“Derribarlo”: el ataque a Chile ordenado por Nixon y Kissinger que muestran los registros de la Casa Blanca.
En Washington, varios días después de que el 3 de noviembre de 1970 Salvador Allende inaugurara una nueva etapa histórica en Chile, Richard Nixon convocó a una reunión oficial de su Consejo de Seguridad Nacional (NSC). Objetivo: qué política adoptaría el gobierno de Estados Unidos frente al nuevo gobierno de la Unidad Popular de Chile. Sólo unos pocos funcionarios reunidos ese día en la Sala del Gabinete de la Casa Blanca sabían que, bajo las órdenes de Nixon, la CIA había intentado encubiertamente instigar un golpe militar para evitar que Allende fuera sancionado por el Congreso como Presidente. Y había fracasado.
El memorando de conversación SECRET/SENSITIVE NSC reveló un consenso: la elección democrática de Allende y su agenda socialista para un cambio sustantivo en Chile, eran una amenaza para los intereses de Estados Unidos. Y una divergencia: lo que Estados Unidos podía y no debía hacer al respecto. «Podemos provocar su caída, tal vez, sin ser contraproducentes«, sugirió el secretario de Estado William Rogers, quien se opuso a la hostilidad y a la agresión hacia Chile. «Tenemos que hacer todo lo posible para herirlo [Allende] y derribarlo«, fue la opinión del secretario de Defensa, Melvin Laird.
«Nuestra principal preocupación sobre Chile es la posibilidad de que [Allende] pueda consolidarse y la imagen proyectada al mundo será su éxito«, explicó el presidente Nixon al instruir a su equipo de seguridad nacional para adoptar una agresión hostil -aunque de bajo perfil- para desestabilizar la capacidad de gobernar de Allende: “Seremos muy amables y muy correctos, pero haciendo esas cosas que serán un mensaje real para Allende y otros».
El registro fidedigno y detallado tanto de las deliberaciones como de las decisiones que se adoptaron en esos días en la Casa Blanca, aclaran las tergiversaciones que han hecho los actores políticos de la época a lo largo de los años -Kissinger entre ellos- sobre la verdadera intención que tuvo la administración Nixon hacia el gobierno de Allende.
LA NARRATIVA OFICIAL
Cuando las operaciones encubiertas de la CIA para socavar el gobierno de Allende fueron reveladas en la primera plana del New York Times en septiembre de 1974 por el veterano reportero de investigación Seymour Hersh, generaron un gran escándalo nacional e internacional. La conmoción por el rol clandestino que jugó Estados Unidos en Chile condujo a la primera investigación sustantiva del Congreso por las operaciones encubiertas llevadas a cabo por Estados Unidos, las primeras audiencias públicas sobre las operaciones de la CIA y la primera publicación de un importante estudio sobre este capítulo negro: Covert Action in Chile, 1963-1973, escrito por el Comité Especial del Senado estadounidense, presidido por el senador Frank Church.
«La naturaleza y el alcance del papel estadounidense en el derrocamiento de un gobierno chileno elegido democráticamente son asuntos de profunda y continua preocupación pública. Este récord debe ser ajustado«, declaró el senador Church en ese momento.
Basándose en el llamado «privilegio ejecutivo«, la administración del presidente Gerald Ford retuvo parte de la dramática revelación que se desgaja de los documentos que ahora publica el Archivo de Seguridad Nacional. Mientras los funcionarios estadounidenses trataban de falsificar el propósito de la intervención estadounidense en Chile, los investigadores del Senado no tenían acceso al registro histórico completo de las deliberaciones y decisiones de la Casa Blanca sobre Chile en los días previos y posteriores a la toma de posesión de Allende.
Inmediatamente después de las revelaciones de Hersh, el presidente Ford emitió un reconocimiento sin precedentes, aunque mendaz, de las operaciones encubiertas de la CIA: «El esfuerzo que se hizo en este caso, fue ayudar a la preservación de los periódicos de la oposición, los medios de radio y TV y preservar los partidos políticos de la oposición», dijo a la prensa. La intervención estadounidense para preservar las instituciones democráticas de Chile fue «en el mejor interés del pueblo de Chile y, ciertamente, en nuestro mejor interés«, sostuvo el presidente Ford cuando el régimen de Pinochet marcó el primer aniversario de lo que se convertiría en una dictadura militar de 17 años.
Cuando Henry Kissinger entregó su testimonio ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, avanzó en esta justificación: la “preservación de la democracia». Y afirmó: «La intención de los Estados Unidos no era desestabilizar o subvertir, sino seguir sosteniendo a los partidos políticos de oposición… Nuestra preocupación era la elección de 1976 y en absoluto un golpe de Estado como el de 1973 del que no sabíamos nada y con el que no teníamos nada que ver«. Kissinger reiteró sus dichos en sus memorias, The White House Years.
Otros funcionarios estadounidenses que participaron en las operaciones anti-Allende también utilizaron sus memorias para reescribir la historia de la intervención de Estados Unidos en Chile. En Good Hunting: An American Spymaster’s Story, publicado en 2014, extraído de las páginas de la prestigiosa revista Foreign Affairs bajo el título «What Really Happened int Chile», el ex oficial de la CIA, Jack Devine, afirmó que la CIA simplemente «apoyaba a los oponentes políticos internos de Allende y se aseguraba de que Allende no desmantelara las instituciones». El objetivo, según Devine, era preservar esas instituciones hasta las elecciones chilenas de 1976, cuando esas fuerzas democráticas, reforzadas por el apoyo encubierto de Estados Unidos, prevalecerían sobre los males de la coalición de la Unidad Popular de Allende.
La razón de «preservación de la democracia» tuvo un buen despliegue, pero está completamente desmentida por las decisiones adoptadas en las reuniones en la Casa Blanca, que ahora han sido totalmente desclasificadas. Esos registros revelan que el Departamento de Estado de los Estados Unidos, que temía un escándalo internacional si se llegaban a exponer públicamente los esfuerzos de Estados Unidos para derrocar a Allende, abogó por aparecer con una política prudente de coexistencia –conocida como la «estrategia modus vivendi»– mientras apoyaba a los partidos de oposición y reforzaba sus posibilidades de prevalecer en las elecciones de 1976.
Si Washington violaba su propia política oficial de «respeto por el resultado de las elecciones democráticas, se reduciría nuestra credibilidad en todo el mundo… aumentaría el nacionalismo dirigido contra nosotros» y «sería utilizado por el gobierno de Allende para consolidar su posición con el pueblo chileno y ganar influencia en el resto del hemisferio», argumentó la Oficina de Asuntos Interamericanos en un documento informativo durante el debate interno sobre cómo responder a la toma de posesión de Allende.
Pero los documentos son tajantes e indesmentibles. Y revelan que Henry Kissinger rechazó enérgicamente esa opción y personalmente convenció al presidente Nixon de anularla y de optar por un esfuerzo para desestabilizar la capacidad de gobierno de Allende. «Es esencial que deje muy claro cuál es su posición en este tema», presionó en privado a Nixon en la preparación para la reunión del NSC del 6 de noviembre sobre Chile: «Si todos los interesados no entienden que queremos evitar como podamos que Allende se haga fuerte, el resultado será una deriva constante hacia el enfoque modus vivendi».
ARGUMENTOS DE KISSINGER
Los documentos registran que Kissinger fue la influencia predominante para un esfuerzo sostenido para desestabilizar y socavar a Salvador Allende. A medida que se hizo evidente que probablemente fracasarían los esfuerzos de la CIA para instigar un golpe de Estado antes de la inauguración del gobierno de Allende el 3 de noviembre, Kissinger presentó a Nixon sus primeros argumentos para un enfoque agresivo a largo plazo que sería enmascarado en su hostilidad. «Nuestra capacidad para diseñar el derrocamiento de Allende rápidamente ha quedado demostrada como particularmente limitada», escribió en un artículo de información secreta el 18 de octubre de 1970:
“La pregunta, por lo tanto, es si podemos tomar medidas —crear presiones, explotar debilidades, magnificar obstáculos— que como mínimo asegurarán su fracaso (el de Allende) o lo obligarán a modificar sus políticas, y al máximo podría conducir a situaciones en las que su colapso o derrocamiento más tarde puede ser más factible”.
Kissinger planteó dos posibles enfoques para su estrategia hostil:
- “Una sería una política franca y abiertamente hostil, utilizando todas las presiones posibles y demostrando esa hostilidad abiertamente”;
- “La otra sería adoptar una postura públicamente ‘correcta’ pero fría, con presión y hostilidad suministrada detrás del escenario, y medidas hostiles demostradas públicamente solo en reacción a la provocación”.
Kissinger agregó: «Ambos cursos utilizarían esencialmente las mismas medidas, por ejemplo, la actividad de la CIA, las presiones económicas y diplomáticas. La diferencia —y el tema— radica en la cuestión de cuán sincera debe ser nuestra hostilidad».
Mientras el Consejo de Seguridad Nacional se preparaba para una reunión clave que tendría lugar a principios de noviembre, el 29 de octubre, Kissinger presidió una reunión del Grupo de Examen Superior para determinar qué opciones sobre Chile se presentarían para la consideración final del presidente Nixon. Los representantes del Departamento de Defensa abogaron por un enfoque abiertamente hostil; los miembros del Departamento de Estado advirtieron contra la agresión abierta y presionaron para que se adoptara un enfoque más flexible, ante la «opción de establecer relaciones amistosas con Allende, en el caso -ahora considerado improbable- de que modere sus objetivos marxistas y autoritarios», se lee en las actas de la reunión.
La CIA, representada por su director Richard Helms, el jefe de operaciones encubiertas, Thomas Karamessines, y el jefe de operaciones del hemisferio occidental, William Broe, apoyaron la opción hostil a través de operaciones encubiertas para socavar a Salvador Allende. Por razones de seguridad, el plan de acción encubierto que elaboraron para desestabilizar Chile fue clasificado como un anexo especial a los documentos de opciones y no distribuido a los otros organismos.
Asegurar que la opción hostil prevaleciera era tan importante para Kissinger, que arregló que la reunión del NSC fuera pospuesta por un día. Lo hizo así para poder ingresar antes al Salón Oval y durante una hora informar al presidente Nixon sobre cómo debía empujar la burocracia de política exterior hacia una postura de cambio de régimen. «Henry Kissinger vino esta mañana para intentar ver si podíamos trasladar la reunión de la NSC al viernes. Cree que esto es muy importante porque el tema es Chile y Henry dice que es imperativo que el presidente estudie el problema antes de celebrar la reunión«, se lee en una nota del programador de agenda de Nixon a HR Haldeman, explicando por qué la reunión se trasladó del 5 al 6 de noviembre. »
“Según Henry, Chile podría terminar siendo el peor fracaso de nuestra administración para 1972, peor que Cuba», se lee en otro párrafo.
Para su reunión privada con Nixon, Kissinger elaboró una nota completa en la que se esbozaba «la seria amenaza a nuestros intereses y posición en el hemisferio» más allá de lo que Allende representaba, así como la amenaza de la posición del Departamento de Estado si Estados Unidos adoptaba «una estrategia de modus vivendi» con un gobierno de Allende y se centraba en derrotarlo en las próximas elecciones de 1976. El documento, publicado por primera vez en el libro del autor de este artículo (Peter Kornbluh) The Pinochet File, en el 40 aniversario del golpe, ofrece la explicación más completa sobre la intervención estadounidense en Chile que cualquiera de los miles de registros desclasificados de dominio público (vea aquí ese documento).
«La elección de Allende como presidente de Chile plantea para nosotros uno de los desafíos más serios jamás enfrentados en este hemisferio”, escribió Kissinger en su sentencia inicial, subrayando su efecto hiperbólico. Su consejo al presidente Nixon tuvo ribetes dramáticos: «Su decisión sobre qué hacer al respecto puede ser la decisión más histórica y difícil de asuntos exteriores que tendrá que tomar este año. Porque lo que suceda en Chile en los próximos seis a doce meses tendrá ramificaciones que irán mucho más allá de las relaciones entre Estados Unidos y Chile».
Como se refleja en este informe, la principal preocupación de Kissinger era que Allende había sido elegido libremente, dejando a los Estados Unidos con poca libertad para oponerse abiertamente a su gobierno como ilegítimo, y estableciendo un precedente que otras naciones podrían seguir. El «efecto modelo de Allende puede ser insidioso», advirtió Kissinger: «El ejemplo de un gobierno marxista electo con éxito en Chile seguramente tendría un impacto en otras partes del mundo, e incluso un precedente para otras partes del mundo, especialmente en Italia; la propagación imitativa de fenómenos similares en otros lugares afectaría a su vez significativamente el equilibrio mundial y nuestra propia posición en él».
Kissinger presionó a Nixon para que rechazara la opción modus vivendi del Departamento de Estado, e instruyó al Consejo de Seguridad Nacional (NSC) que implementara una política hostil para socavar a Allende, pero enmascarada en una frialdad diplomática benigna hacia su gobierno. «El énfasis resultante de la reunión de hoy debe estar en oponerse a Allende y evitar su poder de consolidación y no en minimizar los riesgos«, aconsejó Kissinger a Nixon.
Al día siguiente, en la reunión de la NSC, Nixon planteó los puntos de la conversación de Kissinger sobre la amenaza del «efecto modelo» que Allende representaba. «Seremos muy amables y muy correctos, pero haciendo esas cosas que serán un mensaje real para Allende y otros», aconsejó a su equipo de seguridad nacional, de acuerdo con el Memorándum SECRETO de conversación de la reunión. Según las notas desclasificadas tomadas por el director de la CIA, Richard Helms, en la reunión, el presidente también advirtió: «si hay alguna manera de desbancar a Allende, mejor hacerlo».
Seis días después de la toma de posesión de Salvador Allende, Kissinger distribuyó un Memorándum de Decisión de Seguridad Nacional TOP SECRET/SENSITIVE/EYES ONLY «Política hacia Chile«, que resume las directrices de la reunión de la NSC: «El Presidente ha decidido que (1) la postura pública de los Estados Unidos será correcta pero fría, para evitar dar al gobierno de Allende una base sobre la cual reunir el apoyo nacional e internacional para la consolidación del régimen; pero que (2) los Estados Unidos tratarán de maximizar las presiones sobre el gobierno de Allende para evitar su consolidación y limitar su capacidad de implementar políticas contrarias a los intereses estadounidenses y hemisféricos».
Se autorizó a los funcionarios estadounidenses a colaborar con otros gobiernos de la región, en particular Brasil y Argentina, para coordinar los esfuerzos contra Allende; bloquear silenciosamente los préstamos bancarios multilaterales a Chile y cancelar los créditos y préstamos a la exportación de los Estados Unidos; reclutar corporaciones estadounidenses para que abandonen Chile; y manipular el valor de mercado internacional de las principales exportaciones de Chile, el cobre, para dañar aún más la economía chilena. La CIA fue autorizada a preparar planes de acción para futuras implementaciones. La directiva no menciona ningún esfuerzo para preservar las instituciones democráticas de Chile ni para trabajar con vistas a la derrota electoral de Allende en 1976.
Ese mismo día, Kissinger llamó a Nixon por teléfono y discutieron sobre Chile. Nixon había leído el discurso inaugural de Allende, como lo informó el New York Times. “Helms [el director de la CIA] tiene que ir por estas personas», dijo Nixon a Kissinger, refiriéndose a las operaciones encubiertas en Chile. «Lo hemos dejado en claro», respondió Kissinger (vea el documento desclasificado con este del diálogo).
Según la transcripción desclasificada de esa conversación telefónica, Nixon y su asesor de seguridad nacional discuten sobre la línea racional para intervenir contra Allende. «Siento firmemente que esta línea es importante con respecto a su efecto en la gente del mundo», afirmó Nixon, haciéndose eco del argumento que Kissinger le había presentado sólo cuatro días antes sobre el «efecto modelo» de Allende. «Si [Allende] puede probar que puede establecer una política antiestadounidense marxista, otros harán lo mismo«. Kissinger se mostró totalmente de acuerdo: «Tendrá un efecto (…) incluso en Europa. No sólo América Latina».
Fuente: https://www.ciperchile.cl/2020/11/04/derribarlo-el-ataque-a-chile-ordenado-por-nixon-y-kissinger-que-muestran-los-registros-de-la-casa-blanca/
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