Chile, coyuntura electoral: comentan Guillermo Correa C. y Andrés Figueroa C.

Reflexiones en torno a la situación post elecciones de convencionales constituyentes.

por Guillermo Correa Camiroaga.

Las denominadas elecciones más importantes de la historia de Chile, concepto ampliamente amplificado a través de los medios de comunicación y las redes sociales, concitaron el apoyo de tan solo el 43,35% de los chilenos y chilenas habilitadas para sufragar. Es decir que hay un mayoritario 56,25% que no participó en ellas y, siendo riguroso con las cifras, el “partido de la abstención” fue el ganador absoluto. Este es un dato que no debe dejarse de lado al hacer un balance inicial de las jornadas electorales del 15 y16 de mayo, aún cuando al interior de ese gran porcentaje de no votantes existan un sinnúmero de motivaciones que van desde la desidia hasta la opción política meditada. La pandemia puede haber influido en esta baja participación, pero creo que por sí sola no la explica cabalmente.

Teniendo en claro las cifras anteriormente expuestas se pueden aventurar algunas reflexiones ante la nueva situación política que comienza a conformarse de aquí en adelante. Es todavía un camino a construir, donde necesariamente  tendrán que tomarse opciones y decisiones políticas tácticas, tanto desde los sectores del pueblo rebelde que decidieron participar como independientes en las listas que los propios sectores y movimientos sociales levantaron, como de parte de aquellos sectores que políticamente optaron por no participar en estas elecciones de Convencionales Constituyentes, continuando un camino extraparlamentario en la búsqueda de consolidar, ampliar y coordinar distintas organizaciones populares territoriales y sectoriales de base, tendientes a construir un Movimiento Popular esencialmente anticapitalista y antipatriarcal.

En términos generales es evidente que los grandes derrotados en estas elecciones son las derechas políticas representadas por Chile Vamos y los partidos de la ex Concertación; y por contraparte los grandes ganadores son los independientes provenientes del movimiento social, junto con el Partido Comunista y el Frente Amplio. Esto quedó también de manifiesto en las elecciones de Gobernadores, Alcaldes y Concejales.

Una de las tantas causas de esta debacle en los partidos políticos de derecha que merece ser mencionada, es, a mi parecer, la dificultad que tuvo la derecha política para desplegar campañas publicitarias de propaganda electoral como tradicionalmente hacía, llegando con engaños y regalías a los sectores más necesitados, debido a los grandes recursos económicos que siempre tiene a su disposición, ya que esta vez la pandemia y sus cuarentenas no se lo permitió, mientras por otra parte las y los sectores rebeldes que decidieron participar en estas elecciones estuvieron con sus organizaciones populares territoriales organizadas y trabajando en campañas de solidaridad y sobrevivencia, formando parte del pueblo que acudió a votar en contra del gobierno y la clase política tradicional. Tuvieron de esta manera la capacidad de desarrollar campaña directa en los sectores y territorios, como también elaborar creativas propagandas a través de las redes sociales. Hay que agregar a lo anteriormente expuesto el hastío general de gran parte de la población chilena con la “clase política”, que la llevó a preferir las listas de candidatos independientes como una forma de protesta ante décadas de marginación y abusos.

Las proyecciones que realicé en numerosas reflexiones anteriores respecto a que la derecha dura lograra fácilmente  los escaños  necesarios para asegurar 1/3 o más de representantes de Convencionales Constituyentes fueron totalmente erróneas y los resultados electorales así lo demuestran. Cabe hacer esta necesaria autocrítica.

Sin embargo, no debemos olvidar que este proceso electoral y el proceso constitucional en curso siguen desarrollándose dentro de los marcos institucionales del sistema capitalista en su expresión neoliberal, por lo que el cuestionamiento de fondo a este proceso sigue siendo válido y necesario de recalcar. De igual forma se abre un espacio en este nuevo escenario donde pueden confluir nuevamente los sectores del pueblo rebelde que participaron en las elecciones y también del que no lo hizo, para realizar acciones conjuntas que permitan seguir construyendo organización y acumulación de fuerza para el Movimiento Popular extra parlamentario anticapitalista y antipatriarcal en formación.

Ahora, de una u otra manera, la ordenada mesa de ajedrez meticulosamente elaborada por la clase política institucional fue desordenada significativamente por la irrupción de un número muy importante de Convencionales Constituyentes provenientes del movimiento social rebelde. La gran mayoría de ellas y ellos agrupados en “La Lista del Pueblo”. Hay también una cantidad de “independientes” cuya sensibilidad o postura política se identifica con los ex partidos de la Concertación y en menor medida con la derecha de Chile Vamos. En relación con los escaños reservados a los pueblos  originarios, un número importante de ellos, con sus  particularidades y cosmovisiones, están cercanos(as), a mi entender, al movimiento social rebelde.

Dentro de esta mezcla multicolor de Convencionales Constituyentes se producirán sin duda alguna intensos debates y dificultades para avanzar en el nuevo articulado  constitucional, puesto que hay que tener siempre presente las normas legales establecidas para tal efecto, en donde el quórum de los 2/3 constituye la espada de Damocles pronta a romper cualquier iniciativa proveniente de los sectores populares en temas relevantes relacionados con el sistema capitalista en su expresión neoliberal. Allí las dos derechas, representadas por los Convencionales de  Chile Vamos y la ex Concertación jugarán un papel importante buscando los acuerdos que busquen impedir aquello. Tampoco puede soslayarse la inviolabilidad de los Tratados Comerciales Internacionales suscritos por Chile, que son pilares importantes en donde se apoya el modelo neoliberal, tratados que no pueden ser revisado ni menos modificados en la Convención Constitucional, ya que el Estado chileno podría sufrir querellas. Esto ha quedado recientemente demostrado con el reclamo formal que hizo llegar al gobierno de Chile una empresa estadounidense debido a la reforma constitucional aprobada que permite el retiro del 10% de las rentas vitalicias, lo que a juicio de esta empresa iría en contra de sus intereses comerciales.

Pese a todo el complejo e incierto panorama político, debido a las fuerzas antagónicas que se enfrentaran en la Convención Constitucional, en esta nueva coyuntura post elecciones que se está configurando nos enconcontramos ante un nuevo escenario donde los sectores populares rebeldes que no participaron de este proceso electoral institucional – sectores cuya magnitud, organización y potencia no puede ser cuantificado ni tampoco se puede especular sobre su real capacidad política- deberán tomar nuevas definiciones tácticas respecto a cómo sobrepasar y/o romper los estrechos marcos de la institucionalidad en que deberá funcionar la Convención Constitucional, uniéndose en la acción para ir avanzando en dicho objetivo con los sectores populares rebeldes que optaron por participar dentro de la institucionalidad, para tratar de retomar con fuerza las movilizaciones, la lucha callejera y territorial, pero sin dejar de lado el objetivo estratégico de continuar construyendo un movimiento popular autónomo e independiente, que avance por caminos extraparlamentarios propios en la construcción de Poder Popular.

Valparaíso 17 Mayo 2021

Recibido por CT 17-05-2021.


Elecciones en Chile: pierden los partidos de la derecha y el centro, ganan independientes y abstención raya en el 60%.

por Andrés Figueroa Cornejo.

Este sábado 15 y domingo 16 de mayo se realizaron las elecciones para elegir a los candidatos a convencionales constitucionales, gobernadores regionales, alcaldes y concejales.

Al cierre de esta nota, de las 14 millones 900 mil personas habilitadas para sufragar, sólo lo hizo cerca de un 40 %.

En la votación, la llamada derecha política obtuvo mucho menos de 1 / 3 de los escaños convencionales, lo cual la imposibilitaría para vetar algunas iniciativas que no representen a su sector, mientras que la mayoría de los escaños fue obtenida por independientes provenientes de lo que la sociología liberal denomina «centro izquierda», fragmentada en distintas listas. Y, sin dudas, los partidos políticos profesionalizados y tradicionales, fueron los grandes derrotados en la lógica electoral.

El siguiente y breve análisis se basa en el fenómeno de la alta abstención electoral  y la situación de la izquierda anticapitalista.

La crisis de representatividad y legitimidad de la llamada «democracia electoral» en Chile es un fenómeno de larga data que tuvo su bautizo con la transición pactada entre la dictadura pinochetista, los intereses del Pentágono estadounidense y dirigentes de los partidos social-liberales, como la Democracia Cristiana y un sector del Partido Socialista, a fines de los 80 e inicio de los 90 del siglo XX. Antes, salvo los mil días de la Unidad Popular de Salvador Allende, las clases trabajadoras y populares jamás contaron con una democracia liberal en regla, capaz de incorporar los derechos sociales y humanos a la vida de la población.

Independientemente de que en el plebiscito del pasado 25 de octubre sobre el apruebo o rechazo para reformar la Constitución redactada por la dictadura de Pinochet en 1980, el apruebo obtuvo un 80 % y el rechazo un 20 %, una serie de cabildeos y transacciones propias de un sistema de partidos políticos institucional duopólico (imitación del sistema estadounidense entre republicanos y demócratas) y amañado por los intereses de los grandes grupos económicos de capitales combinados, terminó por convertir la elección de candidatos para la próxima convención constitucional en una fórmula, incluso técnica y legalmente, antidemocrática (https://kaosenlared.net/chile-convencion-constitucional-ni-constituyente-ni-democratica/ y https://kaosenlared.net/chile-convencion-constitucional-ni-constituyente-ni-democratica-ii/).

Entre los factores determinantes para intentar explicar semejante escenario, no basta con chequear la conciliación de clases y colusión de intereses del sistema político, salvo excepciones. Cierta narrativa electoralista plantea que la convención constitucional es resultado de la revuelta social y popular que conmovió a la sociedad desde el 18 de octubre de 2019, hasta alrededor de marzo de 2020, cuando la pandemia de Covid 19 inició sus estragos sobre la población, fenómeno que limitó sustantivamente la lucha de clases explícita, como en todo el mundo. Al respecto, durante las jornadas de movilización social se llegó a exigir la salida del régimen de Sebastián Piñera, mas nunca nadie, de manera concertada, habló jamás de una convención constitucional. Esto es, sin movimiento 18 de octubre no hay convención constitucional, pero tampoco fue la demanda que concitó las protestas. Por arriba, las fuerzas y clases dominantes metabolizaron a su favor un proceso de lucha de clases que, debido al Covid 19 y las medidas sanitarias que reclama, no llegó a constituir un proyecto político estratégico emancipador ni sus instrumentos políticos donde contener y potenciar ese proyecto hasta ahora «en suspenso».

Por otra parte, algunos sectores de la revuelta social llegaron a articular como reivindicación central la realización de una asamblea constituyente, una ecuación política que no guarda ninguna relación con la convención constitucional. O sea, ante la caída de un intenso momento de lucha de clases, la pandemia funcionó como tanque de oxígeno, no sólo para el régimen de extrema derecha de Piñera, sino también para todos los grupos, partidos, entidades funcionales al orden capitalista, autoritario, patriarcal, racista y conservador que caracteriza al establecimiento en Chile.

Más allá de las honestas y bienintencionadas zonas progresistas que levantaron candidaturas para participar en la convención constitucional (con todo en contra, por cierto), e incluso, consiguieron los cupos, golpeando a la derecha política; respecto de la izquierda antisistémica, al no cuajar todavía el movimiento 18 de octubre en un constructo político liberador, anticapitalista, con expresiones orgánicas nuevas pero concretas, una vez más las relaciones de fuerza expresaron el complejo dominante que produce y reproduce el régimen de la ganancia. El triunfo de candidatos independientes e incluso de izquierda institucional, por sí solo, no significa un cambio de paradigma civilizatorio en clave anticapitalista. Sí, posiblemente y bajo ciertas condiciones (unidad de propósitos, etc.), puede permitir al «progresismo» mayor capacidad de negociación con la derecha política.

Abstención

Que la población no haya ido a votar por falta de propaganda electoral, la pandemia, o algún problema administrativo es sólo un efecto de esas mismas relaciones de fuerza desfavorables respecto de los intereses de las clases trabajadoras y populares.

Hoy se habla mucho sobre la «desconexión de la realidad» que sufren las diversas manifestaciones del orden establecido. Al parecer, esa «desconexión de la realidad» no es monopolio de la derecha, sino también de su oposición formal.

Si la población no fue a votar en estas elecciones, además, es porque las necesidades que motorizan sus luchas reales inmediatas, no tienen relación con la dinámica y ofertas de los «políticos profesionales», ni de una escenario social que sólo adquiere consciencia de sus intereses y derechos, principios y politización, en el mismo desarrollo de las luchas populares.

Recibido por CT 17-05-2021.


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