Porque la vieja y la nueva constitución son expresión del mismo modelo de dominación, este 4 de septiembre no votamos como una acción de rebeldía popular.
Una vez más nos llaman a votar, aunque esta vez con la particularidad que el voto es obligatorio bajo la amenaza de multa. Para quienes creemos en una transformación radical de esta sociedad, hasta el momento pareciera haber sólo dos opciones: aprobar con desilusión o anular. A simple vista se puede pensar que porque algo es obligatorio no podemos resistirnos a ello, pero estas dos son opciones que se encuentran dentro de los márgenes limitados de la institucionalidad, y olvidan que existe otra alternativa posible y legítima para el pueblo: no votar, como un acto legítimo de justicia y rebeldía ante un proceso que busca devolverle la estabilidad y confianza al sistema de dominación desde el 15 de noviembre de 2019 en adelante, y que busca acallar cualquier acto de protesta popular.
Como ConVocación, organización popular de profesionales y técnicos, consideramos que la dicotomía Apruebo/Rechazo es ficticia, pues esconde que ambas alternativas provienen de un proceso institucional que desde su origen ha buscado contener la rabia y ansias de cambio del pueblo, usando nuestra esperanza para reafirmar la capacidad de dominación de la clase a la que favorece el sistema capitalista chileno: la que reúne a empresarios y políticos que administran un Estado afín a sus intereses, modelo de explotación y opresión que se mantendrá tras el cambio constitucional.
Como organización, desde que toda la clase dominante firmó el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, venimos denunciando que este proceso es una maniobra de dicho grupo para contener la movilización y fuerza popular que se expresó en el Estallido Social. De esta manera, la nueva constitución se convirtió en la salida institucional que crearon los poderosos para volver a dar legitimidad a un sistema de dominación que se encontraba una vez más en crisis. En consecuencia, el voto obligatorio es una de las tantas estrategias que buscan enmascarar esta crisis del sistema político chileno, con el tramposo y falso discurso que el voto es la única forma de participación política a la que podemos acceder como pueblo.
También lo es el discurso que plantea que la legitimidad del proceso constituyente se fundamenta en el proceso de revuelta popular de 2019, pues se habría forjado en su interior. Pero eso no es cierto. La salida constitucional fue un riesgo calculado que la clase dominante decidió tomar, pues sabían que “procesar el conflicto” dentro de los márgenes de la institucionalidad era asegurar su cooptación, a través de un vaciamiento de contenido y sobre todo, a través de la exclusión de un pueblo que se posicionó como protagonista del proceso masivo de protestas e incipiente discusión política que vivimos en ese momento.
Por lo mismo, y a pesar de los títulos bonitos que la nueva constitución contiene, sobre un “Estado Garante de Derechos Sociales”, esta no busca transformar la estructura capitalista que organiza nuestra sociedad. Al contrario, tras grandes titulares como “el Derecho a la vivienda digna y adecuada”, “el Sistema Nacional de Salud Integrado” o el “Derecho a la Educación Pública”, encontramos párrafos donde se mantiene intacta e incluso se legitima la participación del sector privado empresarial en todas las necesidades básicas del pueblo. En ese sentido, se termina por consagrar a través de los “derechos sociales” el usufructo mezquino que hace todo el empresariado, que seguirá lucrando a partir de las problemáticas populares y excluyendo al pueblo de una vida digna. ¡Y es que la vía institucional hace transar lo intransable! La vida digna no es discutible, ni negociable con los poderosos.
Por todo lo anterior creemos que una nueva constitución no cambiará los elementos estructurales del sistema capitalista chileno, donde la acumulación de riqueza por parte de unos pocos seguirá siendo a costa de la explotación del pueblo. Es por eso que como ConVocación optamos por una alternativa revolucionaria que busca transformar la sociedad de forma radical, y que hoy se contrapone diametralmente a la táctica institucional. Nuestro camino es organizarnos como pueblo, pues todos los avances que históricamente hemos alcanzado como clase, se han conseguido a través de la lucha y movilización popular, que es nuestra única herramienta para generar transformaciones radicales y profundas.
Por lo mismo, en este momento político, llamamos a enfocar la frustración y la rabia por las injusticias que todos los días vemos y vivimos, y a utilizar todos nuestros recursos, en retomar la organización y movilización popular, para volver a levantar las demandas reales y profundas del pueblo por una vida digna.
Hoy, cuando los poderosos nos llaman y obligan a ir a votar una vez más, para legitimar este engaño constitucional, decidimos NO VOTAR como un acto legítimo y necesario de REBELDÍA POPULAR Y COLECTIVA.
Descubre más desde Correo de los Trabajadores
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
La nulidad habitual de los enfermos de infantilismo «revolucionario», que viven en un pasado mitico y no conocen nada del pueblo que pretenden representar. Por supuesto esta siembra la va a cosechar, quién? Como de costumbre los fascistas. Buena suerte a los minoritarios a quienes el pueblo habla en las calles…