“A Stalin no le interesa España” ¿Y el oro de Moscú?
por Pablo Elorduy /El Salto.
Viñas, el incansable investigador que ha desmontado los bulos del franquismo. El historiador ha publicado en los últimos años varias obras básicas que desmontan con datos de archivo algunos de los mitos generados durante la dictadura.
«Yo pasé por la transición como rayo de sol por el cristal” confiesa Ángel Viñas (Madrid, 1941). Por el alcance que hoy día tienen sus estudios sobre el franquismo nadie pensaría que fue así, pero Viñas es así de claro cuando habla, así que hay que creerle. Según su reconstrucción de los hechos en una extensa charla con El Salto, un antiguo profesor, Enrique Fuentes Quintana, que después pasó a la historia de la Transición por una alocución en RTVE en julio de 1977 en la que presentó a los españoles y las españolas la crisis económica internacional, enroló a este madrileño en una misión sui generis. Se trataba de estudiar cómo se había financiado la Guerra Civil.
Así echó a andar la trayectoria de un historiador de referencia, más centrado en la investigación que en la interpretación de los hechos, carne de archivos, que repite a menudo que “no hay historia definitiva”. Quizá no tuvo un papel fundamental en la Transición, que empezó a ser verdad a partir del 20 de noviembre de 1975, pero sus investigaciones, que en ciertos momentos llega a comparar con las de un detective de la historia, ayudan a barrer la hojarasca acumulada desde ese momento de concordia basada en tantos olvidos.
“El relato va siempre por delante de la historia”, admite Viñas, “es lo lógico, porque el relato se esgrime con fines políticos: Vox habla de los comunistas como si estuvieran todavía con el cuchillo entre los dientes, es una estupidez como un pino, pero vende. Que Franco es el genio militar de todos los tiempos, vende. ¿Por qué? Porque hay un público receptivo que ha sido engañado, triturado, manipulado y además no se da cuenta de ello”.
Cuando Viñas recibió aquel encargo, a principios de los 70, parecía que Fuentes Quintana se iba a conformar con poco: alguna referencia en libros franceses o soviéticos, los detalles sobre las relaciones financieras en las monografías de Gabriel Jackson y Hugh Thomas, un pequeño informe sobre lo que se sabía en Alemania del periodo entre 1936 y 1939 que cambió la historia de España. Pero, en aquel año de 1971, Ángel Viñas no se quedó convencido con lo poco que había encontrado, que había sintetizado en un documento de 130 páginas. Así lo explica él:
“Sobre mi informe le dije ‘esto es basura, don Enrique’, esto es el estado de la cuestión. Yo aquí ni quito ni pongo. Yo he puesto junto todo lo que una serie de historiadores han escrito. Americanos, ingleses creo que algún francés y algún que otro alemán. Le dije: ‘yo creo que hay que ir a los archivos’. No había estado en mi puta vida en un archivo”.
Así empezó la carrera como historiador de este Técnico Comercial del Estado, que ha trabajado como asesor en Exteriores del Gobierno español y ha sido también embajador ante Naciones Unidas. Después de su trabajo, Viñas se dirigía al Ministerio de Asuntos Exteriores de la Alemania Federal y comenzaba a hacer fotocopias, “miles”, cuenta, recreando la emoción de los hallazgos que encontró sobre un tema que, hasta entonces, no había abordado nadie. “La pregunta que me hacía es por qué los alemanes entran en la Guerra Civil, por qué ayudan a Franco”, apunta, “Vi que nadie había escrito nada sobre el tema salvo un profesor alemán que había escrito su tesis doctoral en 1961, una tesis que yo había comprado. Pero decidí no guiarme por lo que había hecho él”, explica.
Viñas recabó más información en los archivos de Múnich y de Coblenza. Fue entonces cuando comunicó a Fuentes Quintana que había encontrado claves que permitían entender por qué Adolf Hitler había decidido entrar en la guerra de España. El resultado es su tesis doctoral, publicada en 1973, “Los antecedentes de la intervención alemana en la Guerra Civil española: un estudio sobre economía y política en las relaciones hispanos-alemanas”.
El libro desmontó uno de los argumentos que hasta entonces había sostenido la izquierda. “No está demostrado que fuera una operación de los industriales alemanes en busca de materias primas”, sentencia este profesor. Los créditos de las potencias fascistas y de Juan March financiaron la guerra del bando sublevado.
Tras esa publicación, Fuentes Quintana iba a proponerle otro asunto que había sido enarbolado por el imaginario franquista. El Oro de Moscú es como se conoce una supuesta operación de Estado llevada a cabo por la II República, presidida en ese momento por Francisco Largo Caballero, para transferir la riqueza de España a la Unión Soviética de Stalin. A pesar de que el mito del Oro de Moscú dio cuerpo a la idea franquista de que el Golpe de Estado de 1936 había evitado que España se convirtiera en un satélite comunista en el otro extremo del continente, la realidad es que un técnico del régimen como Juan Sardá Dexeus, a quien se debe el plan de estabilización que pone fin al ensueño de la autarquía, ya había enunciado en un pequeño artículo que esas reservas se habían gastado en la guerra. No habían sido, por tanto, un regalo a los amos soviéticos, sino solo una manera de afrontar el coste de la defensa de la legitimidad republicana.
“La tesis de los golpistas es que se sublevaron para evitar una revolución comunista primero –esto se lo han endilgado a los largocaballeristas, lo que es completamente absurdo– y luego, para evitar la sovietización de España. Pero Stalin no tenía ningún interés en sovietizar España”, sentencia Viñas.
“Yo lo que quería era ver los papeles de Negrín en el Banco de España”, explica. Juan Negrín, ministro de Hacienda durante el mandato de Largo Caballero y posteriormente presidente del Consejo de Ministros de la República Española, era la figura clave para esclarecer hasta qué punto había llegado la relación institucional entre la República y la URSS. Viñas consiguió, no sin esfuerzo, la autorización del gobernador del Banco de España para ver esos papeles. Eso da cuerpo a un libro, El oro español en la Guerra Civil (Ministerio de Hacienda, 1976), centrado en el comercio y la venta de armas, que pasó los primeros meses de la transición “secuestrado” por el Ministerio de Exteriores. La causa de esa retención: España ya había establecido relaciones comerciales con la Unión Soviética, era mal momento para dar a conocer la historia.
A pesar de que Viñas había accedido a libros que rodeaban el tema, como los de la biblioteca de Marcelino Pascua, que había sido embajador de la República en Moscú, aun estaba pendiente de cerrar el círculo. Carmen Negrín, nieta del último presidente del consejo de Ministros de la República, le dio acceso a los papeles de éste. “Esto ya era otra cosa”, subraya este historiador. A principios de siglo, el Ministerio ruso de Exteriores le permitió investigar papeles. No los del oro, sino los de las relaciones hispanosoviéticas. Una década después, en 2013, una serie de documentos desclasificados por el Kremlin, le permitieron cotejar la información obtenida en los papeles de Negrín con las de la parte soviética:
“El oro se manda no para mantener la amistad, no para mantenerlo impoluto e intocado. Sino para convertirlo en divisas –dólares, francos, libras esterlinas– ¿para qué? Para pagar armas, claro. Porque la República está en pelotas. No recibe armas por ningún lado”. El Estado recibió armas, especialmente aviones y artillería pesada, para poder afrontar una guerra a contracorriente, marcada por la superioridad del material enviado desde Italia y Alemania.
Antes de la Guerra Civil, la República apenas mantenía relaciones con la URSS. No se diferenciaba del contexto internacional, en el que había una desconfianza general hacia los principios que emanaban desde la revolución de 1917. El principal vínculo era a través de la importación de petróleo, que se estaba produciendo desde el reinado de Alfonso XIII. Hasta 1933, 26 años después de la revolución soviética, sin embargo, no se produjo el reconocimiento de la Unión Soviética por parte de la República. Eso no implica que no hubiese una “batalla cultural” en marcha sobre la presunta injerencia rusa, agitada en la prensa de derechas de la época.
“A Stalin no le interesa España”, reitera Viñas, quien considera un factor importante del crecimiento del Partido Comunista de España el hecho de que el PSOE cerrase las puertas a la nueva afiliación al comienzo de la Guerra Civil. Eso no implica más “favores” a la República. Como trata de explicar, sin demasiado éxito, el presidente Manuel Azaña, se trata de una operación comercial. Oro a cambio de divisas, de material y de armas. En un contexto general de bloqueo:
“La banca internacional francesa e inglesa, principalmente y la norteamericana sabotean, demoran, retrasan las transferencias internacionales de la República. Negrín intenta vender oro en Londres pero se encuentra unos tremendos obstáculos administrativos. Él lo quería hacer orillando la política británica hacia la República. Era imposible. El oro tenía un mercado libre pero éste estaba intervenido. No era posible vender 400 toneladas de oro en el mercado londinense. Hay quien aun dice que se tuvo que mandar a París, a Londres, a Washington o a Berna, pero ¿Cómo lo vas a mandar a Londres? En Londres te lo incautan, te lo bloquean, y se quedan tan panchos. ¡No lo vas a mandar a Washington; en el quinto pino! Lo mandas a Washington. Y ¿qué pasa? Que no lo vuelves a ver. Lo tienes que vender y vete tú a saber si te hacen las transferencias o no. Los soviéticos tenían un sistema de bancos en Francia con los que los republicanos ya habían trabajado durante los años de antes de la guerra, era como se pagaban las importaciones del petróleo. Fue una transacción normal”.
La investigación de Viñas sí dio con algunas claves desconocidas, como que los soviéticos aplicaron distintos tipos de cambio, tanto sobre las piezas finales que se enviaban a España como a sus componentes. Pero no se sabe qué criterio seguía la burocracia para esa valoración. En cualquier caso, las afirmaciones de Viñas, al contrario que las del revisionismo que ha mantenido con vida el mito del Oro de Moscú, siguen un principio de realismo. La URSS no podía abastecer gratis el armamento que la República necesitaba.
Oro, guerra, diplomacia, publicado a principios de este año por Crítica desmonta con datos fehacientes esa idea de una República arrojada al comunismo.
Dos años antes, Viñas publicó El gran error de la República. Entre el ruido de sables y la ineficacia del Gobierno, un volumen en el que demostró como la Italia fascista de Benito Mussolini estaba financiando la conspiración contra el régimen democrático desde el minuto cero y que, por tanto, el asesinato de José Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936 solo fue el pretexto para desencadenar una reacción.
Un 20 de noviembre solo se puede cerrar con otra de las investigaciones que han salido de la tenacidad investigadora de este profesor madrileño. Coescrito con Miguel Ull y Cecilio Yusta, El primer asesinato de Franco (Crítica, 2018) es un libro que, según Viñas, no ha tenido el recorrido que merece. En él cuenta como el que iba a ser Jefe de Estado durante 39 años hizo asesinar al general Amado Balmes, comandante de la guarnición militar de Las Palmas de Gran Canaria.
Viñas ya había investigado las horas previas al vuelo del Dragon Rapide, que trasladó a Franco desde Las Palmas, adonde había acudido para el funeral de Balmes, a Casablanca, desde donde se dirigió al Protectorado español de Marruecos para encabezar la sublevación del sur. Un día se topó con un libro que decía contener la autopsia de Balmes. Viñas detalla que esa autopsia no era tal: “Era un informe oral que unos peritos patólogos civiles habían hecho a un secretario del Juzgado de Las Palmas bajo la supervisión de dos forenses del Ejército”. Este investigador no se creyó la versión oficial: que Balmes, un experimentado general que también participó en la Guerra de Marruecos hubiese cometido el error de apoyar sobre su vientre una pistola supuestamente encasquillada.
¿Tú te imaginas? ¿El 16 de julio, a esos dos peritos con los militares encima? Dicen lo que sea. Solamente un periódico vespertino dijo lo que había pasado, y se retiró inmediatamente de circulación. Lo que pasó es que a Balmes –en vez de pegarse un tiro él inadvertidamente– le habían pegado un tiro. Ese informe, que no es autopsia, desvelaba los destrozos en el cuerpo del general, que son compatibles exclusivamente con un disparo en determinada dirección. ¿Qué pasó? No sabemos cómo mataron a Balmes, porque todos los papeles después han desaparecido.
Hicimos una serie de suposiciones. Sabemos el nombre del asesino. Luego Franco tendió sobre él una manta protectora. Es un teniente coronel, que es el único jefe de una división del ejército franquista que retrocede 200 kilómetros del frente, tras una embestida republicana en el frente de Extremadura. La división que mandaba él se vio obligada a retroceder. Es la única vez que eso ocurre en toda la guerra, en el año 1938. Le hacen un Consejo de Guerra en Sevilla en el año 1939. Va a ser destituido del ejército. De pronto, alguien llama desde Burgos y se vuelve a reunir el Consejo de Guerra y le condenan de tal manera que no se ve obligado a salir del Ejército. La pena que le imponen es minúscula, con lo cual él no se ve perjudicado. ¿Quién llamó al general Queipo de Llano, al general que es el que firma la expulsión inicial del Ejército? Tú imagínate.
Viñas no para. Su próximo proyecto es sobre otro de los mitos en torno a la Guerra Civil, el del suministro por parte de Texaco de petróleo al bando sublevado. Pero, como él mismo dice, las investigaciones llevan tiempo y todavía no ha cerrado algunos flecos. “Yo tengo que ver el documento. Y si no veo el documento, doy la referencia, pero no pongo la mano en el fuego”, concluye. Así que ya sabemos, cuando Viñas publica es porque ha encontrado algo. Y eso es una buena noticia para el oficio de quienes se dedican a la Historia.
20 nov 2023.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/historia/vinas-verificador-historia-desmonto-mito-franquista-del-oro-moscu
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