«No mires arriba»: Algunos comentarios sobre el filme de moda.
Por Roberto Laxe.
En un mundo donde la cultura es visual y cinematográfica, y más allá de sus cualidades técnicas, este filme muy oportuno en su contenido al abrir muchos melones en las discusiones que hoy atraviesan a la humanidad, el rechazo de la ciencia y el resurgir del pensamiento religioso en forma de «negacionismo», el papel de los gobiernos y los medios de comunicación en el mundo neoliberal, hasta el declive norteamericano; pasando por el papel de un sector de la clase obrera.
Que es muy yanqui en su desarrollo y aparentemente insulso (de «usar y tirar»), es una de sus virtudes: no es ladrillo filosófico (el cine y la filosofía no se llevan muy bien). ¡Si han sido capaces de adornarnos como obras maestras filmes de consumo desde la época de Tiburón, de intentar quitarse al síndrome de Vietnam a base de «rambos» que ha visto medio mundo, o de colarnos como día de la Independencia del mundo, «su» «día de la independencia”!
Pero esos filmes estaban hechos en «el siglo americano», que va desde su victoria en 1945 hasta la crisis del 2007/8 y el hundimiento de su «Titanic» financiero, Lehmann Brothers. Son filmes que vendían el «american way of life» como si fuera lo más de lo más.
Este filme no; es todo lo contrario. Se instala en el declive de ese «american way of life» incapaz de arrastrar al mundo a sus aventuras, y al que desprecia olímpicamente. El gobierno de los EEUU, al que el personaje de Di Caprio culpabiliza directamente de todo lo que sucede, es una mezcla histriónica de Trump y Bolsonaro, con los toques «heroicos» de Abascal (el piloto del cohete enviado al principio es un «cow boy» en la línea del pirado de Teléfono Rojo, volamos hacia Moscú).
Pero de ese declive no se salva nadie, la clase obrera, incapaz de tener una perspectiva más allá de los puestos de trabajo prometidos por el gurú de la tecnología (¿¿¿¿Elon Musk????), se convierte, como dice uno de sus personajes más estúpidos, en la «fuerza social» de los «pijos ricos», frente a los que no son como ellos, negacionistas; principalmente la juventud (como si dentro de la juventud no hubiera clase obrera).
Los científicos, más allá de los protagonistas que son independientes, son retratados o bien como servidores del gobierno, con un cierto grado de independencia, o bien servidores del capital, que se limitan a avalar sus fantasías, dándoles una pátina de cientificismo.
Los estados actuales, personificados en el de los EE. UU., que son simples máquinas electorales financiados por los capitalistas privados, que hacen y deshacen a su antojo cumpliendo el sueño de Adam Smith: su única tarea es dedicarse a la seguridad nacional y a las relaciones exteriores, de los asuntos económicos ya se encarga el mercado/capitalistas.
Y, por último, los medios de comunicación, la banalización sistemática de la política y de los asuntos serios, «¿porque hay que reírse de todo?», dice uno de los personajes en un momento dado. ¿Por qué hay que hacer programas de política, de debate social, de alternativas a las crisis del capitalismo, y siempre terminar con un chiste? ¿O hay que evitar que la gente profundice en lo que se está diciendo, no vaya a ser que se saquen conclusiones que a los dueños de las cadenas -los mismos capitalistas- no les gustan?
El humor blanco que se introduce en ellos, sin el menor sentido corrosivo, es reaccionario. No es lo mismo Gila que Chiquito de la Calzada; Gila demolía, Chiquito es humo. Uno ayuda a pensar, a clarificar la vida, el otro, es el antipensamiento humano.
El fondo del filme es la crítica más dura a la banalización de un problema que afecta a todos y todas, al servicio de que los de siempre sean los que tomen las decisiones para «salvarnos». Y en esto acierta el filme; los personajes centrales se desesperan ante esa banalización inducida para que nada cambie, y los EEUU se beneficien de las supuestas riquezas que van a caer del cielo salvándolos de su declive.
Porque este es el más grave problema que el neoliberalismo, y su contraparte progresista, el posmodernismo, ha introducido en la sociedad, la banalización de los problemas sociales, sean el que sea; desde un meteorito que puede destruir la tierra hasta el cambio climático: todo puede ser objeto de chiste y meme, sin la menor perspectiva de futuro.
Pues bien, después de un filme poniendo sobre la mesa todas estas discusiones; ¿a qué demonios viene meter la religión en su final? No tiene el menor sentido.
1 de enero, 2022.
Fuente: https://www.corrienteroja.net/no-mires-arriba-algunos-comentarios-sobre-el-filme-de-moda/
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