por Guillermo Correa Camiroaga/Valparaíso.
Los resultados en la elección de Convencionales Constituyentes, donde la derecha dura no alcanzó a obtener el tercio de los escaños que le habría asegurado por sí sola el “poder de veto” en la redacción de la nueva Constitución, junto con la elección de un número importante de Convencionales provenientes del movimiento social y popular, especialmente aquellos agrupados en la denominada Lista del Pueblo, provocaron un sismo político de magnitud y un gran entusiasmo en la ciudadanía al constatar la presencia en la Convención de representantes de aquellos sectores que participaron de la rebelión de octubre y que optaron por aceptar y participar bajos las reglas institucionales delimitadas en el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución.
Estos sectores, según ellos mismos declararon, decidieron participar en la institucionalidad para impulsar con energía una profunda transformación y democratización del modelo, y escribir las normas necesarias para ello en la nueva Constitución. Por otro lado proclamaron y amenazaron que no se avanzaría con este proceso mientras no se liberara a todos los presos y presas de la revuelta sin exclusiones, extendiendo esta demanda a todos los presos políticos, incluyendo a los del Wallmapu. Esta última promesa no pasó más allá de la concreción de una Declaración enviada al Parlamento solicitando la aprobación en el más breve tiempo de una Ley de Indulto.
Las agitadas aguas con las que se inició la instalación de la Convención Constitucional amenazando desbordar los límites institucionales fijados en ella, lentamente se han ido aquietando, transformando este potente torrente inicial en un calmado cauce institucional donde van adquiriendo mucho valor los gestos simbólicos.
Hemos visto imágenes de la realización de una ceremonia ancestral al cumplirse un mes de iniciada la Convención Constitucional, una ceremonia pawa (rogativa) de los pueblos originarios del norte para agradecer a la Pachamama (la madre tierra) realizada en los jardines del edifico del ex Congreso Nacional, que muestra a integrantes de todos los colores y posiciones políticas (desde la Lista del Pueblo a Chile Vamos) tomados de las manos y entonando la canción de Víctor Jara “El Derecho de Vivir en Paz”, buscando así trasmitir un sentido de unidad y el respeto que se tiene por los pueblos ancestrales. Este ritual, en el espacio y con las características antes señaladas, a mi entender y a riesgo de ser duramente criticado, viene a demostrar una especie de folclorización o puesta en escena, ya que se realizó fuera de los territorios donde en forma habitual, comunitaria e íntima lo realizan los pueblos originarios.
Acá el mensaje comunicacional que se buscó trasmitir es que todas y todos tenemos intereses comunes, que el espíritu “republicano y ciudadano” está por sobre las contradicciones propias de una sociedad opresora, discriminadora y desigual. Sin embargo, los diferentes intereses y la lucha de clases, por mucho que la pretendan “enterrar”, se sigue manifestando constante y cotidianamente en nuestra sociedad.
Fue imposible no relacionar la imagen del ritual de la Pachamama con aquella otra imagen donde toda la clase política institucional con sus manos entrelazadas anunciaban el termino de la LOCE (Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza) como respuesta a las potentes y masivas protestas estudiantiles del año 2006, la denominada “revolución pingüina”, transformándola en la LGE (Ley General de Educación), que mantuvo la esencia de la ley que se derogó, pero esa maniobra institucional permitió apaciguar y desarticular el movimiento estudiantil en ese momento.
A medida que la Convención se ha ido instalando e institucionalizando se ha podido observar que en las distintas elecciones realizadas para elegir a la Presidenta y al Vicepresidente primero, junto con los procedimientos para elegir a las(os) vicepresidentes(as) de la Mesa Ampliada y de las distintas Comisiones creadas, han reaparecido las maniobras y acuerdos políticos “tras bambalinas” entre los distintos grupos de Convencionales.
Por otro lado, la Lista del Pueblo que postulaba desarrollar una forma de actuar totalmente alejada de las prácticas políticas tradicionales y acorde con el funcionamiento de los movimientos sociales rebeldes, ha ido demostrando con su práctica concreta todo lo contrario. También ahora proyecta su accionar institucional más allá de la Convención al definir su participación electoral en la actual coyuntura, un aspecto no considerado originalmente, pero que debido al éxito obtenido con el número de Convencionales electos(as) la estimuló a continuar dando otros pasos, contagiándose con el “síndrome” electoral en la idea de poder conquistar nuevos espacios de poder en la institucionalidad capitalista que rechazaban con energía y decisión en las calles, asambleas y territorios.
Observando lo que ha sucedido con la elección de una candidatura presidencial que represente a la Lista del Pueblo en el mes de noviembre ha ido quedando en evidencia que las viejas y mañosas prácticas de la política tradicional no son ajenas a este conglomerado político. Asimismo ha mostrado que algunos(as) de sus integrantes tienen incorporados en sus inconscientes importantes aspectos culturales del modelo de dominación, pues no se explica de otra manera el que para buscar a su candidato(a) presidencial hayan “sondeado” incluso a un rostro televisivo (como ha trascendido en artículos de análisis políticos publicados a este respecto en Interferencia y The Clinic, por ej.) rostro que se quiera o no reconocer y, más allá de sus potencialidades profesionales y humanas, representa los valores exitistas del modelo consumista derivado del sistema de mercado impuesto en nuestro país. Al parecer la penetración cultural del neoliberalismo se ha instalado en la placa madre de muchos(as) de quienes han vivido toda su vida en este tipo de sociedad de consumo.
Si a lo anteriormente expuesto le agregamos las contradicciones y diferentes declaraciones respaldando y rechazando candidaturas, que además han sido seleccionadas por un grupo reducido de personas, es decir con métodos democráticos bastante restringidos, podemos también observar como este hermoso mosaico multicolor representado inicialmente por las y los integrantes de la Lista del Pueblo se está convirtiendo en un charquicán desaliñado, difícil de moler y cocinar.
Han recurrido a prácticas políticas similares a las utilizadas por la clase política institucional que con tanta fuerza proclamaron combatir, usando eufemismos para definir la democracia y la participación popular, ya que hablan de “consulta ciudadana” para elegir las candidaturas, refiriéndose así al número de patrocinios que apoyen a uno(a) u otra(o) candidato(a).
Se debe reconocer que hay candidatos y candidatas independientes y/o vinculadas a la Lista del Pueblo, que están solicitando patrocinios para sus candidaturas, que tienen una reconocida y valiosísima trayectoria como luchadores y luchadoras populares, pero la opción electoral no obedece a simpatías o reconocimientos individuales sino a entregar el apoyo a un proyecto político con el cual se está plenamente de acuerdo. La opción electoral es otra más de todas las formas de lucha, pero eso no significa que deba asumirse sí o sí, como una manera de apoyar “al mal menor”. De igual manera, la opción de no participar en procesos electorales donde no existe un proyecto político popular definido y con el cual se concuerde, es también, aunque muchos(as) no lo quieran entender, otra de las distintas formas de lucha.
Esta nueva coyuntura política nacional ha estimulado enormemente los apetitos electorales e incluso algunas(os) de los candidatos(as) que postularon al cargo de Convencionales y que no fueron electas(os) ahora están intentando ser candidatas(os) nuevamente, mostrando con este comportamiento ansias de figuración o de querer obtener “cuotas de poder” en la política institucional.
La situación coyuntural actual se está difundiendo como un momento muy favorable para las aspiraciones de una alternativa democrático-popular, obviando o dejando en un segundo plano que todo este itinerario electoral continúa desarrollándose dentro de los espacios institucionales neoliberales del sistema de dominación, minimizando o desconociendo el poder que se encuentra en manos de los grandes empresarios nacionales y extranjeros, como también la existencia de todo el aparataje institucional del Estado capitalista al servicio de la clase dominante, dentro de cuyos instrumentos están las Fuerzas Armadas y de Orden que ostentan el monopolio de las armas y son los guardianes últimos de dicha institucionalidad.
Por otra parte, los sectores sociales embarcados en la institucionalidad ignoran la existencia de los sectores rebeldes del Movimiento Popular que de manera consciente, política e ideológicamente, no aceptaron las normas institucionales elaboradas desde las élites y la clase política tradicional, optando por no participar en este proceso constitucional.
Pero la invisibilidad de los sectores que siguen desarrollando su trabajo político en los espacios extraparlamentarios obedece además a que estos carecen, por el momento, de la fuerza necesaria para mostrar su real potencialidad, la que necesariamente necesita de instrumentos de organización y conducción política que sean capaces de elaborar y señalar una alternativa distinta al Movimiento Popular en su conjunto.
En la elaboración de la nueva Constitución que se redactará en la Convención Constitucional es muy probable que se logre plasmar en ella avances importantes en los aspectos de democratización de la sociedad y de la ampliación de derechos políticos, sociales y culturales que beneficien al pueblo en general, pero su implementación práctica necesariamente requerirá y dependerá de la acumulación de fuerzas alcanzada para permitir que esto se cumpla y no quede solamente estampada en el papel , teniendo en cuenta además que dichas normas seguirán enmarcadas dentro del actual sistema capitalista de dominación, solo que esta vez presentará un rostro “más amable”.
Así se está tejiendo la política institucional dentro de la actual coyuntura política, mientras los sectores rebeldes que decidieron no participar de los estrechos caminos ofrecidos por la institucionalidad del sistema de dominación, como decía anteriormente, continúan sin tener una expresión potente que pueda mostrar una alternativa política diferente.
En el intertanto la ruleta del juego político institucional sigue girando y los dueños del casino siguen imponiendo silenciosamente sus reglas, aún cuando éstas ahora no se muestren en forma tan explícitas.
Guillermo Correa Camiroaga,
Valparaíso 13 de agosto 2021
Recibido por CT, 13-08-2021.
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Aquí hay una información. Es una suerte de rejunte de todas las coasas que corren en redes sociales. No tiene firma. Los hemanos Ruiz, la Surda y Mayol siempre metidos para embarrar los proyectos que vienen de abajo o al menos así se presentan…
https://drive.google.com/file/d/1SLoTc7MpuzFBHs6H-gsjnnAXm1XUPb5h/view