El gobierno post plebiscito: Cómo ganar (algo) habiendo perdido (mucho).
por Cristián Valdivieso/Director de Criteria/Ex ante.
Desde hace varias semanas el gobierno ha emprendido frenéticamente la doble tarea de jugársela sin ambages por su opción aprobista y la de esbozar un nuevo camino que permita amortiguar de mejor manera el golpe de una posible derrota. Un camino que evite un knockout equivalente al que sufrió Piñera tras el estallido social.
Una pregunta que ha rondado las conversaciones en torno al proceso constituyente y su eventual prolongación luego del 4/9 es en qué tramo del camino se produjo el punto de quiebre entre la ciudadanía y la Convención Constitucional. Si miramos las encuestas del último año, vemos que es en abril cuando empieza a reflejarse que el rechazo condensa un mayor número de adherentes en relación al apruebo. Es en ese mes donde se refleja el punto de inflexión, marcando una relación entre la desaprobación al desempeño de la Convención y la mayoritaria inclinación a rechazar.
Hipótesis sobre aquello hay muchas. Por ejemplo, que en ese periodo se originan hechos como que el pleno de la Convención aprueba la interrupción del embarazo sin acotar tiempos para aquello, o que la Comisión de Derechos Fundamentales rechaza la iniciativa popular que contaba con la mayor cantidad de votos, “Con mi plata no”.
No sabremos nunca con precisión cuánto incidió cada uno de los acontecimientos en el aumento del rechazo. Es más, posiblemente sea lo menos relevante para entender (y aprender) la crisis de legitimidad que afectó a la Convención, complicando las posteriores posibilidades de aprobar el texto. Como todas las crisis, aquélla que acaeció sobre un apruebo que pocos meses antes parecía imbatible no se explica por un error puntual, sino por la acumulación de errores como granos en una pila de arena que finalmente se desploma.
La reciente detención de Héctor Llaitul permite rememorar como parte del proceso de desplome la petición de liberación de los presos de la revuelta por parte de connotados convencionales al inicio del trabajo constituyente, o hechos más vistosos como el falso diagnóstico de Rojas Vade y un largo etc., que quedará para la historia de este proceso y del cual cada quién tendrá que rendir las cuentas que le correspondan.
Sin embargo, mirado en retrospectiva, posiblemente veremos que el grano de arena terminó de colapsar la supremacía del apruebo fue la repentina pérdida de afecto a un gobierno recién electo, cuyo presidente señaló, en su primer discurso oficial, haberse impuesto acompañar el proceso constituyente y “apoyar decididamente el trabajo de la Convención”, firmando un pacto tácito con el derrotero de la elección del próximo domingo.
Este vínculo indisoluble y recíproco, ha sido confirmado por las encuestas: el mismo mes en que la Convención y el apruebo evidenciaban su peor desempeño, la percepción sobre la conducción del gobierno también mostraba una caída alarmante.
Al gobierno le costó tiempo convencerse que el apruebo arrastraba una herencia negativa de la Convención y que, al mismo tiempo, su creciente desaprobación no sería soporte suficiente para el déficit arrastrado. “Todo es perfectible, pero vamos a llevar adelante ese proceso después del plebiscito” dijo el mandatario en una entrevista el pasado 25 de julio, negándose a siquiera imaginar la idea de un posible triunfo del rechazo.
Hasta que, más tarde que temprano, se convenció, y cinco días después de aquellas declaraciones, como quien llega tarde con la tarea, instó a los partidos oficialistas a llegar a un acuerdo de reformas previo al 4 de septiembre al tiempo que instaló la conversación sobre cómo proceder desde el 5/9 habiendo ganado el rechazo.
Si bien la carrera aún no está corrida, el rechazo pasó a ser un relato totalmente verosímil al interior de la coalición gobernante. No por nada, desde hace varias semanas el gobierno ha emprendido frenéticamente la doble tarea de jugársela sin ambages por su opción aprobista y la de esbozar un nuevo camino que permita amortiguar de mejor manera el golpe de una posible derrota. Un camino que evite un knockout equivalente al que sufrió Piñera tras el estallido social.
Es posible que la dilación en la toma de conciencia sobre la caída del apruebo, y la falta de audacia para haber movido el escenario con un cambio de gabinete profundo acoten las posibilidades de triunfo del apruebo. Sin embargo, aún es factible que algo pueda ganar el Presidente luego de una tremenda derrota política. De hecho, ya ha dejado entrever como posibilidad un nuevo e inesperado relato de gobierno 2.0: “la Constitución del Presidente Boric”.
Fuente: https://www.ex-ante.cl/el-gobierno-post-plebiscito-como-ganar-algo-habiendo-perdido-mucho-por-cristian-valdivieso/
El día después del plebiscito: Una segunda oportunidad para Boric.
por Pepe Auth/Ex ante.
Si pudiera existir reflexión sin culpa ni autocensura, el presidente preferiría una segunda oportunidad de volver a representar a la mayoría de Chile, liderando de punta a cabo un proceso constituyente que permita arribar a lo que el expresidente Lagos definió como “una constitución de consenso”, con apoyo político y social transversal que involucre a la nueva generación de líderes de a lo menos parte importante de la derecha, el centro y de la izquierda.
Permítanme un ejercicio distópico rebobinando la última campaña presidencial de Segunda Vuelta. Imaginemos a Gabriel Boric, que orientó su mirada al centro reencontrándose con las principales figuras de la Concertación, enfatizando gradualidad en los cambios propuestos y modificando radicalmente su disposición a hacerse cargo de la demanda de orden y seguridad pública, enarbolando en cambio la bandera de la plurinacionalidad, los sistemas de justicia diferenciados, el término del estado de emergencia por grave alteración del orden público, la eliminación del Senado y su reeemplazo por una cámara regional con menos atribuciones elegida junto a los alcaldes y la exigencia de consentimiento indígena en lugar de mera consulta cuando algo pudiera afectar sus derechos.
Y a su contendor de entonces, en lugar de defender en forma irrestricta el modelo chileno y la Constitución vigente, imaginémoslo ocupando el espacio central abandonado por Boric en esta distopia y asumiendo que Chile quiere una nueva Constitución que establezca un estado social y democrático de derechos.
Convendrán conmigo que la historia habría discurrido de otra manera si el comportamiento de ambos contendores presidenciales hubiera sido el de este ejercicio distópico. Pero con Kast clavado al piso en su rol de representación del mundo conservador y defensa del status quo y Boric forzando al límite la elasticidad de sus articulaciones para captar al electorado de centro, el resultado fue que este último superó al primero por 970 mil votos para convertirse en el actual Presidente de Chile.
La campaña del Plebiscito de salida se asemeja muchísimo a la distopia descrita y por eso tiene un resultado predecible. Como toda elección binaria, la del 4 de septiembre se ganará en el centro. Y la Convención y su propuesta están indiscutiblemente situados varios metros a la izquierda del Boric de segunda vuelta, mientras el rechazo a éstas ha logrado posicionarse varios metros hacia el centro respecto de lo que representaba Kast en la segunda vuelta, tanto por su transversalidad política como por haber conseguido identificar su opción como una segunda oportunidad de una nueva constitución.
Gabriel Boric es la persona que se convierte en Presidente de Chile habiendo obtenido menos apoyo propio a su programa y a su liderazgo en la historia contemporánea. El presentismo chileno hace que la última noticia nos haga olvidar las anteriores. Fue celebrado por convertirse en el presidente con más votos en la historia de Chile y hasta se habló de boricmanía, pero lo había preferido sólo 25,8% de los chilenos, si ganó la presidencia es porque 2,8 millones de personas votaron contra lo que representaba Kast luego de que Boric modificara de manera relevante su posicionamiento en la campaña de segunda vuelta.
El presidente tenía la preciosa oportunidad, a 6 meses de iniciado su mandato, de convertir ese apoyo frágil y provisorio de segunda vuelta en un respaldo sólido en el plebiscito de ratificación de la propuesta de nueva constitución. Pero la Convención dilapidó esa oportunidad actuando como si el país se hubiera quedado pegado en octubre de 2019, ignorando por completo su evolución posterior, con su crecida demanda de orden público, crecimiento y certezas respecto del futuro. Ello, a pesar del campanazo de alerta que representó la elección parlamentaria y presidencial, en la que Boric debió alejarse considerablemente de su zona de confort para ganarle a Kast.
Esta reflexión y sentimiento son inconfesables, pero si pudiera existir reflexión sin culpa ni autocensura, el presidente preferiría una segunda oportunidad de volver a representar a la mayoría de Chile, liderando de punta a cabo un proceso constituyente que permita arribar a lo que el expresidente Lagos definió como “una constitución de consenso”, con apoyo político y social transversal que involucre a la nueva generación de líderes de a lo menos parte importante de la derecha, el centro y de la izquierda.
Fuente: https://www.ex-ante.cl/el-dia-despues-del-plebiscito-una-segunda-oportunidad-para-boric-por-pepe-auth/
Descubre más desde Correo de los Trabajadores
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Be the first to comment