MANIFIESTO POR LA MEMORIA A 50 AÑOS DEL GOLPE MILITAR.
¿Cuál memoria? La nuestra.
Aquí estamos. A 50 años desde aquel fatídico 11 de septiembre de 1973 donde la burguesía junto al imperialismo dispuso todo su aparataje represivo y contrainsurgente para intentar detener el desarrollo creciente y pujante del movimiento obrero y popular. El pánico al desarrollo y construcción del Poder Popular movilizó a la clase dominante abriendo un periodo dictatorial que golpeó duramente al campo popular. Pero la lucha de clases y su dinámica beligerante nos enrostra que las derrotas del pasado son parte de nuestra historia, son la parte dolorosa, pero a la vez ejemplificadora de este camino de victoria por el cual continuamos avanzando. Por ello nos parece necesario hacernos de este hito conmemorativo, para convertirlo en punto de inflexión que nos permita continuar recomponiéndonos como movimiento popular para lograr transformar esta sociedad de miseria y explotación.
Cuando se cumplieron los 30 años del golpe bajo el gobierno de Lagos, en los salones de la elite se escuchó el ¡NUNCA MAS! Un supuesto grito de condena a la represión y violación de los derechos humanos durante la dictadura. Pero más allá de rasgar vestiduras, la impunidad golpista fue ratificada en la práctica. Por debajo de estas declaraciones, lo que se pretendió y llevó adelante fue tender un manto negro sobre la memoria popular, inscribiendo un relato victimizante donde todos y todas éramos culpables de haber llegado a una crisis como aquella.
Pero el trasfondo del nunca más encarna más elementos que a nuestro parecer son los centrales, y que debemos combatir.
En este tan anhelado tesoro -la democracia- la clase dominante nunca más podía permitir que el pueblo organizado lograse constituirse en un poder antagónico capaz de poner en jaque los intereses de los y las explotadoras. El pacto transicional fue eso. Administrar este nuevo negocio heredado de la dictadura tendiendo a los grandes acuerdos para el beneficio de los pocos en desmedro de los muchos. Nunca más el pueblo organizado. De la DINA a la CNI, de la Oficina a la ANI. Contreras, Corbalán, Moren Brito, Krashnov Marchenko entregaban su mandato a Schiling, Burgos, Velasco, Aleuy, Monsalve, Tohá. El grito del nunca más se siguió oyendo hasta nuestros días: ante la amenaza del pueblo y su poder rebelde y subversivo; represión, represión y olvido.
Así se ha edificado esta democracia burguesa. Y con ella, un mercado de la memoria donde cual mercancía se venden proyectos, fondos y propiedades para anular la historicidad que encarna el golpe de estado. Ya no se habló del proyecto revolucionario, ni de las contradicciones de clase que llevaron a esa reacción capitalista. No se habló de poder popular, ni de combatientes, ni de compañeros ni compañeras. Ahora solo había torturadores y víctimas. Malos y buenos. Culpables e inocentes. Una campaña que buscó negar el carácter combativo de la clase trabajadora, haciendo énfasis en las atrocidades que sufrió el pueblo chileno como alerta aleccionadora para no repetir la osadía de desafiar a la burguesía y tomar, como pueblo, el control de nuestras vidas, tal como fue en cada una de las experiencias de poder popular en el periodo previo al golpe de Estado. Así como también, buscaron negar las grandes experiencias de resistencia y confrontación que dio el pueblo contra la dictadura, y que continúa dando hasta hoy.
Se vienen grandes conmemoraciones. Desde todos los sectores, reaccionarios, oportunistas y claudicantes, la lógica será la misma: recordar víctimas y victimarios, erigir museos y memoriales, y reproducir el relato de un recuerdo monolítico enquistado en un pasado remoto. Estos 50 años son una nueva oportunidad para la clase dominante de afiatar sus lazos como bloque en el poder, un nuevo salvataje para esta democracia heredera y fiel criatura de los intereses del gran capital. Y no nos sorprendemos. Ese es su ethos. Sin embargo, no por ello nos quedaremos pasmados frente a este circo que pretenden montar. Por las manos de la represión siguen pasando combatientes, esperanzas, miedos y convicciones que por mucho que pretendan aniquilar con cuentos y buenas voluntades ciudadanistas, jamás podrán callar los gritos rebeldes y subversivos que reaparecen no como lamentos, sino como aguerridos alientos para los nuevos combates.
Nuestra memoria es activa y decidida a continuar las huellas que otros y otras han abierto en nuestra historia. A nuestros hermanos y hermanas asesinadas les recordamos como combatientes, como ejemplo vivo de un proyecto histórico de transformación, lucha y organización revolucionaria. Nos hermanamos en ese sentir y convicción: estremecernos ante la injusticia y la explotación, y combatir desde el amor de pueblo a quienes han hecho de este sistema una fuente de enriquecimiento.
Nuestra memoria popular y subversiva no se transa. Nuestra historia rebelde, con aciertos y fracasos, no se esconde ni reniega. Y no seremos nosotros quienes abran la duda al respecto. La memoria es y debe ser nuestro constante cable a tierra sobre la necesidad y urgencia de avanzar en el proceso revolucionario. No es tan solo un acto declarativo. La memoria, tal como la entendemos, es un compromiso militante con nuestra historia, por tanto, con nuestro presente y futuro. Y nuestra tarea, junto con traer al presente aquellas vidas y experiencias creadoras y constructoras, es también comprender la envergadura que esto implica.
Nos alejamos de los flagelos inmovilizantes. Asumimos nuestra situación actual como movimiento popular y desde ahí, desde esa historia y presente de nuestra clase, es que miramos el futuro con los enormes desafíos que se nos presentan. En cómo nos recomponemos como movimiento popular para instalarnos como fuerza, como poder, como alternativa capaz de construir, sostener y desarrollar una nueva sociedad sin patrones y sin explotación a través de la organización, lucha y conquista.
No queremos vivir del pasado. Así como repudiamos a quienes profitan de “mercado de la memoria”, interpelamos a quienes siguen viviendo de aquello que no fue o pudo ser. La revolución es hoy, compañeros y compañeras. Nuestra historia como cauce creador y transformador riega nuestros campos del hoy. La memoria popular debe ser un bastión de lucha y resistencia, la expresión viva de que por más que pase el tiempo y las condiciones nos parezcan intransitables, el camino está trazado y seremos nosotros y nosotras quienes sigamos abriendo la huella.
Llamamos desde acá, desde la trinchera de la memoria popular y combativa, a unirnos, todas las organizaciones populares, en un ejercicio organizativo y despliegue agitativo para hacer de estos 50 años una oportunidad de erigir una alternativa de y para nuestra clase. Extirpar caudillismos y egocentrismos que impiden avanzar en hacernos propuesta antagónica, honesta, decidida que, identificando a nuestros enemigos de clase, sea una guía para la acción, capaz de acumular y movilizar fuerza constructora.
Por todo esto, llamamos a que en todos nuestros territorios y espacios organizativos nos hermane una misma consigna, que no es más que la constatación de nuestra convicción revolucionaria: “Nuestra memoria es popular, nuestro presente combatiente”.
Santiago, 8 de septiembre.
Comité de Recuperación del Ex Cuartel Borgoño.
Desde la memoria de la resistencia construyendo organización popular.
Fuente: recibido por CT: 08-09-2023
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