Lissette Villa, una niña de once años de edad, murió producto de los malos tratos sufridos en un centro de SENAME el 11 de abril del año 2016. Este asesinato, evidenció la serie de abusos y violencia que sufrían miles de niños y niñas al interior de diversos recintos dependientes del Estado. Como es habitual, luego de esto surgieron voces que condenaron vehemente lo sucedido, muchos golpes en el pecho y una aparente indignación del mundillo político no se tradujo en ninguna medida seria a favor de los niños y niñas. Cuatro años más tarde, la sombra de SENAME siguió avanzando frente a nuestros ojos impávidos. El diputado René Saffirio denunció la muerte de 1.313 niños y niñas en instituciones dependientes del Servicio, 878 se encontraban en investigación sin tener mínimos antecedentes sobre posibles culpables. El diputado además, denunció que se desconocía lo sucedido con los cuerpos de algunos pequeños, deslizando la posible existencia de una red de tráficos de órganos. En plena «democracia» se contaba con niños y niñas desaparecidos.
Hace más de un mes, se han difundido acusaciones de abusos y explotación sexual infantil contra la Directora de una residencia de SENAME en Hualpén. En las últimas semanas además, madres de niños y niñas residentes del mismo hogar, se han manifestado en Concepción denunciando la desaparición de sus hijos e hijas.
¿Qué esperamos para reaccionar? No deja de ser increíble que como sociedad no salgamos a la calle acompañando a esas madres que denuncian la desaparición de sus hijos, de sus hijas. Parece increíble que cuando se denunció las más de 1000 muertes de niños y niñas, no hayamos salido masivamente a protestar, a exigir verdad y justicia. ¿Qué sociedad somos? Guardamos silencio frente a la posible existencia de red de tráfico de órganos que usa a niños y niñas pobres como si estos no fueran nada, no fueran vidas, no fueran personas. ¿Cómo toleramos esta deshumanización? Por lo menos, la revuelta de octubre portó entre sus banderas la que consignaba NO + SENAME. Habrá que retomar esas banderas.
En esta línea, compartimos con ustedes una columna elaborada por un grupo de psicólogos y psicólogas sociales y comunitarios, que han decidido romper la indiferencia. Asumiendo que una transformación social profunda implica un nuevo trato, una nueva comprensión, una nueva forma de relacionarnos con la infancia, este grupo interpela a las instituciones que forman trabajadores/as de la psicología y a sus colegas, en pos de cuestionarse aspectos éticos y otras características de la formación profesional. A lo menos estudiantes y docentes, tendrán que pensar y replantearse el sentido de las disciplinas y sus limitaciones. Toda la institución universitaria, debiera replantearse sus principios y sus fines, de manera de no ser cómplices de la violencia feroz que sufren los y las que debieran estar más protegidos.
En plena pandemia, si miramos más allá de la cordillera, veremos que miles se levantan cuando existe un asesinato impregnado de racismo y de odio. En esta larga franja territorial del sur, llena de dolores amordazados, aún no somos capaces de salir y romperlo todo, no sólo por nuestras vidas, sino por aquellas vidas que han sido utilizadas de manera perversa y brutal por el Capital. Ha sacarse la mordaza.
Equipo Editor CT.
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Niñxs bajo la infame sombra de un Hogar de “protección” del Sename en Hualpén.
Carta Abierta a psicólogos y psicólogas.
“El saber psicológico debe ponerse al servicio de una sociedad
donde el bienestar de los menos no se asiente sobre el malestar de los más,
donde la realización de los unos no requiera la negación de los otros,
donde el interés de los pocos no exija la deshumanización”;
Ignacio Martín Baró (1989).
Hace un mes, la Defensoría de la Niñez hizo pública una querella por violación, abuso sexual agravado y explotación sexual infantil, en contra de Evelyn Oñate Caamaño, directora del hogar de menores “Nido Concepción”, ubicado en la comuna de Hualpén, Región del Bío Bío. En el hecho imputado –según notas de prensa-, una niña de 8 años y su hermano de 6, habrían sufrido violencia sexual y torturas por parte de supuestos “donantes” a cambio de “aportes monetarios”. Entre otros tormentos, lxs niñxs debían dormir a la intemperie y en ocasiones les era negado el alimento.
La principal responsable de estos hechos de acuerdo a la querella interpuesta, es psicóloga. Es decir, estos hechos no sólo nos interpelan humanamente, sino que también desde una mirada profesional. Nos parece gravísimo que una profesional, amparada en su título y cargo, pudiese haber ejercido actos que constituyen una violación a los derechos humanos, lo que, como Colectivo Notros, nos ha hecho reflexionar acerca del lugar que ha ocupado esta denuncia en términos de nuestro colectivo profesional.
El caso de los pequeños hermanos no sería el único. Madres de niños y niñas ingresados al hogar sureño han realizado diversas manifestaciones acusando la desaparición de sus hijos e hijas. De acuerdo con sus relatos, Evelyn Oñate y otras funcionarias del recinto, les han impedido sistemáticamente visitar a sus hijos e hijas, negándoles además todo tipo de información, incluso no existirían antecedentes de lxs niñxs en el Registro Civil. Ya suman 11 niños y niñas de quienes se desconoce su paradero.
Estos hechos siguen y suman, profundizando la crisis de la institucionalidad de la infancia en nuestro país, dejando en evidencia la necesaria y urgente transformación de la institucionalidad que supone velar por los derechos y protección de las infancias. Sename se ha convertido en una entidad en la que se ha ido desdibujando su principal misión -resguardar los derechos de niños, niñas y adolescentes- a partir de una lógica de tercerización y precarización de “servicios”, lo que muchas veces resulta en una profundización de daños y produce mayores brechas de desigualdad vital.
Como Colectivo Notros, consideramos urgente que la comunidad profesional y particularmente las Escuelas de Psicología y organizaciones gremiales, nos interroguemos sobre la relevancia que presenta la dimensión ética, política y moral. Particularmente, pensamos que se hace cada vez más necesaria la incorporación de una formación en derechos humanos en los curriculums de los profesionales de las ciencias sociales. Lo que sumado a una reflexión crítica y permanente, tanto a nivel teórico como práctico, permitirá cuestionar y prevenir la reproducción de lógicas abusivas, violentas y cómplices frente a las problemáticas con las que trabajamos.
El saber psicológico, según nos explicaba el académico Ignacio Martín Baró, “debe ponerse al servicio de una sociedad donde el bienestar de los menos, no se asiente sobre el malestar de los más, donde la realización de los unos no requiera la negación de los otros, donde el interés de los pocos no exija la deshumanización» (1989). Estas palabras confieren sentido a la discusión de temáticas graves que están aconteciendo en este devenir actual tan problemático y complejo del Chile actual, y que se ha visto claramente evidenciado en las demandas sociales que se declararon con fuerza en el Estallido Social y actualmente en la crisis sanitaria, donde podemos reconocer que el refuerzo cultural de prácticas individualistas y mercantiles han cosificado y banalizado todo, incluso la vida.
Si bien se conoce que la pobreza, la exclusión, el abandono y la violencia tanto física como sexual, lamentablemente no son prácticas nuevas. Pareciera ser que, como sociedad y, particularmente, como instituciones encargadas de la formación de profesionales, hemos postergado, negado, minimizado e, incluso, invisibilizado el maltrato grave hacia niños y niñas. Creemos que este silencio no tiene justificación.
Más que nunca se necesitan profesionales a la altura de estas circunstancias, comprometidos con la protección de los derechos humanos y de la infancia, así como dispuestos a estar al servicio de las necesidades que demanden las comunidades. Basta de silencio y complicidad.
Valparíso, 3 de junio de 2020.
Colectivo Notros
Grupo de Investigación, Acción y Reflexión en Comunidades PUCV.
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