Otra teoría crítica. La propuesta de Nancy Fraser.

Reseña del texto  «Capitalismo caníbal» de la filósofa N. Fraser.

por Kolja Lindner (*)/Sin Permiso.

Reseña del libro de Nancy Fraser, «Cannibal Capitalism. How Our System Is Devouring Democracy, Care and the Planet – and What We Can Do about It«, Londres y Nueva York, Verso, 208 p. Existe traducción al castellano: «Capitalismo caníbal: Cómo nuestro sistema está devorando la democracia y el cuidado y el planeta, y qué podemos hacer con eso», Siglo XXI Editores, 2023.

Las luchas antirracistas, feministas y ecologistas son ante todo formas de oponerse al capitalismo, que es un orden social y no sólo un sistema económico. Por eso, como explica N. Fraser, necesitamos una concepción diferente del socialismo.

El racismo y la violencia policial, la crisis de los cuidados y el acoso sexual, el cambio climático y las pandemias, la desafiliación política y la crisis de representación: ¿cómo formular una teoría crítica a la altura de las múltiples carencias que vivimos actualmente? Si la reciente carrera del concepto de interseccionalidad parece expresar la necesidad de una respuesta a esta pregunta, la filósofa estadounidense Nancy Fraser toma un camino diferente. En su reciente ensayo Capitalismo caníbal, propone una «concepción ampliada del capitalismo» como matriz teórica para integrar diversas ambiciones políticas: antirracistas, feministas, ecológicas y democráticas.

El capitalismo como orden social

El punto de partida de la autora es la crítica de Marx a la economía política. Ciertamente más fiel a las intenciones de Marx que muchos marxistas actuales, se niega a ver el legado marxiano como esclerótico. Donde el autor de El Capital había mirado ‘en la guarida secreta de la producción’ para identificar los mecanismos de explotación, la tarea hoy es ir más allá y dilucidar la guarida secreta de la acumulación capitalista en su conjunto. Fraser se centra así en la expropiación, que, «lejos de limitarse a los comienzos del sistema» como en la idea de Marx de «acumulación primitiva», resulta ser «una característica inherente a las sociedades capitalistas» (p. 15).

El capitalismo no es simplemente un sistema económico, sino un orden social basado en un cierto número de divisiones estructurales o institucionales encarnadas, por ejemplo, por los pares producción/reproducción, naturaleza/cultura o economía/política. Históricamente variables y en juego en las «luchas fronterizas» (boundary struggles), estas separaciones describen básicamente «contradicciones entre el sistema económico y sus condiciones fundamentales de posibilidad» (p. 24). Según la autora, es el primero el que parasita a las segundas, es decir, las consume sin preocuparse de su reproducción. El capitalismo se apoya así, por ejemplo, en las actividades esencialmente femeninas de afecto y cuidado necesarias para la reproducción de los seres humanos, a los que trata como si fueran «libres». Este «canibalismo» produce crisis constantes, y su erupción periódica, su resolución temporal y su reaparición constante hacen que el capitalismo se desarrolle por fases. Fraser distingue cuatro fases: comercial-mercantil, liberal-colonial, estatal-gerencial y globalizada-financiarizada.

Sabemos que las contradicciones económicas y las crisis que provocan son un elemento importante de la crítica social de Marx. Al considerar todas las condiciones de posibilidad de la producción capitalista, la autora no sólo amplía su diagnóstico de las contradicciones y las crisis. También propone un anticapitalismo que no se limita a la dominación de clase, sino que incluye formas de dominación vinculadas a la raza, el género, la naturaleza y la política. «Lo que cuenta como lucha anticapitalista es, por tanto, mucho más amplio de lo que los marxistas han supuesto tradicionalmente» (p. 25). En cuatro capítulos, Fraser explora estas diferentes condiciones de fondo y sus articulaciones en diferentes regímenes históricos del capitalismo.

Capitalismo racial

En su análisis del vínculo entre raza y capitalismo, concebido como no contingente y estructural, la autora se basa en particular en el marxismo negro de C. Robinson y W.E.B. DuBois. La explotación capitalista de Marx de los trabajadores «doblemente libres» («libres en el doble sentido de que, por un lado, disponen libremente de su fuerza de trabajo como mercancía que les pertenece y de que, por otro lado, no tienen otras mercancías que vender, están completamente libres de todo lo necesario para la realización de su fuerza de trabajo») está íntimamente ligada a la expropiación de las personas no libres, cuyo alcance está circunscrito por la «línea divisoria» a escala mundial: «detrás de Manchester está el Mississippi» (p. 35). La historia de Marx de la «acumulación primitiva» es demasiado estrecha. En primer lugar, porque es un proceso continuo, no limitado en el tiempo. En segundo lugar, porque da lugar no sólo a la división social entre capitalistas y proletarios, sino también a la existente entre trabajadores «doblemente libres» y sujetos no libres o dependientes. Son los órdenes políticos históricamente variados los que establecen esta limitación ofreciendo o rechazando la protección social y los derechos políticos.

La promoción de la diversidad en el «neoliberalismo progresista» actual no ha hecho nada para cambiar este vínculo estructural: «las personas de color siguen estando desproporcionadamente representadas en el lado de la expropiación» (p. 47). El rechazo de Fraser de la política de identidad, en favor de un ataque a la conexión capitalista entre expropiación y explotación a través de alianzas interraciales, es totalmente pertinente. . Lo que es menos relevante es que la autora, que nunca deja de presumir de ser una pensadora con visión amplia, no haya aprovechado la oportunidad de esta teorización de la relación entre racismo y capitalismo para situar también en ella el antisemitismo. Desgraciadamente, como suele ocurrir con los teóricos de izquierdas, se trata de un «no tema».

Producción y reproducción

Mientras que la raza se ocupaba esencialmente de la demarcación entre explotación y expropiación, el género se ocupaba sobre todo de la separación entre producción y reproducción. Basándose en las teorías feministas de la reproducción de E. Zaretsky, L. Vogel, T. Bhattacharya y otras, Fraser sostiene que los distintos regímenes del capitalismo encarnan diferentes soluciones a la crisis de la reproducción social que el capitalismo produce sistemáticamente mediante su apropiación gratuita del trabajo reproductivo. En su fase liberal-colonial, el capitalismo ciertamente ha movilizado masivamente a las mujeres (y a los niños) para la industria, desexualizando así a las mujeres proletarias. Pero esto ni destruyó completamente la familia obrera ni erradicó la raíz de la opresión femenina, como pensaban Marx y Engels.

«Lo que ocurrió en realidad fue todo lo contrario: con el tiempo, las sociedades capitalistas encontraron recursos para gestionar esta contradicción, en parte creando «la familia» en su forma restringida moderna, inventando nuevos e intensificados significados de la diferencia de género y modernizando la dominación masculina» (p. 60).

El capitalismo de gestión estatal amplió la protección jurídica y reintrodujo así un modelo más tradicional de familia patriarcal. Durante algunas décadas, al menos en las metrópolis, esto representó un marco estable de reproducción. A escala mundial, este modelo va de la mano del «colonialismo extractivo» (p. 62) y de la ausencia de toda protección jurídica para las poblaciones que lo padecen. Esta heteronormatividad y este neoimperialismo están en el centro de la crítica social de los movimientos sociales de finales de los años sesenta. Hoy, su impulso progresista ha sido recuperado por el neoliberalismo, que convierte el trabajo reproductivo en una mercancía, al menos para quienes pueden permitírselo. Pero esto no hace sino perpetuar la crisis de los cuidados inherente al capitalismo. Según la autora, esta crisis no puede resolverse con una simple política social, sino deteniendo la apropiación parasitaria del trabajo reproductivo.

Tal freno sería nada menos que una reinvención del orden de género. Queda por ver si el resultado será compatible con el capitalismo» (p. 73). (p. 73) El mérito de Fraser aquí es, sin duda, pensar la dimensión propiamente revolucionaria de ciertas luchas feministas que a muchos marxistas, con su concepción limitada del capitalismo centrada en la explotación y, por tanto, en la acción de clase, les cuesta concebir

Naturaleza barata

El Capitalismo caníbal presenta al capital como un «free rider» no sólo del trabajo reproductivo, sino también de la naturaleza. Tomando prestado el concepto de «naturaleza barata» de J. Moore la autora sostiene que el capitalismo se apropia de la naturaleza como si fuera un regalo, una abundancia que siempre se daría. El orden social existente niega así su coste, sus «externalidades», y produce necesariamente una crisis ecológica. Esto no quiere decir que otros regímenes socioeconómicos no puedan cultivar ideologías que no respeten la naturaleza y hagan un mal uso de ella; de hecho, el «socialismo realmente existente» fue un ejemplo edificante. «Lo que es crucial, sin embargo, es que ni estas visiones del mundo ni estos compromisos surgen de dinámicas internas al socialismo. Más bien, sus raíces se encuentran en el suelo geopolítico en el que germinaron estos socialismos – en un sistema mundial estructurado por la competencia con las sociedades capitalistas, por la mentalidad extractivista de ‘ponerse al día’ fomentada por este entorno, y por los patrones de megaindustrialización alimentados por combustibles fósiles que fomentó» (pp. 80-81).

Sin duda, Fraser podría haber sido más crítica con el principal referente ideológico del socialismo, a saber, Marx, ya que durante la mayor parte de las décadas de 1840 y 1850 este último apoyó una teleología tecnofuncionalista que inspiró en gran medida las políticas productivistas de los «socialismos realmente existentes» (Estudios recientes -Kohei Saito por ejemplo- de la obra de Marx en su época madura han demostrado la plena inclusión de la naturaleza -y el medio ambiente- en los trabajos de Marx- Nota del traductor). Pero esto no quita nada a la pertinencia general del argumento de Fraser, ni a la conclusión que saca de él: «La ecopolítica debe […] ser anticapitalista» (p. 85).

Crisis política

Por último, opina lo mismo de las luchas democráticas. Éstas deben atacar la separación capitalista entre política y economía, que hace que vastos aspectos de la vida social se confíen a los mercados y no a la deliberación democrática. Para la autora, el capitalismo es «profundamente antidemocrático» (p. 122). Además, desestabiliza sistemáticamente el poder público legítimo y efectivo del que depende para una acumulación sostenida. Este problema se ve exacerbado por el capitalismo globalizado y financiarizado, en la medida en que los bancos centrales y otras instituciones del mercado financiero han sido concebidos como «políticamente independientes». En esta constelación, los poderes públicos son cada vez más incapaces de controlar los poderes privados. La deuda desempeña un papel importante en la redistribución de la riqueza y en la disciplina de los actores políticos.

La crisis política, encarnada en las situaciones de Grecia en 2015 y Brasil en 2017-18, pero también en el Brexit y la elección de Donald Trump, ha llegado a un punto sin retorno y sin solución disponible. Para Fraser, se trata de una crisis de hegemonía de los grupos en el poder, ninguno de los cuales es capaz actualmente de proponer una solución: «el escenario más probable a corto plazo es una serie de oscilaciones pendulares, con gobiernos que oscilan entre el neoliberalismo declarado (progresista o regresivo, favorable a la diversidad o excluyente, liberal-democrático o protofascista) y el llamado antiliberalismo (populista de izquierdas, de derechas, socialdemócrata o comunitarista), la combinación precisa en cada caso determinada por las especificidades nacionales» (p. 137). Esto se asemejaría a un «interregno» en el sentido de Gramsci: «lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer» (ibíd.).

Un nuevo socialismo

En conclusión, Fraser sostiene que el siglo XXI requiere una concepción del socialismo que esté a la altura del capitalismo como orden social. Los esfuerzos emancipatorios actuales no sólo deben cuestionar la propiedad de los medios de producción, sino también «transformar la relación de producción a sus condiciones de posibilidad de fondo» (p. 142). En lugar de atacar los males sociales por separado, las luchas antirracistas, feministas, ecológicas y políticas deberían unirse para atacar a la sociedad capitalista en su conjunto. En opinión de la autora, tal convergencia requiere que los socialistas trabajen para hacer porosas las divisiones estructurales e institucionales analizadas a lo largo del ensayo. A esto hay que añadir el control democrático y la asignación del excedente social, así como la desinstitucionalización del imperativo del crecimiento. Por último, sería necesario bloquear la lógica de los mercados para la asignación del excedente social «en la parte superior» y las necesidades vitales «en la parte inferior», mientras se imagina «el punto intermedio como un espacio para la experimentación con una mezcla de diferentes posibilidades: un espacio donde los mercados podrían encontrar su lugar, junto con las cooperativas, los bienes comunes, las asociaciones autoorganizadas y los proyectos autogestionados. (Una vez que la parte superior e inferior se socialicen y se desmercantilicen, la función y el papel de los mercados intermediarios se transformarán» (p. 156).

La gran aportación de la rica y concisa contribución de Fraser es al menos doble.

En primer lugar, proporciona un fundamento teórico común y radical para muchos diagnósticos contemporáneos que, bajo las siglas de exclusión, antropoceno, populismo, etc., tratan de describir las crisis actuales por separado, ignorando a menudo sus causas estructurales. Políticamente, esto lleva a rechazar las políticas neoliberales de igualdad de oportunidades que sólo pretenden diversificar las posiciones de poder según criterios raciales y de género dentro de un sistema de dominación que, en general, permanece inalterado.

En segundo lugar, Fraser muestra que puede surgir un dinamismo teórico sobre la base de la teoría marxiana que intercambie con diversas perspectivas, y se opone así radicalmente a la actual re-tradicionalización del marxismo que ignora las innovaciones aportadas por el post-colonialismo, la historia global, etcétera. En contraste con este marxismo, Fraser apoya un pluralismo que intenta sondear las convergencias de diferentes esfuerzos emancipatorios.

(*) Kolja Lindner: es profesor de Teoría Política Alemana en la Universidad de París 8. Entre sus libros destacan Die Hegemoniekämpfe in Frankreich. Laizismus, politische Repräsentation und Sarkozymus y Marx, el marxismo y la cuestión del eurocentrismo. También es coeditor de Le dernier Marx.
Fuente otiginal:La Vie des Idées, 5/10/2023 https://laviedesidees.fr/Nancy-Fraser-Cannibal-Capitalism
22/10/2023.
Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/otra-teoria-critica-resena-de-cannibal-capitalism-de-nancy-fraser

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