Chile electoral: Escenarios de primera y segunda vuelta.

Columna de Ernesto Águila.

La disputa presidencial parecería jugada y solo quedaría ver quien llegue en segundo lugar en la primera vuelta. Pero ello es una visión demasiado estática. La política nunca transcurre así y lo incierto e impensado siempre termina por irrumpir.
 
La derecha, que extravió su tercio desde el plebiscito del 25-O cuando apostó por el Rechazo, vio revivir sus opciones de pasar a una segunda vuelta con el resultado de la primaria que movilizó a más de un millón doscientos mil electores. Sin embargo, luego del primer debate televisivo, las dudas sobre la consistencia y las reales posibilidades electorales de Sebastián Sichel se han instalado nuevamente en el sector.

No debe perderse de vista que Sichel obtuvo poco más de 600 mil votos en la primaria y los restantes corresponden a candidatos de partidos derrotados que recelan de su tipo de liderazgo y posicionamiento político. La irrupción de Sichel representa una completa desinstitucionalización de la derecha política, como lo ha hecho ver el analista Hugo Herrera.

Pero yendo más al fondo, la candidatura de Sichel despliega un relato que no termina de cuajar. Queda la sensación de que está vendiendo algo poco verosímil (“independiente”, “hombre de esfuerzo”, una biografía que quiere hacer pasar por programa, etc.). Su retórica se asemeja a la de un vendedor de algún producto que no nos está contando el cuento completo. El “síndrome Golborne” sobrevuela sobre su candidatura y la posibilidad de un desplome no puede descartarse.

Esta debilidad de la candidatura de Sichel tiene como consecuencia que deja más abierta la disputa en la derecha. Entra con más posibilidades un Kast que conecta mejor, desde su discurso conservador-autoritario, con el electorado más tradicional de derecha. Mientras Sichel se afana por parecer más liberal y centrista, Kast puede avanzar de manera importante en el electorado tradicional de derecha y, de paso, encarnar peligrosamente una política antiinmigración que ya se sabe ha tenido réditos electorales para la ultraderecha en el mundo y le ha permitido conectarse con sectores del mundo popular.

Por su parte, Gabriel Boric mantiene hasta ahora un sólido primer lugar. De retador pasó a favorito en las primarias de la izquierda y en el debate presidencial demostró que puede administrar la tensión de ir primero y responder el fuego cruzado de los demás candidatos para quienes siempre es un incentivo interpelar y ojalá pelear con el que va a la cabeza. Mostró el temple necesario de quien va primero, que siempre es el que más arriesga y el que más tiene que perder en estos debates.

Hasta ahora Boric aparece desacoplado de los demás candidatos y las disputas tienden a centrarse en el segundo lugar. Ello puede llevarlo a jugar simplemente a no equivocarse, lo que sería un enfoque muy conservador. Boric sigue teniendo una debilidad en la población mayor y debe mantener movilizado y galvanizado a su electorado más joven. Poner piloto automático el resto de la campaña puede levantar el riesgoso fantasma del abstencionismo. Demostrar que está preparado para gobernar y que posee los equipos para ello, que cuenta con una coalición política y social sólida y disciplinada, y que las “campañas del terror” en su contra son inconducentes porque la gobernabilidad futura pasa por el cambio y la participación social son algunas de las asignaturas pendientes de su campaña.

De las debilidades e incógnitas que envuelven a Sichel también se alimenta la senadora Provoste en sus expectativas de pasar a segunda vuelta. La estrategia electoral de Provoste es simple: derrotar a la derecha en primera vuelta y ganar con los votos de esta en segunda. Una ingeniería que evoca la elección del 64. De darse ese escenario, sería notable ver al Partido Socialista -o a sus restos- votando junto con la derecha para detener la candidatura de izquierda.

Pero el principal problema de Provoste es que no queda claro por dónde o cómo puede crecer. Parte de un modesto piso de cerca de ciento cincuenta mil votos en las primarias convencionales, de los cuales solo obtuvo un poco más de la mitad (en contraste con las primarias de la derecha y de la izquierda que sobrepasaron el millón de participantes).

A su vez, el espacio socialcristiano está en disputa con Sichel (y el ala conservadora DC que lo respalda) mientras la sangría socialista hacia Boric es constante y se acrecentará en los próximos días. El viejo electorado concertacionista aparece muy disminuido y, después del 18-O y del inicio del proceso constituyente, la búsqueda del “centro” puede ser una opción todavía válida a condición de reconocer que lo que hoy es “centro” se ha movido en varios temas y ya no lo expresa el catolicismo en temas morales ni un liberalismo compasivo en los temas económico-sociales.

A esta disputa entre los cuatro candidatos con reales posibilidades de pasar a segunda vuelta se deben sumar las opciones de Parisi y Meo, las que concurren a esta cita bastante debilitadas y desgastadas. Se mueven y gesticulan como caricaturas de lo que alguna vez fueron. Su rol más probable será disputarle espacio y votos a Sichel y Provoste, potenciando con ello las opciones de Boric y Kast. Por su parte, Artés no parece tener mayor opción de crecimiento: no resulta un liderazgo creíble para el movimiento del 18-O con el que trata de conectar infructuosamente y resulta extraño e inclasificable dentro de las grandes vertientes históricas de la izquierda chilena.

La disputa presidencial parecería jugada y sólo quedaría ver quien llegue en segundo lugar en la primera vuelta. Pero ello es una visión demasiado estática. La política nunca transcurre así y lo incierto e impensado siempre termina por irrumpir.

Hay todavía importantes interrogantes dando vueltas: ¿qué pasará con el electorado que puso sus esperanzas de representación en la Lista del Pueblo luego de la crisis y debacle de ésta?; ¿volverá a la abstención o se inclinará por algunas de las opciones en juego?; ¿podrá Kast capitalizar la crisis de la inmigración despertando y potenciando actitudes contra el inmigrante pobre (aporofobia) y que ello se convierta en un “sentido común” popular?; ¿qué pasará en el estado de ánimo social cuando este gobierno antes de irse vaya eliminando todas las ayudas sociales y herede al próximo gobierno un presupuesto desfinanciado y “austero”?; ¿cuál será el real grado de participación en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias? Una alta abstención puede generar importantes cambios y vuelcos electorales.

En definitiva, la presidencial y parlamentaria están abiertas y no las ganará sólo el que cometa menos errores sino quien salga a interpretar una sociedad en transformación y de subjetividades contradictorias, donde los anhelos de cambios siguen siendo todavía mayoritarios, pero donde las pulsiones autoritarias y conservadoras continúan estando presentes, como se ha expresado de manera dramática y vergonzante en el norte del país en los últimos días.

*Ernesto Águila es analista político y académico de la Universidad de Chile.

 

Fuente: https://www.theclinic.cl/2021/09/28/columna-de-ernesto-aguila-escenarios-de-primera-y-segunda-vuelta


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