, en diferentes niveles. La realidad concreta nos demuestra una vez más la vigencia de la disyuntiva en la que nos pone la crisis del capitalismo: seguir aguantando la barbarie capitalista, o apostar por una salida socialista a la actual crisis.

Para superar la coyuntura actual, debemos fortalecer la protesta popular y volver con todo a las calles en un estadio superior, tanto políticas como técnicas, considerando desde luego las condiciones de seguridad y protección para no propagar el virus, generar las condiciones para una huelga general efectiva, por la vida y el trabajo. Es imperioso re-impulsar el pliego de demandas consolidado en el alzamiento popular de octubre, y avanzar a formas de articulación mayor que permitan comenzar a construir un programa que sea decididamente anticapitalista, antiimperialista y antipatriarcal. Para ello, es necesario levantar más organización clasista y popular por los derechos de la clase; se deben multiplicar los sindicatos, organizaciones barriales, círculos de mujeres, colectivos estudiantiles, asambleas territoriales, entre otros, los cuales nos permitan dar saltos cuantitativos y cualitativos en el escenario de la lucha de clases y así tener mejores condiciones objetivas y subjetivas para la lucha por el poder para la clase trabajadora.

Asimismo es urgente dotar de una línea política de masas al interior del movimiento popular clasista con contenido ideológico proletario, es decir, desde el materialismo histórico que apueste por la rearticulación del campo popular y revolucionario, la construcción de poder popular y la constitución de un instrumento político que aporte a la lucha radical por el término definitivo del sistema capitalista, y colocar como objetivo la revolución y la construcción del socialismo y el comunismo, es decir la sociedad sin clases, sin explotación ni opresión.

Chile, mayo, 2020

(*) Ariel Orellana. Trabajador Social, Magister (E) en Gobierno y Gestión Pública, diplomado en Desarrollo y Pobreza, miembro de la Asociación Intersindical de Trabajadores y Trabajadoras Clasistas, AIT.


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