Gaza – Donbass: Saga de barbarie.

Asesinados por el régimen Israelí en la Franja de Gaza.

El crematorio de hoy listo para su funcionamiento lleva el nombre de Gaza, y Oriente Medio se asfixiará con su humo.

por Oleg Yasinsky/RT Portada.

Escribo mientras se siguen recogiendo los cuerpos destrozados de niños y adultos en el lugar que hace poco era un hospital de Gaza. Trato de hacer matemáticas, si es que eso es posible o tiene algún sentido. Tal vez es el momento de felicitar a todos los que en estos últimos días maldijeron a los habitantes de Gaza y exigieron la venganza por las víctimas de Hamás. Parece que el diablo por fin escuchó sus rezos, pues era imposible no oír el aullido satánico ensordecedor que jamás debería salir de la boca humana, nunca Hamás.

Sabíamos perfectamente que los cientos de asesinados en el hospital de Gaza fueron condenados hace tiempo. Habían quedado vivos hasta ahora por pura casualidad, como, por ejemplo, las condiciones climáticas o las visitas de los importantes líderes extranjeros.

El crematorio de hoy listo para su funcionamiento lleva el nombre de Gaza, y Oriente Medio se asfixiará con su humo.

Todos los «aliados estratégicos» del imperio norteamericano, desde Ucrania hasta Israel, conocen muy bien las exigencias de su amo, haciendo que el resto del mundo se vuelva Gaza o Donbass, donde la gente no tiene más opción que convertirse en rebeldes o terroristas. Así, el sacerdote supremo de este templo planetario de la muerte, con los aplausos de una turba idiotizada por la prensa, puede dar la orden de prender los hornos del crematorio.

Solo unas horas antes de la terrible noticia de Gaza, yo estaba leyendo un artículo de Eliot Cohen en la revista estadounidense The Atlantic. El autor es catedrático de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins y titular de la Cátedra Arleigh Burke de Estrategia en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. El artículo se llama ‘Contra la barbarie’, donde, seguramente para la gente que está ocupada en cosas más importantes qué pensar, el mundo ya está cómodamente dividido entre civilización y barbarie. Desde la oscuridad de la mente, donde nos ubica el ilustre y lúcido autor, citaremos aquí solo algunas de sus afirmaciones, que seguramente son parte del pensamiento que iluminaba la mirada y la acción del piloto israelí que lanzó el misil sobre el hospital de los «bárbaros» en Gaza.

«Los estadounidenses han luchado contra bárbaros en Siria, Irak y Afganistán. Los ucranianos llevan años luchando contra ellos, y en particular desde el 24 de febrero de 2022. A veces, como en Ruanda, nos limitamos a observarlos con vergüenza y desviando la mirada».

Tal vez este desvío de la mirada hasta el estrabismo extremo surgió justamente en el continente africano, donde los dignos representantes de la civilización humanista cazaban a los bárbaros infrahumanos para empezar a construir la gran maravilla que es el mundo de hoy. Un claro ejemplo es Ruanda, tan citada siempre por los que normalmente no saben ubicarla ni siquiera en el mapa y precisamente, por la misma mirada bizca que los caracteriza. No solo ignoran el rol decisivo de las potencias europeas en la tragedia de Ruanda, sino que tampoco han oído hablar de las tragedias iguales y mayores en los países vecinos antes, durante y después del genocidio allí. Los bárbaros soviéticos que crearon a Ucrania como país, y que desarrollaron por primera vez en la historia su cultura, educación y ciencia, se sorprenderían mucho al ver que Ucrania lleva tantos años luchando contra sus propios fundadores. Y hablando de Siria, Irak y Afganistán, al autor se le olvidó seguramente Libia, donde gracias a la acción civilizadora de la santa OTAN, el país más próspero de la región se convirtió en el principal mercado de esclavos del mundo.

«Los bárbaros luchan porque disfrutan con la violencia. No solo matan y mutilan (…), sino que se desviven por infligir dolor, torturar, violar y, sobre todo, humillar. Se regocijan en el sufrimiento de sus enemigos. Por eso les gusta hacer fotos de sus víctimas llorosas y aterrorizadas; por eso graban videos de decapitaciones lentas; y por eso bailan alrededor de cadáveres mutilados».

¿Quiénes convirtieron la violencia más bestial en una norma de la estética cotidiana? ¿Quién inventó a los héroes y protagonistas icónicos de sus películas en justicieros que se creen con el derecho de imponer la justicia al mundo con sus propias manos, y siempre que lo consideran necesario lo hacen torturando y matando? ¿Por qué todos sus héroes son paramilitares? El valor supremo de su dios supremo es el dinero, ¿es un signo inequívoco de esta civilización?

«Ocasionalmente, como en la Rusia actual, o en la Alemania de los años 30, o en la Franja de Gaza bajo la dictadura de Hamás, se apoderan de toda una sociedad e inculcan sus doctrinas a una población acobardada, convirtiendo a algunos y aterrorizando a otros…».

Comparar a la Rusia actual con la Alemania de Hitler es, sin duda, una gran ocurrencia. Si Stalin era «peor que Hitler», Putin debe ser como mínimo «peor que Stalin», si no, no se entiende por qué hay tanta insistencia y afán en tratar de destruir ese país por todos los medios. Saber algo de Rusia es un asunto de gente bárbara y acobardada. Casi igual que querer entender que Hamás fue creado por los servicios secretos israelíes para controlar y desprestigiar la resistencia palestina en su lucha por su bárbaro e inexplicable (para el mundo civilizado) derecho de no ser despojados de sus tierras y, por ejemplo, no ser bombardeados, por lo menos en hospitales.

«Los bárbaros viven para el agravio (…) contra quienes disfrutan de las cosas buenas de la vida. Por eso disfrutan destrozando hogares y secuestrando niños y, como han hecho los soldados rusos en el sur de Ucrania, violando mujeres. Por eso destacan en la construcción de ciertos tipos de cosas: bastiones y fortalezas, trampas explosivas y campos de minas, estadios deportivos y misiles de todo tipo, pero no lugares de belleza y contemplación, elegancia y proporción humana. Prefieren el búnker fétido o el palacio llamativo y desprecian el jardín suburbano o el cuadrilátero tranquilo. Sueñan con una utopía irrealizable, en la que su nación domine la Tierra, o su religión extirpe a todas las demás…».

El autor, seguramente desde su gran sensibilidad y delicadeza, omite los casos de violación de canarios y otras mascotas por los rusos, los robos de inodoros y lavadoras, máquinas extrañas nunca vistas por nadie fuera del jardín de Josep Borrell, del asfalto que los primitivos asiáticos tampoco conocen, siempre ocupados con sus programas espaciales y otros quehaceres prehistóricos. Obviamente los nacionalistas son los rusos, y no los israelíes y ucranianos, destacados por su internacionalismo. Claro, los rusos, quienes impusieron su religión ortodoxa a América, África, Asia y Oceanía, y que conquistaron para destruir todas las cosas bellas que les molestan tanto.

«Los oportunistas de los países civilizados adulan a los bárbaros y hacen tratos con ellos cuando parecen fuertes».

Dejando muy en claro, ningún trato con ellos. Un buen bárbaro es un bárbaro muerto, tal como nos enseña la expresión de la maravillosa y verdadera civilización: Hollywood.

«Los lamentos políticos sobre el daño a un orden internacional basado en normas son ciertos, pero no son más que palabras huecas. La realidad es que los bárbaros han atacado los márgenes y en algunos casos —como el 11-S— el núcleo del mundo civilizado. Tenemos que sacudirnos la idea de que se trata de fenómenos completamente distintos y limitados. No lo son. Todos nosotros, no solo israelíes y ucranianos, estamos en la lucha de nuestras vidas, y ya es hora de que lo reconozcamos y actuemos con el vigor y el coraje que exigen los tiempos».

Esta parte es tal vez la única importante y es una conclusión lógica adonde nos lleva todo lo anterior. Es la negación final de todas las normas, leyes y acuerdos y es una declaración de guerra a todos los que todavía somos capaces de poner en duda la superioridad y la supremacía del mundo de ellos, dejándonos a nosotros, los bárbaros, solo dos opciones: morir o resistir. Y la resistencia no es solo contra la máquina económica, militar, cultural o mediática. Antes que nada, es resistir a una total ordinariez e ignorancia de la que está impregnada cada letra del destacado catedrático del poder.

Fuente: https://actualidad.rt.com/opinion/oleg-yasinsky/484263-saga-barbarie


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