Guillermo Rodríguez: “No sirven los combates heroicos que sólo serán testimonio, nos sirve el lento y pesado trabajo en la base para construir las fuerzas necesarias”.
Por Cano/ Revista Tejer.
Ya está en las calles un nuevo libro de Guillermo Rodríguez, a cargo de Editorial Tempestades. “Letras Insurgentes” es el nombre de esta nueva publicación que compila diversos escritos provenientes de distintas épocas y que recorren distintos géneros, desde la ficción hasta el análisis político. Sobre “Letras Insurgentes”, la función política de la literatura y, obviamente, sobre la coyuntura política, conversamos con Guillermo en la entrevista que presentamos a continuación.
Guillermo Rodríguez, El Ronco como muchas y muchos lo conocen, es un compañero con una larga trayectoria militante. Fue parte del MIR durante la Unidad Popular y luego formó parte de la resistencia activa a la dictadura desde la misma trinchera rojinegra, a raíz de lo cual fue prisionero. Durante la transición y la alegría que nunca llegó, mantuvo activa su disposición formando parte de diversos esfuerzos de organización popular y de construcción orgánica.
Paralelo a ello, desarrolló una veta en la escritura, en la que ha combinado novelas de ficción, relatos autobiográficos y escritos políticos, formando parte del acervo formativo y de la construcción de la memoria de distintas generaciones de militantes populares.
Hoy lejos de la capital, intentando construir una nueva forma de vivir alejada de la descomposición social que invade nuestra metrópoli, “el individualismo, la delincuencia, la drogadicción y otros fenómenos que siguen transformando profundamente las relaciones sociales en el seno del pueblo”, nos dice, Guillermo se hizo un tiempo para comentarnos sobre su nuevo libro.
Cuéntanos sobre Letras Insurgentes, ¿con qué nos vamos a encontrar?
Letras Insurgentes es una compilación de textos cortos seleccionados por los compañeros de la editorial Tempestad, textos de diversos tiempos y coyunturas desde 1981 en adelante. Escritos que son manifiestos políticos unos, opiniones sobre coyuntura otros, creación literaria otros. La propuesta de editar Letras Insurgentes surgió de la editorial, que recopiló y rescató textos antiguos como la Defensa Política ante el Consejo de Guerra de 1981, o el cuento Egaña, creado para un concurso literario organizado por la Sociedad de Escritores de Chile y el Centro Cultural Mapocho junto con la Agrupaciones de Familiares de Presos Politicos, textos rescatados del blog ALMANAQUE NEGRO 2 que mantuve durante algunos años, donde volcaba opinión política, creación literaria como cuentos, relatos de sucesos, comentarios sobre libros, poesía y muestras de la artesanía en lanigrafía que producía. Finalmente, de los textos que fueron publicados en Facebook desde que dejé de publicar el blog anteriormente señalado.
En tu trayectoria creativa se cruzan la ficción, la novela, el relato autobiográfico, la memoria y la Historia.¿Cómo has trabajado estos cruces en tu trayectoria creativa?
No se si tengo una “trayectoria creativa”, ni pretendo tenerla. Mi escritura nace motivada por dos factores que aparentemente son antagónicos: de una parte el pronunciarme sobre los momentos políticos concretos y, por otra parte, el dejar testimonio para las nuevas generaciones de los momentos, del paisaje subjetivo, de las relaciones sociales, de cierto modo de la subjetividad y cultura existente. Claramente en esto hay influencia de la novela social chilena como Hijo de ladrón, Llampo de Sangre, Baldomero Lillo, Recuerdos del Pasado, pero también de clásicos como Pears Buck (La Buena Tierra), Dostoywsky, Las Uvas de la Ira, Las Llaves del Reino, entre otras.
De alguna manera el haber experimentado, como lector, el ambiente social, cultural y la subjetividad, me convoca a ser de alguna manera un cronista pensando en las nuevas generaciones que viven hoy una realidad tan distinta, por lo acelerada que están sucediendo las transformaciones a escala mundial.
Trasladado esto a lo político, la memoria también se convierte en un espacio de lucha dada la instalación de un relato unilateral de los poderosos, pero también de la mistificación respecto a quienes luchan o han luchado desde el campo popular, donde se destaca “el personaje”, “el comandante”, diluyendo en este hecho a los miles sin rostros, mujeres y hombres que, con diversos niveles de compromiso, hicieron y hacen posible la construcción de una fuerza social, política y militar.
Mismo elemento trasladado al tema de los analistas, comentaristas y académicos que desde los olimpos pontifican qué se debe o no se debe hacer sin hacerse cargo de los complejos procesos de construcción de fuerza política y orgánica real. De alguna manera, al asumirme como militante revolucionario, asumí por tanto, que todos los espacios son trinchera, lo privado y lo público, así como las expresiones de la subjetividad como el arte, la artesanía y la creación literaria, entre otras trincheras.
De otra parte, comparto lo señalado por Orhan Pamuk en sus escritos, relativo a que existe otra contradicción en quien escribe: su propio estado subjetivo y necesidad de expresarlo, y de otra parte el público a quien pretende llegar con su escrito, lo que obliga a pensar en el cómo llegar a él, la forma, ritmo, énfasis, pistas, sorpresa, vale decir pensar en el clásico presentación- nudo-desenlace.
En este sentido, mi primera novela, “Haceldama”, surgió producto de la necesidad de transmitir a los nuevos presos políticos bajo la Concertación respecto a cómo era el mundo penitenciario al que se verían enfrentados, y con la complicidad de Mónica Echeverria quien me entregó los rudimentos básicos para escribir un texto mayor, ya que ella conocía mis poesías y cuentos. Sin embargo fue Juan Vera, el fundador y director del Teatro El Riel, quien pacientemente me enseñó el oficio de escribir, mediante un taller realizado en prisión que contó con cinco integrantes y que duró aproximadamente dos meses. De Juan aprendí que era un oficio de mucho trabajo permanente, a expresar un conjunto de ideas en un relato, en una crónica, en una poesía.
Así fue mi proceso de formación que luego se materializó en los libros que he ido publicando: Haceldama y Hacia el final de la Partida fueron novelas que mezclan realidad y ficción. Mientras que los siguientes textos fueron autobiográficos, destinados a mostrar a las nuevas generaciones un tipo de militancia y al mismo tiempo un momento político concreto. Así surgió De la Brigada Secundaria al Cordón Cerrillos, en tiempos de los pingüinos y los mochilazos, como posteriormente surgió Destacamento Miliciano José Bordaz, para entregar elementos a quienes ya buscaban otras formas de lucha. De alguna manera también el libro Canción de Entresiglos trata de evidenciar la lucha de las mujeres en distintas épocas y su protagonismo, y describir de alguna manera la latencia insurgente en que estaba preñada la sociedad chilena ya antes del estallido social de octubre. De alguna manera, todos esos cruces están reflejados en Letras Insurgentes.
¿Cómo ves el papel de tu trabajo en el aporte para la formación de nuevas generaciones de militantes y luchadores y luchadoras sociales?
En cierto sentido, el objetivo que he buscado con mis trabajos es poner a disposición de las nuevas generaciones (y también de las anteriores) antecedentes que puedan tener en cuenta. No pretendo ni ser un destacado escritor, ni vanagloriarme de mi propia experiencia, ni mucho menos. Con humildad pongo los antecedentes que me parecen necesarios entregar, los aciertos y los errores, para que cada persona o colectivo los use como antecedentes que pueden o no servir en sus propias reflexiones. La realidad es muy cambiante y compleja, y creo que solo el debate colectivo entre quienes están interviniendo puede llevarlos a conclusiones más o menos acertadas. Nunca he creído ni en pontificadores, rectores, ni menos en dirigentes infalibles. El errar es parte de los procesos de conocimiento y aprendizaje. Y el hecho de que algunos de mis textos sean reconocidos, solo me alegra en cuanto que las experiencias vividas servirán para que otros también aprendan.
¿Qué diálogo crees que se puede establecer entre la experiencia militante tuya y de tu generación con las nuevas generaciones?
Creo que es algo muy complejo. Por una parte, porque no ha existido un balance colectivo de las experiencias derrotadas de nuestra generación, que además significa también derrotas en lo ideológico, deserciones, desviaciones, rencillas entre grupos y dirigentes, descalificaciones, etc. Y por otro lado, porque las propias transformaciones de la humanidad en lo tecnológico, en lo cultural, en la penetración del individualismo a escalas inéditas, hacen compleja la relación. No en vano la consigna que emerge a fines del 2010 es el pueblo unido avanza sin partido, y las propias dificultades de las fuerzas que se alzaron en el estallido de darse una dirección, una coordinación mínima, fueron un obstáculo mayúsculo en tal proceso.
En cierta medida la “horizontalidad” se convirtió en procesos burocráticos que restaban agilidad y capacidad de respuesta colectiva. Por ejemplo, las coordinadoras de asambleas populares estaban supeditadas a las decisiones de las organizaciones de base, por lo que una propuesta cualquiera debía pasar por el debate en la coordinación, para luego ir a las bases y para cuando regresaba el acuerdo o desacuerdo, la coyuntura había pasado. En esto se produjeron muchos conflictos entre las generaciones antiguas acostumbradas a someter su acción a alguna Dirección, y las nuevas generaciones que buscan la participación y la democracia desde la base, que generan el fenómeno antes descrito de lentitud, maniobras muy lentas, falta de dirección concreta. Aprender a resolver estas contradicciones me parece que es un tema vital en los escenarios y coyunturas actuales.
¿Cómo ves el panorama político actual? ¿Qué opciones hay para conquistas y avances populares y para la constitución de un fuerza política de la izquierda revolucionaria?
Necesariamente una opinión sobre lo que ocurre en Chile debe partir por el escenario global en que nuestro país está inmerso y las transformaciones a escala mundial que se están viviendo, dado que transitamos por una etapa del desarrollo del capitalismo en que la hegemonía está siendo disputada a escala global en todas las esferas: económica, militar, tecnológica, científica.
Diversas derivadas surgen de esta disputa en que el secreto, la manipulación y el manejo de la información oscurecen la certeza de los análisis. Esta lucha por la hegemonía, sumada a la permanente exigencia del capital por su ampliación, ha llevado al mundo a limites catastróficos que ya venía denunciando Fidel Castro hace algunos años atrás, no solo la guerra por el control de las materias primas, mercados, combustibles, sino también la depredación del planeta con la destrucción de los ecosistemas, la lucha por control de la tecnología, del agua, del cosmos, lucha en que además los intereses de los poderosos grupos económicos sobrepasa los intereses de la “nación” o “país” como estructuras geopolíticas y formaciones sociales gestadas por la propias clases dominantes que hoy, en muchos casos, no le sirven o son obstáculos para sus propósitos. El caso de los bonos soberanos norteamericanos en manos de China es una cara, pero otra cara es la inversión de los mismos grupos norteamericanos en China a pesar de toda la contienda verbal existente.
De alguna manera, en lo político, surgen las tendencias nacionalistas al alero del fenómeno de las migraciones masivas en todo el planeta, ya sea huyendo de las guerras locales o en busca de los paraísos prometidos demagógicamente, migraciones que se van a convertir en ejércitos de reserva de fuerza de trabajo, castigando aún más a las clases trabajadoras, mismas tendencias nacionalistas que fortalecen las posturas reaccionarias.
Por otro lado, el espejismo de lograr mejores condiciones materiales de vida sin lucha concreta, apelando a la noción de la “república”, de los “derechos ciudadanos”, “de las libertades públicas”, permite que se fortalezcan de manera transitoria las salidas políticas socialdemócratas y/o reformistas que, desde una lógica cuestionable, evitan reconocer que jamás la burguesía se suicidará entregando el poder porque así lo determine una mayoría. De hecho, se produce una contradicción permanente: el enorme control de los medios de comunicación, de formación y educación en manos de las clases dominantes, sumado ahora al control de las redes de internet, construyen un relato, una realidad virtual que hace mas difícil aún romper la enajenación en que permanecen las clases y capas sociales explotadas, de manera tal que las imágenes del desarrollo, de las aspiración a convertirse en clase media, del “emprendimiento”, sumado a la existencia de la aristocracia obrera (en Chile los trabajadores del cobre) y al desarrollo de las redes del narcotráfico, generan en definitiva que la contradicción principal entre burguesía y proletariado aparezca difusa e incomprensible para las mayorías.
En el mismo sentido, las derrotas de los empeños revolucionarios en diversas latitudes, el retorno al capitalismo en China, Rusia y Vietnam, impactan fuertemente en el desarrollo de la conciencia política, no sólo de quienes en algún momento abrazaron una ideología revolucionaria, sino que principalmente en las nuevas generaciones que comprenden que “algo no funciona” en el sistema de construir agrupaciones de revolucionarios que lo arriesgan todo para, al final, volver al mismo sistema que inicialmente se criticaba.
Me he dado la vuelta larga para explicar que asistimos desde hace ya un largo rato a una CRISIS IDEOLÓGICA de enorme importancia, porque una serie de herramientas como Partido, Programa, Estrategia, Centralismo Democratico, construcción orgánica, han sufrido el rigor de la práctica concreta de más de medio siglo y es necesario reflexionar respecto a ello. Desde mi perspectiva, el recurso más fácil es arrojarlo todo y quedarse sin un concepto de totalidad, de una propuesta para las mayorías, apelando al individuo, a la libertad, oponiéndose a la necesidad de construir fuerza que exprese una voluntad colectiva y las herramientas para construir dichas voluntades.
A mi juicio, el peor problema de la izquierda revolucionaria disgregada que existe en Chile, es el dogmatismo en el cual se han formado, elevando a verdades inamovibles una serie de conceptos que tiene que ver con periodos o etapas de la lucha de clases en concreto. Sin tener en cuenta que la lucha de clases no es lineal, no es una escalera para transitar, que en toda lucha existen avances, retrocesos, maniobras para eludir confrontaciones con fuerzas superiores, que es necesario sumar y sumar fuerzas, reconocer los diversos espacios sociales, políticos, económicos y militares para desarrollar las diversas luchas.
Lejos de ello, el voluntarismo y lo unilateral son elevados, mistificándolos. No nos sirven los combates heroicos que solo serán testimonio, nos sirve el lento y pesado trabajo en la base para construir las fuerzas necesarias; no nos sirve la consigna de poder popular para señalar experiencias que de poder no tienen nada; no nos sirve el dogmatismo que de que los revolucionarios no participan de elecciones, no nos sirve la creencia de que la horizontalidad a ultranza es la democracia verdadera, cuando esa horizontalidad termina por burocratizar y paralizar cualquier maniobra de fuerzas reales.
Finalmente, y con toda sinceridad, yo no tengo ninguna papa, ninguna respuesta concreta. Solo sé que cuando uno se plantea los problemas reales y los nudos de ellos, recién comienza el arduo trabajo de resolver.
18 de marzo, 2022.
Fuente: https://revistatejer.cl/guillermo-rodriguez-no-sirven-los-combates-heroicos-que-solo-seran-testimonio-nos-sirve-el-lento-y-pesado-trabajo-en-la-base-para-construir-las-fuerzas-necesarias/
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Escuchamos al Ronco en 2011 en un foro. Un tipo muy interesante. Si no recuerdo mal, el presentador hizo alusión a la frase de Allende «ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica», y entonces el Ronco empezó a relatar historias propias de la UP para mostrar con ejemplos el carácter elitista filo-patronal de Allende. Si algo rescatamos los clasistas del MIR de la UP es ese dejo anti-allendista militante que dejó en algunos. Para con los miristas allendistas solo tenemos desprecio. El Ronco expuso acompanhado de otro mirista, que trató en una parte a Preobrazhenski y Lunacharski (mientras hoy los miristas se quedan con el zapatismo posmo, el indigenismo aclasista, etc)
No recuerdo haber conocido al Ronco, sin embargo coincido totalmente con su análisis. Durante toda nuestra trayectoria hemos pecado de orgullo, de inocencia, levantando banderas sin bastión y consignas repetitivas y sin fondo. La juventud actual es mas exigente quiere claridad y objetivos precisos.
Un abrazo al Ronco y a todos los otros que siguen la lucha de una forma u otra.
Pedro