«En la Revuelta nació un nuevo sujeto revolucionario, pero aún cierta izquierda sigue sin darse cuenta».
por Carlos Aznárez/ Resumen latinoamericano.
En Chile, en los últimos meses hubo dos compulsas electorales. A partir de allí se hicieron análisis para todos los gustos, algunas de ellas, ligadas a partidos tradicionales de la izquierda, bastante triunfalistas y otras como la que ahora podrán leer, surgidas del corazón de la revuelta, ven las cosas de manera muy distinta. Esto es lo que opina el periodista Marcelo Oses, coordinador de Radio Plaza de la Dignidad.
¿Qué ha pasado con la Revuelta? ¿Está en un repliegue táctico o ha desaparecido?
-Estamos en un evidente repliegue, producto de varios factores. Uno de ellos fue la pandemia y las medidas que a través del sistema político, el gobierno y el Parlamento han implementado durante todo este tiempo.
Hemos mencionado en otras oportunidades que en Chile existe un estado de de excepción y toque de queda desde abril del 2020, ininterrumpidamente, en todo el territorio nacional. Probablemente somos el único país en esa situación. Ahora precisamente, están a punto de renovarlo porque vence el plazo cada tres meses. Lo más probable es que lo hagan otra vez a pesar de que haya más voces en contra. Es realmente absurdo mantener estas medidas, que en temas sanitarios no contribuyen en nada.
-Esa es una razón objetiva del repliegue, ¿cuál es la otra?
-Por otro lado, viene un conjunto de procesos de la casta política en Chile para impedir las manifestaciones y acciones de repudio que se dieron desde octubre de 2019 y que se mantuvieron hasta hace muy poco. Con ello, han logrado en cierta medida institucionalizar el descontento que se produjo en este tiempo. Los análisis sobre el punto son variados: hay distintos intereses, tanto de la oligarquía económica y política, que son los verdaderos dueños del poder, representado, tanto por los sectores de derecha, como por los socialdemócratas reformistas. Estos últimos, relacionados políticamente con los partidos de la Concertación que administraron la transición desde el año 1988 en adelante y que finalmente fueron los capataces de la oligarquía para impedir durante los primeros años del término de la dictadura pinochetista, que hubiese organizaciones populares. Son los mismos que lograron durante treinta años mantener el modelo de dominación neoliberal. Recordemos que esa es una de las consignas que levantamos a partir del inicio de la revuelta: que esos treinta años que nos mantuvieron sometidos, eran producto, no solo de los dueños sino también de los capataces, transformándose poco a poco, haciendo una simbiosis y terminaron siendo los sectores económicamente dominantes.
-¿Crees que el reformismo se ha ido saliendo con la suya, a pesar de la potencia que puso la revuelta en la calle?
-En este periodo han logrado en buena medida canalizar institucionalmente la protesta a través de este proceso llamado Convención, generando expectativas en los sectores medios y populares y han visto una oportunidad.
-¿La electoral?
-Sí, están considerando que hay una forma de participación electoral que podrían permitir bajar los niveles exacerbados del modelo económico. Nos dicen: “neoliberalismo hay en todas parte del mundo pero no como en Chile». No hay ningún país que tenga un sistema previsional que esté 100% en manos de empresas privadas. Incluso, en los que copiaron el modelo de administradoras de pensiones, en cuentas individuales, ninguno llegó a este punto. Repiten: “Con esta fórmula institucional vamos a poder cambiar, quizás no arrasar con el modelo de capitalización individual, sino hacer uno mixto”. Nos han venido inventando durante el último tiempo que el Estado pueda tener una participación, no como hoy en día, que el Estado se dedicó a sacar fondos para suplir la falta de pensión de los que no tienen o ahorraron suficiente. Esa es la función del Estado: poner plata, llevamos un saco roto más de cuarenta años y el Estado cada año desembolsa una cantidad inmensa. Lo mismo se ve en el fracaso del sistema de transporte público. Chile es un país que en tiempos de la Concertación, privatizó los servicios de infraestructura que el Estado necesita: carreteras, puentes, hospitales, cárceles. Hoy tenemos cárceles privadas administradas por privados y tenemos los hospitales concesionados y su infraestructura privada con fondos públicos. Esto hace que se profundice la carga neoliberal.
-Cuando llegó el tema de la Convención constitucional, algunos sectores que tenían expectativas, decían: «vamos a la elección pero no soltamos la calle», y hoy siguen con ese discurso pero evidentemente la han ido soltando. Entonces ha habido una trampa tendida por el gobierno de Sebastián Piñera con alguna colaboración de los sectores que vienen de apoyar a la Concertación. Queda claro que a ellos les interesa ir al juego electoral porque también sacan rédito, pero el problema son aquellos luchadores y luchadoras que estaban en la calle y además proclamaban “a nosotros no nos engañarán”.¿Qué pasó con esa gente?
-El peso de la responsabilidad recae efectivamente en los sectores populares más radicales que aspiran a ser no solo conductores sino parte de este movimiento popular. Por supuesto, la política institucional ha tendido, desde todos los aspectos mediáticos y políticos, a transmitir que la calle ya no existe, que ya no se necesita, y que hay un proceso de cambios institucionales en donde la calle es inviable.
Durante largo tiempo nos trataron de decir que era irresponsable salir a protestar, por la crisis sanitaria y la crisis económica en la que nos vimos sumidos en los primeros tiempos de la revuelta; sin embargo, nosotros nos mantuvimos en la calle con grandes movilizaciones en octubre, noviembre y diciembre del 2020, incluso en los momentos más difíciles de la pandemia. Durante el último período, al alero de la campaña electoral ahora en mayo, la que aquí la denominaron la «mega elección», se produjo la contradicción con la movilización. En la campaña del “terror” de los sectores reformistas, de que no pongamos en peligro el proceso de transición –“si te detienen no vas a poder votar”, decían- lo que de alguna manera fue calando en ciertos sectores medios. Es así que la resistencia queda en los sectores populares principalmente, mientras los sectores medios han sido muy fáciles de cooptar e institucionalizar en este proceso.
-¿Frente a este panorama, ustedes que han planteado como alternativa?
-Nosotros seguimos insistiendo desde los sectores más comprometidos con este proceso de cambio, que el proceso que desencadenó la revuelta sigue absolutamente vigente, aunque estamos en otra fase. Aquí surgió un proceso de transformación histórica, hay un convencimiento en muchos sectores que desde octubre de 2019 comenzó una nueva fase en Chile, irreversible. En la comprensión de los mismos sectores dominantes del proceso que se desencadenó, los obligó conscientemente a tratar de canalizarlo, muchos de ellos trataron de esconderlo. Los que analizan con seriedad lo ocurrido, saben que este es un proceso muy profundo porque las contradicciones que se han ocultado durante tanto tiempo no se solucionan con más orden público, bonos o soluciones “parche”, saben que es una cuestión muy profunda. Necesitan tomar ciertas medidas en diferentes aspectos, sobre todo el económico, para provocar transformaciones, y están tratando de hacerlo, incluso ahora. Con temas como la salud, previsión, y hasta vivienda.
Tengo la sensación que esta incapacidad que se tuvo desde «la izquierda revolucionaria tradicional», nos ha costado entender al nuevo sujeto social de las transformaciones, darnos cuenta que ya no es el que nos gustaba a nosotros: el obrero de las fábricas sindicalizado, el poblador organizado, los tradicionales comités de vivienda o juntas de vecinos, y que ya no participa de esa manera. No tiene esa mentalidad y esa estructura. Este sujeto revolucionario está lleno de «pifias». Nosotros tenemos la tradición recabarrista (N.de R.: por Luis Emilio Recabarren), del sujeto honorable e intachable. Recabarren nos hizo un manual: “el militante no bebe, tiene un comportamiento familiar y social con sus compañeros”, y la izquierda chilena siempre ha tratado de idealizar esa estructura de comportamiento. Pero eso no existe en el nuevo sujeto social, es otro: es marginal, rompe las reglas de la propia convivencia, y de alguna manera se sostiene: “no nos gusta”, quisiéramos “otro”.
Ese es el auténtico sujeto, y lo podemos ver con un ejercicio muy simple: ¿Quiénes son los presos, que son más de 20 mil los que están en las cárceles o procesados? ¿Quiénes son aquellos que fueron torturados, allanados, inclusive muertos? Y se lo decíamos a los compañeros comunistas o de otros sectores que hoy están institucionalizados: ¿Cuántos de sus militantes han sufrido desde octubre del 2019, algún tipo de represión? Pues no existen, porque no están metidos en la pelea directa ¿De los 20 mil presos o procesados, cuántos son de los sectores de la izquierda tradicional? No están ¿Y cuántos son de la militancia popular, de la militancia radical que nos incluye a nosotros?. Muy poquitos. Nosotros no estuvimos en la primera línea, dando guerra y arriesgando a que nos caigan penas altísimas de prisión. Sí estuvimos en la calle apoyando con todo pero no en ese frente en extremo riesgoso que en muchos casos le costó la vida a esos compañeros.
-¿Quiénes son ellos entonces, esa primera línea de combate contra la represión?
-Los más pobres, los más marginados, que salieron sin conducción, o generando una pequeña auto-conducción que se fue generando al calor de la pelea. Eso es lo que nos cuesta tanto entender y por supuesto no tenemos respuestas para eso, pero debemos vincularnos a esos sectores que cada vez que surgen movilizaciones, ahí están, dando el batacazo.
¿Ese sector que está replegado pero latente, es también el que integra esa cantidad de gente que no fue a votar en la última elección, donde solo pasó por las urnas un escaso 19 por ciento?
-Absolutamente. Este sector es el que no tiene apego con el sistema político ni con su mecanismo. La campaña fue con el lema «saquemos a la derecha». Para ello, se juntó todo el espectro socialdemócrata. Ricardo Jadue y Gabriel Boric, que serían los representantes de esa izquierda más tradicional, se despegaron los últimos días para hacerle campaña a los candidatos de la ex Concertación, los que gobernaron durante esos 30 años que cuestionamos cuando comenzó la revuelta. Bueno, esos eran la mayoría en esta segunda vuelta, y Boric y Jadue salieron a ayudarlos en la campaña porque había que “derrotar a la derecha”. No importaba si apoyaban a los que fueron responsables de la profundización del modelo neoliberal. Lo hiciero igual. Sin embargo, no lograron arrastrar a un sector mayoritario, y por eso están desconcertados porque solo haya votado el 19,6%. Tengamos en cuenta, quede los que votaron en Santiago muchos son de derecha, de las comunas más ricas, allí se concentraron muchos votos. En cambio, en las comunas pobres no hubo gran catidad de votos, allí donde ganó este sector “amarillo”. Ganó. pero con pocos votos. Por eso, la complicación que ellos tienen es que no logran legitimarse en los sectores populares donde ellos creen que tienen el respaldo. Aquí hay un dato interesante: en la votación del plebiscito votó un poco más del 50%, el plebiscito histórico para terminar con esta dictadura neoliberal. Fue mucho menos que el otro plebiscito histórico de 1988 en donde votaron más del 70% con voto voluntario, para terminar con la dictadura de Pinochet. Ahora, con toda la campaña que tenía como objetivo cambiar, votó un poco más del 50,4%. Ese número fue a decir: «no quiero que siga esta Constitución», incluso se planteaba cambiar este modelo. Esa es la contradicción, ya que a la mega elección, para elegir practicamenttodas las autoridades, bajó casi el 10% de los que fueron al plebiscito constitucional. Ese 10%, un tiempo después, no quieren elegir representantes. Gente que conscientemente rechaza el modelo electoral. Que dicen: “no quiero que sigan, pero no me interesan sus nombres de reemplazo”. Esa es la contradicción que tiene el modelo electoral actual, ellos no tienen interés en que haya una participación democrática directa.
Otro fenómeno que surge hoy es la “lista del pueblo”. Hay un sector del movimiento popular que estuvo manifestándose en las calle y que decidió por distintos mecanismos participar en esta elección de representantes, creando distintos mecanismos como la “lista del pueblo”, fueron a las urnas y tuvieron un buen resultado, eligiendo una cantidad considerable, 27 de los 155 en disputa. Este es un sector que estuvo en la calle, y con el cual, de alguna manera, nos sentimos conectados porque quieren un cambio profundo, generando una ruptura institucional. Hace poco lanzaron una propuesta de seis puntos, que incluye la libertad de los presos políticos de la revuelta. Y esto nos parece importante, ya que esa izquierda socialdemócrata, como la que representan Jadue y Boric, consideran que son presos políticos por pensa diferente. Pero no se dan cuenta que los que solo piensan diferente no están detenidos, los presos actuales son los acusados de quemar, de hacer barricadas, de enfrentarse a los carabineros. Esas son las personas reales que están presas.
Las compañeras y compañeros de la “lista del pueblo” también plantean el esclarecimiento de la verdad y juicio y castigo a los responsables de la violación de derechos humanos. Y en torno a estas reivindicaciones u otras parecidas, les planteamos a estos compañeros: “¿hasta dónde quieren llegar en todo esto?, porque si eso no va acompañado de una acción de fuerza y de presión, va a a quedar en una declaración de buenas intenciones. Hasta el momento sus respuestas han sido muy débiles. Les preguntamos: ¿si no se cumple este pliego de 6 puntos, ustedes se constituyen (ahora en julio se realiza la ceremonia de constitución)? Hasta el momento, la respuesta es como “no, no nos constituimos”. Sí participan pero no se constituyen.
–Les volvemos a plantear:¿qué pasa si ustedes no se constituyen? ¿Van a llamar a una gran movilización nacional por esos 6 puntos?
-Tenemos una sintonía con este sector que se organiza y pretende levantar una candidatura para el próximo año, pero en la medida que sus acciones tiendan a la ruptura y no a la estabilidad. Se lo hemos dicho abiertamente: si lo de ustedes pasa por darle estabilidad a este sistema político, no tenemos ninguna sintonía. Si su participación es para provocar rupturas institucionales, ahí sí cuenten con nosotros, pero en las calles.
Viene este desafío de qué hace el movimiento popular revolucionario frente a esta situación. Tenemos claro que hay debemos acentuar la organización territorial que hemos tenido en largos años de lucha, y también la experiencia de esta revuelta, para fortalecernos a nivel político y social. Sabemos que el camino de institucionalizarse es muy fácil, para la militancia de esos partidos significa no arriesgar y por el contrario aprovechar espacios, por ejemplo, laborales, En cambio, para nosotros es un camino riesgoso y desafiante. Pues nos obliga a ir conectando desde abajo, con sectores populares con los que nosotros hemos estado, en ciertas ocasiones, hasta en conflicto, por no comprender sus códigos y actuaciones, pero nos damos cuenta que cuestionan al sistema. En ese sentido, estamos convencidos de ir conformando una fuerza popular autónoma, que sea capaz de disputar todos los espacios sociales y políticos, con una estrategia clara de ruptura institucional y no de colaboracionismo. Que vaya aprovechando todos los espacios, incluso los espacios institucionales, pero con esta visión, no para normalizar y estabilizar.
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Para el 18 de octubre pasado, unos companheros de la garra blanca llevaban un lienzo en la marcha por la Alameda. La consigna decía: «Con rabia y venganza, la clase obrera avanza»…Ahí está la vangardia.