Diamela Eltit: interpretando los días que corren.

Diamela Eltit: «la enfermedad impuso un discurso del miedo y un disciplinamiento que explican el momento político».

por Andrés Almeida/Interferencia.

En conversación con INTERFERENCIA, la escritora y premio nacional de literatura repasó las significancias políticas y culturales de los eventos de la historia reciente. Desde su perspectiva feminista y del rescate de lo marginal, Eltit considera que el futuro se juega entre las fuerzas del miedo que se forjaron en el Congreso y las renovadas de la Convención.    

Diamela Eltit es una consagrada escritora y un referente ineludible de la cultura del país desde por lo menos 1983, cuando publicó su primera novela, Lumpérica, la cual representó una completa innovación en la forma y el fondo de la narración. En ella trató temas -hasta ese entonces- poco abordados por las artes y la cultura, pero que con el tiempo se volvieron en importantes preocupaciones: la mujer, en especial la marginal, la experiencia del cuerpo. la ciudad, la plaza, la representación, la cultura visual.

Por ese entonces, en plena dictadura, Eltit conformó también C.A.D.A. (Colectivo de Acciones de Arte) -otro referente artístico de esa época que influyó poderosamente en el desarrollo del arte público-, junto con Lotty Rosenfeld, Raúl Zurita y Fernando Balcells, el cual tomó los pocos espacios públicos -físicos y de contenidos- que el régimen toleraba para hacer intervenciones artísticas, denunciando diversos aspectos políticos y sociales de la época.

Un ejemplo de lo anterior es la intervención No+ (la primera en 1979), consigna que fue dispuesta en el pavimento de distintas calles y carreteras, asemejando cementerios, donde los ciudadanos podían leer lo que la censura impedía, complementando mentalmente dicha frase con los distintos horrores de la dictadura. O Viuda (1985), una intervención que denunciaba la represión por las fuertes protestas de entonces, la cual contó con parte de la prensa de oposición de la época –AnálisisApsiCauceFortín Mapocho y Hoy-, publicando un inserto con el retrato de una viuda producto de la represión, con distintos textos alusivos a la contingencia del país. 

Posterior a eso, Eltit se abocó a su carrera literaria, profundizando en los temas que prefiguró en Lumpérica y C.A.D.A., para llegar a ser una voz importante en el feminismo y en la denuncia de la segregación que sufren distintos colectivos marginalizados. De tal modo, publicó al menos once novelas y tantos otros ensayos, crónicas y recopilaciones, lo cual le valió el Premio Nacional de Literatura en 2018 y el FIL de Literatura en Lenguas Romances de Guadalajara en 2021; entre otros galardones.

Con esta impronta, INTERFERENCIA fue hasta su casa en Ñuñoa, con el propósito de conocer su perspectiva respecto de los hechos de la historia reciente de Chile, en especial el Estallido Social (o la «Microrrevolución», como prefiere llamarla Eltit) y la Pandemia (o la «Enfermedad», también en sus palabras), los que retrotraen a los difíciles años 80, con las protestas, la violenta crisis social y económica, y una voluntad de cambiar de régimen que también se expresó con gran fuerza artística. 

Como resultado, esta larga entrevista que busca leer lo político desde las claves culturales, artísticas y también políticas que provienen de Diamela Eltit. 

Pensando en los grandes hechos recientes que ha vivido Chile, ¿cómo traza la trayectoria de estos y cómo los proyecta hacia lo que viene?

– Va a ser siempre una aproximación, pues no puedo catalogar esto con una gran exactitud, pero puedo dar más bien una mirada atenta sobre el devenir, especialmente post dictatorial, porque yo sí viví la dictadura a plenitud y viví también, por supuesto, todos los momentos del tránsito a la democracia hasta llegar al hoy.

Entonces, hay movimientos de gran envergadura en la historia chilena. Especialmente, tal vez, uno de los hitos más dramáticos y también más resonantes sea el Golpe del Estado del 73.

Pero me voy a remitir a 2011 en adelante, cuando se hace más visible el descontento. Viene con los estudiantes, aunque efectivamente están también las regiones con problemáticas. Es decir, hay una serie de puntos que empiezan a ser visibles de manera fragmentaria.

«Ese malestar estaba y no fue posible controlarlo con Piñera, ni retomarlo después, con Bachelet en su segundo gobierno, pues en parte éste su auto dinamitó, por lo que pasó con el ministro del Interior, el hijo, o lo que sea; hubo una serie de elementos que apuntan a que se auto dinamitó».

Antes de ese año, esos fragmentos estaban ahí y no fueron vistos con demasiada profundidad política, especialmente en este tiempo, en parte porque había posibles diálogos entre la centroizquierda y los sectores en pugna. Creo que había posibilidades de aminorar el conflicto, pero eso no significaba que no siguiera debajo extendiéndose el malestar.

Pero ya en 2011, en el primer gobierno de [Sebastián] Piñera, esos diálogos ya no son posibles y se entra en una abierta pugna, porque con Piñera ya la capacidad de dialogar entre dirigentes y Estado se debilita totalmente, pues hay una completa división entre ellos. Es por eso que el 2011 va a ser importante. Antes ya estaban los pingüinos [protestas de estudiantes secundarios en 2006], pero eso acabó rápido porque entre otras cosas había capacidad de diálogo. El 2011 no hay diálogo posible intenso entre esos grupos y el Estado, tampoco a nivel de los representantes provinciales, pues fue un movimiento nacional.

Entonces ese malestar estaba y no fue posible controlarlo con Piñera, ni retomarlo después, con [Michelle] Bachelet en su segundo gobierno, pues en parte éste se auto dinamitó, por lo que pasó con el ministro del Interior, el hijo, o lo que sea: hubo una serie de elementos que apuntan a que se auto dinamitó. Una cosa insólita, porque venía con una cuestión muy interesante; era el ‘gobierno ciudadano’, que hoy en día es lo que se plantea, y que fue sencillamente cortado por su propia gente, y claro, por la derecha, que siempre lo iba a cortar. Pero el punto es que ese gobierno partió casi decapitado. 

Luego vino el movimiento feminista, tal vez el índice más innovador en el tema de las subversiones sociales, también por su magnitud nacional, y porque cruzó los estamentos y convocó ciudadanía. Eso era algo que, en esa magnitud corporal, con presencia corporal, no se había dado.

Desde luego, este movimiento venía de antes; ahí lo histórico es muy importante y de larga data, con -por ejemplo- el Memch [Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile] o la lucha por el voto femenino, que es anterior, pero faltaba el cuerpo visible. En definitiva, el cuerpo apareció y apareció en la calle, es decir, el cuerpo se hizo público y fue intergeneracional, ¿no? Ahí entraron las hijas, con sus hijas, convencieron a la abuela y, en fin, todos los grupos salieron a la calle y eso generó una nueva imagen. 

Las movilizaciones partieron en 2018, desde las universitarias, pero eso pronto…

– …se desbordó. Incluso a los sectores populares. Porque las chicas habían salido a marchar tal vez sin dejar el imaginario romántico, pero ya se habían salido también a otros lugares y referentes, ¿no? Efectivamente los jóvenes hace rato que ya habían salido, y estaban planteando el aborto, las disidencias sexuales y tenían otra manera de recibir sus propios cambios. Eso fue algo visible.

«Sin mujeres no hay Estallido Social».

Hubo varios momentos entonces, también a nivel mundial. Estuvo el movimiento Me Too, y acá Ni una menos, y el 8M de 2019, que fue insólito dada su envergadura ¿Cómo se relacionan todos estos hitos?

– Me too y Ni una menos están conectados. Me too fue más bien algo universitario, por el tema de la ruptura de la barrera entre profesor y alumna, pero también está el tema vigente de la violencia, que es Ni una menos, los que convergieron y se fundieron también en cuestiones locales, pues cada espacio tiene sus propias problemáticas, que tiene que ver con la desigualdad salarial, en fin, con todos los factores asimétricos que rodean a la mujer. Lo anterior, se va acumulando hasta que en 2019 se produce un momento de materialización.

Antes del Estallido Social la marcha más grande fue la del 8M del 2019.

– Sí, la más grande, y eso permitió el Estallido. Sin mujeres no hay Estallido Social. Es imposible, porque se restaría el sector que engrosó las grandes marchas, como la del millón, donde estaban sus cuerpos.

«Luego vino el movimiento feminista, tal vez el índice más innovador en el tema de las subversiones sociales, también por su magnitud nacional, y porque cruzó los estamentos y convocó ciudadanía. Eso era algo que, en esa magnitud corporal, con presencia corporal, no se había dado».

El feminismo es parte sustancial además del universo de consignas y referentes gráficos que fluyó durante el Estallido, las cuales fueron clave en la configuración de las ideas políticas, artísticas, sociales que vinieron después. 

– Sí. Es que no se puede obviar esa irrupción, esa inserción de mujeres, porque garantizó la fuerza de las demandas sociales

Es que ese momento -que fue caótico, como toda ‘microrrevolución’- es interesante por todos sus signos. Tú puedes pensar en los dos momentos anteriores que tienen que ver con el transporte. Pensando en el transporte en un sentido más simbólico que tiene que ver con el desplazamiento, con circulación.

Uno es cuando sube el pasaje y acontece la Revolución de la Chaucha [1949], que deja muertos, heridos; y lo interesante es que -si tú lees los signos, porque yo creo que hay que leer signos- el alza fue congelada,

Después vino la Revolución de Santiago [1957], donde volvió a subir el transporte, y ahí sí hubo dos días de insurrección en Santiago, que fue muy, muy fuerte, y se declaró el estado de sitio, y hubo mucho muertos… y de nuevo se congela el precio del pasaje.

Y al igual que en 2019, con los $30 pesos del Metro, la ciudadanía se levanta.

«Luego de eso, hubo una búsqueda de una pureza inviable, en lo que yo podría denominar una ‘microrrevolución”, en la cual se quería una insurrección sin los participantes periféricos y renunciando a la delincuencia, como si esta no existiese». 

Entonces, tienes que pensar también que el transporte público es más heterogéneo; sube gente al transporte público de distintos índices económicos, culturales. Hay un momento ahí de más igualamiento. Y eso es lo que estalla tres veces, y esas tres veces se suspende el alza, ¿no? Ahí empieza el Estallido, que fue heterogéneo.

Luego de eso, hubo una búsqueda de una pureza inviable, en lo que yo podría denominar una ‘microrrevolución”, en la cual se quería una insurrección sin los participantes periféricos y renunciando a la delincuencia, como si esta no existiese. Muchos pensaban que eso era innecesario, incluso todos los sectores políticos se subieron a eso de ‘no al saqueo’. Olvidaron que efectivamente en estos momentos revolucionarios ingresa todo a escena. Sabemos que esto es así en todas partes, y fue parte de un estallido, de una revolución o de una microrrevolución, y eso no es compatible con la búsqueda de una pureza inexistente en relación con eso.

¿No habría que incluir las protestas por la implementación del Transantiago en estos hitos?

– Fue un momento anárquico, pero fue un problema casi de diseño que desfavoreció a los desfavorecidos, y eso es parte de un proyecto económico que siempre desfavoreció a los desfavorecidos. De tal modo, el Transantiago iba a desfavorecer a la gente que está afuera de la línea central, pues los dejo fuera de acceso. 

Es un problema de segregación urbana, y por eso fue problemático para algunos, y no para todos, lo que lo diferencia de los hitos que antes te mencionaba, que toca a un público más heterogéneo.

¿Qué pasa entonces con esa pureza inexistente que pide la clase política?

– Que la ciudadanía estaba caminando más claramente y esa claridad se expresó en la Convención. Especialmente en la Lista del Pueblo. Esta surge de una manera muy inteligente e inesperada. Nadie se imaginó que distintos movimientos sociales pudieran generar un resultado electoral tan contundente.

Fue algo inédito, insólito, interesante. Es muy interesante cuando los movimientos que estaban a ras de tierra, sin lectura política adecuada, de repente irrumpen. 

Llegaron personas desde los territorios, los ecologismos, los movimientos sociales, el feminismo… 

«Ese fue un momento, pero se cruza con la enfermedad». 

– Puros movimientos que se asociaron inteligentemente y lograron lo que se logró, lo que hoy en día es una posibilidad muy importante para el futuro. Un futuro más igualitario e inclusivo.

Ese fue un momento, pero se cruza con la enfermedad. 

A mi me parece curioso que no se incorpore la enfermedad a la política, porque esa enfermedad fue decisiva para cambiar el eje. Sin la enfermedad el eje sería otro.

O sea, la política fue dominada por la enfermedad, porque ésta inoculó a cada uno de nosotros -y sin excepción- el miedo a la muerte.

Ese miedo se hablaba y estaba desde antes, es el que cada uno de nosotros sentimos, pero que en ese momento estábamos seguros de su presencia, pues teníamos razones para pensar que nos íbamos a morir.

A eso le debemos sumar los disciplinamientos. Un disciplinamiento masivo, desde cuestiones muy básicas como ‘¡lávese las manos!’ y otras formas que efectivamente provienen del mundo sanitario, las que son formas de disciplinamiento igual, hasta someter a la población a estados de excepción y toques de queda por casi un año.

En esas mecánicas de disciplinamiento la gente queda reducida por los confinamientos en sus casas, y retoma algo que estaba en decadencia total, que era el ver tele; nadie veía tele, la que tenía una audiencia complemente insuficiente, pero con la enfermedad la gente vuelve a la televisión.

La televisión tiene dueño, no es neutra, y efectivamente trabajó sobre el otro miedo. El miedo que ya estaba instaló un segundo miedo, que era el tema de la objetualización del sujeto, que de alguna manera el sistema que hemos atravesado pone en la misma red al sujeto y al objeto, desencadenando el miedo al desorden, a la delincuencia, a perder tus bienes…

El miedo estaba por la enfermedad, porque nos íbamos a morir, más la administración terrible de [Jaime] Mañalich, que llega con un autoritarismo médico, una arrogancia médica, tratando impulsar saberes que no tenía y dejando fuera la pobreza.

«En esas mecánicas de disciplinamiento la gente queda reducida por los confinamientos en sus casas, y retoma algo que estaba en decadencia total, que era el ver tele; nadie veía tele, la que tenía una audiencia complemente insuficiente, pero con la enfermedad la gente vuelve a la televisión».

Él dijo: «Nunca seremos como Italia”, me acuerdo de eso perfectamente, y al poco tiempo pasamos a ser el cuarto país con más muertos en el mundo, al corto tiempo. El mundo se convirtió en un hospital; con partes diarios de números de muertos, de enfermos, en fin… En esa línea, en un momento, sale un ranking médico de los países con más muertos por cantidad de habitantes y Chile salió en cuarto lugar.

De tal modo, Mañalich también fue un artífice del miedo. 

¿Ex profeso?

– Sí, y con cuestiones muy caóticas, y sin contar al veterinario argentino de la OMS [Fernando Leanes] que se plegó al discurso de Mañalich, que era completamente distinto al de la OMS central, porque estaba buscando el fondo del Estado chileno. Después desapareció del mapa de todos los programas

En fin. Hay mucho que pensar sobre ese tiempo, pero ese tiempo fue el artífice de la primera vuelta electoral de 2021. 

Pero en la pandemia no solo hubo miedo, también fue momento en que las AFP parecen tener sus días contados, dados los retiros…

– Ojalá [risas].

Yo creo que la enfermedad liquidó el estallido. Esa enfermedad fue haciendo crecer el miedo, que se montó sobre otro miedo y fue decreciendo y decreciendo completa y notoriamente el estallido.

Respecto de las AFP hubo una gran marcha hace unos 15 años atrás de NO + AFP. Pero, acuérdate que lo primero que surgió fue estas cajas de gobierno con productos; llegaban estas cajas erráticas que no se sabía para quién eran. Iban con las cajas para arriba y abajo. Fue un desastre organizacional pocas veces visto de ayuda. Un caos. No estaban preparados para una crisis.

Luego vino el IFE [Ingreso Familiar de Emergencia].

– Pero mucho tiempo después. Antes llegó el primer retiro de la AFP. 

«Yo creo que la enfermedad liquidó el estallido».

¿No se tapó el déficit de gestión del Gobierno con las vacunas después?

– Claro, pero 50 mil muertos es una cifra demasiado alta para un país pequeño como el nuestro. Son 50 mil muertos, piensa en todas las familias, toda la comunidad que arrastra eso. Hay gente que perdió a la madre y al padre.

En fin. Eso ha sido un poco tapado, pero creo que lo más relevante es que la enfermedad ha sido un gran disciplinamiento que cambió la dirección y llegamos a una primera vuelta completamente inesperada, si consideramos lo que pasó en la Convención.

Son dos momentos. ¿Qué pasó entre la Convención y la elección en la profundización de la enfermedad y el disciplinamiento?

-Curiosamente los discursos más analíticos van por un lado con la enfermedad y se pliegan a los discursos médicos -qué va a pasar, cuántos infectados hay, cómo va a variar el virus- pero por otro lado, se desacoplan de los discursos políticos, que leen la situación de una manera lineal, sin relacionar la enfermedad, el cuerpo, el miedo y el disciplinamiento. 

'Viuda' - C.A.D.A. - Reina Sofía
‘Viuda’ – C.A.D.A. – Reina Sofía
 
Y es que el discurso médico también es uno muy autoritario, más allá de que sea necesario, y ayudó a imponer un disciplinamiento feroz en la gente. Es un discurso autoritario sobre la vida y la muerte, y ahora es uno de los discursos más importantes. Estamos bajo ese discurso que nos dice si vamos a vivir o morir.

Todo eso fue decisivo para llegar a la primera vuelta presidencial, donde Gabriel Boric perdió.

¿Incluye el resultado de las primarias dentro de este miedo?

– Sí. 

Pienso que Daniel Jadue tuvo su oportunidad por lo que hizo al quebrar la cuestión de los laboratorios al hacer las farmacias populares, y otras cosas similares. Eso no es menor, y demuestra que hace cosas que después otros tienen que seguir, no porque sea un héroe, sino porque objetivamente alivia a la población.

«¿Cuál es el partido del orden? El Partido Comunista. Entonces a mí me parecía todo ese anticomunismo curioso, y sigue siendo curioso, porque la derecha es muy anacrónica».

Pero claro, Jadue tuvo algunos problemas como, por ejemplo, la cuestión de la prensa, en circunstancias en que su primaria se hacía en la prensa. 

Además -como usted dice- la gente estaba viendo tele.

Solo tele. Además, con periodistas realmente gremializados, y realmente horrorizados con la propuesta de Jadue, en circunstancias que Jadue necesitaba a esos periodistas.

Y hay una cosa un poco, yo creo, anacrónica con la cuestión ‘comunista’…

Y con la mala suerte para él de que justo una semana antes de la elección Cuba entró en jornadas de protesta. 

– Claro, pero el Partido Comunista tiene una presencia en Chile que lo hace un partido tal vez el más colaborador con los gobiernos.

¿Cuál es el partido del orden? El Partido Comunista. Entonces a mí me parecía todo ese anticomunismo curioso, y sigue siendo curioso, porque la derecha es muy anacrónica.

¿No salió la gente a votar por Boric por miedo a Jadue?

– Por miedo al comunismo, no a Jadue. Ese anticomunismo que después persiguió a Boric. O sea, se desplazó, porque está aliado a los comunistas. Ese es el miedo inoculado por la derecha…

… y la prensa. 

– Sí, que es lo mismo [risas]. 

Entonces Jadue cae y me parece que por lo discursivo, en una sociedad que ya estaba bajo una disciplina férrea, ¿no? Entonces, fue completamente estruendoso cuando sale [José Antonio] Kast y sus diputados, con personajes como Johannes Kaiser, la doctora [María Luisa] Cordero.

¿Un momento ominoso?

– Bueno, sí.

Si Florcita Motuda era interrogado, siempre fue interrogado, como alguien inexperto. Ese era el sujeto más curioso en política, por decirlo así, pese a que tiene una filiación y una pertenencia muy larga al humanismo. Imagínate ahora con Kaiser, la doctora Cordero, la señora del APRA, [Gloria Naveillán] entre otros. 

«Hay dos hitos simultáneos contradictorios, totalmente contradictorios, entre la Convención y el Congreso. Ahí es donde hay que leer con atención».

Eso no habría sido posible sin la pandemia. Entre la Convención y lo que quedaba de pandemia tienes que leer qué pasó y lo que hizo la enfermedad. Ahí se produce lo que podríamos llamar una ‘biopolítica’, lo que [Michael] Foucault llama la biopolítica y que genera este cuadro en el que Boric pierde. No tenía como ganar, estaba liquidado.

Y en ese sentido yo pienso que fue muy importante la izquierda.

¿En la segunda vuelta?

– En la segunda vuelta, para revertir esto que ya se había consolidado, y que se consolidó en el Parlamento. O sea, la crisis que tenemos hoy día, no menor, gigantesca, se consolida ahí en Parlamento.

¿La crisis que viene, con el empate en el Congreso?

– Claro. Ahí está. 

O sea, ese el punto más candente que existe de futuro está ahí. El punto liberador está en la Convención. Hay dos hitos simultáneos contradictorios, totalmente contradictorios, entre la Convención y el Congreso. Ahí es donde hay que leer con atención.

La Convención libera, surgen sujetos heterogéneos, mujeres, pueblos indígenas, nuevos profesionales que vienen de universidades nuevas, de regiones, de gratuidades. O sea, ahí se hace un reconocimiento a la diversidad. 

En verdad es otra formación real de lo que sería el Chile de hoy, muy interesante, y que sin la Lista del Pueblo. los escaños reservados que lograron el Estallido, no sería posible.

Hay que recordar que la bandera del Estallido fue la bandera mapuche, no la chilena. Acuérdate que los partidos estaban demolidos, no había contención, nadie con quién dialogar, a diferencia con otros estallidos en donde sí se dialogaba. Aquí no había diálogo posible. Cayó todo el Ejército, los carabineros, la corrupción.

Esto, con un Presidente también, aunque suene fuerte decirlo, corrupto; con Dominga, con los hijos en China. En fin, fue una cuestión terrorífica de hacer dinero. Totalmente traspasado por el mal de Diógenes, que consiste en acumular y acumular dinero sin sentido. ¿Comprendes? El dinero es para vivir no para morir; pero él lo acumula para morir. Es muy fuerte eso. Ya veo muchos signos. 

En medio de eso hay que tener atención con la Convención, pues los medios tradicionales van a ir hacia ella para presionarla. Ya lo sabemos, porque hay plebiscito de salida, con voto universal, no con voto voluntario. Hay un 50% de la población que no sabemos dónde está ubicado electoralmente y todas las fuerzas tradicionales están contra la Convención.

Ahí está yo creo la matriz del año, porque afortunadamente va a ser luego, pero ya están todas las fuerzas intentando demoler la Convención y de manera un poco oculta, porque están puestas las miradas en el Congreso. Pero el punto más álgido para el empresariado chileno no está en el Congreso, está en la Convención.

«Hay que recordar que la bandera del Estallido fue la bandera mapuche».

Ya está todo trabajando en esa línea; el eje de la mirada esta sobre la Convención. Los partidos tratan de incidir: Chile Vamos con sus convencionales, el Frente Amplio, con su error de intentar poner a Beatriz Sánchez… Ese fue un error garrafal, intervenir desde dentro, lo que además es difícil, porque hay fuerzas al interior más complejas también. 

De todos modos, va a ser muy difícil esta ‘domesticación’ de la Convención. 

¿Han aprendido rápido a hacer política los convencionales que no vienen de los partidos?

– Por supuesto, ellos vienen de hacer política. Si salieron debajo de las piedras. O sea, realmente fue una sorpresa, la gente no entendía cuando estaban los resultados. Quebrarán la tradición política chilena, ¡la quebraron!

¿Qué lugar tiene Gabriel Boric en ese eje entre Convención y Congreso? Usted decía que fue la izquierda la que lo hizo ganar en segunda vuelta y no el giro discursivo al centro.

– Pienso que es una suma de factores.

Está Izkia [Siches] por un lado, nortina y su guagua chilena. Ella fue como una forma de intervención frente al patriotismo de la doctora [Paula] Daza, que fue totalmente patético. Se quemó como un fusible la doctora Daza, junto con [Evelyn] Matthei.

Pero creo también que fue muy importante la Fabiola Campillai, porque ella sacó 400 mil votos y cuando ella apoya a Boric, en el fondo llama a sus votantes a votar por él, quienes nunca iban a votar por él, porque ella estaba en otra posición. Yo creo que Fabiola Campillai fue clave en la elección de Boric.

– Izkia y Fabiola.

– Y Johannes. Sin Kaiser no habrían salido así las mujeres a votar.

«Hay que tener atención con la Convención, pues los medios tradicionales van a ir hacia ella para presionarla. ya lo sabemos, porque hay plebiscito de salida, con voto universal, no con voto voluntario. Hay un 50% de la población que no sabemos donde está ubicado electoralmente y todas las fuerzas tradicionales están contra la Convención».

Eso, porque todo lo que dijo Johannes es público… Tenía todo un catálogo de presentaciones que circularon velozmente por las redes con cuestiones completamente extremas, y Kast también estaba agradeciéndole a Kaiser que aceptara ser su representante en el Congreso. Esas imágenes están y está el discurso de Kast donde dice que hay algo peor que el comunismo, que es lo máximamente negativo-diabólico; el feminismo. 

El feminismo es peor que el comunismo [risas]. 

O sea, ¿volvemos a claves de Estallido Social o solo fue un veranito de San Juan?

– O sea, la Fabiola Campillai saca a votar al Estallido. La Fabiola es la que hace votar al estallido más estallante, que es la periferia. Es la Fabiola la que saca a Puente Alto, La Pintana. Esa es Fabiola.

El norte lo saca la Izkia, y Kaiser saca a las mujeres de los estratos de las clases medias. Yo personalmente vote por la Fabiola, sin ninguna duda, en primer instante. Voté por la memoria. Ella es la memoria de lo que pasó.

¿Y yendo a Boric?

– Boric ha llevado bien lo simbólico. Siguiendo a Pierre Bourdieu, quien trabaja lo simbólico y le da la misma dimensión que a lo material; le da materialidad a lo simbólico, aquí lo que se necesita es un deselitizarse. La elitización fue bastante nefasta, y hay que romper tanto el amiguismo como el nepotismo.

En ese sentido, creo el radio de acción de Boric es muy limitado, porque no tiene fuerza para sacar leyes que verdaderamente no sean vigiladas por la derecha, como siempre ha sido. Hay una vigilancia obvia sobre cualquier ley que venga. Pero, él sí puede hacer cosas simbólicas.

Creo que se está moviendo en esa dirección. Hubo un momento interesante, espontáneo, en CNN, que fue cuando alguien menciona «el socialismo democrático», en oposición al ‘radical’, una cosa de anarquistas, con bombas, y él, sin deliberación, pregunta: “¿y nosotros qué somos?” Ese es el momento en donde sale el Boric real, que se reafirma como de izquierda. 

«O sea, la Fabiola Campillay saca a votar el Estallido. La Fabiola es la que hace votar al estallido más estallante, que es la periferia. Es la Fabiola la que saca a Puente Alto, La Pintana. Esa es Fabiola».

Fue interesante para mi oírlo cuando dijo “¿nosotros qué somos?”, aunque después volvió a la conversación.

Creo que él está bien en no disfrazarse de Presidente, la cosa de no usar la corbata. En fin, todo eso marca una posición, que es más que personal; es política. Lo mismo que haya comprado un sándwich, un chacarero, también habla, quiere hablarle a alguien con eso. Él le habla a la ciudadanía, y dice que no es un sujeto obedeciendo a las formas presidenciales tradicionales. No es [Ricardo] Lagos, no es [Patricio] Aylwin. Él viene de otra raíz; que hable con los niños, que le pasen regalos, que les conteste. 

Todo eso, esa forma, es lo que él quiere construir, y me parece bien que siga en la línea menos convencional y conservadora. y siga esa línea más como Pepe Mujica, el presidente de Uruguay. Mujica es Mujica. Él instaló una cuestión simbólica, su gobierno fue ‘neoliberal’, pero él mantuvo la cautela total frente a su persona, y tú no lo podías disfrazar de Presidente de corbata. Eso es importante. 

Pero, ¿es suficiente? Pregunto porque en un país tan presidencialista como Chile todo pasa por el Gobierno, el malestar sigue y hay señales muy complicadas, como la nominación de Mario Marcel en Hacienda o la de subsecretarios del Ministerio del Interior cercanos a Mahmud Aleuy.

– Efectivamente hay un universo muy complejo. Literalmente, con la inclusión de fuerzas en los ministerios. Pero en esa cuestión que también es material, él puede abrir el mapa poniendo un sujeto que -con otro criterio social- es igualito a ti y a mí, que vamos a la esquina a comprar un sánguche.

Es importante que se solidifique, su persona, porque es el Presidente, porque estamos en un régimen presidencialista, pero lo que hay que cautelar más es que la Convención llegue a puerto y que no crezca el Rechazo en el plebiscito de salida, algo que hay que pensar verdaderamente, pues jamás los empresarios van a estar por el Apruebo. porque la Constitución es la clave para que cambien las cosas, como el Estado subsidiario, lo que representa no solo un cambio notorio, sino que notable.

Las bases de un futuro están en la Convención. No es broma, y eso afortunadamente será en este año. Es ahí donde estará la fuerza transformadora, pero se va a poner en marcha hasta más adelante. 

La fuerza transformadora de este país no está en el Parlamento, está acá, porque se rompe el Estado subsidiario, entran los pueblos originarios, porque hay paridad. Todo está ahí. Y esta es la Constitución de Chile. Entonces son constitucionales cosas como el agua o los bienes naturales.

Hay que estar atentos a cómo está operando el centro y la derecha respecto de la Convención. Ese es el objeto, no Boric, porque ahí está el horror de la derecha, y eso es lo que van a tratar de intervenir, pacificar, cooptar. Va a ser una persecución insaciable.

Ahora, nosotros estamos sobre un estallido. El Estallido Social está latente, hay que ver si se puede suavizar. A diferencia de otros momentos hay que ver si hay posibilidad de diálogo, por ejemplo, con la Fabiola Campillai, o con Gustavo Gatica. 

¿Pueden dialogar con los mapuche con la gente de Aleuy en Interior?

– Ese es otro tema. Ahí hay una heterogeneidad mapuche.

Cierto, pero todos tienen en común que buscan recuperar tierras y no pueden porque están los forestales u otros propietarios que impiden las compras. 

– De todas formas, la respuesta es distinta. Es diferente lo que dice la gente de Temucuicui o la gente de [Héctor] Llaitul. Los mapuche siempre han tenido formas de operar distintas. El único lugar donde no se pudo colonizar al país fue en la Frontera. Ahí la Colonia no pudo llegar, los españoles no pudieron con el sur. La única región donde matan al conquistador, a Pedro de Valdivia, fue acá. Eso no pasó en el resto de América.

«Las bases de un futuro están en la Convención. No es broma, y eso afortunadamente será en este año. Es ahí donde estará la fuerza transformadora, pero se va a poner en marcha hasta más adelante». 

Entonces, ellos tienen una historia, todo está historizado y nada es casual. Así se han construido dominaciones y resistencia. Entonces, los mapuche son más, son mucho mas complejos.

La pregunta es ¿cómo llegas? Y si llegas a acuerdos con un grupo, ¿qué pasa con los otros? 

Pero hay cosas básicas, como qué hacer con la militarización del Wallmapu. Además, después del asesinato de Camilo Catrillanca, los mapuche están más unidos.

– Desde tiempos anteriores han matado a varios mapuche, pero el caso de Catrillanca tuvo una particularidad que generó una mayor indignación, y fue porque había grabaciones. Había imagen. Había testigos, y está lo que mostraban los propios carabineros.

Esto no lo va a solucionar la Convención, tampoco una reforma tributaria, que es clave para dar satisfacción a una serie de otras demandas materiales del Estallido.

– La reforma tributaria me parece que es más difícil, porque tendría que ser una tributación pactada y quien tienen que pactar ahí es la derecha, que no quiere tributar nada. 

¿No aprendieron la lección de Bachelet?

– No [risas]. 

O sea, sí aprendieron la lección, porque la derecha mostró su disposición y su matriz al apoyar a Kast. Eso no es broma. Ellos están engullidos por el pinochetismo, de capitán a paje. O sea, todos. Ni Evópoli. Hay que tenerlo presente en su horizonte final, pues Kast no debería haber capturado a la derecha.

¿Qué otro problema ve en el horizonte? 

– En este continuo, tengo una gran preocupación por el Sename y lo que hay de fondo. Creo que acá falta una pregunta clave: ¿Por qué hay tantos niños en el Sename? 

«La derecha mostró su disposición y su matriz al apoyar a Kast. Eso no es broma. Ellos están engullidos por el pinochetismo, de capitán a paje».

Creo que esto se debe a que los sectores populares fueron atravesados por una crisis que desarticuló familias enteras y se rompieron los pactos mínimos de cuidado. Los niños llegan al Sename porque la familia no está en condiciones de tener a esos niños. ¿Por qué no están en condiciones?

Hay un chico que estuvo en el Sename que fue puntaje nacional. Muy meritorio. Genial. Pero, prácticamente, salvo él, en el Sename no hay ningún puntaje nacional, ni ha habido, ni habrá, seguramente. La idea ahí que se instaló en los medios es que cualquiera que esté en el Sename pueda ser puntaje nacional, y no es así.

Por el contrario, esto nos lleva a pensar en ¿qué pasa con los narcos? ¿La prostitución creciente por drogas? ¿Qué pasa con la familia periférica? Se esta favelizando este país. 

Todo el ámbito de la delincuencia.

– Las familias están destrozadas porque están acosadas por la angustia, el dolor, la droga, la violencia incesante, violencia interna. Está ese caso de la chica de cerca de Valparaíso que mataron, Ámbar Bascuñán, cuya madre contribuyó que la enterraran y vio cómo el tipo violaba a su propia hija antes de asesinarla. Esa niña tenía un barniz de protección del Sename. Hay que pensar qué ha pasado con eso. Hay que pensar más finamente, porque mucha gente no sabe cómo se vive en la periferia.

«¿Qué pasa con los narcos? ¿la prostitución creciente por drogas? ¿qué pasa con la familia periférica? Se esta favelizando este país». 

Lo que ha pasado con el narco es impresionante. Entonces hay que ver cómo se le hace frente, y ver si el Gobierno acepta que se aíslen estas poblaciones y funcionen fuera de las redes sociales y estatales del país, o bien, ver cómo manejar mejor eso; entendiendo que hay discusión pendiente, si se legaliza la droga o no. Entre medio, antes de que se legalice o no se legalice, esto es un desastre, con una policía con los problemas que tiene de derechos humanos y de corrupción, como es el caso Paco Gate.

¿No sé si has visto las grabaciones de niños grabando cómo roban autos?

No, no he visto.

– Son alucinantes. Los cabros chicos se graban pero felices y lo suben a las redes. Se sienten alguien arriba del auto. Van derechito, derechito, derechito a dónde sabemos. Pero están felices. Hay una cosa desembozada.

Este Gobierno tiene que hacer terreno, tiene que hacer calle.

¿No le parece que es elitista este nuevo Gobierno? A pesar de que la foto del gabinete muestra mucha diversidad, al fin y al cabo no hay un ministro mapuche y salió Desarrollo Social del Comité Político. También está el episodio de Irina Karamanos aceptando el cargo de ‘primera dama’, como si se probase una corona.

– Son ecos monárquicos todos esos cargos. Bernardo O’Higgins fue director supremo de la nación, algo que proviene de ahí. Él fue un hombre totalmente ampuloso, y su mamá ocupó el cargo de ‘primera dama’, algo que viene de las relaciones de la nobleza, y que remite a la princesa, la reina…

Personalmente pienso que hay que atender a los nombres, y ‘primera dama’ porta todas las características de exclusión y privilegio. 

En fin. La gente puede hacer lo que quiera, partamos de esa base. Si Irina considera que ella puede ser primera dama, porque efectivamente tiene esa posibilidad, está bien. Pero yo, personalmente, pienso que es algo que debería desaparecer. 

Mi tema con el feminismo es que es algo relacional, con las otras y conmigo, y esto es de un elitismo que me es incomprensible, en este siglo 21, y especialmente, con gobiernos socialdemócratas, con participación de la izquierda. Porque el cargo de ‘primera dama’ no es modificable, porque corresponde a una función.

«Este Gobierno tiene que hacer terreno, tiene que hacer calle».

¿No se puede reformular el cargo de ‘primera dama’?

– No. ¿Cómo se podría reformular el cargo de ‘primera dama’? Se podrían pasar sus funciones a otras entidades, pero si reformulas el cargo, quiere decir que mantienes su denominación con sus connotaciones. La única manera de reformularlo es acabarlo o no asumirlo.

– Buena parte de las feministas jóvenes y ligadas al gobierno defendieron a Karamanos. Algunas dijeron que se trata de una decisión de ella, que la empodera. También hubo una discusión más interesante aún de feministas argentinas, que mencionaron como antecedes a Evita Perón o Cristina Fernández, que fue ´primera dama’ de Néstor Kirchner y llegó a ser presidenta de Argentina…

– Pienso que lo que tiene de interesante esto es que tú puedes decidir ser o no ser ‘primera dama’. Hay una opción. Ella opta por serlo. Pero me imagino que para hacer eso ella tuvo un diálogo con otras mujeres.

Yo no conozco a Irina, no estoy hablando de alguien que conozca, pero me parece que la decisión es de ella, y si lo estima conveniente, está bien.

Mi tema no es con Irina, mi tema es con la ‘primera dama’, que es otro tema. Se trata de ese espacio, que yo pienso que a lo mejor en este gobierno… bueno, ya no se deshizo, pero pienso igualmente que es una tarea que hay que construir, porque es importante deshacerse del cargo, porque es clasificatorio y pone en un lugar de inferioridad al resto de la ciudadanía.

«¿Cómo se podría reformular el cargo de ‘primera dama’? Se podrían pasar sus funciones a otras entidades, pero si reformulas el cargo, quiere decir que mantienes su denominación con sus connotaciones. La única manera de reformularlo es acabarlo o no asumirlo».

Una cosa es el Presidente o la Presidenta, que es alguien que probablemente es la persona más importante de la nación, pero en cambio la primera dama con su nombre marca la composición de una categoría.

Una categoría clasificatoria de primero, segundo y tercer grado. Me parece muy complejo que haya una primera dama, porque eso habla inmediatamente de otras damas.

Hay que terminarlo. En este gobierno quizás no. De hecho, no se terminó, pero ojalá más adelante no se ‘reformule’ sino que se termine.

– En lo artístico, ¿qué crees que fue lo más interesante de todo este período?

– Pienso que LasTesis y Delight Lab, dentro de lo que llamaríamos el arte público.

LasTesis influyeron de manera muy poderosa, incidiendo más allá de las fronteras, por así decirlo, porque le ponen música y cuerpo al movimiento. Le dan movimientos a los movimientos. Son ineludibles como arte público.

Delight Lab me parece que también realizaron algo importante: proyectar sobre edificios imágenes sobre la realidad que se estaba discutiendo, elaborando o viviendo, ¿no?

«Me interesó, y siempre me ha interesado el cuerpo como lo más asediado por los poderes».

Eso, sin contar la novela social que se escribe en la calle a través de grafitis, básicamente, con ciertos personajes que se insertan en la vida cultural, social y política, como un perro Matapacos. Son novelas escritas en la calle. Eso hay que verlo como un escrito o un relato. Son relatos públicos. 

¿Cómo se relaciona eso con su obra anterior?

– Yo trabajé en Lumpérica, por ejemplo, la plaza de manera más ciega, porque no era una cuestión que tú elabores antes. La novela se va haciendo cuando se hace. Pero sí pensé en espacios públicos, más del siglo pasado, en donde efectivamente la protagonista estaba más sujeta al especio privado, la vida cotidiana. Yo tenía la plaza en la cabeza, no como algo claramente definido ni analizado. Lo que sí siempre he tenido presente es que los poderes coloniales se construyen a través de la plaza, con el correo o la sede gobierno. O sea, la plaza es la que marca el poder. Entonces me parece que ‘la plaza’ opera también en el estallido.

La plaza Dignidad también se renombra.

– Sí. Todas las plazas portan eso. Vienen de ahí, de esa plaza matriz, rodeada de poderes. En este caso el gran poder era la estatua.  Entonces, me interesó, y siempre me ha interesado el cuerpo como lo más asediado por los poderes.

El cuerpo, todos los cuerpos, pero especialmente el de las mujeres, son disputados, construidos y deconstruidos por los poderes, confiscados por la religión, el Estado, etcétera, llegando el terror hacia la mujer que llega a un punto inconcebible con la Inquisición.

Sabemos que incluso los órganos de las mujeres le pertenecen a las instituciones; el útero -por el aborto- al Poder Judicial, que decide qué se hace con ese útero.

Esto me lleva a pensar en el cuerpo renacentista, que es completamente distinto al cuerpo del siglo 21. La opulencia del cuerpo renacentista es contraria a la imagen actual, que pasa por la delgadez, en un minuto que la industria alimenticia nunca ha tenido más comida chatarra, llena de grasa como ahora.

Entonces ahí ves que hay una complejidad, pues se promueve un cuerpo delgado, al cual nunca vas a llegar. El cuerpo de la mujer es imposible de llegar.

Eso está descrito y favorece mucho a las industrias cosmética y médica, porque los únicos cuerpos que se podrían generan ‘perfectos’ se crean en el quirófano.

 – Eso es respecto de Lumpérica ¿Qué otras obras le parece que se reactualizan en los tiempos actuales?

– En Fuerzas especiales [2013], mi tema fue más la marginalización, porque trabajé los bloques de departamentos, y cómo se produce el aislamiento en relación con el resto de la cuidad. Me parece insólito que habitemos un espacio común y no conozcamos esas realidades. Y no hablo de Las Condes, Vitacura ni de La Dehesa. En otras comunas de menos ingresos tampoco se conoce como se vive ahí.

En esa novela trabajé cómo se vive asediado por la policía, con gran parte de la población presa. Es decir, trabajé los sectores más desprotegidos, y trabajé un ciber, como para salir de la idea de una pobreza tipo Gabriela Mistral, “piececitos de niños, azulosos de frío”, para llegar a una atmósfera de tecnología circular, donde el celular está en todas partes.

Hay una pobreza tecnológica que es muy impresionante, pero pobreza, pobreza-pobreza. Mas allá que tengan un computador viejo que alguien le regalo o tengan estos celus con prepago.

¿Hay una denuncia premonitoria por una población asediada por la policía?

– Están las Fuerzas Especiales de los pacos, que son destructivas, apaleadoras, maltratadoras, sinvergüenzas, en fin, y eso está en la novela. Pero, también para vivir ahí se necesita de fuerzas especiales para resistir las penurias y vivir, y hacer comunidad en esa penuria. 

También está Sumar (2018), su última obra…

– Acá trabajé los ambulantes, pues me pareció algo interesante ahí, que es la copia. Venden carteras Gucci, como si se democratizara la marca a través de la copia. Eso siempre me ha parecido interesante, cuando sale la señora de la esquina con su cartera Gucci comprada en la calle a 5 lucas, y la cartera Gucci vale 2.000 o 5.000 dólares, no tengo idea, pero sé que es una fortuna. 

Lo segundo que quiero destacar es la ocupación de la calle, el cómo se naturaliza eso y se realiza una escenográfica pública. Siempre hay vendedores ambulantes y uno los incorpora como parte del paisaje ciudadano.

«Hay víctimas, y gente muerta y muy dañada en el Estallido. Hay gente que quedó en estado vegetal. Entonces hay que tener cuidado cuando te adentras a eso para crear una novela».

También trabajé ahí la pelea por los territorios. Se pelean duramente por un pedacito de vereda. Existe una divergencia dentro de los grupos que organizan su viaje a La Moneda. Porque ellos están en una protesta más grande -todo esto es antes del Estallido- pero son la cola de la protesta, porque no tienen la organización suficiente. Pero hay un sujeto que trata de organizarse, lo ves.

Bueno, ahí está también la migración colombiana. En fin.

– Hay algo premonitorio en eso, con los ambulantes a una cuadra de La Moneda, justamente en esta pandemia.

– No sé [risas]. Yo empecé a escribir esto y se escribió solo. Para eso investigué la primera marcha a la Moneda, a principios del siglo 20,  la que se llamó la ‘marcha del hambre’, y lo encontré interesante y de ahí me robé dos nombres para mis protagonistas.

También me parece mencionar Mano de obra [2002], que es el supermercado donde trabajé lo laboral y lo hice en relación a los diarios obreros y anarcos a principio de siglo, a ver qué pasaba entre esa lucha de los sindicatos por mejorar las condiciones de los trabajadores y el siglo 21.

Mano de obra fue el inicio de esta literatura más lectora. Fue una novela que llevaron al teatro y después, con el Estallido, la desmontaron. Para mi depresión la catalogaron como una “obra clásica” [risas], porque yo pensaba que La pérgola de las flores era lo clásico y me di cuenta de que ya tengo 5 mil años [risas].

Más allá de eso, un hecho bonito que me pasó fue que en una reunión sindical en Valparaíso estaba yo con el presidente de Starbucks, que estaba en huelga, y alguien más de la Fundación Sol, donde hablamos de la obra.

¿Qué es lo que viene en su escritura, considerando todo lo que ha pasado después del Estallido Social?

– Hay que tener cuidado. Hay que esperar, esperar y esperar. Yo, que viví en dictadura… Nosotros nunca nombramos la palabra ‘dictadura’. Teníamos mucho cuidado con trivializar. Era una palabra tan invasiva, estaba en todas partes. Entonces había que tener cuidado.

«Mira, de mi y mi gripe, y mi confinamiento, me van a salir mil novelas, y del Estallido, me va a venir una. Pero hay que tener cuidado».

Lumpérica era la noche dictatorial, pero no la prediqué como la novela de la noche dictatorial y del toque de queda. No fue posible. Es la novela de la cuidad dictatorial, y así viví esa época, pero no había cómo mencionarlo directamente entonces.

Lo que pasó con el Estallido fue muy poderoso. Hay cuestiones confusas, como lo del Metro. No se sabe cómo es posible que no sé cuántas estaciones se quemaran. Por supuesto que no estoy pensando en venezolanos, ni en los cubanos, pero hay cosas que no sabemos.

Hay víctimas, y gente muerta y muy dañada en el Estallido. Hay gente que quedó en estado vegetal. Entonces hay que tener cuidado cuando te adentras a eso para crear una novela.

Tiene que ser muy fino, porque no puede ser grotesco o frontal.

O sea, hay todo un mundo que hay que temer, por lo terrible que en materia de derechos humanos. Como los pacos salvajes se paraban en la esquina a pagarle a la gente con una escopeta. Hay una violencia terrorífica. Entonces, no es cosa de que tú llegues a los temas, porque escribes lo que escribes. Hay que tener una cautela, entrar ojalá por un lado más fino. 

Mira, de mi y mi gripe, y mi confinamiento, me van a salir mil novelas, y del Estallido, me va a venir una. Pero hay que tener cuidado, porque mi problema no es mi confinamiento, sino el confinamiento de la pobre que vive en un departamento de 40 metros cuadrados que estuvo meses sin tener nada o de la gente que murió en la calle tratando de llegar al hospital y que se abrazó a la frazada rota que tenía para el perro.

Fuente: https://interferencia.cl/articulos/diamela-eltit-la-enfermedad-impuso-un-discurso-del-miedo-y-un-disciplinamiento-que


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