Estamos frente a un genocidio televisado con una tregua transmitida y rota en vivo y en directo.
Se acabó la tregua, disminuyó la ayuda humanitaria, volvieron los bombardeos contra civiles, la muerte de niños y el pánico de las explosiones en Gaza. La tregua sirvió para dar un respiro, liberar algunas personas, repartir alguna ayuda y volver a la confrontación.
Pero esta tregua breve y llena de incidentes enseñó varias cosas a los que trabajan en lo humanitario y en la construcción de paz:
-Lo primero, que sí es posible negociar en medio de la guerra. La tesis de que debe disminuir un conflicto para poder acercarse a un cese al fuego es un mito. Basta la decisión política de las partes para sentarse y definir un cese temporal de hostilidades, tregua o, como le quería llamar Israel, simplemente, “una pausa humanitaria”.
-Lo segundo, sí se puede negociar con terroristas. Me refiero a Israel: un Estado terrorista que, al final, se ve obligado a ceder y a aceptar una tregua en los términos que impuso la resistencia palestina.
-Tercero, que no se requiere ni concentración de tropas, ni observación internacional en toda la geografía para hacer posible una tregua. Ese es un mito en el que la ONU, de manera autorreferencial, justifica su papel como “observador” en algunas guerras.
-Cuarto, no es necesario aplicar el Derecho Internacional Humanitario (DIH) para saltar a una tregua, aunque sea lo ideal. El grado de horror generado por Israel no tiene precedentes, aun así, aceptó una negociación para un espacio temporal de cese de hostilidades.
-Quinto, que lo humanitario, una vez más, no es un problema de que haya o no haya recursos, sino fundamentalmente de que se pueda acceder a ellos. La crisis alimentaria y de medicamentos es claramente el resultado de una política israelí de castigar a la población civil.
-Sexto, que una tregua no se debe evaluar sólo y únicamente por los incidentes, que toda tregua tiene, sino también por los aspectos positivos (aunque sean temporales), como el acceso a la ayuda humanitaria o más duraderos, como la liberación de civiles.
-Séptimo, la propuesta de liberar a mujeres y a niños fue hecha por Hamas desde los primeros días después del ataque del 7 de octubre, pero fue rechazada por Netanyahu varias veces de manera radical. Pensar que hacer una propuesta de tregua es un signo de debilidad no siempre es cierto.
-Octavo, la prensa sigue con su tufo sionista. Es doloroso calificar la liberación de menores de edad palestinos como “liberación de terroristas”. La tregua permitió también visibilizar del daño cometido contra hospitales y casas de civiles. Un número de más de 100 trabajadores de la ONU asesinados no conmovió porque las noticias tampoco ayudaron. La prensa insiste en que todo empezó el 7 de octubre y no hace 75 años.
-Noveno, que hay que ser serios en las treguas. Hamas suspendió unas horas la liberación del segundo grupo de personas ante los continuos sobrevuelos de Israel sobre la franja, los ataques a civiles palestinos que intentaron moverse del sur hacia el norte de Gaza y por el incumplimiento de la cantidad de ayuda humanitaria. El sábado (25 de noviembre) en la noche había entrado a la franja menos de la mitad de la ayuda humanitaria que se había acordado.
-Décimo, el espacio político de las liberaciones mostró de nuevo el trato dado por Israel a los civiles palestinos y demostró que tenían niños en las cárceles. Mientras el mundo tenía una preconcepción de Hamas que fue desmentida hasta por los mismos rehenes, siendo esto un duro golpe a la narrativa israelí.
Gaza, espacio militar y también político
Finalmente, por acuerdo de las partes, la tregua se alargó por unos días más. Ambos necesitaban respirar y analizar para dónde iba todo esto. Pero la tregua así no beneficiaba a «Israel» pues equivalía a un reconocimiento de la capacidad militar de Hamas o, más exactamente, una incapacidad militar de «Israel». Por eso, cada parte sacó un argumento para volver a los ataques.
Una ruptura violenta lleva a que una segunda tregua pueda ser más compleja de conseguir. Ya ambos lados saben lo que les espera: un segundo round igual o peor. Hizbullah, los yemenitas y otras fuerzas de menor capacidad militar también volverán del pequeño descanso.
Es muy posible que estalle una tercera Intifada, no de piedras como la primera, ni en parte militarizada como la segunda, sino fundamentalmente militar, como ya se ve en varias zonas urbanas de Cisjordania y de Jerusalén Oriental.
Si la comunidad internacional y la ONU no fueron capaces de imponer una tregua más consistente, es improbable pensar que impondrán el respeto a los civiles o a las otras normas del derecho humanitario. Estamos frente a un genocidio televisado con una tregua transmitida y rota en vivo y en directo. De la humanidad no podemos esperar más.
3 Diciembre
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