¿Qué está pasando en Palestina? Una mirada comunista y antiimperialista.

GAZA bombardeada sin descanso por el régimen sionista israelí.

La reciente ofensiva de la resistencia palestina

El pasado sábado 7 de octubre, a primera hora de la mañana, el lanzamiento de miles de cohetes sobre posiciones militares y estratégicas israelíes en el territorio del 48 (bases militares, asentamientos, etc) marcó el inicio de una operación militar a lo grande escala y sin precedentes desde Gaza. Múlitples grupos de milicianos rompían al mismo tiempo el asedio israelí, abriendo varios agujeros en el muro de lo que se conoce como «la mayor cárcel a cielo abierto del mundo» (donde viven 2,5 millones de palestinas, 47% menores) y penetraban en el territorio del 48. Hubo incluso unidades que entraron por aire, utilizando parapentes, y otras que lo hicieron por mar. Todo, cogiendo por sorpresa los servicios secretos israelíes y su ejército. 

La operación, bautizada como ‘Tormenta de Al-Aqsa’, fue liderada por Hamás, pero se ha llevado a cabo de forma organizada por más de una decena de organizaciones de milicianos, entre ellas grupos relacionados con el Frente Popular por la Liberación de Palestina (FPLP). La escala de la operación, la rapidez y coordinación con la que se puso en marcha, el armamento utilizado y la capacidad de atacar múltiples posiciones israelíes al mismo tiempo y de forma sostenida, hace pensar que se trataba de una ofensiva altamente planificada. Por otra parte, parece que cogió muy desprevenida la inteligencia sionista y las fuerzas de empleo israelíes (IOF), incapaces de contener la ofensiva en los primeros días, y que han tenido que pedir incluso apoyo armamentístico a EEUU.

El Estado de Israel ha movilizado a más de 300.000 reservistas y está bombardeando a Gaza de forma indiscriminada, atacando infraestructura civil (hospitales, mezquitas, escuelas, sedes de la ONU, y cientos de residencias), y ha cortado el agua, electricidad y la entrada de comida, así como la única vía posible de entrada de ayuda humanitaria a través de Egipto, el paso fronetero de Rafah, en lo que constituye un flagrante crimen de guerra. Están reduciendo Gaza a cenizas mientras preparan una invasión terrestre que puede producirse en cualquier momento y que supondría un salto más, gravísimo, en el proceso de limpieza étnica que llevan más de 75 años llevando a cabo contra la población palestina. De hecho, la propaganda israelí y occidental está construyendo un relato que categoriza a los palestinos como «animales» y «terroristas», y que tacha los actos de la resistencia palestina como constitutivos del equivalente al 11S para el Estado de Israel.

Todo esto llega en un contexto político de disputa por el poder en el estado de Israel, en el que se había llegado a hablar en los últimos meses de una potencial guerra civil ante la imposibilidad de formar un gobierno de coalición (se han habido de repetir las elecciones hasta 5 veces) y la oposición a la reforma del tribunal superior de justicia promovida por el gobierno. El relanzamiento del conflicto sin precedentes, ha sido aprovechado por Netanyahu para crear el gobierno de la «excepcionalidad», una salvaguarda para su supervivencia política, ante un fuerte cuestionamiento en su acción de gobierno y por los juicios que tiene pendientes por corrupción y abuso de confianza.

Cambio de ciclo

Sin duda, el actual es un momento histórico en la lucha de la resistencia palestina, con un apoyo unánime de la sociedad palestina al que constituye la mayor ofensiva desde el año 1973, cuando los ejércitos sirio y egipcio sorprendieron al estado de Israel dando inicio a la guerra del Yom Kipur. Desde entonces, el grado de intensidad y formalidad militar de la resistencia palestina había sido remarcadamente menor, predominando las llamadas intifadas o levantamientos populares. Durante las últimas tres décadas, estas revueltas populares habían sido la principal forma de resistencia contra el régimen sionista de empleo, convirtiéndose en un símbolo revolucionario internacional. Sin embargo, la desigualdad de las fuerzas en lucha y el paulatino aislamiento y dispersión de las fuerzas palestinas ha resultado impotente frente a las fuerzas del apartheid y el colonialismo de asentamientos que no han parado de intensificarse. Cualquier tipo de resistencia palestina, ya fuera con el lanzamiento de piedras o a través de la no violencia, entre otros, ha sido aplastada por Israel de forma brutal, haciendo pagar la lucha por la liberación del pueblo palestino con miles de muertos, heridos y encarcelados (no en vano, desde 1967 más de 1.000.000 de palestinos y palestinas han acabado pasando por las cárceles israelíes).

La actual ofensiva rompe con la imagen y el relato de una resistencia palestina resignada e impotente frente a la represión y superioridad militar de uno de los ejércitos más potentes del mundo. El golpe moral contra el ejército y la sociedad israelí ha sido notable. Pese a las consecuencias feroces que ya están sufriendo -y sufrirán- por parte de Israel, las palestinas viven la operación «diluvio de Al Aqsa» con gran entusiasmo porque representa un cambio de ciclo respecto al callejón sin salida al que llevan atrapados desde hace décadas. Parece que la resistencia palestina ha tirado los dados de la lucha a muerte para superar el contexto de lento y gradual genocidio, hasta hace poco ignorado por una comunidad internacional ya habituada a la acumulación de atrocidades y barbarie del estado de Israel contra los palestinos.

De hecho, cabe recordar que justo este año se cumplen 30 años de los acuerdos de Oslo y poco más de 20 años del inicio de la construcción del muro, que a día de hoy cuenta con más de 700km de vergüenza que separan Cisjordania y Gaza de los territorios del 48. La línea verde, dibujada en 1949 en el armisticio de la guerra árabe-israelí, quedó atrás con la guerra de los 6 días, en el año 67, momento en el que Israel estableció ocupación militar ilegal (según las propias leyes internacionales) en Cisjordania, Gaza y los Altos del Golán. Después, con los acuerdos de Oslo de 1993, comienza la definitiva quiebra de cualquier proceso de paz y, con ella, de cualquier «solución» de ambos estados.

Estos acuerdos supusieron, por un lado, el reconocimiento oficial por parte de los palestinos del estado de Israel, y la capitulación también oficial en lo que se refiere al control del territorio, con el establecimiento de las áreas A, B y C a Cisjordania. A su vez, Israel también reconocía, teóricamente y por primera vez, a Palestina oficialmente con la creación, en los mismos acuerdos, de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), organización administrativa interina que se oficializaba en Cisjordania y Gaza. Pero todo esto no sólo no sirvió de nada, sino que significó el inicio del fin. Se institucionalizó el empleo y los acuerdos no prosperaron, nunca se avanzó ni en la cuestión de la solución de ambos estados, ni en la de los refugiados, ni en la de los asentamientos (que han crecido y crecido tomando cada vez más terreno a los palestinos), ni en la de Jerusalén, entre otros. Israel siguió avanzando terreno por la vía de los hechos y la ANP acabó siendo una muleta del sionismo. Todo esto es importante para entender el momento actual. La desafección con la propia ANP; la imposibilidad de confiar en ningún proceso de paz; la constatación de que la comunidad internacional no sólo nunca hará nada para obligar a Israel a cumplir cualquier acuerdo (establecido en pactos, leyes internacionales, resoluciones de la ONU…) sino que es mayoritariamente favorable al sionismo criminal; todo ello, ha tenido un papel importante en el ascenso de Hamás entre la población palestina, cansada de confiar en quien, al final, le ha traicionado sin miramientos.

En este sentido, cabe destacar las imágenes de guerrilleros con bandas rojas ligadas al frente a la ofensiva de estos días: inequívocamente se trata de fuerzas de las brigadas Abu Alí Mustafa, que han confirmado su participación en la ofensiva. Éstas son el brazo armado del FPLP, la organización revolucionaria marxista más relevante entre las fuerzas palestinas. La FPLP llegó a ser la segunda organización con mayor peso -después de Fatah- dentro de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), con la que llegó a romper ante las derivas derechistas y pactistas de Fatah . A lo largo de las abys la FPLP ha visto decrecer su influencia: sufrió la caída del bloque, pero sobre todo vio cómo la permisividad de Israel y el apoyo de EEUU a Hamás hacía crecer a los islamistas mientras los revolucionarios marxistas eran barridos y aislados por la represión feroz y sistemática. Entre otros, también se ha confirmado la participación en la actual ofensiva de las Brigadas de Resistencia Nacional Palestina (también conocidas como las Fuerzas Martyr Omar Al Qassem).

En cualquier caso, cabe matizar que Hamás esté en el centro de la cuestión en la actual ofensiva ya que, como decíamos, existen más de 10 organizaciones detrás de esta operación, que cuenta con un apoyo social amplísimo. La lectura por parte de la mayoría de la sociedad palestina y las fuerzas políticas que representan la resistencia es tan clara como arriesgada: la situación cronificada de masacre en Palestina se ha convertido en un callejón sin salida para este pueblo, no ha quedado otra opción que la levantamiento armado porque, a pesar del baño de sangre que este nuevo ciclo supone y supondrá para las palestinas, éstas ya estaban siendo masacradas y aplastadas sin encontrar en ninguna parte ninguna esperanza.

Una colonización diferenciada del resto

En términos de retrospectiva, debe tenerse en cuenta que el Estado de Israel es el primer estado moderno de creación artificial a través de resoluciones internacionales. El carácter colonial que define su esencia y función representa un tipo de anacronismo respecto a los procesos históricos de colonización, una especie de colonización diferenciada.

Para definirla, en primer lugar es necesario entender el papel del proyecto sionista en relación al colonialismo histórico: el proyecto sionista apareció como una forma de actualización de los colonialismos que ya se habían dado durante el siglo anterior en la región, y va comportar un proceso de transferencia del programa imperialista entre potencias occidentales (del imperio británico a EEUU) en un contexto de decadencia del Imperio Británico. En origen, el sionismo se conformó como una ideología reaccionaria que ejerció de dique de contención de la ideología comunista entre las masas judías despojadas y que se entrelazó con los procesos de colonización en curso en Oriente Medio, presentándose como el baluarte «de Europa a Asia» y la fuerza que podía llevar la civilización a la región. En este sentido, el sionismo fue el canal de creación de un relato que ha permitido a Israel ya sus aliados occidentales (EEUU y UE) justificar su presencia en Oriente Medio hasta el día de hoy: presentar el pueblo judío como una nación oprimida (recordemos que el judaísmo es una religión y no una nación) que lucha por su liberación, difundir el lema de «un pueblo sin tierra en una tierra sin pueblo» y se señaló Palestina como la tierra prometida por Dios, instrumentalizando pasajes de la Biblia y la Torah para justificar la ocupación de estas tierras.

En segundo lugar, el móvil imperialista aplicado en Palestina tomó una forma distinta a la colonización tradicional. En ésta, las potencias del centro-capitalista sometían a la población autóctona de territorios periféricos con el fin de proletarizarla masivamente, poniendo en marcha así procesos de superexplotación de la fuerza de trabajo nativa que permitieran el ascenso en los ciclos de acumulación de capital internacional. En Palestina la estrategia consiste en la aplicación de un programa de limpieza étnica de la población árabe con vistas a su desaparición de ese territorio y su sustitución por población judía bajo el Estado de Israel. Este programa de aniquilación de la población autóctona palestina iniciado con la Nakba de 1948 continúa hasta el día de hoy. Sin embargo, hay que decir que tanto la imposibilidad de eliminar el conjunto de la población palestina de sus territorios, como las formas de desplazamiento interno o las consecuencias de la diáspora, han resultado, en efecto, en la cronificación del carácter eminentemente proletario de la mayor parte de la población palestina.

Sin embargo, este tipo de colonialismo de desplazamiento y limpieza étnica también ha tenido que virar de estrategia desde sus inicios, si bien la cuestión de fondo siempre es la misma: minimizar la demografía (palestina) y maximizar la geografía (bajo control israelí ). Antes de la Nakba se inició con diferentes de hecho (oleadas migratorias) acompañadas de la adquisición de tierras. Con el inicio de Nakba, mediante la expulsión y masacre de la población palestina y la apropiación de las tierras que ahora constituyen el estado de Israel (los territorios del 48). Pero en el 67, con Naksa, los sionistas eran bien conscientes de que esta vez el pueblo palestino no se marcharía, que ya no se creerían aquello de «tienen que irse y en dos semanas os dejaremos volver» (una de las estrategias de expulsión que utilizaron a Nakba, además del asalto y la matanza directa), por lo que la estrategia tuvo que cambiar. Así, la masacre lenta y paciente pero cada vez más cruenta se convirtió en el modus operandi de Israel hasta el día de hoy, así como la proliferación de asentamientos y la segregación y control cada vez más acusados ​​del territorio.

Oriente Próximo y la geopolítica del imperialismo:

La ofensiva iniciada el pasado domingo puede suponer un punto de inflexión, no sólo en el transcurso del desarrollo del plano histórico imperialista que aparece en la forma de limpieza étnica continuada de la población árabe palestina, sino en cuanto a la dimensión internacional que recobra el conflicto en un momento decisivo en Oriente Próximo.

En el marco de los procesos de normalización de relaciones con países árabes, Israel firmó, a partir de 2020, los Acuerdos de Abraham con los que establecían relaciones diplomáticas con cuatro países de la Liga Árabe: Behrein, Emiratos Árabes Unidos, Sudán y Marruecos . Estos acuerdos se enmarcaban en la estrategia conjunta elaborada por EEUU e Israel, que incluía un plan de anexión de asentamientos israelíes en Cisjordania, y que fue precedido, dos años antes, por la apertura de una embajada de Estados Unidos en Jerusalén, en un claro acto de desafío por parte de Trump.

El pasado mes de septiembre, en una reunión entre Netanyahou y Joe Biden, el primer ministro de Israel declaró que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudí facilitaría eventuales pasos hacia la paz en Palestina, ya cambio, el régimen saudí gozaría de mayores contribuciones en materia de seguridad y relaciones financieras por parte de EEUU. Éstos juegan un papel impulsor de las negociaciones para alcanzar acuerdos de reconocimiento y alianza entre la entidad sionista y el régimen petro-monárquico de Arabia Saudita para asegurar así los contrafuertes geoestratégicos occidentales necesarios en la región.

Lo que se ha dado en llamar «mega-acuerdo» -por su significación histórica de alianzas entre una potencia regional árabe y el proyecto imperialista de EEUU en Oriente Próximo- permitiría ensanchar el espacio político y de influencia de la potencia mundial yankee en uno de los mayores enclaves estratégicos del mundo, oxigenando así las cuotas de permisividad de la existencia sionista por parte de los países vecinos.

Cabe destacar cómo, al día siguiente mismo de la ofensiva lanzada desde Gaza y en el marco respuesta bélica en curso perpetrada por Israel contra la población civil palestina, se dieron pronunciamientos desde instancias saudíes que apuntarían a la interrupción de los procesos de negociación de los acuerdos diplomáticos entre Arabia Saudita e Israel. 

Las eventuales consecuencias que podrían derivarse de la reconsideración por parte de Arabia Saudita sobre las negociaciones con Israel a través de Washington darían lugar a una imprevista reconfiguración del terreno geopolítico regional, en el que Irán -potencia regional opuesta en Arabia Saudí y detractora del régimen sionista de Israel- revitalizaría su rol protagonista en la pugna por el control regional progresivo. En este sentido, habría que remarcar las funciones tácticas que cumplen las operaciones iraníes de financiación y promoción tanto de las milicias de Hezbollah, Hamás, como de las milicias hutíes en el conflicto yemení.

Los escenarios que se abren a través del exterminio en curso que está teniendo lugar en el terreno palestino tienen una implicación general en las constantes redefiniciones del mostrador geopolítico y de las relaciones imperialistas en Oriente Próximo: la frenada de los acuerdos diplomáticos y económicos entre Arabia Saudí e Israel, el papel que pueda desempeñar el Eje de la Resistencia (tratado de seguridad respecto a Israel que incluye Irán, Siria y Hezbollah) auspiciado, en definitiva, por el grado de implicación más o menos directa que le convenga protagonizar en Irán en una potencial escalada regional de la guerra -entre otros posibles acontecimientos-, son algunos de los elementos que apuntarían a un hipotético contrapeso regional a la pretendida hegemonía unipolar por parte de EEUU. En este sentido, dependiendo de hacia dónde caiga la balanza, el margen de influencia de China y Rusia podría verse ampliado favoreciendo la aceleración de los pasos de su expansionismo en el continente asiático, agravándose así la rivalidad inter-imperialista a nivel mundial.

El abordaje de las alianzas geopolíticas mundiales nos permite reubicar la relación entre los causantes de alcance internacional y los acontecimientos políticos regionales a través de la comprensión del imperialismo como expresión política de los procesos de acumulación de capital global y sus manifestaciones particulares en la competencia entre capitales representados por estados. La división internacional del trabajo, como proceso de determinación histórica de las formas de aparición y explotación del proletariado en cada escala nacional o regional, constituye a su vez la atribución de funciones en cada región en su participación en la producción y transferencia del valor entre capitales más o menos competentes; de ello se deriva un esquema global de dominación de los estados pertenecientes a las economías centrales y representados por la burguesía imperialista sobre los estados o territorios de las economías dependientes, comandadas por las burguesías periféricas que, en el mejor de los casos, logran situar en una posición de ventaja respecto a otros estados con menor potencial de juego en los procesos de valorización internacionales y, en los peores casos, representan la versión más escalofriante de los condenados de la tierra de cada momento histórico de desarrollo capitalista. Ambas derivas están determinadas por su forma de inserción en la relación de dominación y dependencia capitalista, en base a la competencia.

En caso de que tratemos, los acontecimientos ocurridos estos días y los que han de venir, no son sino la continuación e intensificación de los procesos históricos de dominación ejercidos en la región por parte de las potencias mundiales occidentales a partir de los momentos de capacidad de mando por motivos de competencia en el mercado de valores, acumulación de fuerzas logísticas y militares, acumulación de reconocimiento y estructura administrativa y diplomática, recursos analíticos y estratégicos infalibles, participación de pleno derecho en instancias de dirección internacional de la burguesía, y un largo etcétera.

Las potencias imperialistas que se han ido erigiendo a lo largo de la historia y, justamente como génesis de la historia del capitalismo moderno, se han basado en la imposición del modo de producción capitalista y la dominación de la fuerza de trabajo y los recursos que caracteriza la lógica de los procesos coloniales; en el caso de Palestina, el plan de aplicación imperialista ha tenido que ver con el intento de exterminio y sustitución completa de la fuerza de trabajo autóctona.

Palestina, en este sentido, aparece en la historia moderna como un territorio de enclave geoestratégico privilegiado: un control territorial que permite el acceso a elevados recursos de explotación y conexiones para las relaciones internacionales mercantiles y la participación en las altas instancias del partido internacional de la burguesía. Las sucesivas formas de dominación imperialista de las regiones de Oriente Medio han llevado, por ahora, a una intranquila pero continua hegemonía en la región por parte de EEUU.

Israel, pues, actúa como punta de lanza de los intereses de dominación política de EEUU en la zona. Es y opera como el hijo macabro de Estados Unidos y la Unión Europea en medio de los países árabes: de ahí que Palestina esté siendo una de las historias más terroríficas que caracterizan la época capitalista contemporánea en términos de experimentación con el sufrimiento humano y el administración cronificada de éste.

Las potencias regionales, como Arabia Saudí e Irán, se sitúan en cuotas competentes en el mercado de valores y responden a muchas de las características de una potencia económica y política. Sin embargo, sus burguesías siguen en vías de desarrollo nacional y son dependientes de las fuerzas de la burguesía imperialista. Estos estados se encuentran en creciente pugna por la influencia a nivel regional a través de alianzas muchas veces cambiantes y contradictorias tanto con agentes estatales y capitalistas a los que subsumen, como con las potencias imperialistas de quienes dependen.

China y Rusia aparecerían en el mostrador como superpotencias crecientes que pueden llegar a condicionar la hegemonía imperialista de Estados Unidos, precisamente, a través de su expansionismo en el conjunto del territorio asiático y su reubicación en el mercado mundial.

Algunas conclusiones

  • Durante esta semana hemos podido observar un episodio más de barbarie la capitalista-imperialista en el mundo, agravada por el actual proceso de decadencia de EE.UU. como potencia y del modelo unipolar. La guerra por el reparto del poder interimperialista se está disputando actualmente en Oriente Medio, una disputa que ya lleva más de 100 años durando y de la que el pueblo palestino ha sido una de las principales oposiciones, resistiendo primero al ‘Imperio Británico, y después al colonialismo de asentamientos israelí promovido por los estados del centro imperialista.
  • La actual ofensiva Palestina supone un punto de inflexión en el proceso de estancamiento de los últimos años en la lucha por la liberación de Palestina. Ante todo, existe la dignidad de uno de los pueblos que ha sido vanguardia durante décadas de la revolución socialista internacional y que ante la masacre lenta pero continuada a la que se han visto sometidos en un contexto concreto y general de derrota histórica, han decidido luchar.
  • A la vez, hay que tener claro que ese giro también ofrece la oportunidad al estado sionista de Israel para sanear su situación interna. Por un lado, ha permitido la creación del gobierno de «excepcionalidad» que rompe con el bloqueo político que ha vivido durante los últimos años y la división interna que se vivía a raíz de la famosa reforma judicial. Por otro, permite al sionismo avanzar a gran escala en su proceso de limpieza étnica, tanto en lo que se refiere a la eliminación física de Gaza y su población, como en la legitimación de su proyecto colonial. En este sentido, se consolida entre la población israelí el proceso de radicalización que se estaba dando que, además de ganar hegemonía a nivel ideológico, también lo hace a nivel operativo con el anuncio del estado de Israel armar a todos los colonos de Cisjordania.
  • Es necesario establecer una lectura de lo que estamos presenciando en relación a los equilibrios de fuerzas a nivel regional e internacional y las dinámicas profundas del Imperialismo. Estamos presenciando un ejemplo más del declive de EEUU como fuerza imperialista, que ve cómo se han deshecho sus esfuerzos en consolidar su influencia en los países árabes de Oriente Medio a través del estado de Israel. No olvidemos que esta guerra toma por soprendida también a EEUU, y tendremos que ver hasta qué punto esta fuerza imperialista tendrá la capacidad de comandar y financiar a Ucrania e Israel a la vez. Así pues, el nuevo orden mundial que está por venir supone una ruptura con la fase unipolar de influenza americana que se inició con el fin de la guerra fría, y da lugar a un nuevo paradigma mundial caracterizado por la disputa entre varios estados que compiten y ejercen su influencia a distintos niveles, impidiendo así el mantenimiento de la hegemonía por uno solo de estos polos. China y Rusia, pues, se presentan como las principales potencias mundiales que protagonizarán estas disputas, mientras que Irán y Arabia Saudí van ganando terreno como actores regionales con cada vez mayor peso internacional.
  • La derrota o decadencia de EEUU como potencia imperialista no significa derrota del poder burgués y sus expresiones ideológicas, políticas y militares a nivel mundial. Ante esto, el relato de guerra religiosa y la reducción de la situación a una confrontación entre Hamás y el islamismo contra Israel (y, por tanto y según este relato, contra el mundo occidental y sus valores morales y «democráticos» , el mundo «civilizado» y el capitalismo) es una parte de la guerra tan importante como lo son las bombas . Israel y el imperialismo necesita legitimar sus posiciones para perpetrar el genocidio y finalizar la limpieza étnica.
  • Desde el Movimiento Socialista llevamos tiempo señalando cómo ante la crisis de acumulación capitalista cronificada se está dando un cambio de coyuntura en el mundo occidental: una actualización autoritaria de los estados necesaria para imponer a la fuerza la ganancia capitalista y la austeridad en tiempo de crisis y el aumento de tendencias reaccionarias de las que el proletariado migrante está siendo ya el centro de la diana a múltiples instancias. Las prohibiciones de las manifestaciones de apoyo a Palestina en países como Francia, Alemania o Italia y los intentos por parte de la reacción y de la extrema derecha de situar a la opinión pública en alarma ante una supuesta «escalada islamista» derivada del conflicto en Palestina son expresiones claras de estas tendencias.
  • La posición comunista, en este caso, debe ser capaz de situarse confrontando tanto a las fuerzas abiertamente reaccionarias que legitiman el genocidio que pretende perpetrar a Israel, la posición equidistante e hipócrita de la equidistancia clavada al condenar a Hamás o al izquierdismo barato que siempre acaba encontrando disculpas para no posicionarse.
  • Tenemos la responsabilidad de dar una correcta lectura de la situación, de posicionarnos sin paliativos con la lucha del pueblo palestino, de impulsar las movilizaciones contra el bloqueo mediático y radicalizarlas ante cualquier intento de prohibición. Aceptar con resignación la matanza en Palestina o las prohibiciones de las manifestaciones en la UE no es una opción. Reconstruir las posibilidades de la revolución socialista internacional es la condición de posibilidad de dar respuesta a una coyuntura como ésta, hacerlo pasa también por oponer nuestras limitadas fuerzas en la actualidad a la ofensiva de la barbarie capitalista a escala mundial, que puede culminar en un genocidio masivo en Palestina bautizado y celebrado por la comunidad internacional.

Fuente: https://insurgente.org/horitzo-socialista-que-esta-pasando-en-palestina-una-mirada-comunista-y-antiimperialista/

(*) Nota Editor CT: Horitzó SocialistaHorizonte Socialista») es una publicación y herramienta de difusión en catalán de ideología comunista del Movimiento Socialista en España. El movimiento surgió en Cataluña a raíz de una escisión de la organización juvenil Arran debido a diferencias políticas, ideológicas y estratégicas en el seno de la organización independentista catalana (Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Horitz%C3%B3_Socialista).


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