Se disparan los intentos de suicidio de menores en España.
Esta asociación ha constatado en el documento Estudio sobre Conducta Suicida y Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia en España (2012-2022) según su propio testimonio que los casos atendidos en ANAR por ideación suicida se han multiplicado por 23,7 y los intentos de suicidios por 25,9 en la última década. Según esta organización, han ayudado a 9.637 menores de edad que expresaron conductas suicidas, ya fuera ideación o intento de suicidio. “De estos, 3.097 se pusieron en contacto con nosotros cuando ya habían iniciado el intento de suicidio. El 63,8% de estos casos atendidos se ha concentrado en los últimos tres años, coincidiendo con la pandemia por coronavirus”, explican.
Esto hace entender que aunque las autoridades pusieron la alarma en los efectos del covid en la salud mental de los más jóvenes, no se está resolviendo convenientemente. Solo en esta organización se han recibido casi 600.000 peticiones de ayuda, ya sea a través de su teléfono o del chat. Solo este año, la fundación atendió a 748 menores de edad que en el momento de la llamada estaban intentando terminar con su vida. A estas cifras hay que sumar otros tantos casos atendidos desde otras organizaciones, como la línea 024 de ayuda a personas con pensamientos, ideaciones o riesgo de conducta suicida del Ministerio de Sanidad o el teléfono de emergencias 112.
ANAR también destaca el retrato que han sacado de todas estas intervenciones: mujer adolescente, de entre 13 y 17 años (media de 15), de familia migrante, que cuando se puso en contacto con ANAR ya había iniciado el intento de suicidio y que presenta bajo rendimiento escolar. Sufre problemas de salud mental, principalmente autolesiones, tiene antecedentes de fuga y ha sido víctima de agresión sexual. Además, tener menos de diez años, padecer alguna discapacidad, provenir de familias migrantes o formar parte del colectivo LGTBIQ aumenta el riesgo de intento o ideación suicida, indica el informe.
Sin tratamiento y sin presupuesto
La implicación de las tecnologías en los intentos de suicidio ha aumentado 19 puntos en solo tres años (del 33,5% al 51,5%). Lo que se considera otra consecuencia de la pandemia y del confinamiento, ha creado que aumenten los delitos contra las menores y sus consecuencias. Una encuesta de Save The Children de 2019 señala que más de las tres cuartas partes de los encuestados han sufrido violencia online durante su infancia. El 47%, incluso más de un tipo. Esto hace que la tecnología sea un canal para la agresión (sextorsión, grooming, ciberacoso…), pero también otro de búsqueda sobre métodos de cómo llevar a cabo el suicidio. Desde ANAR explican que también puede ser una herramienta de ayuda, ya que en redes como TikTok o Instagram los jóvenes también tienen espacio para hacer comunidad, sentirse escuchados e incluso pedir ayuda por sus ideas suicidas.
Este grito de auxilio es escuchado por personas cercanas que también llaman o escriben a los canales de ANAR. De hecho el 6,1% de las interacciones fueron de menores de edad preocupados por el estado de un amigo o amiga. Por contra, parece que el sistema no hace mucho a la hora de responder a ese aviso ya que, en los últimos tres años, sólo el 44% de los niños/as o adolescentes con conducta suicida ha recibido tratamiento psicológico. Una falta de presupuesto y de estructura dentro del sistema de salud que hace inabarcable la demanda. Y que empeora a golpes la situación general de los jóvenes. Según la confederación Salud Mental España, apenas se destina el 5,16% de todo el gasto sanitario público a los servicios de salud mental. Una cifra muy por debajo de países como Reino Unido, Alemania o Suecia.
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