Capitaloceno: ¿Hemos colapsado ya?

Escena final de la película "El club de la lucha", de David Finche (1999).

¿Estamos ante la tormenta perfecta o se trata de una borrasca más?

por Juan Teixeira (*)/Eulixe.

El agotamiento de los combustibles fósiles de los que tanto dependemos está provocando un espectacular aumento en el precio de la energía, generando una reacción en cadena que afecta a todos los sectores de la sociedad. La imposibilidad de mantener el ritmo de producción y suministro hace que todo el sistema se tambalee. A esto hay que sumar una escasez de materias primas básicas y minerales estratégicos que evidencia la incapacidad de las energías renovables para cubrir un consumo energético cada vez mayor, unido a un aumento continuo de la población mundial ¿Estamos ante la tormenta perfecta o se trata de una borrasca más?

Durante las últimas décadas un gran número de científicos y activistas han ido alertando de que el crecimiento económico infinito es algo inviable. Tampoco es que hiciera falta ser científico para darse cuenta, pero ellos lo han demostrado en las últimas décadas con datos de todo tipo, aunque estos hayan sido silenciados continuamente. Las razones para pensar que el capitalismo podría estar viendo el fin de sus días son múltiples y variadas, y además se enlazan y retroalimentan, así que intentaré resumir. 

Para empezar, cabe destacar que el «progreso» de las últimas décadas se produjo, entre otras cosas, gracias a fuentes de energía baratas que permitían la fabricación y transporte de modo económico, permitiendo que los estantes de nuestros supermercados estuvieran siempre repletos de todo tipo de mercancías procedentes de todo el planeta, a un precio razonable. Ahora que el petróleo, el gas o el carbón se acaban (no se acaban del todo, pero al menos sí la parte que podemos extraer fácilmente), se vuelve inviable seguir produciendo y transportando esas mercancías sin que el precio final se dispare. Y no solo son los combustibles fósiles los que se agotan (peak oil), sino que también lo hacen muchos otros recursos necesarios para la fabricación de bienes de todo tipo (peak everything). Además, a esta ecuación habría que sumar otro factor tan determinante como la tremenda sobrepoblación mundial. Es decir, cada día que pasa somos más personas habitando el planeta, con menos recursos a su alcance y un balance neto de energía disponible decreciente. 

La famosa curva de Hubbert, que no es una teoría especulativa sino un hecho contrastado, permite entender estos procesos: la termodinámica impone que la extracción de un recurso comienza a declinar a partir de cierto punto de modo relativamente irreversible. Este punto lo habríamos sobrepasado para el petróleo convencional de buena calidad antes de la crisis de 2008 (influyendo en ella de un modo indudable aunque aún por investigar) y estaría próximo para el gas natural. Lo que explicaría que todo vaya socioeconómicamente a peor – Emilio Santiago, antropólogo climático del CSIC

Por si esto fuera poco, esas mismas fuentes de energía otrora baratas tienen otro pequeño inconveniente: cargarse el planeta. La quema de combustibles fósiles es la razón principal del cambio climático que ya estamos viviendo, y que va a generar gravísimos problemas para gran parte de la población mundial. Los responsables de obtener y vender esos combustibles fósiles sabían ya en los años 80 lo que iba a pasar, pero eso es otra historia

A continuación, y para ilustrar esta feliz distopía, una pequeña selección de titulares de la prensa mundial de este pasado mes de octubre de 2021 (noticia completa pinchando en el enlace):

  • El desabastecimiento paraliza la economía de Estados Unidos en vísperas de la temporada de compras navideñas.
  • La crisis energética está provocando escasez de magnesio, materia prima esencial para las aleaciones de aluminio indispensables en la industria automotriz.
  • El sector alimentario alerta de una subida de precios: «Lo que viene es peor, nuestros márgenes son pequeños y los costes se disparan».
  • La construcción, en alerta: el 40% de las empresas ha cancelado o paralizado obras por el encarecimiento de los materiales.
  • La mitad de proyectos de paneles solares se cancelarán en 2022 por el alza de las materias primas.
  • Las estaciones de servicio de China racionan el diésel que se suma a la compresión de la cadena de suministro.
  • El uso de gas natural en las refinerías para fabricar el hidrógeno que necesitan para refinar ciertos petróleos encarece todavía más los combustibles.
  • Espectacular aumento del coste de transportar mercancías por barco. En 2019, enviar un contenedor de Shanghái a NY costaba 2.500$; ahora, unos 15.000$. 
  • Suiza prepara a su población y empresas para un colapso energético invernal.
  • La «masacre» energética sigue en Reino Unido: hasta 20 comercializadoras podrían ir a la quiebra en pocas semanas.
  • Locura de precios en el cobre: el descuento de los futuros alcanza los 1.000 dólares por tonelada.
  • La crisis energética hace tambalear las fábricas textiles de Portugal: una pieza clave para Inditex, Sociedad Textil Lonia y Bimba y Lola.
  • El mercado de propano de EE. UU. se dirige al ‘Armagedón’ este invierno debido al encarecimiento y escasez.
  • Las empresas de transporte de mercancías por ferrocarril de Reino Unido vuelven a las locomotoras diésel y dejan de utilizar trenes eléctricos debido al aumento de los precios de la energía.
  • Moldavia declara el estado de emergencia por la crisis del gas.
  • La crisis de suministro llega a bares y bodegas: hay uva, lo que no hay son botellas ni precintos de aluminio.
  • Austria: preparando el apagón eléctrico indefinido.

Como vemos, los pesimistas augurios que muchos científicos llevan pregonando en el desierto durante décadas son ya una realidad. No se trata de una posibilidad de un futuro próximo ni de teorías alarmistas. Son nuestro presente más directo. Otra cosa es que no queramos verlo o no sepamos interpretarlo, pero desde luego ya nos lo estamos comiendo con patatas. 

¿Bache o colapso?

Las posturas o explicaciones ante esta grave situación que vivimos y que ya no se puede esconder más son básicamente dos:

  1. Se trata de una crisis coyuntural agravada por la pandemia, que ha provocado una saturación de demanda que se irá aliviando con el paso del tiempo. Es decir, se trata de un bache temporal y el propio sistema se readaptará para volver a la normalidad. 
  2. Se trata de una crisis estructural, el comienzo del fin del capitalismo tal y como lo entendemos. 

Sin duda alguna, la primera de las opciones es la mayoritaria entre la población en la actualidad, al menos en occidente. Tras décadas de bonanza y lavado cerebral continuo, casi nadie quiere o puede pensar en que las cosas puedan cambiar.

Sin embargo, cada vez más voces optan por la segunda de las opciones, y especialmente aquellas informadas y con pensamiento crítico que basan su razonamiento en la observación de la realidad y los datos, y no en lo que los medios de comunicación o la comodidad les hagan pensar.

Para estos medios de comunicación, experimentados escultores del pensamiento mainstream, el colapso no es una opción. Casualmente, los propietarios de esos medios de comunicación que llevan décadas negando los límites físicos del sistema, son los mismos que obtienen ingentes beneficios jugando al crecimiento infinito. Y la solución que nos venden ahora es la misma que antes, pero viene con un bonito lacado verde. 

Si los gobiernos dicen la verdad, la consecuencia inmediata es que la Bolsa se derrumba. Porque si dices la verdad, estás diciendo que el crecimiento económico se ha acabado. Si dices la verdad reconoces que la cantidad de energía de la que vamos a disponer no va a aumentar, y por tanto la economía no puede crecer. Y si el PIB no puede crecer, quiere decir que no tienen sentido las inversiones que se están haciendo ahora mismo, que se acaba la sociedad de consumo … que se acaba la sociedad del crecimiento. Si reconoces la verdad, que hemos llegado a los límites de capacidad de los recursos naturales, reconoces que se acabó el capitalismo, tal y como lo entendemos ahora mismo. Esa es la razón por la que no se habla de esto. Y es también la razón por la que, en el Cambio Climático, durante tantas décadas que se sabe que es un problema muy grave y muy serio, realmente no se ha hecho nada. Porque reaccionar implicaba un poco lo mismo: reducir nuestro consumo de combustibles. Y al final acaba siendo el mismo efecto: es decir, atentaba contra las bases del capitalismo – Antonio Turiel, doctor en Física Teórica, experto en oceanografía e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

Tecnoptimistas VS Colapsopesimistas

Así, si nos centramos en analizar el presente se podría decir que existen dos visiones contrapuestas sobre la complicada realidad que vivimos: los que opinan que no es más que un bache y los que creen que es el final de la carretera. Pero si miramos hacia el futuro próximo y las posibles soluciones a los retos a los que nos enfrentamos, también tenemos dos posiciones antagónicas. Por un lado estarían los que opinan que la tecnología encontrará el modo de generar nuevas fuentes de energía baratas y no contaminantes, y aquellos que afirman que esta solución tecnológica no llegará a tiempo o no es viable, y por lo tanto la única forma de sobrevivir es buscar soluciones alternativas al actual modelo económico y social. 

Para el primer grupo, los tecnoptimistas, el vaso siempre está medio lleno. Sí, hay problemas, pero el ser humano es capaz de gestionarlos y todo irá bien. El capitalismo ya ha localizado el obstáculo y gracias a su capacidad de adaptación logrará esquivarlo. Ya lo estamos viendo: hoy en día todas las grandes multinacionales son verdes y expresan continuamente sus tremendas ganas de luchar contra el cambio climático ¿Qué puede salir mal?

El crecimiento económico disociado del consumo de materias primas y minerales carece de base empírica; es prácticamente imposible que los niveles de eficiencia y automatización previstos puedan materializar esas expectativas si no se acompaña de un cambio radical de organización social – Antonio Aretxabala, geólogo e investigador en la Universidad de Zaragoza.

Sin embargo, los mismos científicos agoreros que acertaron de pleno sobre la actual crisis climática lo tienen claro: este nuevo «capitalismo verde» que nos meten en vena día tras día tampoco es viable. Y no lo es solo porque se están acabando los combustibles fósiles, sino que también lo hacen otros minerales estratégicos clave para poder desarrollar estas tecnologías «verdes». Coltán, tierras raras, litio, níquel.. la lista de minerales estratégicos necesarios para esta transición hacia un capitalismo verde es amplia, y la mayor pate de ellos tienen algo en común: son escasos en la naturaleza y su extracción está localizada en muy pocos países. 

Materiales usados en cada producto tecnológico y su riesgo de entrar en rotura de suministro. Las tierras raras ligeras y pesadas están en «riesgo muy alto». Informe ‘Materias primas críticas para tecnologías y sectores estratégicos en la UE’ de la Comisión Europea.

 

Si bien el sol y el viento son efectivamente renovables hasta el infinito, los materiales necesarios para convertir estos recursos en electricidad –minerales como el cobalto, el cobre, el litio, el níquel y los elementos de tierras raras, o ETR– son todo menos renovables. Algunos de ellos, de hecho, son mucho más raros que el petróleo, lo que nos hace pensar que los conflictos mundiales en torno a recursos vitales bien podrían no desaparecer en la era de las energías renovables – Michael T. Klare , profesor del Hampshire Colledge (Massachusetts).

A día de hoy, tan solo el 7% de la producción mundial de electricidad procede de la energía eólica y solar, y menos del 1% de todos los vehículos que circulan son eléctricos, lo que permite que la producción de estos minerales estratégicos sea más o menos suficiente para satisfacer toda la demanda mundial. Pero, ¿qué pasará cuando estas cifras crezcan? efectivamente, estos minerales que hoy extraemos con alegría dejarán de ser suficientes para toda la demanda, algo que ya estamos empezando a ver

En lo que llevamos de siglo XXI hemos consumido tanto cobre como el toda la historia de la humanidad. La crisis de los microchips es solo un síntoma, la punta del iceberg. Si seguimos a este ritmo, toda la transición ecológica y digital está en riesgo – Alicia Valero, profesora de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Zaragoza y directora del grupo de Ecología Industrial del Instituto CIRCE (Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos)

Pero no se trata tan solo de la energía o los productos tecnológicos que podamos consumir. La actual crisis que estamos estrenando acabará probablemente afectando a todos los sectores, incluido uno tan imprescindible como la alimentación. Y es que la inmensa mayoría de los alimentos que consumimos son producidos a base de petróleo. La agricultura y ganadería industriales dependen sobremanera de del uso de maquinaria de todo tipo alimentada a gasoil, así como también de fertilizantes químicos que aportan los nutrientes y minerales imprescindibles tanto para los cultivos de consumo humano como para los industriales o los dedicados a la producción de piensos para ganadería. Y su precio no para de aumentar en los últimos meses. 

Colapsar para sobrevivir

Los retos a los que nos enfrentamos como especie son tremendos y totalmente inéditos. Nunca antes la sostenibilidad de todo el planeta se había puesto en entredicho por la acción directa de una especie, lo cual dice mucho del camino que hemos seguido para llegar hasta aquí. 

Sin duda el capitalismo ha hecho mucho por nosotros. Nos ha servido para multiplicarnos exponencialmente, para conquistar cada esquina del globo y vivir (algunos) con una serie de comodidades y posibilidades impensables tiempo atrás. Pero también nos ha llevado a niveles de desigualdad, explotación y sufrimiento inimaginables. Dependiendo de donde y cuando le haya tocado nacer a una persona, le habrá mostrado una de su dos brutales caras. Pero independientemente de esta dualidad tan propia del ser humano, lo que está claro es que también nos ha llevado a lo que parece un callejón sin salida

Y aquí es donde entra el colapso, un término endemoniado que nos lleva automáticamente a pensar en caos y destrucción. El armagedón capitalista se vende como la entrada misma al infierno. Y sin embargo podría ser todo lo contrario. Ya hemos transitado este camino, y los resultados son catastróficos en muchos aspectos. Por eso la destrucción de ese sistema no debe ser visto como algo negativo, sino como la posibilidad de construir algo mejor.

Todo indica a que sí, que el colapso ya ha comenzado. No sabemos muy bien lo que significa ni a dónde nos llevará, pero desde luego parece evidente que es imposible volver a funcionar del mismo modo que hemos hecho hasta ahora. 

Ahora bien, el colapso tampoco se activa mediante un botón rojo y ya, sino que será probablemente un proceso largo y enrevesado en el que incidirán múltiples factores sociales y políticos que hacen que sea tremendamente complejo imaginarse el camino que seguirá. Sin embargo, las rutas principales que debemos elegir sin demorarnos más parece que se reducen a dos:

  1. Los que están actualmente en la cima de la pirámide social hacen todo lo que esté en su mano para continuar manteniendo su privilegiada posición, y lo consiguen gracias a los poderosos medios de que disponen (ejércitos, medios de comunicación, políticos, etc). Ecofascismo, dictaduras de diversa índole… las posibilidades son variadas y tenebrosas, y todas conducen a una extinción masiva. 
  2. La base de la pirámide se rebela y logra cooperar a nivel global para reducir las emisiones, el cambio climático y las desigualdades sociales. 

Parece obvio pensar que la segunda de las opciones es más apropiada. Y sin embargo una gran parte de la población continúa aferrándose a la primera, haciendo suyo eso de que más vale malo conocido que bueno por conocer.

Personalmente, decir que veo más probable la primera opción. Y eso que llevo esperando el colapso del sistema capitalista desde que tengo uso de razón, no porque el mal habite en mí y desee caos, muerte y destrucción. Al contrario. Creo que el caos, la muerte y la destrucción la ha traído el capitalismo a muchos lugares del planeta, convenientemente ocultos a los acomodados ojos occidentales que se aprovechan (consciente o inconscientemente) de ese sufrimiento. E incluso al planeta mismo, que ya no aguanta más la presión que ejercemos sobre él y está a punto de de hacerlo implosionar. Por eso no deberíamos asustarnos ante el colapso del actual sistema económico y social. Ya lo hemos probado, y es evidente que no es sostenible, ni justo, ni lleva a buen puerto. Lo suyo sería transitar nuevos caminos, dejar de un lado el PIB como líder espiritual y faro de nuestros designios y volver a poner los pies en la Tierra. Decrecer económicamente para crecer humanamente. ¿Estamos a tiempo? ¿Tenemos voluntad y fuerza para hacerlo? Veremos…

 
 
(*) Juan Teixeira: Cofundador de Eulixe. Licenciado en Publicidad y RRPP (Universidad de Vigo), Máster en Fotografía y Diseño (Elisava – Barcelona) y Máster en Periodismo Multimedia (El Correo – UPV). Apasionado por conocer el mundo que le rodea, ha viajado por mas de 40 países cámara en mano. Para él la fotografía es una forma de relacionarse y explorar el mundo de un modo muy personal, como un espectador que intenta comprender lo que sucede a su alrededor, centrándose en las personas y sus relaciones con otras personas, con la sociedad, la naturaleza y el tiempo y lugar que a cada una de ellas le toca vivir.

Fuente: https://www.eulixe.com/articulo/reportajes/hemos-colapsado-ya/20211022092302024476.html


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