El Frente Popular gana las elecciones en Francia y contiene el ascenso de la extrema derecha.
por Eusebio Val/La Vanguardia/Corresponsal en París
La izquierda rebasaría ampliamente al partido de Marine le Pen según las primeras estimaciones
El desenlace de los comicios sitúa al país ante una situación muy difícil de gestionar, que exigirá una ingeniería política compleja, sutil, a la que Francia no está acostumbrada porque su sistema suele dar mayorías claras en un régimen muy presidencialista, muy vertical.
El primer ministro saliente, Gabriel Attal, anunció que presentaría la dimisión este lunes al presidente de la República, un paso obligado después de unas elecciones, aunque en este caso se suma el hecho de que los partidarios de Macron han perdido peso y son, como mucho, la segunda fuerza. Attal se mostró orgulloso, sin embargo, de haber resistido lo que parecía una marea que los arrasaría por completo. Puso hincapié en que él no quería las elecciones -reproche al presidente-, si bien se batió para lograr el mejor resultado posible. Según el jefe de Gobierno saliente constató que el Parlamento será, más que nunca, el centro de gravedad de la nueva realidad política.
Ha sido decisivo para neutralizar a la extrema derecha que tanto la izquierda como los macronistas renunciaran a presentarse en las circunscripciones en las que no tenían posibilidades, para así presentar a un único rival capaz de batir al Reagrupamiento Nacional. En la práctica, el Nuevo Frente Popular ha salido muy beneficiado, pero también los macronistas han sacado más diputados de los que se preveía después del primer turno.
Mélenchon exige la retirada de la reforma de las pensiones, el bloqueo de precios y la subida del salario mínimo
El líder de La Francia Insumisa (LFI, izquierda radical), el principal componente del NFP, Jean-Luc Mélenchon, reclamó para la coalición de izquierda la jefatura del gobierno y exigió al presidente Macron que se incline a la realidad y acepte su derrota.
Según Mélenchon, que ha vivido la mejor noche de su larga carrera política, la izquierda debe cumplir su programa, y citó como puntos irrenunciables la abrogación de la reforma de las pensiones, que había situado la edad de jubilación en 64 años, el bloqueo de los precios de los productos básicos y la subida del salario mínimo a 1.600 euros al mes.
El líder de LFI aseguró que “nuestro pueblo ha descartado claramente la solución de lo peor”, lo que supone “un inmenso alivio para una aplastante mayoría” de franceses, especialmente por los que se sentían amenazados por el programa de la extrema derecha.
El candidato de la extrema derecha a primer ministro, el eurodiputado Jordan Bardella, atribuyó los resultados a “las alianzas politiqueras contra natura” selladas entre la izquierda y los partidarios de Macron. La calificó “alianza del deshonor”. Bardella constató que su partido, pese a todo, consiguió “el avance más importante de toda su historia”, por el fuerte aumento de su representación en la Asamblea Nacional, que debe servir de base “para la victoria de mañana”.
El expresidente socialista François Hollande, que se presentaba a diputado en su región de Corrèze, resultó elegido. El exjefe de Estado se dirigió a sus seguidores para advertir que la victoria supone una responsabilidad grande porque el NFP representa solo “una parte de Francia”. “Habrá que ir hasta el final de la democracia parlamentaria”, aseguró, en referencia a la negociación que se abrirá. Según Hollande, una de las prioridades será restablecer el impuesto a las grandes fortunas, suprimida cuando Macron llegó al poder, en el 2017.
Varios representantes del campo macronista insistieron en que no va a haber ningún tipo de acuerdo con LFI ni con la extrema derecha. Eso deja un ámbito de posibles pactos que incluirían desde Los Republicanos (LR, derecha gaullista) hasta los socialistas y los ecologistas, un arco muy heterogéneo y de programas en parte muy contradictorios.
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