Un mensaje para los ilusos/as que votaron por Boric y pretendían parar el fascimo.

Un ejemplo de organizaciones sociales crédulas que cooptadas por la institucionalidad pierden el rumbo, y con ello, debilitan las fuerzas rebeldes en potencia. Afiche publicado en el Facebook de la Coordinadora 8M. 25 de dic. 2021.

El fascismo, ¿no pasará?: Hay un fantasma que recorre los territorios… y no es el comunismo.

Las guerras injustas necesitan mentiras que sostengan los fanatismos sumisos al amo, y el amo no es otro que la imagen del capital como un fetiche todopoderoso e impredecible, introyectada en la estructura psíquica. Los fascismos se van adecuando a las necesidades del capital y de sus guerras antihumanas, las refuerzan a golpes y con terror e incertidumbre para que la humanidad postrada adore al dólar, que es la codicia que mueve a Ares y a Marte, dioses grecorromanos de la guerra. Iñaki Gil de San Vicente, Euskal Herria, 30 de mayo de 2024

Una presentación urgente

Cuando terminaba este artículo, un masivo allanamiento se producía en el Comedor Popular Luisa Toledo, en la Villa Francia, Santiago. Las fuerzas represivas del GOPE y personal civil, a la manera de los años de la dictadura, realizan el copamiento a un centro de alimentación popular en la misma escalada represiva y de militarización que ha caracterizado a este supuesto gobierno progre, pero neoliberal en los hechos y fascista en sus métodos.

Aprovechándose del odio popular a los más de 30 años de privilegios de los poderosos y ricachones y su casta política de siempre, Boric y su coalición electoral, (Partido Comunista y Frente Amplio) acceden al gobierno representando, además, el freno a la ultraderecha y al fascista Kast. Por el contrario, los hechos y no sus simbolismos han demostrado que no solo viene gobernando con y para esa misma casta privilegiada, sino que ha ido más allá, y ha hecho lo que ni siquiera el criminal Piñera fue capaz de hacer: militarizar el Wallmapu, encarcelar a sus weichafes, desalojar campamentos y tomas de pobladores sin casa, pese al crudo invierno que estamos viviendo, y reprimir violentamente la lucha popular y sus organizaciones.

Se les cae la careta a estos gobiernos y sus regímenes de democracias representativas en decadencia. Al empresariado transnacional, al capitalismo neoliberal en crisis no esperan de gobiernos ultraderechistas para frenar la resistencia popular. Solo necesitan a agentes gatopardistas como Boric, para perseguir, desarticular, reprimir y encarcelar a los y las luchadoras que emprenden el camino de la solidaridad y la liberación del pueblo. Lejos quedaron las ilusiones de lxs que votaron  por un candidato que no allanaría ni desalojaría y que se opondría al paso del fascismo. Esto último, nuevamente camina con nuevos bríos por nuestras calles y campos. Es hora de la unidad en la Resistencia y la autodefensa popular.

El voto al mal menor. Es solo una ilusión

Existe una extorsión maligna que se ha esparcido por el planeta relacionado a optar por el “mal menor” cuando las élites se ven sobrepasadas por la movilización popular, encauzando la ira y las proyecciones de las demandas, que pudiesen mover estructuralmente los cimientos de una sociedad en franca decadencia, a la votación (a la postre estéril) en contra del candidato fascista o ultraderechista de turno.

Se habla mucho sobre la inminencia del fascismo sobre nuestras cervicales y poco de su instalación a pasos de nuestras casas y a veces conviviendo como un parásito en nuestras propias unidades domésticas y que, sin darnos cuenta de aquello, lo aceptamos como algo tan inherente que no alcanzamos a ver los alcances de su incumbencia, a pesar de que dizque haberlo frenado con un lápiz y un papel y ahora sí que el monstruo… no pasará.

Sin embargo, no es solo la amenaza del fascismo que acecha nuestras sociedades, sino que también es la complicidad de aquellos que, desde las altas esferas del poder intentan confundirnos y dividirnos, erigiéndose como los genuinos demócratas que se opondrán al paso de un fascismo rampante, pero después los veremos aferrados al pírrico poder que detentan en su parcela institucional, concomitando republicanamente con los mismos fascistas que decían combatir. 

El fascismo no es una mera posibilidad lejana; está presente entre nosotros, camuflado y adaptándose a las circunstancias del capitalismo en crisis. No podemos permitirnos ignorar cómo se infiltra en nuestras vidas diarias, perpetuando la barbarie bajo diferentes disfraces mientras se nos dice que votemos por quienes prometen solo una versión menos extrema, más edulcorada, más verde,  de la opresión.

La izquierda tradicional y la centroizquierda convencional junto al progrerío local y global, nos piden que aceptemos este juego perverso, perpetuando un sistema que en realidad refuerza las estructuras de dominación y explotación. Nos hablan del peligro del fascismo mientras ellos mismos implementan políticas neoliberales que profundizan la miseria y la desigualdad, en un contexto de militarización y retroceso cultural.

Fascismo es el capitalismo en crisis

Desde la teoría marxista, el fascismo no es simplemente un fenómeno político aislado, sino que está profundamente arraigado en las condiciones socioeconómicas y las crisis del capitalismo, es decir, al ser un sistema basado en la explotación y la acumulación de capital, crea las condiciones para la pérdida de control sobre el trabajo y los productos del trabajo (alienación), así como a la desconexión social y política de significativas masas de laburantes a nivel planetario, además de la desigualdad y la inestabilidad económica. Marx sostiene que el capitalismo experimenta crisis periódicas debido a contradicciones internas inherentes a su estructura. Estas crisis pueden llevar a un aumento de la desigualdad social y económica, pero también, a la decadencia y/o colapso del sistema en todas sus aristas.

Esta alienación puede ser explotada por movimientos políticos fascistas que ofrecen una identidad colectiva simplificada y un enemigo común, prometiendo soluciones simplistas y autoritarias a la crisis. No obstante, siguiendo a Gramsci, el fascismo se erige como algo “connatural” al capitalismo hegemonizando la cultura que impregna a la “sociedad civil”, es decir, no sería sólo una desviación política, sino una manifestación extrema de las contradicciones y tensiones del capitalismo en su fase decadente.

Por mucho que el fascismo se presente muchas veces como una suerte de anti capitalismo o de derechas, no supone una ruptura con el sistema capitalista. Y por mucho que el fascismo pueda adoptar una retórica obrerista, lo cierto es que históricamente se trata de un movimiento liderado por las clases medias en alianzas con las élites conservadoras. Esto nos puede servir  para entender cuáles son las bases sociales del fascismo.

El neoliberalismo como continuidad de un colonialismo que subyace en los territorios del sur global, respaldado tanto por regímenes democráticos como por dictaduras, ha exacerbado la deshumanización y la explotación a nivel planetario. Representa, el neoliberalismo, una fase avanzada del capitalismo que utiliza el Estado para proteger los intereses de las élites económicas, incluso a costa de los derechos humanos, la dignidad de las personas y la expoliación, sin precedentes, de la vida. Marxistas como Frantz Fanon han analizado cómo el colonialismo y el imperialismo perpetúan la explotación y la alienación de los pueblos colonizados, lo cual se entrelaza con las críticas al fascismo y al autoritarismo moderno.

Fascismo con o sin uniforme

Para los pueblos que estamos al sur de los países ricos y desde nuestra mirada colonizada por esos mismos países, la barbarie es y ha sido el signo con la que generaciones enteras hemos apenas sobrevivido. La política y el asentamiento del neoliberalismo a nivel planetario ha venido de la mano de feroces dictaduras que, con todo el poder de la coerción estatal, han profundizado la esquilmación de manera acelerada de nuestros territorios, dejando al planeta en una situación de colapso socio- ambiental irreversible.

Los gobiernos elegidos con los mecanismos de la democracia representativa, ni qué decir de los regímenes abiertamente dictatoriales, no han necesitado decirse fascistas para profundizar el sistema de deshumanización imperante. Para muchos pueblos, hablar de izquierdas o derechas, de demócratas o fascistas no le hace sentido alguno dado que suficiente han tenido con gobiernos de derechas, ultraderechas o sus variantes neoliberales de la socialdemocracia o progresistas que han accedido a la gobernanza para perpetuar dicha barbarie, soñada por los dictadores fascistas europeos.

La limpieza étnica en Gaza así lo demuestra con crueldad indescriptible, pero también la promoción del apartheid y la violencia machista en Europa, la represión generalizada a la libre expresión en las redes sociales y en las calles en Estados Unidos, la militarización de la vida y la romantización de la guerra en oriente medio o en Ucrania, las medidas draconianas contra inmigrantes, los pobres y los indígenas que se pronuncian por su autonomía como pueblo libreson claros ejemplos de que el fascismo hace largo tiempo que no necesita andar uniformado con camisas pardas o hacer saludos nazis, para fijar sus directrices e implementar su modelo de sociedad, anulando o haciendo desaparecer toda resistencia que se oponga a su desarrollo.

Fascismo, la manipulación del miedo y el control social

Pensar que el fascismo es una entelequia que está por venir, que no está desarrollado en su plenitud, pensándolo solo como un calco de un pasado histórico y terrible es una negación a la política concreta, actual, que los grupos en el poder están implementando. Estos apuntan a generar toda clase de miedos en las personas, ya no por el fantasma del comunismo, sino que por ciudades en manos de la delincuencia y las turbas saqueadoras.

Al generalizar un discurso del miedo y transversalizarlo a cualquier gobierno, lo que buscan los grupos dominantes es instalar en los grupos subalternos  la idea (ahí radica el peligro fascista) de que la libre expresión o el derecho a manifestar el repudio por las injusticias o la lucha por alimentarse se supriman en función de la seguridad individual. En estricto rigor, eso es fascismo asentándose ya en nuestras vidas cotidianas. ¿Para qué necesitan al fascista o al ultraderechista del momento si esto ya lo hacen los progres- socialdemócratas neoliberales casi a la perfección? La respuesta a esta pregunta ya la saben nuestros pueblos cuando ven nuestras calles y paseos peatonales, usando la seguridad personal como argumento, llenos de cámaras de identificación individual a lo que se suma el control militar exasperante de nuestras vidas o la represión más despiadada de policías corruptos.

Represión y miedo exponencial es la adaptación del fascismo a las condiciones actuales del capitalismo globalizado, es decir, y en palabras de Marx, es una estrategia de la clase dominante para mantener su poder y control sobre la población, no solo para desviar la atención de las verdaderas causas de la desigualdad y la injusticia social, sino que también para mantener la estabilidad del orden que necesitan los empresarios para aumentar sus ganancias y privilegios, y reprimir movimientos emancipatorios y subversivos cuando se salen de dicho orden. Ejemplo de esto, la represión y el encarcelamiento de lxs luchadores del Wallmapu.

“Naturaleza” contemporánea del fascismo

Más allá de las esferas políticas e ideológicas podemos establecer ciertos aspectos para profundizar la idea de que el peligro fascista “no nos sea indiferente”, que está a un palmo de nuestra nariz y que debemos saber olfatearlo a tiempo. Esto dice relación con la existencia real de los “Microfascismos” en nuestras relaciones interpersonales, espacios públicos y lugares de trabajo. Vivimos en una sociedad permeada sutil y abiertamente por una subjetividad y sensibilidad fascista, de valores y actitudes autoritarias. Fascismo- racismo- xenofobia- machismo, son las piezas angulares que son internalizadas y naturalizadas también, abierta o solapadamente, al interior de los clanes familiares y micro espacios de socialización colectiva.

El mito del “enano fascista”, es una metáfora argentina nacida en los últimos años de la dictadura militar y que refleja la persistencia de ciertas actitudes autoritarias y antidemocráticas en la sociedad Argentina en particular y, por qué no extrapolarlo, en Nuestramérica y sus venas aún abierta por la barbarie militar que imperó durante más de dos décadas. Según lo anterior, los consensos construidos del “nunca más”, en referencia al lema que condenaba los crímenes de la dictadura y buscaba prevenir la repetición de tales atrocidades, no lograron extirpar o disolver dichas tendencias de la sociedad, lo que encierra un peligro, concretado en Brasil y Argentina, precisamente. Las estrategias políticas contemporáneas vinculadas al autoritarismo que remiten al fascismo y que manipulan el odio, el miedo, la exclusión y la polarización ganan apoyo y son capaces de constituirse en gobiernos votados por masas inermes. La figura del “enano fascista” sugiere que el fascismo no es sólo una ideología política, sino también una forma de habilitar comportamientos que pueden existir en todxs nosotrxs como seres humanos, pero que son manipulados y exacerbados en tiempos de crisis y polarización.

Daniel Feierstein, en su libro «La construcción del enano fascista: Los usos del odio como estrategia política en Argentina», ofrece una perspectiva social y no simplemente política del fascismo. Feierstein aborda cómo el odio puede ser instrumentalizado políticamente para desviar las frustraciones y la violencia hacia ciertos grupos o comunidades, usualmente señalados como los culpables de los problemas sociales. Esto oculta, a menudo, las verdaderas estructuras de poder responsables, la verdadera casta, como lo son: el capital concentrado, los grupos transnacionales y el sistema financiero.

En el mismo sentido anteriormente descrito, Milei, Kast, Bukele o Bolsonaro, de alguna u otra manera, buscan, en primer lugar, paralizar a la sociedad con el tema de la seguridad, el crimen organizado, la narco- delincuencia o el hambre producto de la corrupción de la casta y así atomizar, generar desconfianza entre los sectores populares, desactivar la solidaridad y la resistencia colectiva, para luego fomentar el odio y desatar la violencia contenida contra el par, contra lxs inmigrantes que ocupan nuestros puestos de trabajo o los espacios públicos, las mujeres que alzan la voz ante los femicidios o el aborto libre, el/ la joven pobladora estigmatizadxs en los malls y supermercados, lxs mapuche que recuperan sus tierras, lxs que luchan por una vivienda digna, lxs cesantes que se manifiestan por trabajo y alimentos, lxs zurdxs, la comunidad lgbtiq+, etc. En nombre de tu espacio personal seguro, se puede insultar al/ la secundaria y molerla a palos por haber tenido la osadía de ocupar el colegio o el espacio público para manifestarse. Hecho esto, se erigen mesiánicamente como los salvadores de la patria que limpiarán estas impurezas, rescatarán las tradiciones y recuperarán un pasado mítico esplendoroso, entre otros resquicios propios del arsenal fascista.

La violencia social se viene imponiendo y su motor fue y ha sido el estado opresor, desde la fundación de la república, pasando por la dictadura cívico- militar, hasta nuestros días. En la lógica de “como a mi no me ha pasado nada, yo no me meto en problemas y/o me salvo solo/a”, la dictadura neoliberal nos transformó, si no enteramente en fascistas, por lo menos, nos ha tapado los ojos y los oídos para no tener que ver o escuchar lo que viene ocurriendo. Generalizar la violencia social colectivizada hoy como parte de una estrategia de opresión, es la deriva de estas derechas que desatan sus velos para mostrarse como lo que son.

Fascismo y quinto poder

Parafraseando al nazi Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler: “miente, miente, miente que algo quedará, cuánto más grande sea una mentira, más gente lo creerá”, los medios de comunicación modernos, dirigidos por los mismos dueños del poder, no escatiman recursos y dinero a la maquinaria de desinformación y de propaganda capitalista. El altavoz callejero y el cine nazi, son reemplazados por sofisticados dispositivos y plataformas de toda índole para repetir hasta el hartazgo la información que asegure la manipulación de la opinión pública. Los matinales, los noticieros y las plataformas de internet, son los mandados a ser los portavoces de discursos de odio, de intolerancia, de desinformación  y de criminalización de los sectores oprimidos y vulneralizados de la sociedad.

Trump o Milei son ejemplos paradigmáticos de los tiempos que corren. Acceden al poder manipulando la plataforma del abiertamente neocolonizador Elon Musk con discursos que normalizan y promueven la violencia y la intolerancia hacia grupos específicos de la sociedad, cuya narrativa es transmitida, además, por los grandes medios de comunicación en horarios de máxima audiencia. 

El papel actual de los medios de comunicación es que no solo ofrecen plataformas para los discursos de odio, sino que también, están involucrados en operaciones de desinformación y manipulación a favor de los intereses de ciertos poderes políticos y económicos. Por ejemplo si se revisan las redes sociales vemos, no sin mucha vergüenza ajena y estupor, el uso del término fascista de la izquierda europea, para referirse a Putin y así justificar su aceptación a la escalada armamentística, la militarización de la vida europea y la intervención directa de la OTAN, pero oculta el término sionismo o genocidio para referirse a la agresión del estado sionista de Israel en Gaza. En Chile, en el contexto mencionado, la radio y la televisión se encargan, por ejemplo, de invisibilizar la corrupción y los hechos delictuales cometidos por las policías y los altos mandos de las FFAA, pero dan una impresionante cobertura y repiten imágenes e información acerca de un hecho delictivo perpetrado por las clases subalternas. Es decir, los medios de comunicación en todas sus plataformas y redes sociales de internet emiten y reproducen discursos de la derecha fascista sin ningún contrapeso, impulsando la inversión del discurso, es decir, el que argumenta en contra de los discursos de odio o devela una mentira es acusado de intolerante, censurador de la pluralidad de opiniones, un fascista. El resultado de esto, entonces es esperable: Gente de los sectores populares clamando por más autoritarismo, más mano dura, más Bukele en las presidencias, más cárceles y cero tolerancia con los que infrinjan las leyes en torno a la propiedad y bienes de sus amos, llegando a la conclusión que la solución de toda la decadencia que observan es poner en la gobernanza de sus destinos a los militares. Retroceso a ideas que se creían superadas. 

La lucha antifascista debe ser feminista, popular e internacionalista

El antagonismo observado entre la extrema derecha y el feminismo no es casual, sino un reflejo de las tensiones inherentes a las contradicciones de clases bajo el capitalismo. El movimiento feminista ha emergido como una fuerza política formidable, internacional en alcance y multi-generacional en su base de apoyo. Desde las manifestaciones callejeras simbolizadas por Las Tesis hasta el impacto cultural de cantantes,  actrices de Hollywood, trabajadoras y estudiantes se converge en la lucha por derechos fundamentales compartidos y horizontes emancipatorios.

El feminismo no es solo una lucha por la igualdad de género, sino también una batalla contra las formas de opresión que perpetúa el sistema capitalista. El feminismo se ha tornado fundamental en la resistencia al totalitarismo, destacando cómo el patriarcado sirve como un componente central en las ideologías fascistas, modelando nociones de sexualidad, familia y nación.

La violenta reacción fascista hacia el feminismo subraya la amenaza percibida por las élites y los conservadores ante cualquier desafío significativo al orden establecido. Para enfrentarla necesitamos articular una respuesta específicamente antifascista, que luche contra la expansión de la ultraderecha organizativamente, pero también en sus manifestaciones cotidianas, protegiendo la retaguardia, mientras se articulan dispositivos organizacionales populares, antipatriarcales y de autodefensa, en clave feminista.

Es crucial para los trabajadores y sus aliados comprender que la emancipación de la clase trabajadora y la lucha feminista están intrínsecamente vinculadas, siendo esenciales para la emancipación del género humano. Si miramos el pasado reciente se revela un trato especialmente cruel hacia las mujeres, también lo ha sido con la comunidad LGTBI+ y todo lo que ha estado bajo el dominio del patrón hombre-blanco-hetero-capitalista. Es más, en esta misma perspectiva, deben asumir sus propias responsabilidades las organizaciones obreras y populares dominadas por este mismo patrón mencionado y su rol invisibilizador y de sometimiento hacia las compañeras al macho líder, debe quedar extirpado de las organizaciones y colectivos populares.

Para combatir el fascismo desde una perspectiva feminista y  popular, es crucial revisar la historia con una lente de género que ponga de relieve cómo las estructuras patriarcales han sido utilizadas para perpetuar la dominación y la desigualdad. La educación emerge como un campo de batalla clave: el fascismo busca controlarla para imponer su ideología, negando temas críticos como la educación sexual y la memoria histórica.

La defensa de la educación pública frente a la privatización es fundamental para el feminismo antifascista y cualquier movimiento reivindicatorio y emancipador, ya que debe promover la diversidad y enseñanza en principios democráticos.

En ese camino, defender el acercamiento de las artes y de las ciencias, a los sectores populares de manera profusa, profunda y amplia, junto a un enfoque que involucre los sentires y saberes milenarios de las distintas culturas humanas, son imprescindibles para enfrentar la tecnociencia militarizada que propone el fascismo.

El individualismo fomentado por el neoliberalismo socava la solidaridad comunitaria necesaria para resistir los ideales nacionalistas y fascistas. La estrategia de desfinanciar organizaciones que defienden los derechos y la participación política de las mujeres busca eliminar espacios críticos de resistencia, lo que lleva a pensar que la autogestión feminista y popular habría que fortalecerla o diseñarla muy a pesar de los momentos de sequía organizacional en la que estamos. Es imperativo tejer comunidades donde las mujeres puedan apoyarse mutuamente y fortalecer su participación en la vida pública, escapando del confinamiento en lo privado y fortaleciendo la organización colectiva. Esta estrategia es clave o más bien vital, para definir un camino de enfrentamiento serio y decisivo contra el fascismo.

Por otra parte, oponer a la ley del más fuerte, es decir a la idea patriarcal de sociedad, la lucha por el respeto a los derechos humanos. Por más burguesa que parezca esta reivindicación, es un piso mínimo sobre el cual debemos erigir nuestra protesta ante las injusticias del sistema. En este marco, cobra especial importancia la memoria histórica de nuestros pueblos del sur global para enrostrar lo que nos han hecho y de la justeza de nuestras luchas y sus posibilidades de triunfo. Oponer a la negación de la historia y la imposición de la irracionalidad y el mito, la memoria. 

También, es de vital importancia desactivar las guerras en curso y desmilitarizar nuestras sociedades. Los discursos de Trump, Netanyahu, Milei y las democracias europeas avanzan de manera descontroladas sembrando el camino armamentista sin inmortales el apocalipsis nuclear, inclusive. Desmontar la cultura de la muerte inherente al fascismo.

La lucha por las conciencias y las ideas. La verdad se convierte en una herramienta crucial contra el fascismo, que se caracteriza por la manipulación y la mentira descarada. Promover el pensamiento crítico, la ciencia, el diálogo abierto y la deliberación popular son barreras fundamentales contra las estrategias propagandísticas de la derecha, ultraderecha/ fascista. Construir plataformas educativas y dispositivos comunicacionales populares y activos para contrarrestar la propaganda y la desinformación en curso.

Por último, buscar, acercar y construir plataformas organizacionales que sean capaces de coordinar ideas y acciones a nivel internacional y latinoamericanos como mínimos para hacer frente a la internacional fascista que se mueve por el planeta con todos los recursos económicos y militares a su disposición. El internacionalismo de los pueblos es clave en esta lucha y recuperarlo con una coordinación basamental, puede servir de mucho en la lucha por la existencia y liberación humana.

Es momento de despertar y reconocer que la lucha contra el fascismo no se limita a las urnas cada cierto número de años. Es una lucha constante contra todas las formas de opresión, sea cual sea el nombre que adopten los opresores.

 

7 de julio 2024.

Fuente: https://escuelapopularpermanente.cl/el-fascismo-no-pasara/


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