por Marcos Salgado (*)/CLAE
Aunque falta bastante, las elecciones parlamentarias previstas para el 6 de diciembre en Venezuela ya están tensionando el ambiente político en el país. Ya se sabe que el chavismo apuesta a recuperar la mayoría de la Asamblea Nacional, después de la derrota del 2015, y hasta ahora todo indica que así será, si se tiene en cuenta que el sector más radical de la oposición, la enrolada detrás del autoproclamado presidente interino Juan Guaidó y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, es el que, teóricamente al menos, convoca más adhesión.
Si la mayor parte del voto opositor no va a votar en diciembre, esto beneficia al chavismo y su voto duro, que aunque ha venido mermando desde la última elección de Hugo Chávez, en 2012, sigue siendo el principal caudal electoral del país.
Pero una vez más la estrategia opositora no es única, hay un sector que sí estará en las urnas, representado en los partidos de la Mesa de Diálogo Nacional, que obtuvieron lo que necesitaban: la garantía de presencia en la nueva Asamblea Nacional a partir de un nuevo sistema de distribución de escaños, en una Asamblea que además tendrá muchas más bancas.
Estos sectores ya se midieron en las elecciones presidenciales de 2018, y no les fue mal: sumaron unos 3 millones de votos, contra un poco más de 6 millones de Nicolás Maduro. Si suponemos que ese es el piso electoral de cada sector, (aunque las parlamentarias nunca concitan tanta atención como una presidencial). Pero con el nuevo sistema que incluye más a los segundos y a los terceros en el reparto de bancas se ve clara la idea: una Asamblea más variopinta, pero con mayoría del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Pero esto no es automático, porque hay otros factores a tener en cuenta, y que pueden influir en los resultados electorales, por el lado del oficialismo, si bien la fuerza fundamental es el PSUV, hay otros sectores que han demostrado tener un caudal electoral no desdeñable, y que ahora están pensando en ir agrupados en otras listas, desdeñando la “unidad perfecta” propuesta por Nicolás Maduro.
Hasta tienen un nombre: Alianza Popular Revolucionaria, donde confluyen el Partido Comunista de Venezuela y el Partido Patria para Todos.
El presidente Maduro tomó nota de esas movidas y los emplazó a participar en listas unitarias. A fines de este mes de agosto se sabrá si el chavismo por primera vez se divide en las urnas, y se podrá sopesar también el alcance de la división opositora, teniendo en cuenta que facciones de los partidos más radicales, como Acción Democrática, Primero Justicia y Voluntad Popular si participarán, y haciendo uso de los símbolos partidarios.
Incluso el presidente Maduro confirmó que la Asamblea Nacional Constituyente se disolverá en diciembre (tiene plazo de funcionamiento confirmado hasta el 31 de diciembre de este 2020).
¿Qué puede pasar de aquí a diciembre? La posibilidad de encender la calle con protestas por parte del guaidosismo parece imposible, y no solo por la pandemia de la Covid-19. En general, ellos han fracasado rotundamente en este terreno.
¿Podrá venirse entonces una ofensiva desde afuera, capitaneada por la Casa Blanca? Desde el gobierno de Nicolás Maduro hay quienes así lo alertan. El embajador de Venezuela en la ONU, Samuel Moncada, dijo en Twitter que “órganos de propaganda de Washington ya promueven la fuerza multinacional invasora de Venezuela. La estabilización debe ser con ocupación militar pero sin la presencia visible de EU en primera fila. Son los ejércitos de Colombia y Centroamérica los que harán el trabajo sucio“.
Falta muy poco para las elecciones en Estados Unidos y no se puede descartar que Donald Trump, se juegue una carta de agresión, aun cuando él mismo ha puesto cierta distancia de algunos dislates de su administración contra Venezuela. El expediente ya lo tienen preparado desde hace tiempo, con la complicidad de países de Europa y las grandes corporaciones mediáticas.
(*) Marcos Salgado. Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuela. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
Fuente: http://estrategia.la/2020/08/19/la-tension-crece-de-cara-a-las-parlamentarias-en-venezuela/
Elecciones legislativas: una agenda por la soberanía y la paz de Venezuela.
por Yldefonso Finol (*)/ALAINET.
– Aunque en Venezuela el voto no es obligatorio sino un derecho que se ejerce en forma voluntaria, hay que decir sin embargo, que la abstención coercitiva intentada por el sector fascista de la oposición, provocando situaciones irregulares atentatorias del orden público, constituye un delito, puesto que le niega el libre desempeño democrático a la mayoría que desea ejercerlo; más aún, si en esa táctica desestabilizadora, estos factores incurren en la promoción de la intervención extranjera en nuestros asuntos soberanos.
– El debate ideológico en el seno de las fuerzas patrióticas es bienvenido, nunca lo debemos evadir ni estigmatizar, no obstante, consideramos que no es el mejor momento para atizarlo en medio de la actual coyuntura electoral, por dos razones: a) porque adquiere un indeseable tufo electorero, aunque no sea esa su motivación; b) porque se entra en el lenguaje descalificador dándole armas al enemigo que no diferenciará entre unos y otros al momento de destruirnos.
I.- Valoración histórica
La inminente realización de elecciones legislativas es un logro político de gran significación para la legitimidad democrática y el reconocimiento internacional de la institucionalidad republicana de Venezuela. Realizar estos comicios es un triunfo frente al imperialismo y sus lacayos que apostaron a derrocar en “seis meses” al gobierno constitucional, y se jugaron casi todas las cartas conspirativas causando grandes sufrimientos a nuestro pueblo y violaciones inaceptables a nuestra soberanía.
La convocatoria obedece al mandato constitucional de renovar el Poder Legislativo cada cinco años, y tienen como paso previo la designación del nuevo CNE como máxima autoridad electoral del país, al que corresponde organizar el proceso comicial en todas sus fases.
Se producen estas votaciones en medio de dos problemáticas particularidades: la guerra mutante que ejecuta Estados Unidos contra Venezuela, y la pandemia del Covid-19. Son circunstancias especiales que ameritan sumo cuidado con los aspectos tácticos y operativos, sin descuidar la visión estratégica. La fuerza patriótica tiene un reto enorme al acudir a la contienda sin descuidar el más importante frente de masas: el Gobierno.
El acostumbrado despliegue militar en fase previa y post electoral será un importante disuasivo para cualquier aventura fraguada por el enemigo. La división de la oposición en tendencias aparentemente irreconciliables en el corto plazo es una ventaja política para nuestra causa. La organización de los factores patrióticos refuerza esa ventaja como garantía de movilización y cuidado del voto. Pero no debemos incurrir en actitudes triunfalistas y muy por el contrario, deberíamos realizar el máximo esfuerzo para que cada patriota sea un voto efectivo. Una alta abstención no es conveniente a los fines estratégicos de esta jornada. El sufragio esta vez se nos presenta como acto de fe por la defensa de la Patria.
La coyuntura no dejará tiempo para debates internos sobre concepciones ideológicas y estilos partidistas, menos para aspectos críticos del proceso, lucirían inoportunos por decir lo menos. Tampoco queda espacio para participación y protagonismo de la militancia de base, siendo preciso aplicar métodos selectivos por la dirección a muy alto nivel. Aunque no es lo deseable, estamos obligados a la confianza y la unidad. Esto es irreductible.
Se nos presenta el tremendo reto de reconocer, en medio de la campaña electoral, el surgimiento de divergencias entre destacamentos del campo revolucionario; ahora bien, indistintamente de la altisonancia de la discusión, ella no debe traducirse en un debilitamiento de nuestra opción de triunfo, al contrario, la diversidad de candidaturas debería servir al surgimiento de alternativas capaces de encauzar militancias inconformes. Se invocaría la máxima dialéctica “unidad en la diversidad”: coincidentes en lo estratégico, divergentes en lo táctico. Pero respetándonos como compatriotas.
Desde la Doctrina Bolivariana esta característica frecuente en la izquierda tiene su antídoto en la consigna “Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa”.
II.- El entorno hostil
El enemigo externo no está en condiciones para atacarnos de frente y con todo. Lo seguirá haciendo a través de medidas coercitivas y mercenarios, para lo que cuenta con el narcofascismo colombiano y demás cipayos, que no debemos subestimar por su maligna capacidad de hacer daño.
Un grupo de altos funcionarios del aparato de guerra de Estados Unidos acaba de visitar Colombia para hablar con el gobierno de ese país sobre Venezuela. El asesor de seguridad nacional Robert O’Brien, el jefe del Comando Sur, almirante Craig Faller, el asesor especial de Donald Trump para el Hemisferio Occidental, Mauricio Claver-Carone, acompañados por el embajador Philip Goldberg, integraron la comitiva. Buscan lavarse las caras con una caricatura del desastroso Plan Colombia.
El escenario del cónclave tuvo de fondo tres telones: el proceso eleccionario para presidente gringo en noviembre, muy enredado para la aspiración reeleccionista de Trump; la derrota del plan de instaurar un supuesto “gobierno interino” con la inminente renovación de la Asamblea Nacional de Venezuela, y el naufragio del cuestionado gobierno anfitrión, con su jefe político enjuiciado, y abrumados por las crecientes evidencias de su criminal fuente de poder: narcotráfico y paramilitarismo.
La confrontación internacional por imponer la hegemonía imperialista se tiñe de peligrosa demagogia en medio de la desesperación de Donald Trump por mantenerse en la Casa Blanca. Así lo vemos amenazante contra China y Rusia, coqueteando con Israel, agresivo con Irán; arrogante, pragmático y oportunista en América Latina y el Caribe. La Unión Europea, disminuida por la salida del Reino Unido, se hace eco de la patraña contra Venezuela, mientras ocupa militarmente Líbano tras la trágica explosión en Beirut, y mueve tropas en Polonia y Lituania cerca de la frontera de Bielorrusia, donde desconocen la reciente elección favorable al presidente Alexander Lukashenko.
Ya no cabe duda que la estrategia geopolítica en Oriente Medio es la destrucción de los Estados para reinar en el caos, apoderándose de los recursos naturales de los pueblos a través de mecanismos criminales que remedan con sofisticados mecanismos la piratería del siglo XVII.
Para el caso venezolano, se incorporan como elementos conflictivos, el añejo asunto de nuestra Guayana Esequiva y las múltiples problemáticas generadas en la extensa frontera con Colombia, a través de la cual juegan a embarrarnos en el narcotráfico mientras se llevan el combustible, lanzan incursiones mercenarias y permean el Covid19.
Si el uribismo, entendido como fase superior del santanderismo, credo y adicción de los sectores más atrasados de Colombia, acorralados moralmente como están, se atreve a desatar una agresión armada contra Venezuela por instrucciones de Estados Unidos, las fuerzas bolivarianas en cualquier lugar donde se hallen deben actuar contundentemente sobre los intereses oligárquicos-imperialistas y puntos neurálgicos del enemigo.
La humanidad debe saber que nos enfrentamos a criminales atroces, mismos que en días recientes han cometido masacres contra pueblos indígenas y jóvenes indefensos, que han asesinado setecientos líderes populares durante el gobierno de Duque, que hicieron trizas los acuerdos y diálogos de paz, que son los mayores productores de cocaína del mundo, que encubren a militares violadores de niñas indígenas y ofrecen impunidad a tropas gringas culpables de trata de personas y agresiones sexuales a mujeres, que han impuesto un gobierno ilegítimo con dineros de las drogas.
Venezuela sabrá responder por la dignidad bolivariana. Deben recordar que aquí se libró hace 521 años el primer combate de resistencia a la invasión colonialista en agosto de 1499 y se dio el primer grito de Independencia de este continente, y aquí nació El Libertador Simón Bolívar a quien los imperios de antes y de hoy no han podido derrotar.
III.- Agenda de prioridades de la nueva diputación
El perfil del liderazgo requerido para la función parlamentaria en estas circunstancias nacionales, tiene que combinar varias condiciones, entre las que podemos mencionar: lealtad absoluta con la soberanía e independencia de la patria; compromiso histórico con la clase trabajadora, la ética bolivariana, la liberación nacional y el socialismo; adecuada formación política-ideológica y nivel cultural suficiente para enfrentar los grandes debates de ideas y proyectos que requiere el país; experiencia en luchas populares y escenarios políticos.
La agenda del Poder Legislativo pasa por consolidar una mayoría patriótica que asuma con carácter prioritario y punto de honor:
– La defensa de la soberanía nacional frente a la injerencia imperialista, en el sentido que la primera garantía de todos los derechos humanos de nuestro pueblo es tener una Patria independiente.
– La consolidación de una política internacional de solidaridad popular que contribuya al sostenimiento de la paz regional y el Equilibrio del Universo, como bienes intangibles superiores, sin los cuales, no será posible la construcción de una mejor humanidad.
– Abrir cauce a un amplio diálogo nacional-popular por la Patria Buena, con la profundización efectiva del carácter participativo y protagónico de la democracia venezolana. Generar consensos para contribuir a la gobernabilidad y definición de políticas públicas de empoderamiento ciudadano, ante el agotamiento del modelo asistencialista-paternalista castrador de la autogestión del poder popular.
– Impulsar la recuperación de la economía nacional con un enfoque productivo y solidario. Debemos debatir asuntos trascendentes para la República: reafirmación de la propiedad y administración de los activos nacionales (quién decide sobre los ingresos petroleros y quién controla su destino). El modelo aplicado deja en muy pocas manos el manejo de la mercancía de que depende todo el país. Por eso un puñado de corruptos pueden hacer lo que les venga en gana con total impunidad, desmantelar PDVSA y empresas eléctricas o mantener fuera del país inversiones gigantescas como CITGO sin generar ni empleos ni desarrollo endógeno, ni valor agregado nacional. Un negocio que nunca debió hacerse y que ya hecho, no debió mantenerse en el marco de una revolución bolivariana. El resultado a la vista de lapa y cachicamo.
– Revisar el modelo según el cual tenemos una fuerte burocracia fiscal, pero débil o inexistente para defender los derechos de usuarios y consumidores.
– Urgente discutir con el país una política criminal que ponga freno a la corrupción. Activación del poder moral bolivariano a través de mecanismos de control fiscal ciudadano.
– Urgencia legislativa para elaborar un programa de recuperación gradual del nivel adquisitivo del salario y demás garantías sociales del pueblo trabajador
Más allá de la pandemia, las elecciones y –en medio de- las amenazas imperialistas, ha de llegar el momento de abrir un debate serio sobre la caracterización del Estado y la concepción de la economía en la Revolución Bolivariana. Nadie crea que será fácil. Son asuntos fundamentales sin los cuales la revolución parece andar a tientas entre penumbras.
Permítanme terminar parafraseando a León Felipe: porque no es lo que importa llegar primero y a prisa, sino llegar con todos y a tiempo.
(*) Yldefonso Finol es Economista e historiador bolivariano.
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