Chile resistencia: Entrevista a Zabrina Pérez, sobreviviente de campo de exterminio.

“El pueblo chileno estaba dispuesto a defender el gobierno popular”.

por Osciel Moya/DiarioUchile.

La periodista entregó su testimonio de la lucha del movimiento estudiantil comprometido con el gobierno de la UP, del golpe de Estado y de las detenciones, torturas y violaciones en los centros de exterminio de Villa Grimaldi y Cuatro Álamos.

Eran las 3 de la tarde del 12 de septiembre de 1973 cuando Mariluz Zabrina Pérez Allende, con solo 16 años, se convirtió en la prisionera número 1 del Estadio Chile, hoy Víctor Jara.

Zabrina, es periodista, magíster en Comunicación Social y magíster en Psicología Comunitaria, integrante de la agrupación Mujeres Sobrevivientes Siempre Resistentes y Gestora de Baldosas por la Memoria. Su historia seguramente identificará a miles de hombres, mujeres y jóvenes que abrazaron un proyecto que consideraban emancipador y que desembocó en una de las grandes tragedias de la historia de Chile.

De la alegría y compromiso con las transformaciones que encarnaba el gobierno del Presidente Salvador Allende, pasó a la incredulidad, a la detención, los golpes, las torturas, los simulacros de fusilamientos, los intensos interrogatorios en la parrilla eléctrica, las violaciones en distintos centros de detención y exterminio como Villa Grimaldi o Cuatro y Tres Álamos.

Fue parte de esos cientos de alumnos que la mañana del 11 de septiembre llegaron al Liceo 8 de hombres Arturo Alessandri Palma. De los que con el pecho apretado y los ojos nublados escucharon el discurso de despedida del «compañero Presidente» y desde los techos vieron los Hawker Hunter lanzar las bombas sobre La Moneda. Una mañana que de pronto se nubló y dejó caer una intensa lluvia que atenuaba los estampidos de bombas y metralletas que terminaron con el «gobierno popular».

A 50 años del golpe, Zabrina (66) sigue más firme que nunca en sus convicciones para cambiar la estructura de un país que considera injusto. No se ve a sí misma como una víctima de la dictadura, sino una luchadora de la resistencia que estaba dispuesta a morir por un Chile más justo.

Compromiso político

Tenía 13 años cuando se acercó a la política, convencida que el camino era «el socialismo y la dictadura del proletariado», en un país donde era difícil no pertenecer a los 3/3 del espectro político.

Hija de Luis Pérez Serce, dirigente del Partido Socialista, la estudiante inició sus primeros pasos políticos en una asamblea de estudiantes de izquierda en el Liceo Nº 5 de Niñas, ubicado en Portugal con Marcoleta, donde hoy se encuentra la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile. Ahí fue invitada a participar de un núcleo llamado Camilo Torres, sin tener idea de qué se trataba. Su primera tarea fue formar otro núcleo que se llamó Nadezhda Krúpskaya, con más de 50 alumnas.

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Zabrina Pérez a los 16 años.

Así comenzó su ingreso al movimiento secundario que por esos años tenía un rol importante en los cambios que el gobierno de la Unidad Popular impulsaba con el Presidente Salvador Allende. Zabrina fue la primera presidenta de izquierda del Centro de Alumnas del Liceo Nº 5.

Al frente de la organización estudiantil, una de sus primeras reivindicaciones fue impulsar la creación de la Escuela Nacional Unificada (ENU), que era parte del programa de gobierno de Allende de transformación integral de la educación chilena.

Además de recibir formación política, Zabrina también fue capacitada en primeros auxilios que fueron herramientas para enfrentar los convulsos días de la UP.

En 1972, con el paro de los camioneros financiado por la CIA, el movimiento estudiantil secundario tuvo un rol importante para tratar de romper con el desabastecimiento. «Estuvimos participando activamente en el paro, abriendo los negocios del sector porque ahí acaparaban alimentos. Abríamos los supermercados junto a una coordinadora de estudiantes del sector que habíamos constituido, donde estaba el que hoy día es el Carmela Carvajal, el Liceo 8 de hombres Arturo Alessandri Palma, el Comercial 3, el Liceo 10 y el Liceo 5 y la central nuestra era el Liceo 8, porque se había logrado el primer presidente del centro de alumnos del FER (Frente de estudiantes del MIR) que era Hernán Rojas, y nos coordinamos con el cordón industrial Vicuña Mackenna», expresó Zabrina.

Uno de los hechos importantes de esos momentos, fue el intento de la ultraderecha por tomar el Liceo Nº 5, encabezadas por Patria y Libertad y Comando Rolando Matus, que funcionaban muy cerca, en Irene Morales con Alameda.

«Nosotras como mujeres no estábamos muy preparadas para enfrentarlos, a lo más teníamos un par de hondas, no más que eso. Se nos ocurrió ir a hablar con los trabajadores que estaban construyendo la torre grande (en Portugal) y les dije si nos podía ayudar porque venía la ultraderecha a hacer la retoma y no sabíamos cómo defendernos. El encargado de la obra me dijo que no podían dejar el trabajo, pero cualquier emergencia, que tocáramos la campana y ellos nos ayudaban», señaló.

«Teníamos gente en los techos vigilando y de repente comienzan a entrar por la sala de música, que estaba en Marcoleta con Portugal. Empezamos a tocar la campana y aparecieron unos 100 trabajadores con sus herramientas de trabajo porque el Liceo 5 tenía una entrada hacia la construcción. Y aparecieron con sus martillos, picotas y otras herramientas en alto. Era increíble, nosotros al medio mirando todo, y los tipos vieron eso y se arrancaron. Esa imagen fue maravillosa que nos va a perseguir por el resto de nuestras vidas, no lo podíamos creer», señala la periodista, que relata que fue un período de muchas peleas callejeras contra los estudiantes de derecha y con los de la DC. «A esa altura, ya éramos buenas para el bastón largo, el linchaco», dijo.

El 11 de septiembre

A las 8 de mañana del 11 de septiembre de 1973, mientras los estudiantes de derecha convocan a un paro, el centro de alumnas del Liceo llama a una asamblea abierta con todos los establecimientos del sector. El encuentro sería en la sede del PS de calle Marín, de la llamada Séptima Comuna. Mientras se realiza la asamblea, aparece la secretaria de la seccional, Silvia Calderón, pidió que abandonaran el lugar porque había un golpe de Estado.

«Nosotros pensábamos que estaba loca, nadie sabía nada. Además, con la fuerza que sentíamos que teníamos, porque además hacía muy poco que habíamos logrado una manifestación de más de 1 millón de personas para el 4 de septiembre, que fue una de las más grandes que hubo en Chile (.) por eso pensábamos que estaba loca. Después nos fuimos al Liceo 8 que estaba en toma y estaban llegando los alumnos de los distintos colegios. Ahí empezamos a escuchar por los parlantes de todo el establecimiento el discurso de Allende y estuvimos en los techos viendo cómo bombardearon La Moneda», señaló Zabrina.

A partir de ese momento, se distribuyeron. Muchos se fueron a sus casas con temor. «Comenzamos a ver a los militares en las calles, el bombardeo, el discurso de despedida de Allende y algunos nos distribuimos en el cordón Vicuña Mackenna y a mí me tocó ir al taller Recuachajes Charle, con dos compañeras más, y los otros alumnos se fueron a las distintas fábricas que estaban dentro del cordón Vicuña Mackenna», expresó.

La idea era que, con sus conocimientos en primeros auxilios, asistir a los heridos. «Fui a mi casa de pasada, a buscar el maletín de primeros auxilios completamente equipado que nos dieron después que hicimos la práctica en los campamentos Nueva La Habana y en la Posta Central y estábamos preparadas para extracción de balas, quemaduras y otros», relató.

«No dimensionamos lo que estaba pasando, para nada pensábamos que iban a controlar el país. La gente, los cordones industriales, Cerrillos, Vicuña Mackenna, nunca lo pensamos», dijo Zabrina.

Al llegar a su casa, su madre, Marina Allende, le dice que su papá, funcionario del MOP se quedaría defendiendo el gobierno de Allende hasta el final y me dice : «No se si su papá está vivo o muerto. Le dije que se quedara en la casa con mi hermano, un año mayor que yo, y mi hermana chica. Mi madre, devota de la virgen Santa Gema Galgani me pone en el sostén, la imagen de la virgen y me voy al cordón».

Una vez que llegó al taller, los trabajadores se estaban organizando para trasladarse a Luchetti, pero antes tenía que almorzar porque el panorama era incierto y no sabían cuándo podrían volver a comer. El menú: garbanzos.

El problema era trasladarse al lugar porque a las tres de la tarde, las micros andaban llenas, todo el mundo corría a sus casas y la única alternativa era una camioneta de un cliente que estaba en la vulcanización, relató.

Zabrina, que sabía conducir desde los 13 años, tomó el vehículo y llegó a los trabajadores hasta la industria Luchetti. Por el camino, subían más y más trabajadores y «la camioneta iba parada».

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«Los dirigentes nos recibieron bien porque llegaban refuerzos y como me vieron con cara de niña junto a mis compañeras nos preguntaron qué hacíamos ahí. Les comentamos que éramos de primeros auxilios y nos pidieron que nos hiciéramos cargo del policlínico. Primero nos mandaron al casino a comer y dijimos que ya habíamos comido, pero nos dijeron que había que comer y qué nos dieron: garbanzos. Creo que en todo el cordón había distribuido garbanzos», dijo entre risas.

Como a las 3 de la tarde, llegaron camiones de militares y carabineros a desalojar el lugar. «Tuvimos que salir, saltamos por las murallas de atrás y yo con mi bolsito, mientras nos preguntamos a dónde nos vamos ahora», comentó.

«Empezó a llover, en la mañana había mucho sol, después se empezó a nublar y llovía y llovía. Llegamos a Muebles Easton Chile, que era una empresa intervenida por el Gobierno (.) era una fábrica construida de pura madera que hoy me llama la atención, en su momento no. Primero no nos dejaban entrar porque no pertenecíamos a la empresa, pero después con la autorización del interventor de la empresa de apellido Cifuentes nos quedamos. El 90 por ciento de los trabajadores decidió quedarse a defender la fábrica», señaló Zabrina.

Pasó toda la noche en esa industria, sin dormir por el ruido de balazos, helicópteros y «las balas atravesaban los muros que eran de tablas y cada vez que había ráfagas, nos tirábamos al suelo y así estuvimos toda la noche. Nadie durmió por supuesto», señaló.

Zabrina expresó que, en este clima de tensión, ningún trabajador estaba en condiciones de resistir una arremetida militar, ni siquiera tenía instrucción sobre el uso de armas y por eso se improvisó un taller para preparar a la gente para resistir.

Con el pasar de las horas, les dieron «la instrucción de dejar la fábrica a las 7 de la mañana para trasladarnos a la empresa Sumar que era el único lugar que había para defender la fábrica, pero antes debíamos destruir el policlínico que estaba a la entrada principal de la industria, porque había papeles importantes», relató.

Como a las 5 de la madrugada les dieron de comer nuevamente garbanzos y cuando estaba en eso, comenzó la represión con armas de guerra.

«Llegaron los pacos de la escuela de Suboficiales de Carabineros de Pedro de Valdivia con Rodrigo de Araya, comenzaron a sacar a la agente y ahí mismo comenzaron las torturas. Había una señora que se quedó y estaba embarazada con 8 meses y me autorizaron a atenderla. Fui al policlínico a buscar una inyección y ahí me di cuenta que no se había quemado y estaban los papeles con la que los compañeros daban las instrucciones», expresó.

«Nos subieron a las micros y me pusieron al lado de Cifuentes a quien se le comenzaron a caer las lágrimas y dijo ´durante toda mi vida luché por el socialismo y hoy día los criminales nos están destruyendo todo´. Ahí comencé a tomar conciencia que la cosa estaba crítica, crítica, con el bombardeo, estando en la industria todavía no lograba dimensionar todo, no me cabía en la cabeza», señaló la periodista.

En la escuela de Suboficiales de Carabineros, que fue uno de los primeros centros de reclusión y tortura después del golpe de Estado, llegaban todos los detenidos de las industrias, comentó.

En ese lugar, la joven fue sometida a interrogatorio. «Uno de los tipos me mete la mano en las pechugas y encuentra un papel donde estaba la virgen que me había puesto mi mamá. Ese tipo se paró o se paralizó y empezó a gritar que es católica. Ese momento me ayudó, no soy católica, soy súper atea, pero en ese minuto, gracias a mi mamá, me sirvió», relató.

En medio de gritos y amenazas de carabineros, dieron la orden de desalojar antes de las 15 horas, de lo contrario serían fusilados. Luego los subieron a las micros para ser trasladados a otro lugar que desconocían en ese momento. En el trayecto, el vehículo se detuvo en el sector del Parque O´higgins donde los prisioneros fueron bajados y formados para ser fusilados. Fue el primer simulacro que vivió, que terminó por derrumbar a muchos de los trabajadores detenidos.

De vuelta a la micro, con las manos en la nuca, parados en las ventanas, mirando hacia afuera. Muchos lloraban, se desmayaban o no controlaban esfínter en medio de los gritos, burlas y golpes de los carabineros. «Todos estaban fuera de sí, como drogados», señala al recordar la actitud de los «pacos».

«Como era la más chica y como en mi infancia fue de mucho amor de familia, sentía que tenía mucha más fuerza para resistir y enfrentar situaciones conflictivas. Entonces me puse a cantar, porque sentía que con eso le podía dar aliento al resto. Y cantaba, cantaba y cantaba. Y me pegaban, me pegaban y me pegaban y yo seguía cantando y seguía cantando. Hasta que llegamos al estadio y me bajaron», expresó.

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Partidarios del gobierno detenidos después del golpe de Estado, varios de ellos funcionarios del MOP.

Estadio Chile

«Cuando entré, no había nadie, nadie. Había un registro en la entrada, me sacaron las cosas que andaba trayendo, un anillito, un collarcito, y cuando veo ese libro, era la número 1, no había sido registrado nadie antes. Eran las 3 de la tarde del 12 de septiembre del 73», expresó.

La prisionera número 1 fue instalada en la parte norte del Estadio, cerca del pasillo, y en la parte más alta se encontraban los militares, muchos boinas negras, con armamento de guerra, fusiles, ametralladoras punto 30. A los pocos minutos, el recinto deportivo estaba lleno de prisioneros políticos que llegaron a ser más de 5 mil.

Además de ver ingresar a cientos de prisioneros, entre ellos a Víctor Jara y todos los académicos y estudiantes de la UTE, Zabrina también sufrió y sintió «la muerte, la tortura, sintiendo los gritos de agonía de los compañeros hasta su fin. Me tocó torturas fuertes, ellos siempre utilizan contra las mujeres la violencia política sexual para reprimirnos y quebrarnos como mujeres. Vi cómo torturaban a varios brasileños que estaban ahí, que nunca supe más de ellos, muchos están desaparecidos, eran torturas atroces».

En el lugar , expresó, «había un guatón asqueroso que parece que lo habían contratado para violar. Siempre se veía cuando salía de los camarines subiéndose los pantalones. Era de terror».

Al igual que a la mayoría de los prisioneros políticos, a Zabrina tampoco se le olvidó la imagen de un teniente de 23 años, rubio, ojos azules, que se paseaba con un linchaco amenazando e insultando con un vozarrón y que decía «tengo voz de príncipe». «Para mí era un alemán, que reivindicaba el régimen de Hitler», dice la periodista al recordar a quien los detenidos terminaron apodando el «Príncipe» que años después sería reconocido como Edwin Dimter, uno de los condenados por el asesinato de Víctor Jara.

La periodista señaló que el clima que se vivía era muy intenso. Un joven dijo que se iba del lugar y lo mataron delante de todos. «Nos sacaban al baño cuando querían y no nos daban ni agua». Fue ahí donde se produce la primera manifestación opositora.

«Estábamos muertos de hambre y empezamos a patear y estos tipos comenzaron a disparar adentro. Yo dije aquí morimos todos nomás, más de 5 mil personas y a pesar de las balas, no parábamos. Pusimos la cabeza entre las piernas y seguimos pateando. Creo que fue la primera manifestación que yo sentía que mi corazón se salía de emoción, de sentir que no estabas solo. Éramos miles y que los miles íbamos a morir, siempre sintiendo la muerte muy temprano», expresó. Después de esa protesta, les dieron algo de comida.

Cada vez que se producían los interrogatorios, los militares llamaban a los detenidos por los altoparlantes. Ahí nuevamente fue llamada y dos conscriptos llegaron a buscarla.

Cuando sale, vio a dos civiles armados con metralletas. Uno de ellos era su padre. El boina negra que la llevó, la amenazó de muerte antes de entregarla y le dijo que se salvaba sólo «porque era requerida por la policía civil».

«De esa manera mi papá me rescató del Estadio Chile. Se hizo pasar por tira (rati- PDI) con dos amigos que eran de la policía. Mi sorpresa, primero que mi papá estaba vivo, segundo ver a mi papá vestido de tira. Tercero que llevaba metralleta al hombro y de esa manera me rescató en horario de toque de queda, en un auto de la policía y después hicieron el cambio a un vehículo particular. Planificó esto de una manera increíble, él ya había recorrido todas las fábricas buscándome y se fue al Estadio, sin saber si yo estaba o no», expresó.

Villa Grimaldi

Pese al terror impuesto por la dictadura, la joven continuó estudiando y vinculada activamente a la resistencia. El 22 octubre de 1975 fue detenida en vía pública y llevada hasta el centro de detención y exterminio de Villa Grimaldi donde estuvo en calidad de desaparecida durante dos semanas, sometida a torturas y violaciones.

El día anterior, había escapado de los agentes que la buscaban porque estaba ayudando a dos perseguidos políticos. Cometió el error, dijo, de ir a la casa de sus padres, lugar que sólo conocía uno de sus compañeros.

El día de la detención salió como a las 7 de la mañana rumbo al colegio cuando se encontró con un operativo de agentes que la subieron a un auto. En el vehículo, se encontraba «el compañero» que conocía la casa y estaba «completamente destrozado, lo habían interrogado durante toda la noche».

En este centro de torturas era conocida por las y los presos como la colegiala y por los torturadores como «la sobrina del General» por su relación del ministro de Agricultura de Pinochet, el general de Carabineros, Tucapel Vallejos, casado con la hermana de su madre, Elsa Allende.

Después de varios días de «interrogatorios», se le informó que sería dejada en libertad, información compartida con todos los prisioneros.

«Me sacaron en un jeep siempre vendada y en el trayecto se detuvieron en Departamental donde hoy está el estadio de Colo Colo. En ese entonces eran sitios eriazos, donde había matorrales muy grandes. Pararon ahí y me sacaron la venda y les veo la cara a los tres y me llevaron como a unos 100 metros al interior de los matorrales. Me llevan dos de ellos, a cara descubierta, y ahí me di cuenta dónde estaba porque conocía ese sector (.) Uno de ellos me queda mirando a los ojos y se devolvió al jeep y como que empieza a discutir con el chofer. Regresó, me pescó del brazo y me devolvió al jeep. Creo que era el minuto en que me iban a matar y ese tipo se compadeció o vio en mi una cara de una niña colegiala, quizás tenía una hija o no sé, pero me llevó de vuelta y de ahí me llevaron a Cuatro Álamos», relató.

Aquí, en un lugar siniestro, la dejaron en la celda por donde había pasado Laura Allende. En la pared estaba grabado: «Soy la hermana del Presidente Allende.».

El Cara Pálida

En este recinto de torturas, Zabrina fue llevada a un lugar donde permanentemente era sometida a la parrilla, que era un somier (catre metálico), donde «te metían corriente por distintas partes del cuerpo. A nosotras las mujeres en los pezones y en la vagina fundamentalmente y quedabas quemada entera, las piernas, las muñecas», expresó.

Recuerda que en este recinto estaba a cargo del «Cara Pálida», agente de la DINA, exfuncionario de Gendarmería, Orlando Manzo Durán, fallecido en Punta Peuco el 2019.

«Ese maldito. me tenían aislada en una celda y llegaba como a las 3, 4 o 5 de la mañana. Yo no podía dormir ni de día ni de noche, porque lo primero que hacía era meterse a mi cama, lo sentía cada vez que llegaba porque se te agudizan los sentidos. Era un tipo asqueroso, espantoso, y la única manera de mantenerlo medio distante era decirle que me recordaba a mi papá (.) era del terror», relató.

Para dejar una señal de que seguía con vida y que no había sido dejada en libertad, Zabrina dejó su uniforme escolar en el baño donde lo reconoció Silvia Calderón, que la cuidó en Villa Grimaldi y ahora en este centro de torturas.

«Se levantaba la venda para poder cuidarme y cuando la pillaban con la venda abajo, le pegaban de una manera impresionante, mientras yo estaba moribunda. Era una mujer maravillosa (falleció a los 96 años en el 2021)», destacó.

Un día pasaron a Calderón y Carmen Andrade a su celda y lo primero que les contó fue lo que hacía el Cara Pálida y les pidió ayuda.

«Cuando llega este tipo y las ve en la celda se volvió loco. Empezó a gritar, a insultar y a decir quién las había dejado ahí. Me empieza a tirar para sacarme del lugar, mientras la Silvia y la Carmen me tiraban para adentro hasta que logró sacarme y llevarme a su oficina. Ahí decidió pasarme a la libre plática en Tres Álamos, donde fue distinto y donde había como 190 mujeres», relató.

Los supervivientes de Pinochet | Internacional | EL PAÍS

A 50 años del golpe

Lejos de quebrarse, el horror vivido por la periodista le permitió seguir luchando cada día por un país distinto. Por eso, hoy no se considera una víctima.

Zabrina Pérez expresó que «para el 11 de septiembre, los trabajadores y el pueblo chileno estaban dispuestos a defender el gobierno popular y dispuestos a entregar sus vidas. Ese 11 de septiembre la represión fue masiva y el año 75 cuando caigo detenida, la detención era más selectiva, iba dirigida a personas que estaban en la resistencia de este país».

Indicó que «en las dos situaciones, fueron banderas que nosotros levantamos por un país más libre, más democrático, más participativo, un país que transitaba hacia más dignidad. Cuando caímos, no fuimos los locos que andábamos en la calle, o que hacíamos acciones callejeras por estar locos, no. Éramos de la resistencia. Por eso me molesta cuando dicen que soy víctima de la represión. No fui víctima de la represión, porque sabía perfectamente que, si nos llegaban a detener y con una primera experiencia, con una segunda, iba a ser peor. Así y todo, nosotros entregamos nuestra vida por un Chile distinto, por un Chile que soñábamos».

«Los que quedamos vivos tenemos la obligación de transmitir a las nuevas generaciones nuestra experiencia y nuestra lucha. Lo entregamos todo. Algunos quedaron en el camino y otros estamos contando nuestra historia», dijo.

Agregó que «el nunca más es una falacia, mientras el pueblo se organice, mientras crezca, la represión siempre va a estar presente, porque los ricos jamás van a dejar sus comodidades y de robar y explotar al pueblo. Para eso tienen a las FFAA y a países como EE.UU que está para apoyarlos en todo. Nosotros solo tenemos la inteligencia popular, la dignidad, hasta el final de pelear que nos dé la libertad».

La periodista afirmó que pese a que el modelo neoliberal que implementaron los Chicago Boys pocos años después del golpe se impuso, «igual la semilla que nosotros dejamos en este país de lucha y resistencia y que todavía lo hacemos, porque soy resistente al modelo neoliberal, va a quedar para las nuevas generaciones. No lo voy a ver. Los procesos son demasiado largos. Cuánto nos demoramos en tener un gobierno popular, más de 100 años. Ya llevamos 50 años, tienen que pasar muchos más para que mis nietos o bisnietos puedan ver un Chile distinto. El terror consumió a la gente por muchos años y creo que se vio para el 18 y 19 de octubre que está perdiendo el miedo, que tiene rabia acumulada y esa fuerza se tiene que organizar en algún minuto».

Fuente: https://radio.uchile.cl/2023/07/01/zabrina-perez-sobreviviente-de-campo-de-exterminio-el-pueblo-chileno-estaba-dispuesto-a-defender-el-gobierno-popular/


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