América Latina, involución conservadora: los jovenes más a la derecha que sus padres.

Millennials latinoamericanos: más reformistas que revolucionarios.

por Lun Lee/Interferencia.

La irrupción de los millennials en la política provocó una renovación de rostros, perspectivas y soluciones para enfrentar los desafíos que plantea el nuevo ciclo. No obstante, más allá de la premisa antisistema, valoran las virtudes de las políticas de mercado y prefieren cambios estructurales de forma pausada, sin alterar las oportunidades económicas, educación, las libertades individuales y la inclusión social. 

Los millennials, son aquella generación nacida entre los años 1981 y 1996. Actualmente, representan el 23% de la población latinoamericana, cifra que se traduce en unas 155 millones de personas que oscilan entre los 26 y 41 años.

Esta nueva generación, ha escalado rápidamente posiciones de poder dentro del panorama político y económico de América Latina, alcanzando incluso puestos tan importantes como la presidencia de una república. Es el caso de Nayib Bukele (41) en El Salvador y Gabriel Boric (36) en Chile, quien además cuenta dentro de su gabinete ministerial con siete ministros y ministras millennials. 

Los millennials, crecieron con la promesa de las elites que aseguraban avanzar hacia una sociedad más justa, democrática e igualitaria, pero que frente a los escándalos de corrupción, la desigualdad, el desempleo y los problemas económicos, acabaron por aumentar el malestar social.

Dentro de la región latinoamericana, los millennials se caracterizan por ser un grupo que, a diferencia de sus generaciones predecesoras, tuvo un mayor acceso a la educación, vivió -y sigue viviendo- un apogeo tecnológico sin precedentes, creció al alero de gobiernos democráticos y conoció las virtudes del desarrollo económico.  

Sin embargo, esta misma generación también ha sido crítica del manejo político de sus representantes. Los millennials, crecieron con la promesa de las elites que aseguraban avanzar hacia una sociedad más justa, democrática e igualitaria, pero que frente a los escándalos de corrupción, la desigualdad, el desempleo y los problemas económicos, acabaron por aumentar el malestar social.

Sensaciones que acabaron por expresarse en protestas masivas en distintos países del continente como Chile, Colombia, Bolivia y Ecuador durante el 2019 y, posteriormente, también en países como Panamá y México. 

Este es el contexto que plantea Andrea Moncada en un artículo de Americas Quarterly -medio perteneciente al Council of the Americas-, donde sostiene que los millennials son una generación que expresa mayores niveles de ambivalencia que sus predecesores, frente a conceptos como democracia y capitalismo. 

Si bien existen variaciones entre países, dentro de un plano general el 32% de los millennials latinoamericanos estima que “no hay diferencia” entre un régimen democrático y uno autoritario, señala una encuesta realizada por Latinobarómetro en 2020 aplicada en toda la región. Esto, en contraposición al 29% de la población entre 41 y 60 años y el 23% en personas de 61 años o más. 

Lo anterior no implica un abandono de los ideales democráticos, pues un ajustado 52% continúa prefiriendo la democracia antes que el autoritarismo bajo cualquier circunstancia.  

Protestas, manifestaciones, escándalos de corrupción, el descontento con una clase política deslegitimada para dar soluciones y la propia aversión hacia la política, son algunos elementos en común que movilizaron a distintos jóvenes políticos que sintieron que debían encontrar en su propia generación las soluciones a los problemas que sufrían.

En el plano económico, un 63% apoya las políticas de mercado y en Chile, el 55% de los millennials está a favor de estas políticas. 

Reformistas, no revolucionarios

Protestas, manifestaciones, escándalos de corrupción, el descontento con una clase política deslegitimada para dar soluciones y la propia aversión hacia la política, son algunos elementos en común que movilizaron a distintos jóvenes políticos que sintieron que debían encontrar en su propia generación las soluciones a los problemas que sufrían.

No obstante, Americas Quarterly indica que esa molestia frente al status-quo no se traduce en un cambio estructural sistémico de lo político y lo económico, sino más bien, en una renovación. 

Dicha renovación, o transformación, no es planteada bajo aspectos revolucionarios ni ideológicos, pues es probable que los millennials perciban las oportunidades económicas, el acceso a una educación de calidad, las libertades individuales y la inclusión social como una suerte de ‘derechos naturales’. 

Esta ‘mejora del sistema’ vendría de la mano con mayor representatividad y disminuir la desconexión entre la política y el pueblo, para disminuir la brecha de desconfianza entre ciudadanía y representantes. Sin embargo, este cambio también pasa por el reemplazo de la vieja política y con nuevas generaciones que no se sienten representadas por la política partidista. 

Pese a ser inquietudes concretas, simples y poco controvertidas, las élites políticas de América Latina -en su mayoría- no han mostrado mucha voluntad de cambio respecto al status-quo. 

Dicha renovación, o transformación, no es planteada bajo aspectos revolucionarios ni ideológicos, pues es probable que los millennials perciban las oportunidades económicas, el acceso a una educación de calidad, las libertades individuales y la inclusión social como una suerte de ‘derechos naturales’. 

La herencia de un problema sistemático

Si bien existe una cuota de progreso en cuanto a derechos políticos y socioeconómicos en causas como representación de los pueblos originarios, igualdad de género y feminismo, derecho al aborto y el reconocimiento de las disidencias sexuales, la sensación de que nada cambia parece persistir. 

Americas Quarterly, sostiene que una de las explicaciones radica en que la democratización post-dictaduras fue un proceso controlado por las élites y desde arriba hacia abajo. A modo de ejemplo, en Brasil y Perú, las juntas militares dejaron el poder bajo sus propios términos para mantener un grado de influencia y mantener el status quo. En el caso de Chile, también significó el retorno de figuras políticas que ya habían sido parte de la política chilena antes del golpe. 

Otro aspecto es que las economías en América Latina están construidas para afianzar la desigualdad y que sí bien en la década del 2000 hubo un aumento en la extracción de recursos para transformarlos en una fuente principal de riqueza, las industrias no invierten en su fuerza de trabajo, pues no necesitan un uso intensivo de la mano de obra. 

Frente a ello, los gobiernos progresistas se enfocaron en políticas de bienestar de impacto limitado con transferencias monetarias a poblaciones específicas, pues las políticas más radicales como reformas fiscales, educacionales o de mercado, iban contra las élites o eran resistidas por la propia población. 

Lo anterior, se amplifica con un sistema burocrático partidista que afecta en distinta medida a los millennials de distintos países, pero que entre ellos se desprenden elementos en común. 

Por ejemplo, la dificultad para formar partidos políticos supone una barrera para los jóvenes que -sin experiencia ni recursos- desean involucrarse más en la política, pues rehuyen de postularse a cargos públicos bajo el alero de los partidos tradicionales que carecen de legitimidad y consideran impopulares. 

Con todo, los millennials heredaron una estructura política y económica que no les acomoda, pero para cambiarla parece preferir el camino de las reformas y no el de los cambios revolucionarios. 

Sin embargo, más allá de sortear con éxito las trabas burocráticas para alcanzar algún puesto público, su posición antisistema es difícil de mantener conforme avanza el tiempo, ya que al entrar dentro del ecosistema político-partidista comienzan a forjarse alianzas electorales que terminan por tensionar las propias posiciones con las que los millennials entraron a la política.

Esto acaba provocando el aislamiento o bien, el ingreso a las mismas lógicas de las que antes se rehuía. Esto produce que el resto de población, que ya veía deslegitimada la política, incluye a estas nuevas figuras que venían a cambiar el sistema dentro del mismo panorama político del que se quejaban. 

Con todo, los millennials heredaron una estructura política y económica que no les acomoda, pero para cambiarla parecen preferir el camino de las reformas y no el de los cambios revolucionarios.

14/11/2022.

Fuente: https://interferencia.cl/articulos/millennials-latinoamericanos-mas-reformistas-que-revolucionarios
 

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