Adios y gracias al médico, periodista y militante histórico Abel Bohoslavsky.
Por Lucía Maina/La Tinta.
Este domingo se conoció la muerte del gran luchador Abel Bohoslavsky a manos del coronavirus. Honramos su memoria publicando una entrevista realizada por este medio hace algunos años atrás. “La humanidad no puede permanecer en la explotación y la humillación indefinidamente. Pero ese cambio no puede ser cronológico ni sobrevendrá por mera evolución. De ahí la necesidad de la militancia”, sostenía.
El médico infectólogo Abel Bohoslavsky perdió la vida este domingo, en Buenos Aires, tras contraer coronavirus estando al pie del cañón en la atención de enfermos. Según llegó a difundir antes de su muerte, Bohoslavsky presentó rápidamente un cuadro de neumonía y a pesar que solicitó que le suministraran plasma, en el Hospital Muñiz le habrían negado el tratamiento. Desgraciadamente, su estado de salud empeoró hasta que finalmente murió el fin de semana pasado.
Abel se desempeñaba en la actualidad como Jefe de la Delegación de Sanidad del Departamento Judicial de Lomas de Zamora. El fuerte compromiso militante social y político que evidenció toda su vida, lo ubicó en la década del ’70 como médico del combativo Sindicato de Trabajadores de Perkins, en Córdoba; como militante del PRT-ERP; y como internacionalista en diferentes países del mundo.
Desde La tinta queremos honrar la memoria de este reconocido proletario y socialista, quien en diferentes oportunidades publicó en este medio. Por eso, compartimos con ustedes una entrevista realizada hace algunos años atrás que retrata un poco el pensamiento de Abel.
“Nos guiaba la certeza de que la humanidad no puede permanecer en la explotación y la humillación indefinidamente”
“La conciencia es como un campo donde todos siembran. La burguesía ha sembrado malezas. Nosotros, los proletarios, debemos cortar las malezas, sembrar las semillas y cosechar el fruto”, decía el gringo Tosco durante una pequeña reunión en una casilla ferroviaria de Cruz del Eje poco antes de su muerte. Allí estaba presente Abel Bohoslavsky, miembro histórico del Partido Revolucionario de los Trabajadores y el Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), quien guardó en su memoria aquellas palabras de un luchador único para compartirlas casi cuatro décadas después.
Como militante, médico, periodista y escritor, Abel protagonizó momentos cruciales de la vida política de Córdoba en las décadas del ´60 y ´70. En esta entrevista relata las implicancias de luchar por un proyecto político transformador en la Argentina de aquellos años y reflexiona también sobre las características de la militancia en el presente.
– ¿Qué características consideras que son distintivas de la militancia de los ´60 y ´70 respecto de las luchas de otras épocas?
En lo personal, significaba asumir un compromiso que demostrara una actitud de vida congruente con los ideales colectivistas y solidarios del socialismo. El stalinismo y todas las formas del reformismo y el populismo habían logrado implantar ante la sociedad, y sobre todo frente a la clase trabajadora, que el “izquierdista” era una suerte de parásito acomodaticio, carente de compromiso personal. Esta lucha ideológica necesitaba demostraciones prácticas que intentaban emular al Che, el paradigma del hombre desprendido de toda prebenda. El Che encarnó como pocos la condición humana del marxista.
Lógicamente que, debido a la inexperiencia y las urgencias del momento, más de una vez, esta lucha ideológica llevó a extremos y límites erróneos que permitían nuevos flancos de ataque del populismo y el reformismo contra el marxismo. Se llegó, creo, a generalizaciones que revelaron confusiones, no comprendiendo que ni todos los militantes pueden ser iguales ni es necesario que cada uno sea una réplica del Che.
Por otra parte, a partir del escrito del Che El socialismo y el hombre nuevo en Cuba, el ideal revolucionario se asumió como una concepción humana que iba más allá de la propuesta estratégica. Esta revitalización del marxismo que introdujo el Che, posibilitó la adhesión al ideal revolucionario de corrientes no provenientes del socialismo. Pero hay que resaltar frente a tergiversaciones de entonces y de hoy, que el Che planteaba el nuevo hombre a partir de nuevas relaciones sociales de producción fundadas en el colectivismo. Su moral no era abstracta.
– ¿Qué particularidades del contexto histórico creés que influyeron especialmente en el surgimiento de esas formas de militancia?
Esencialmente la época revolucionaria en el mundo y en Nuestra América. En el mundo, es la época de la guerra de Vietnam, en que un pueblo humilde es capaz de alzarse frente a la mayor maquinaria de guerra que haya conocido la historia. Era entusiasmante aún antes de triunfar sobre la agresión imperialista. En nuestro continente, sin duda el triunfo de la Revolución Cubana que demostró que la revolución social era posible. Los militantes de los ’60 y los ’70 éramos posibilistas…revolucionarios. Al revés que los posibilistas de los ’80 hasta la actualidad, que creen y predican solo “lo posible” por carencia de convicciones, los de las dos décadas anteriores, teníamos convicciones de transformación radical de la humanidad. Algunos, no se cuántos, todavía tenemos las mismas convicciones y en condiciones distintas, bregamos por lo mismo.
– ¿Qué implicancias tuvo la centralidad de la clase obrera en las luchas políticas y económicas de aquellos años?
En Argentina muchísima. Pero la centralidad de la clase obrera no fue un fenómeno nuevo de los ’60. Nuestra tradición histórica desde principios del siglo XX tiene esa centralidad. En los ’60, a partir de la fuerte expansión industrial previa (períodos del primer peronismo y del desarrollismo), la clase obrera ocupó el principal rol en la economía. Y eso se tradujo en la política y en las formas que adquirieron las luchas de clases. Quienes tenemos el ideal socialista que emerge precisamente de la clase trabajadora, encontramos el terreno social adecuado. Pero, alerta. La desindustrialización de los ‘80 en adelante, no hizo desaparecer a la clase trabajadora. La fragmentó, la redujo, la desorganizó, la desmoralizó. Pero la sociedad capitalista sigue viviendo de lo que los trabajadores producen. En los ’60 y ’70, además de los sindicatos masivos, las organizaciones políticas revolucionarias se hicieron a imagen y semejanza de la clase trabajadora.
– Teniendo en cuenta las condiciones que primaban en un contexto de creciente represión, ¿cuáles eran las principales certezas y valores que guiaban a los militantes setentistas a arriesgar la vida por sus ideales?
Muchos valores y certezas. Tomamos el ejemplo emblemático del Che, sobre todo su énfasis en el papel de lo subjetivo y lo consciente. En todos sus escritos el Che resalta la trascendencia que él le daba a la subjetividad y la importancia que le atribuía en el desarrollo de una lucha revolucionaria. El Che reintrodujo esta temática que estaba virtualmente abandonada desde Lenin, ya que el dogmatismo stalinista había llevado al marxismo hacia concepciones deterministas, donde lo “objetivo” anulaba todo intento transformador a partir de la conciencia. No por casualidad, los reformistas y los economicistas nos endilgaban a los guevaristas el ser “subjetivistas”, como forma de descalificar nuestra postura revolucionaria. Y desde ese punto de partida, todas las propuestas guevaristas eran condenadas por “voluntaristas”. Es cierto, que igual que en el tema de la conducta militante, los revolucionarios caíamos muchas veces en formulaciones voluntaristas. Esos eran valores y las certezas que partían de que la humanidad no puede permanecer en la explotación y la humillación indefinidamente. Pero ese cambio no puede ser cronológico ni sobrevendrá por mera evolución. De ahí la necesidad de la militancia.
– ¿Qué lugar ocupaba la militancia en la vida de sus protagonistas? ¿Cómo se vinculaban lo individual y lo colectivo en el ámbito de la militancia revolucionaria?
Simplemente, la militancia – definida genéricamente como lo hice antes – ocupaba la centralidad de nuestras vidas.
Una o uno podía ser carpintero, mecánico, médico o maestro. Pero nuestras vidas giraban alrededor del ideal político. El vínculo entre lo personal y lo colectivo a veces era simple y otras veces muy complicado. Y los matices fueron tantos como militantes hubo. Así hubo militantes como el escritor Haroldo Conti, la dramaturga María Escudero, obreros automotrices como Eduardo Castelo, Juan Eliseo Ledesma, médicos como Alberto Falicoff y Oscar Guidot, carteros como El perro Correa y así hasta el infinito en materia de características individuales muy diversas que se mantenían dentro de un colectivismo totalizador.
Era difícil, siempre había conflictos. Muchas veces las circunstancias imponían el abandono, momentáneo o definitivo, de las vocaciones o preferencias. Esos conflictos a veces se resolvían bien y otras mal. Había una convicción mayoritaria de que solo se puede trascender personalmente en la trascendencia colectiva. Y en ese mundo contradictorio vivíamos.
– La presencia de estructuras partidarias, la apuesta por la lucha armada y la adscripción a la teoría marxista en muchas de las organizaciones de los ´70, sugieren muchas veces la existencia de ciertas fórmulas prestablecidas tanto en las formas de funcionamiento de cada grupo como en los modos de accionar en la sociedad. Ante esta interpretación, ¿cómo caracterizás los modos de organizarse, la toma de decisiones y las relaciones entre los miembros de las agrupaciones de aquella época?
Los modos de organizarse fueron diferentes de acuerdo a cada organización, pero casi todas mantenían características comunes. Lo común era el colectivismo. Había quienes nos organizábamos en partido político, otros en movimientos políticos no partidistas, unos más en destacamentos de acción directa. La clandestinidad de lo organizativo era forzada por la violencia de la represión, pero eso no suponía el secretismo de la acción política. El secreto era una norma organizativa. Este condicionamiento tan difícil de afrontar sin duda obstaculizó una mejor calidad política. Pero contradictoriamente fue superado por una muy buena calidad ideológica y política, aunque en este aspecto, las líneas de acción diferían de unas a otras organizaciones. Quienes optamos por estrategias políticas de lucha por el poder, debimos necesariamente combinar todas las formas de organización y de lucha. La lucha armada trazó de hecho una división entre quienes la practicaban y quienes no. Y eso era parte de los conflictos dentro de toda la vertiente revolucionaria, los debates políticos de la época.
Al interior de las organizaciones, generalmente la estructura era piramidal. Los militantes elegíamos diversas formas de dirección. Uno de los obstáculos que se presentaron fue que, dada la clandestinidad forzosa, las organizaciones que crecían sumaban más y más militantes que no tenían posibilidad de acceso y contacto cotidiano con esa dirección. El debate era en grupos tipo equipos o células, de número variable de integrantes. Pero esos grupos en la base eran permanentemente variables, por cambio de tareas, cambios de frentes o necesidad de eludir la represión, incluso cambios de ciudad y lugar de vida. Eso conspiraba a un buen desarrollo. Casi diría que la inestabilidad era la norma. En estas condiciones, la toma de decisiones estuvo determinada por la capacidad o incapacidad de quienes estaban al frente de cada equipo o regional. Una cosa es elaborar una línea política, un plan, una campaña y otra aplicarla a cada realidad tan diferente, según sea el frente de trabajo, el pueblo o la localidad.
En toda esta cuestión se planteaba la contradicción entre el necesario centralismo y la necesaria democracia interna, entre la iniciativa local y el contexto regional o nacional. Esto se resolvía de acuerdo a cada línea política y a la capacidad, o no, de quienes la llevaban adelante. Como se ve, esto daba lugar a las arbitrariedades, los choques. A veces, las discusiones eran muy fuertes. En este marco, se desarrollaban como un cáncer los personalismos y esto era fuente de errores. Esos errores podían ser políticos, pero también organizativos. Se pagaban muy caros los errores. Hay numerosos ejemplos.
Vamos a poner algunos a ver si se entiende mejor. ¿Cómo elabora una dirección política una línea de acción política y militar? En base al análisis de la situación. ¿Pero cómo analizar la situación? Están los datos objetivos. La realidad económica inmediata, los acontecimientos políticos nacionales o locales, la realidad social. ¿Y los factores subjetivos, el estado de ánimo del pueblo, la visión que tienen las masas de tal o cual situación? El tema estado de ánimo era un punto inicial instituido en el debate de cada equipo en el PRT. En una época revolucionaria como la que vivimos a partir de 1969, el entusiasmo, el empuje, era lo dominante. Entonces, cuando un militante cualquiera planteaba una visión contraria en su sector o frente, solía ser mirado con desconfianza por otros, o criticado por supuesta falta de convicciones o supuestas debilidades. Así, se iba formando – o deformando – una visión de la realidad. El colectivo de dirección recibía un cúmulo de informaciones sobre cuya base elaboraba propuestas. Si esta base estaba deformada, la formulación se hacía errónea y devenía en errores políticos.
– Después de haber militado en momentos cruciales de la lucha política de los ´60 y ´70 desde la ciudad de Córdoba, ¿observás diferencias importantes entre las formas de militancia en el interior y en Buenos Aires?
Sí. Esa experiencia la tuve en forma impactante cuando tuve que trasladarme de Córdoba a la Ciudad de Buenos Aires. El desarrollo desigual y combinado de nuestro país se reflejó mucho, por lo menos en la organización que yo milité, el PRT. En el mal llamado “interior”, el vínculo del militante con su lugar de trabajo era más fácil y por lo tanto, más fuerte. Para nosotros, el partido era casi una prolongación dentro de un ámbito de trabajo y todo era más familiar. Casi diría que en esos lugares se cumplía aquel dicho acerca de que “el militante debe moverse como pez en el agua”. En Buenos Aires, aunque milité poco tiempo, observé que todo esto era mucho más difícil, más lejano. En ciudades como Córdoba, a pesar de su magnitud, la militancia se vinculaba no solo a la política, sino a las peñas, los festivales, los asados y las empanadas en el barrio o el sindicato. Mirá, para mi las diferencias eran tan notables que llegué a decir que “había dos PRTs” ¡y los compas de Buenos Aires y Gran Buenos Aires se enculaban mucho! Hace poco vi un documental-testimonial de un albañil de Bahía Blanca que escapó de un campo de concentración en Neuquén en plena dictadura, militante del PRT, que me hizo recordar muchísimo a los perretistas tucumanos o cordobeses. Escapó y pudo sobrevivir gracias a sus vínculos pueblerinos, unidos, claro está, a una voluntad inquebrantable de lucha.
– Desde tu perspectiva, ¿existen rasgos de las militancias de los ´70 que aún perduren en los militantes actuales? ¿Cuáles se han transformado radicalmente o han desaparecido?
Son épocas muy lejanas una de la otra, entre la que media el triunfo trágico de la contrarrevolución armada y la actualidad. Las secuelas de la contrarrevolución se empiezan a superar parcialmente a partir de las movilizaciones de agosto a diciembre de 2001 y hasta junio de 2002. Este período movilizatorio inédito fue una curiosa y contradictoria rebelión democrática contra la institucionalidad democrática. Fue el breve período del “¡Que se vayan todos!”.
La mayoría del pueblo se hartó y hastió con razón de esta democracia, pero no maduró ninguna opción revolucionaria, ni siquiera una institucionalidad política democrática diferente. Hasta tenía un fuerte contenido anti-política de apariencia positiva pero de fondo muy negativo, cuestionando toda forma de acción política organizada.
En un ensayo que escribí en abril del 2002, El nuevo auge, lo caractericé como una época revolucionadora. Entiéndase bien, no revolucionaria –porque eso no estaba planteado- sino revolucionadora de ideas, perspectivas, estados de ánimos, sacudimiento del letargo post-dictatorial. En esta nueva situación emerge una nueva militancia juvenil que empieza a interesarse y conocer las experiencias de los ’60 y ’70. Ahí se establece un vínculo entre ambas épocas tan distantes. Pero ese vínculo es muy disímil y limitado aún. Y la heterogeneidad es lo dominante y hasta se hace un culto de esa diversidad, culto que es sutilmente promovido por la ideología dominante, ya que es funcional a sus intereses: que no aparezca una crítica al sistema, sino a sus manifestaciones más insoportables.
Esos ímpetus militantes se han canalizado de formas muy diferentes y hasta contrapuestas entre sí. Una parte, encontró en el peronismo kirchnerista una forma de participar en política, muchos lo hacen genuinamente y muchos como una forma de encontrar “su lugar” en el mundo y, además, su puestito, en esta época donde tener empleo es difícil. Y al mismo tiempo, emerge un nuevo activismo militante, sobre todo sindical, que rema contra la corriente de las consolidadas burocracias. Los menos, también le suman una perspectiva política, algunos integrándose a las corrientes tradicionales de las izquierdas y otros creando nuevas agrupaciones, partidos o movimientos. Estos últimos, junto con los gérmenes de un nuevo sindicalismo clasista, constituyen el contingente que más se esmera en abrevar en la experiencia revolucionaria sesentista.
La huella está abierta, pero todavía no han florecido las semillas. Es un desafío inconcluso. Para este desafío, les dejo una reflexión que escuché de viva voz del gringo Tosco, en una sencilla reunión en una casilla ferroviaria en Cruz del Eje, a mediados de 1974, antes que fuera forzado a la clandestinidad que lo llevó a la muerte por el gobierno de la Triple A. Ante la pregunta de un ferroviario sobre cómo cultivar la conciencia de clase entre sus propio compañeros, Tosco le respondió: “La conciencia es como un campo donde todos siembran. La burguesía ha sembrado malezas. Nosotros, los proletarios, debemos cortar las malezas, sembrar las semillas y cosechar el fruto”.
Fuente: https://latinta.com.ar/2021/06/medico-periodista-abel-bohoslavsky/
Ha fallecido Abel Boholavsky, el inspirador y militante de Primera Línea Revolucionaria Chile.
Por Roque/ Primera Línea Revolucionaria.
Ex miembro del PRT, médico, militante a tiempo completo y comprometido con la revolución y un verdadero Primera Línea Revolucionaria.
Hay cansancio, sin duda, han sido días agitados. La lucha por las y los presos políticos, los ataques del reformismo de todo cuño por nuestra defensa de principios éticos esenciales de las y los revolucionarios, las batallas en Colombia de un pueblo heroico por la paz y la vida. También se venían las elecciones en Perú y debía hacer un informe. Es un domingo frio y suena y suena el teléfono, trato de apurar la escritura y de pronto, todo se detiene.
Escuché esa voz querida como ido del mundo. Esa voz que no quiere darme esa noticia, esa voz que trata de mentirme diciendo la verdad y ya no la escucho casi, no sé qué vino después, solo digo gracias y corto la llamada.
Conociendo a Abel Boholavsky
Lo había conocido hace tantos años, era huraño, casi mal genio en forma aparente, pero en realidad, estaba lleno de cariño. Aquellos eran los tiempos de saber del destino de los desaparecidos del PRT-ERP y de investigar la caída de Roberto Santucho, líder de “los perros” y por eso llegue a él.
Cientos de diálogos, de anécdotas y personajes fantasmales llenan los momentos. En cada palabra muy bien meditada, una enseñanza, una síntesis, pensando en el futuro.
Estaba todo quieto en términos sociales, pero su mirada acuciante, sabía que algo venia. “las masas trabajadoras una vez desilusionadas del populismo pseudo izquierdista, buscarán una alternativa, no lo dudes”.
El reencuentro
Pasaron los años y por casualidad nos volvimos a encontrar. Ahora yo buscaba una entrevista y a través de ella, quería respuestas sobre el acontecer latinoamericano, y él en esa entrevista fue categórico: “la revolución sigue siendo posible y necesaria”. Desde aquella vez, nunca más dejamos de hablar. Era el tiempo de la crisis del chavismo y ante ella, Abel Boholavsky, se había adelantado a su fracaso y ya tres años antes, lo había advertido con su característica sentenciosa: “si te mantienes dentro del sistema, terminas defendiendo lo que ayer combatiste. Es un síndrome casi de la socialdemocracia, que solo prepara las condiciones para la vuelta al capitalismo más extremo”.
El libro las y los Cheguevaristas
Y así entre anécdotas, recuerdos e historias, surgieron los Cheguevaristas, libro fundamental para entender la otra historia, lejos de la oficial y oficiosa que llena todas las estanterías y vitrinas librescas.
Ese trabajo, tengo la impresión que lo revivió, lo hizo volar y descubrir miles de cosas nuevas que plasmaría más tarde en cientos de otros trabajos, la mayoría de los cuales, no son conocidos.
Abel entre críticas, bromas y análisis, estaba convencido que debía surgir una chispa, un algo que empujara la historia hacia adelante, que removiera la aparente quietud de esos tiempos.
Un día casi al pasar, deslizó en una conversación una idea que sonaba extraña. “Si los cientos de sobrevivientes de la oleada revolucionaria, pudieran hacer una síntesis y dejaran de mirarse el ombligo y hacer política hacia adentro, y dejaran de decir que a los jóvenes les falta mucho, y se pusieran en razón de ese mucho que según ellos falta, bueno, entonces capaz que las masas trabajadoras, tuvieran una mejor oportunidad en las inevitables rebeliones que vienen y que son inevitables”.
“Manifiesto Cheguevarista”
Desde ese día, empezamos una suerte de intento de sintetizar junto a otras y otros compañeros, la situación de nuestro continente entendiendo que eso solo era un inicio.
Trabajamos sobre un título ambicioso: “Manifiesto Cheguevarista”, que en realidad era una provocación para que viejas, viejos y jóvenes revolucionarios, asumieran el desafío de pensar la política de acuerdo a la necesidad de la revolución social.
Se dieron varios borradores, se sumaron varios compañeros, muchos de los cuales la vida cotidiana, no dejó ver la urgencia de aportar y de contar, con una primera mirada a nuestro mundo, desde posiciones revolucionarias e internacionalistas en este nuevo tiempo político que se abría.
La antesala de Primera Línea Revolucionaria
Ante los reiterados fracasos en sumar capacidades e inteligencias, (que las había), una tarde de jueves me lanzó el desafío como medio riendo: “Vos estas igual como a los que te pasas criticando. Mucha palabra, pero poca acción e implementación. La crisis en Chile ya no da para más y si yo estuviera en tu lugar, me voy y junto a un grupo, aunque sea pequeño, de gente clara y decidida y formo no se… una… digamos especie de avanzada que levante las demandas que están ahí latiendo y las impulse. No sé qué pueda salir de eso porque no estoy allá, pero creo que algo se haría”.
Pasó el tiempo y muchas cosas que aún no se pueden hacer públicas por varias razones, pero cuando ya estuvo formado aquel grupo, lo llamé y le conté las novedades y él riendo de buena gana me dijo: “bueno muchacho ya empezó, ahora se juega en serio y es cosa de saber moverse en la cancha. Eso sí, todo debe ser de masas porque si no, esto tampoco resultará”.
Los símbolos y el nombre de Primera Línea Revolucionaria y el sello de Abel
Al otro día buscamos los símbolos juntos. Un puño encerrado en una estrella roja. Yo sabía que esa era la antigua estrella roja que había iluminado el camino del PRT. También sabía que ese puño era la fuerza de las y los trabajadores y explotados.
Debatimos mucho sobre tener un medio y de la importancia que tenía la prensa revolucionaria y acordamos abrir un sitio web.
En una protesta vimos el primer escudo hecho en base a una antena de tv por cable y ya teníamos el logo. Ese mismo día surgió el nombre del sitio web y en la noche acordamos el nombre de la organización. Se lo propuse yo me acuerdo y su risa cómplice me confirmo que le gustaba y agregó: “Sabés Primera Línea Revolucionaria no solo porque va al frente ahora, si no porque serán los iniciadores de la futura revolución. Me gusta mucho ese nombre, será un icono difícil de disputar. El problema lo tienen ahora ustedes, o mejor dicho nosotros, porque ahora hay que hacer honor al nombre y eso no es nada fácil, es lo más difícil del mundo, pero también lo más hermoso”.
Había nacido así Primera Línea Revolucionaria justo al inicio del estallido popular de octubre de 2019 en Chile.
La militancia de Abel en Primera Línea Revolucionaria y sus aportes
Desde ese día, Abel fue un militante más nuestro, un Primera Línea en todo el sentido de la palabra. Lo hizo en forma secreta, nadie de sus ex compañeros en la Argentina sabia, ni sus amigos más cercanos tenían idea de los quehaceres políticos de Abel Bo como le llamaban para acortar su apellido.
Todos los días en análisis, todos los días en difusión, todos los días consiguiendo llegadas, vínculos, cumpliendo misiones secretas y aportando en la construcción de una línea política en medio de los más feroces combates a este lado de la cordillera.
No debe haber sido fácil ocultar este nuevo amor secreto. Muchos hermanos argentinos (y también chilenos) hubieran dicho: “mira que falta línea, mira que falta el programa, mira que las alianzas, mira que no tienen experiencia ni preparación política, mira que no se sabe si son trotskistas, leninistas o guevaristas”. Por último, hubieran sentenciado: “serán derrotados porque les falta de todo y no se combate al capitalismo a puras piedras”
Mientras tanto Abel con picardía, preparaba documentos, hacia clases online a varios grupos, tanto sociales como de nuestra organización; discutía y aportaba a la construcción de nuestra línea política.
Nos advertía los peligros, nos señalaba con precisión los pasos del reformismo, afinaba una estrategia de masas y aportaba en propaganda.
Fueron cientos de horas de conversaciones, con paciencia y vehemencia, como lo hace un padre apasionado y pensante que quiere asegurar el futuro de sus hijos. Y la Primera Línea Revolucionaria, era una de sus hijas en gran medida.
Abel el amigo, el padre, el hermano, el formador, el compañero
Estuvo a mi lado en los momentos de dudas, de temores, de contradicciones, cuando tuvimos los primeros muertos, los heridos, los mutilados. Su enseñanza permanente era: “Hay que preservar la organización a toda costa, cuidar sus estructuras, lo que ha costado tanto construir debe preservarse, aunque haya que hacer un retroceso táctico se debe cuidar la organización en todo momento”.
Pero no todo era política, había momentos de literatura, de hablar de la vida, de las familias, de los amores, de las comidas y de su amante más permanente: la medicina.
De sus labios en forma viva, conocimos parte de la historia del PRT. Nos encariñamos con muchos nombres sin haberlos visto nunca, odiamos y maldecimos a los esbirros del otro lado de la cordillera, reímos y lloramos con aquella Nicaragua roja y negra y nos ilusionamos con la rebelión chilena.
Nunca se lo dije, pero creo que él lo sabía. Era el padre que siempre había querido tener; rudo, cariñoso, tierno, jugado hasta la última y por sobre todas las cosas, un revolucionario.
La rebelión chilena y el rejuvenecimiento de Abel
La rebelión chilena trajo un nuevo aire a todo el continente y a poco andar, vino Colombia y antes, Ecuador, Perú y Bolivia la habían precedido. Abel Bo una vez más, no se había equivocado. Las rebeliones venían.
Certeza no quiere decir ser infalible, pero en este caso, Abel acertó en casi todo, sobre cómo se darían las cosas en el continente y hasta en la traición al pueblo chileno que harían los partidos y con ellos, el reformismo institucional.
Hasta hace poco estuvo cumpliendo labores estratégicas para Primera Línea Revolucionaria y como ya hemos dicho, en completo silencio para sus compatriotas, sus ex compañeros y hasta para sus más cercanos, y en ese contexto, me hizo una confesión.
“Me hubiera gustado ser más joven, no mucho más, digamos unos diez años menos y estaría en Santiago con gusto. Que sana envidia estar en esa última reunión con jóvenes llenos de ganas, de deseos de pelear por lo suyo”.
Me quede en silencio, no supe que decirle y solo atiné a decirle que su labor era muy valiosa y que me daba una gran tristeza que allá no se conociera lo que hacía. Él se rio lleno de picardía y me dijo “No viejo, me gusta que sea así, es más seguro, que crean que sigo mirando el pasado con nostalgia cuando en realidad, con ustedes me estoy empinando hacia el futuro”.
Abel cae víctima del covid y de las políticas sanitarias capitalistas del gobierno argentino
Hablamos cuando ya estaba internado en el hospital Durant jodido. Estaba mal, casi no podía hablar y, sin embargo, hizo un esfuerzo para entregarme el análisis de su enfermedad derivada del Covid y de cómo le habían negado el tratamiento que el mismo como especialista, había promovido.
Se había ido todos los días a trabajar como médico, de domingo a domingo, sin descanso contra el Covid y contra las hipócritas medidas sanitarias de un gobierno, que trata de balbucear una preocupación por la población, cuando en realidad, solo reafirma los intereses de los de siempre.
Abel sentía que era su deber estar en la Primera Línea de defensa de la vida, ya hace años me dijo que ser médico y no ser revolucionario, para el resultaba incomprensible y entendió que esta era su batalla.
De nada sirvieron varias charlas mías sobre la necesidad de preservarlo a él ante el virus que estaba disparado en términos reales. Quería ayudar como fuera. Era su batalla.
Abel Boholavsky un Primera Línea Revolucionaria
Creo que demás está decir el enorme aporte que hizo Abel a Primera Línea Revolucionaria en muchísimos campos. Quienes lo conocieron y militaron o compartieron con él en ese ámbito, deben saber cuáles eran sus capacidades.
Escribo estas líneas sobre todo por un tema de justicia. Sus compañeras y compañeros argentinos, merecen saber que su última militancia, desde hace ya varios años, fue Primera Línea Revolucionaria.
Querido Abel, la Rebelión chilena y tus compañeras y compañeros de la Primera Línea Revolucionaria, llevan tu sangre, y están tratando de ser fieles discípulos tuyos. Solo podemos decirte, compañero ¡Estamos cumpliendo!
No podremos acompañarte a tu último descanso y nuestra bandera, no cubrirá tu féretro, pero estarás con nosotros por siempre. Solo espéranos en algún lugar para continuar las charlas al calor de una pipa cargada de futuro.
Viejo amigo, compañero, padre, hermano:
ojalá la tierra sea leve, para que te puedas elevar como un cóndor entre las cordilleras, como aquellos que alguna vez soñamos ver volar juntos, pero no te vayas tan lejos, porque aquí, este viejo luchador con alma de niño, te sigue necesitando.
¡Abel Boholavsky Primera Línea, Honor y Gloria por siempre!
¡Arriba Lxs Que Luchan!
6 de junio, 2021.
Fuente: https://plrchile.com/ha-fallecido-abel-boholavsky-el-inspirador-y-militante-de-primera-linea-revolucionaria-chile/
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Sí, lo había leído. El problema con Santucho es que defendía la necesidad de un «frente popular»
“Santucho tenía la concepción siguiente: para hacer la revolución se necesita el partido, que es la dirección política; el ejército; y un frente, un frente popular, que era el FAS. El FAS era un frente popular. Y el trabajo en la recuperación de los sindicatos como parte de la estrategia, pero no era lo más importante.
…
No era un giro, sino completar una estrategia…
Claro, acá para llegar al poder vos necesitás un partido, que es la dirección política, el ejército y el frente popular
…
Bueno, mirá Santucho hizo lo indecible cuando estuvo en la cárcel y después de la cárcel, por hacer una alianza con el peronismo, con los Monto.
…
Santucho trató siempre, siempre, de hacer alianza, de no enfrentarse a la JTP, de no enfrentarlos y tratar de buscar coincidencias. Llegaron a hacer acciones juntos y todo lo demás pero
…
Claro, porque Santucho te decía lo siguiente: “nosotros, queremos formar un frente popular porque acá hay una clase media, que nos tenemos que ganar para nosotros; todo lo que nosotros no le ganemos al enemigo, se va con el enemigo.”
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