Chile nacionalfascista: Entrevista a Roberto Thieme. Parte I.

Roberto Thieme, fundador y jefe operativo de Patria y Libertad.

Inédito: la entrevista completa que Mónica González le hizo a Roberto Thieme para el libro «La Conjura».

por Mónica González/CIPER.

Parte de esta entrevista que Mónica González hizo en 2005 a Roberto Thieme, uno de los fundadores del grupo subversivo de ultraderecha Patria y Libertad, fue incorporada a la segunda edición de su libro “La Conjura”, sobre la conspiración de militares y civiles contra Salvador Allende. Así, esa nueva edición actualizada, publicada en 2012 (Catalonia-UDP), contó con el testimonio de un actor clave de esos años. Hoy, tras el reciente deceso de Thieme, CIPER ofrece a sus lectores la entrevista completa. En la conversación, la Premio Nacional de Periodismo 2019 abordó desde aspectos íntimos que marcaron las decisiones vitales de Thieme hasta su plan para instalar en Argentina un centro de entrenamiento paramilitar contra el gobierno de Allende, los contactos del grupo nacionalista con Manuel Contreras previo al golpe y los integrantes de Patria y Libertad que se integraron a la DINA.

– En estos días (de 2005) recordamos un nuevo aniversario del golpe de Estado que le cambió radicalmente la vida a los chilenos y a usted entre ellos.

– Sí, claro, en todo sentido, porque yo no era un joven idealista aventurero durante la Unidad Popular, sino que un hombre de familia, un empresario Pyme que tenía todo estructurado y tres hijos cuando fue electo Salvador Allende. Y este empresario se transformó en revolucionario…

– ¿Quiso ser guerrillero bajo impronta nacionalista?

– No, no alcancé a llegar a esos niveles de profesionalismo en mi causa revolucionaria, pero traté en esos cortos 25 meses que duró el Frente Nacionalista Patria y Libertad. Y seguí los manuales… Aprendía mucho de los escritos del Che Guevara, de Carlos Marighella y de todos ellos, para llegar a un golpe de Estado que no fue del designio nacionalista… Y yo creí que de alguna manera podíamos torcerle el rumbo a esta historia de subdesarrollo y frustraciones del Chile histórico y producir una revolución que llevara al país al desarrollo a través de otra vía.

– ¿Cómo y por qué recurre a Colonia Dignidad para fingir su muerte en un accidente aéreo y pasar a la clandestinidad en Argentina en esos años?

– Yo soy hijo de alemanes, de la segunda oleada de inmigración alemana, mis padres llegaron entre las dos guerras. A principios de los 60, en el gobierno de Jorge Alessandri, mi padrastro y mi madre –alemanes– fueron a la Colonia, visitaron el campo. Mi padre era administrador de fundo y él quedó impactado por el desarrollo que la Colonia tenía y con las obras sociales que hacía. Cuando yo llegué allá, tuve la impresión de que su gente eran buenos alemanes que se habían venido a Chile después de la guerra, un poco como mis padres, a refundar sus vidas que habían quedado destruidas.

– Pero ¿Cómo se produce una complicidad ideológica y en cierta medida militar (con la Colonia) para colaborar en la acción subversiva contra Salvador Allende?

– Hubo cercanía estratégica, ideológica si quiere. Seguramente, esa gente era nacionalsocialista en su mayoría, como el 90% de los alemanes, y tenía una simpatía con este nacionalismo chileno nuestro y suponía que había una impronta nazista en el planteamiento, cosa que no había, porque el nazismo era la expansión territorial, el espacio vital, el antisemitismo, cosas que Patria y Libertad no ha tenido nunca, por lo menos con los que yo compartí. Entonces, ya avanzada la UP –estamos en el Paro de Octubre del 72–, cuando se alza el general del Ejército Alfredo Canales, se empieza a hacer un movimiento dentro de los generales y lo destituye el presidente Allende (21 de septiembre de 1972). Se produce esta coincidencia con el paro y con Federico Willoughby, que me dice “mira, tú tienes un avión, el piloto, aquí hay que hacer un vuelo muy importante: llevemos a este general a reunirse con estos alemanes”. Y llevé al general Canales en un vuelo clandestino, en pleno Paro de Octubre, con el país convulsionado, con control militar, y ahí se produce este contacto.

– ¿Para qué llevan al general Canales a Colonia Dignidad?

– Con el ingreso de las Fuerzas Armadas, a través de los comandantes en jefe, a cogobernar con el presidente Allende, ahí el consejo político de Patria y Libertad pensó que se podía producir un quiebre del Ejército, una guerra civil… A través de Federico Willoughby veíamos que había este quiebre en el alto mando del Ejército. Y Canales ya había manifestado su acercamiento al pensamiento nacionalista y se pretendía unir a todos estos mini grupos que pululaban autoproclamándose nacionalistas y la idea fue que Canales, habiendo sido llamado a retiro prematuramente, contara con todo el apoyo de nuestras bases en el sur y de los alemanes de Dignidad, que le ofrecieron que se instalara allá para que actuara como el aglutinante del movimiento cívico militar que iba a terminar con el gobierno de Allende. Yo lo llevé en mi avión. Fueron Francisco Prats, como dirigente de los gremialistas de la Católica, y Willoughby, que articulaba todo esto, en ese vuelo. Estuvimos allá un día entero con los alemanes. El general Canales declinó la invitación. Pero a partir de entonces yo quedé conectado con el jefe de la Colonia, Paul Schäfer.

Roberto Thieme (Fuente: Cambio 21)

– ¿Por qué ese ingreso de los jefes militares al gabinete lo vieron como una derrota?

– Como una derrota y como el camino más seguro hacia una guerra civil. Y ahí dijimos: “Bueno, vamos a crear una fuerza paramilitar que haga o promueva un alzamiento militar con los sectores de las Fuerzas Armadas que sean afines”. Así se produjo esta ecuación que yo después aproveché estratégicamente para producir el supuesto accidente, porque de otra manera dónde iba a aterrizar…

– Hizo creer que había muerto en un accidente cuando en realidad llegó en su avión a Colonia Dignidad, desde donde se fue clandestino hacia Argentina. ¿Cuál fue el verdadero objetivo de aquel montaje?

– El día del supuesto accidente aterrizo a las seis de la tarde en la Colonia, en la noche se repinta el avión y se cambia todo, y vuelo al día siguiente a Argentina en el mismo avión, que se rematricula argentino. Yo había descubierto antes –en otros vuelos– en el sur argentino, más o menos en la cuadra de la Colonia, un territorio de nadie de miles de kilómetros cuadrados apto para crear un campamento de entrenamiento paramilitar. Ese era mi plan.

– ¿Y para eso entra en la clandestinidad?

– A eso me dediqué todo el tiempo hasta el 29 de junio del 73, hasta el tanquetazo. Para entonces, este proyecto argentino había sido detenido recién, porque ya Patria y Libertad también establece, a través de una política post Paro de Octubre del 72, varios caminos para contactar a mandos medios militares, con mando de tropa y oficiales jóvenes, coroneles. Ahí apostamos a la revolución de los coroneles, en vista de que los generales cogobernaban. Con esa lógica, John Schaeffer (dirigente de Patria y Libertad) se dedica a recorrer Chile mientras yo estaba en Argentina, haciendo contactos con comandantes, y allí conoce a Manuel Contreras, Carlos Forestier, Manuel Torres, etcétera. A partir de principios de junio del 73, se inicia el primer acuerdo de un golpe, no era el norteamericano, sino el golpe nacionalista de oficiales chilenos, jóvenes y antimarxistas. Pero este movimiento es detectado por el mando oficial del Ejército…

– Usted habla de los generales Carlos Prats, Mario Sepúlveda, Guillermo Pickering y Augusto Pinochet.

– Sí, y por eso el 28 de junio se suspende. Y ahí ocurre este episodio del tanquetazo en el Regimiento Blindados N°2, cuando ya iban a destituir al coronel Roberto Souper y otros oficiales y éstos dicen “vamos a salir a hacer un gesto heroico”.

– Y todo apoyado por Patria y Libertad.

– Yo estaba en Argentina, pero apoyo la decisión de la jefatura de Patria y Libertad en ese momento: primero, tratar de disuadir en esa larga noche del amanecer del 29 la rebelión de este regimiento, porque era una insensatez. Pero, por otro lado, tenía la virtud de quebrar esta sacrosanta unidad de las Fuerzas Armadas y del Ejército al sacar nueve tanques a la calle, diez camiones con tropas, ir a La Moneda, tratar de rescatar al capitán Rocha, detenido en el Ministerio de Defensa, meter un tanque por el portón… Todo eso, obviamente, que logró acelerar el otro golpe, el golpe maestro que venía de afuera.

“La idea fue que (el general) Canales, habiendo sido llamado a retiro prematuramente, contara con todo el apoyo de nuestras bases en el sur y de los alemanes de Dignidad, que le ofrecieron que se instalara allá para actuar como aglutinante del movimiento cívico militar que iba a terminar con el gobierno de Allende”.

– Cuando decide instalar un campamento paramilitar en Argentina, ¿tenían ayuda de las Fuerzas Armadas de ese país?

– Sí, yo la tuve. Y después del tanquetazo, cuando se exilia la directiva de Patria y Libertad, es contactada afuera por servicios de inteligencia brasileros, que también apoyan al movimiento y producen, entre otras cosas, el reingreso de Pablo Rodríguez justo a tiempo para dar una conferencia de prensa el día 10 de septiembre del 73 y salvar la dignidad y honor del movimiento.

– ¿Ese reingreso clandestino de Pablo Rodríguez lo hacen las Fuerzas Armadas de Brasil, donde había una dictadura?

– Así es. El apoyo principal lo tuvimos del coronel Joao Figueiredo, que después se transforma en presidente de Brasil.

– ¿Y de qué oficiales obtiene ayuda en Argentina?

– Conseguí ayuda principalmente de la Fuerza Aérea, con el comandante de la Cuarta Brigada de Mendoza, el “Indio” Fernández; y en Buenos Aires, con el jefe de la policía de Buenos Aires, por un lado, que me ayudó en toda la parte del asilo, del exilio y después en la clandestinidad para seguir en esto, y algunos oficiales del Ejército también que nos iban a proveer de material para el campo de entrenamiento.

– ¿En cuánto calcula usted la fuerza paramilitar que proyectaban crear para intentar derrocar a Salvador Allende o colaborar en ello?

– Este proyecto contemplaba la preparación y adiestramiento militar de 500 jóvenes del movimiento. No se concretó porque la dinámica del proceso acá se aceleró. Y en paralelo, acá teníamos las llamadas Brigadas Operacionales de Fuerzas Especiales. Con ese nombre rimbombante alcanzamos a organizar un frente de operaciones paralelo, el que captaba y seleccionaba a los militantes que posteriormente se iban a enviar a Argentina. Alcanzamos a preparar con instructores –exoficiales de la Marina y del Ejército– estas fuerzas acá. Pero todo un poco improvisado, por la falta de recursos y la aceleración. Y viene el tanquetazo: hoy día lo veo como el paso más grave y más errado desde el punto de vista político del Frente Nacionalista, porque significa la muerte del movimiento.

– ¿Por qué?

– En aras de un complot militar frustrado y fracasado se destruye la organización política Patria y Libertad con su proyecto post golpe, y se inmola en esta acción. ¿Qué sigue operando después del exilio de sus dirigentes, del cierre de la sede, del desbande? Este pequeño frente de operaciones de no más de 500 personas. Yo vuelvo clandestino y lo articulamos con mi hermano. Dijimos ¿Qué nos queda para salvar la dignidad y el honor? Pasar a la clandestinidad. Pero en un paso forzado, sin recursos, sin preparación casi. Y ahí sigue la cuenta regresiva del golpe y me contacta la Marina. Poco antes que se inicie el paro de camioneros, el 25 de julio, me contacta un par de ayudantes del almirante Merino, entre ellos el comandante Hugo Castro, su brazo derecho. Me junto con él en un departamento de Vitacura, y me dice: “Mire, Roberto, aquí la cosa va, viene el paro con todo, este país lo vamos a paralizar entero. Esto no va a ser el Paro de Octubre, esta vez la cosa va en serio y queremos que ustedes contribuyan a hacer una campaña de sabotaje que nosotros les vamos a indicar”. Esta campaña no tenía por objeto aterrorizar a la gente ni matar a los contrarios, sino que, dado que existía Ferrocarriles del Estado y existía una organización de camioneros oficialista paralela al gremio en paro de León Vilarín, había que producir físicamente el paro total del país.

Augusto Pinochet y Salvador Allende

– Pero no fue así. Y en esa “campaña” fue asesinado el edecán naval de Salvador Allende, el comandante Arturo Araya Peeters.

– Fíjese que de todos los crímenes que se le atribuyen a Patria y Libertad, hay dos o tres que son accidentes –el caso del electricista de Concepción con la interferencia al Canal 5 y el atentado al oleoducto de Curicó (en el que murieron 2 personas y quedaron 14 heridos)–, no obedecieron a una política de ir a matar gente. Fue por ignorancia logística ya que el oleoducto no traía petróleo en ese momento, sino gas licuado. Pero lo de Araya… Hoy le puedo decir que yo estaba a cargo de esto, y ¿cómo iba a mandar a matar al edecán naval del presidente cuando yo estaba trabajando con la Marina? No calza. Hasta donde he investigado, en las muertes del general René Schneider y Edmundo Pérez Zujovic está la CIA detrás. Eso está claro. Ahora, en el caso de Araya, viendo que un Jorge Ehlers, exmarino, entrega las armas esa noche y me compromete a mí, porque esa arma yo la había traído en un vuelo clandestino –entre muchos– a Chile, y le pone el sello, la impronta de Patria y Libertad, a través del arma que yo personalmente traje. Y usa para ese asesinato a unos extremistas de ultraderecha.

– Un grupo en el que participaba Antal Lipthay, dirigente de Patria y Libertad.

– Para mí la muerte del comandante Araya es obra de la CIA. No es accidental que sea un exmarino el que entregue las armas ni que usen un arma que compromete a Patria y Libertad con el asesinato y a gente periférica, no nacionalistas, y que se elija el 26 de julio para ello –aniversario de la revolución cubana– con todo el simbolismo que eso lleva, el quiebre que le produce a Allende en lo personal, el problema que había en el mando de la Armada con el juego de poder entre el almirante Merino y el comandante en jefe Raúl Montero, claro, calza todo. No es un accidente y no fue una política de Patria y Libertad.

– ¿No es la orden que da usted que estaba esa noche a cargo de todas las operaciones?

– Yo estaba a cargo y no di la orden de matar al comandante Araya. Ahora, si en ese grupo usted dice que participaba Lipthay, habrá que seguir investigando para ver si se puede llegar algún día a establecer cómo y quién.

– ¿Estaban infiltrados por la CIA y por quiénes más?

– Visto 31 años después, no sólo por la CIA, sino por las Fuerzas Armadas y por todos los servicios de inteligencia. Tengo comprobado el caso de la Fuerza Aérea. Roberto Fuentes Morrison era un civil cuando era comando de Patria y Libertad y aparece después del golpe como comandante de escuadrilla y cercano al círculo más inmediato del general Gustavo Leigh. El año 78, cuando a Leigh lo acababan de sacar de la Junta con el golpe blanco, con algunos de sus generales y asesores va a una tienda mía de muebles en calle Suecia para ver qué hacíamos. Y ahí yo veía que rondaba Fuentes Morrison, cuidándolo. Se lo vuelvo a decir: fue un infiltrado de la Fuerza Aérea.

– Y da la casualidad de que Fuentes Morrison se lleva al Comando Conjunto a Adolfo Palma Ramírez y a otros dos integrantes del grupo que asesinó al comandante Araya Peeters. Todos ellos, como ha quedado demostrado judicialmente, asesinan a varios de los detenidos desaparecidos.

– … No lo sabía.

“Me contactan un par de ayudantes del almirante Merino, entre ellos el comandante Hugo Castro, su brazo derecho. Me junto con él y me dice: “Mire, Roberto, aquí la cosa va, viene el paro con todo, este país lo vamos a paralizar (…) y queremos que ustedes contribuyan a hacer una campaña de sabotaje que nosotros les vamos a indicar”.

– ¿Cómo ve hoy a Fuentes Morrison y a Michael Townley, que también perteneció a Patria y Libertad?

– A Townley lo conocí. Me lo presentó Manuel Fuentes, el mismo dirigente de Patria y Libertad que trajo a este personaje en pleno Paro de Octubre, cuando las radios estaban clausuradas y aparece este Ciro Pera Loca (Giro Sintornillos, el personaje de Disneyque había inventado una radio móvil arriba de un Austin Mini y Fuentes engancha con eso –otra duda es Fuentes también, ¿cierto? – y me lo presenta. Este gringo realmente sabía de la técnica del asunto, pero políticamente era un anticomunista histérico que quería matar a todos los de la UP. No fue un nacionalista, perteneció lamentablemente al 80% de los que constituyeron la base de Patria y Libertad: antimarxistas histéricos que lo único que les interesaba era botar a Allende y cobrarse venganza; y no tenían el concepto del movimiento, de aspirar a una revolución, de pensar –aunque suene arrogante– de que botar a Allende era una etapa de la lucha y después venía la gran obra. Todos estos antimarxistas histéricos, como Townley, seguramente tenían que ver con la CIA, y nos hicieron un gran daño.

– ¿Por qué entraron en contacto antes del golpe con Manuel Contreras?

– Después del Paro de Octubre, cuando decidimos establecer contacto con comandantes con mando de tropas, aterricé en Osorno cuando Contreras estaba allí en el Regimiento de Ingenieros. Yo era secretario general de Patria y Libertad y no quise hacerlo tan oficial, por lo que le dije “Johny, tú estás a cargo de estos contactos”. Y partió Schaeffer a reunirse con Contreras. Pero sigue la historia, si aquí no vamos a jugar a los niñitos buenos… Cuando se disuelve el movimiento, todo ese grupo más duro del Frente de Operaciones, desde el punto de vista humano sintieron el desplazamiento inmediato –que sentimos todos– desde el poder, desde la Junta, dejándonos a un lado. A gente joven que se había entregado a esta causa con todo, el hecho de que un general o un coronel le diga “mira, aquí tienes una TIFA y vas a poder ayudar a las Fuerzas Armadas en esta noble misión de la reconstrucción nacional”. Obviamente que el 30% del Frente de Operaciones constituyó la base civil de la DINA, contra mi voluntad. No lo estoy diciendo ahora: lo dije en esa época. Y a los que pude convencer –pocos– pueden dar fe de eso. Y no es porque yo sea más inteligente o más buena persona, yo consideraba que era quemarse innecesariamente en una represión cruel porque sabíamos que no había 15 mil guerrilleros extranjeros ni que el MIR tenía a otros dos mil. Todos sabíamos cuánto medíamos, cuánta fuerza había.

– ¿Cómo funcionó el liderazgo de Pablo Rodríguez en ese sentido?

– Seguía intacto desde el punto de vista del ideólogo, del político. Y como alcanzó a llegar antes del golpe, a dar esa conferencia de prensa, inmediatamente asumió la defensa de los que estábamos presos el 11. A mí me saca el 24 de septiembre. Pablo siguió inspirando la línea ideológica, y la parte operacional, por todo lo que yo había hecho, me cayó a mí. Cuesta mucho convencer a mucha gente de que paré esto antes incluso del golpe, cuando me entregué.

FIN PARTE I.

Fuente: https://www.ciperchile.cl/2023/10/04/inedito-la-entrevista-completa-que-monica-gonzalez-le-hizo-a-roberto-thieme-para-el-libro-la-conjura/


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