Una infancia infeliz y violenta: el mayor fracaso de la sociedad chilena.

«Sienten rabia, mucha rabia»: el puzzle sin respuesta de la violencia adolescente en centros de protección.

por Matías Sánchez Jiménez/ Ciper Chile.

 

Adolescentes que entran, salen y se fugan del hogar donde viven. Golpean a los educadores. Intentan ahorcar a la directora de la residencia. Destrozan las instalaciones y consumen droga dentro del mismo recinto. Mientras la violencia campea, los programas de intervención no logran su propósito de contener y ayudar a los niños y adolescentes. Tampoco reciben intervenciones en salud mental a tiempo, ya que la lista de espera tiene al sistema estancado. Frente a todo el problema, los educadores que trabajan directamente con los niños y adolescentes más dañados y vulnerados, deben enfrentar su trabajo casi sin herramientas. En abril de este año, el programa Mi Abogado —dependiente del Ministerio de Justicia— presentó un recurso de protección en nombre de 38 niños y adolescentes a cargo de la Fundación Ciudad del Niño – Ricardo Espinosa, una entidad colaboradora de Mejor Niñez en la Región del Biobío. El recurso plantea que los niños “se han visto gravemente amenazados en su integridad física y vulnerados en su integridad psíquica”. Esta es la historia de dos jóvenes que refleja cómo el sistema sigue sin funcionar.

—La golpeó a sangre fría, con todo.

La escena está grabada en la memoria de Víctor Sáez, de 45 años. Ocurrió en febrero de este año, mientras realizaba una actividad en el patio de la residencia “Casa 5”. Recuerda todos los detalles, pero aún no entiende qué pudo haber gatillado la agresión del adolescente que lo acompañaba.

—Estaba enseñándole a usar una máquina para cortar ligustrinas, cuando de repente se descompensó —relata.

En esa época, Víctor Sáez trabajaba como Educador de Trato Directo (ETD) en la Fundación Ciudad del Niño – Ricardo Espinosa, ubicada en Concepción, región del Biobío. Una entidad acreditada y colaboradora del Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia, también conocido como Mejor Niñez.

En la comuna de Hualpén, la fundación administra tres programas y residencias construidas en un mismo terreno de 18 hectáreas. Allí, por orden de los tribunales de familia, ingresan niños, niñas y adolescentes (NNA) que han sido vulnerados en sus derechos. Todos separados de sus padres, bajo la protección del Estado y con infancias similares: abandono, abuso sexual, maltrato físico y psicológico, explotación sexual u otros delitos cometidos por familiares.

—De un momento a otro, se enojó y se descontroló. Salió corriendo hacia la administración e intentó golpear a todos. Después encontró a la directora de la residencia y le empezó a pegar. La golpeó a sangre fría, con todo —recuerda Sáez.

Frente a las situaciones de desregulación emocional de NNA en programas residenciales, el protocolo indica que los profesionales, bajo ninguna circunstancia, deben intervenir. Sin embargo, al ver cómo el adolescente golpeaba a la directora de la residencia, Víctor Sáez reconoce que no tuvo otra opción.

—Le pegó, la tiró al suelo y empezó a ahorcarla. Yo estaba entre ambos, tratando de intervenir. No me quedó nada más que actuar. Él me golpeó y yo también. Era eso o dejar que la matara. La estaba matando.

Fachada de una de las residencias ubicadas en Hualpén.

Además de trabajar como ETD, Víctor Sáez es bombero y practica defensa personal. Con fuerza y técnicas de contención, dice que logró separar al joven del cuello de la directora. Luego, el adolescente corrió al patio de la residencia.

—Agarró un palo del largo de un escobillón, grueso como el puño de una mano, para golpear al resto. Casi todos arrancaron, los otros directivos se subieron a sus autos y se fueron. Los perseguía con el palo para matarlos —comenta.

Junto a los pocos adultos que quedaron en el lugar, Víctor Sáez cuenta que lograron controlar al adolescente, inmovilizarlo. Después, cuando retornó la calma a la residencia, Sáez asegura que la directora se le acercó para agradecerle su intervención.

—Me dijo “quédate tranquilo, nada va a pasar”. Lo decía porque prácticamente le salvé la vida. Lo que pasó, ella no lo denunció ni informó a los tribunales de familia para no tener problemas. Pero cuando me atacaron a mí, nadie me defendió.

Un mes después de la agresión a la directora, otros dos adolescentes de la misma residencia también protagonizaron un hecho de violencia. En esa ocasión, uno de los jóvenes rompió los candados de la cocina y sacó los cuchillos para atacar al ETD Víctor Sáez.

Ese hecho sí fue denunciado a los tribunales de familia y forma parte de un recurso de protección presentado en la Corte de Apelaciones de Concepción por Mi Abogado, un programa del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos que entrega una defensa jurídica especializada para NNA bajo el sistema de protección.

En representación de 38 NNA ingresados en las residencias de Hualpén, el programa Mi Abogado apunta a Mejor Niñez y a la Fundación Ciudad del Niño – Ricardo Espinosa, responsable de no garantizar sus derechos, ya que “se han visto gravemente amenazados en su integridad física y vulnerados en su integridad psíquica (…) Es relevante mencionar que, durante el 2023, ya se había presentado similar situación de riesgo a la seguridad de los niños y adolescentes, cuando dos adolescentes ingresaron con un arma a las dependencias de las residencias, amenazando con su uso”, detalla el recurso de protección.

La acción legal de Mi Abogado se suma a la crisis institucional que arrastra Mejor Niñez, desde su creación en octubre de 2021: residencias con sobrecupos, lista de espera para NNA que deben ingresar a un hogar y/o programas de reparación, mezclar niños con adolescentes con antecedentes policiales, el cierre de más de 40 residencias, consumo de droga, agresiones a los funcionarios, entre otros problemas.

Pero las tres residencias de Hualpén no son las únicas que enfrentan falencias en sus programas y atención psiquiátrica. El pasado 4 de mayo, en el Hogar María Goretti, ubicado en la comuna de Chiguayante —también administrado por la Fundación Ciudad del Niño – Ricardo Espinosa—, una de sus residentes se suicidó (vea reportaje “El suicido de Micaela”).

 

«POR SI ALGÚN DÍA ME TOCA HACERLO»

La Fundación Ciudad del Niño – Ricardo Espinosa, fue creada en 1956 por un sacerdote junto a instituciones de beneficencia. Desde el 2012 está acreditada para trabajar con niños, niñas y adolescentes vulnerados en sus derechos y actualmente pertenece al Arzobispado de la Santísima Concepción. De esa institución dependía el Hogar Carlos Macera, en Talcahuano, donde en 2020 un carabinero disparó al interior del recinto, episodio que terminó con la salida del director general de Carabineros, Mario Rozas.

En junio de 2022 el hogar fue cerrado, después de la emisión de un reportaje de T13 que evidenció que la crisis se mantenía. La agresión de los adolescentes contra los trabajadores formó parte de esa crisis insalvable. 

Tras la clausura del hogar, los 20 niños y adolescentes quedaron a la deriva, ya que sus familias no podían o no querían recibirlos. La única solución fue reubicarlos en otros hogares masculinos de la misma fundación, en la Región del Biobío. Una parte del grupo terminó siendo trasladado a las residencias ubicadas en Hualpén.

En el terreno de 18 hectáreas, y dependiendo de su grupo de edad, sus integrantes se dividen en dos residencias: “Casa 3”, para niños de 7 a 13 años, y “Casa 5”, para adolescentes entre 14 y 17 años. En ellas, la fundación ejecuta dos programas de Residencias de Vida Familiar para Adolescentes (RVA), llamados “Ciudad del Niño” y “Casa Central”; y uno de Residencias de Protección para Mayores (REM-PER), apodado también “Ciudad del Niño”.

Al momento del traslado de los nuevos residentes, Víctor Sáez recién había comenzado a trabajar como Educador de Trato Directo (ETD) en las residencias de Hualpén. Antes, Víctor tenía su propia institución sin fines de lucro y realizaba talleres terapéuticos y actividades para NNA bajo la protección del Estado. Mientras colaboraba con Ciudad del Niño – Ricardo Espinosa, le ofrecieron el cargo de ETD y renunció a su fundación.

—Vi a los pequeños muy vulnerados en todos los sentidos. Para mí, era un gran desafío en términos de que se podían hacer muchas cosas con ellos. Quería aportar desde mi lado, ayudarlos —relata Sáez.

Pero al ingresar a trabajar a la “Casa 5”, Víctor Sáez asegura que comenzó a presenciar situaciones que llamaron su atención, relacionadas con la calidad de los profesionales de las residencias. Una de ellas ocurrió en su primer día como ETD.

—Me reuní con la directora y le entregué mi currículum, certificado de inhabilidades y todos los papeles necesarios. Ella ni siquiera miró los documentos, solo me preguntó si tenía disponibilidad inmediata. Sin tener mayores detalles de quién era yo ni de mi experiencia, llegó y me metió a una de las residencias de los niños. No le importó nada. Tampoco recibí alguna instrucción sobre cómo trabajar con ellos.

Una experiencia similar vivió Pamela —solicitó resguardar su verdadera identidad— tras ingresar a trabajar como ETD, en 2021. Ella fue designada a la “Casa 3”.

—Los niños y adolescentes te ponen a prueba. Se portan mal, te mandan, te gritan. Muchas personas aguantan solo un turno, después no vuelven. Yo fui una de ellas. Cuando entré, pensé que no iba a ser capaz. Duré tres meses y renuncié. Todos eran muy agresivos y no entendía por qué. Después volví y comprendí que tienes que mostrar autoridad, pero también ser tierna. En la fundación nadie te dice eso ni qué hacer —comenta Pamela.

Además de los ETD, en las residencias “Casa 3” y “Casa 5” trabajan equipos psicosociales compuestos por psicólogos, enfermeras, trabajadores sociales, educadores, entre otros profesionales. En ellos recae la responsabilidad de atender la salud mental de los niños y adolescentes, junto con intervenir en casos de desregulación. También se encargan de realizar todos los informes y circulares que envían a los tribunales de familia y Mejor Niñez.

Pamela asegura que las intervenciones de los equipos psicosociales de las residencias son nulas. Lo comprobó el año pasado, durante una sesión de terapia que realizó la misma psicóloga de la residencia. En esa ocasión, reunieron a los niños para ver la película “Joker” (Guasón), protagonizada por Joaquín Phoenix.

—Uno de los niños repetía solo una escena. La miraba y retrocedía, la miraba y retrocedía. Lo hizo varias veces.

De manera repetitiva, la escena que el niño observaba es cuando dos compañeros de trabajo visitan al protagonista de la película en su departamento. En el desenlace, Joaquín Phoenix acuchilla a uno de ellos en el cuello y en la cara. Después azota su cabeza contra la pared y lo mata. Al otro personaje lo deja escapar y le dice: “Tú eres el único que ha sido amable conmigo”.

—El niño me contó que no había visto la película completa, solo esa escena. Le pregunté por qué y me respondió: “por si algún día me toca hacerlo”. Me cuestioné qué estaba pasando por su mente. ¿Será capaz? ¿se está preparando para matar a alguien? Lo informé al equipo psicosocial para que tuviera una sesión con la psicóloga, pero no pasó nada —recuerda Pamela.

—Nunca intervenían. Desde que entré a trabajar, jamás hicieron una intervención dentro de la residencia. Las llamabas y no iban a ayudarte, siempre estaban haciendo papeleo, informes para tribunales. No hacían la pega que les correspondía —agrega Víctor Sáez.

 

DOLOR PROFUNDO

Con el paso del tiempo, los ETD Víctor Sáez y Pamela comenzaron a conocer las historias familiares de los niños y adolescentes. Solo entonces, dicen, lograron comprender su actuar.

—Los cabros son agresivos y tienen malos tratos, pero dentro del sistema te das cuenta que no es necesario caer en lo mismo, de tratarlos mal para que funcionen. La gente que está en la fundación hace eso, los trata mal —asegura Víctor Sáez.

—Cuando muestran noticias sobre niños en residencias, siempre los reflejan como niños malos. Y no lo son. Si la gente supiera todo lo que han pasado… No los quiero justificar, pero no son malos. Ellos no eligen dañar, solo lo hacen. No saben que están haciendo daño. Es lo que han vivido y sienten rabia, mucha rabia —comenta Pamela.

Al conocer las historias de los niños y adolescentes, ambos ETD confiesan que fue inevitable generar lazos de cariño y confianza. Los apodaban sus “querios”. El de Pamela era Sergio, de 14 años —su nombre, al igual que los otros NNA de este reportaje, fue cambiado—. En un principio, Sergio fue derivado al sistema residencial, por orden del tribunal de familia, luego de que su padre declaró no poder hacerse cargo de su crianza. Su madre tampoco podía cuidarlo por encontrarse en la cárcel tras cometer reiterados robos con intimidación.

Sergio ingresó a los 8 años a la fundación y fue derivado a la “Casa 3”. Como no tenía ningún familiar con habilidades para cuidarlo, el tribunal de familia lo declaró susceptible de ser adoptado y un matrimonio lo escogió. La ETD Pamela acompañó a su “querio” durante ese proceso.

—Les decía sus papitos de corazón. Primero les escribió cartas y luego los conoció en persona. Ese día volvió corriendo a la residencia, me abrazó y me dijo: “tía, voy a tener una mamita”. Saltaba de felicidad. Después les contó a los otros niños, emocionado les decía “chiquillos, por fin voy a tener una mamita” —recuerda Pamela.

Después de conocer a Sergio, el matrimonio decidió no continuar con el proceso. La mujer que iba a ser su madre adoptiva quedó embarazada. Esa situación, asegura Pamela, destruyó al niño. Entró en un estado depresivo que nunca fue tratado por el equipo psicosocial. Sergio empeoró cuando su madre biológica salió de la cárcel e intentó acercarse a él.

—Su mamá quería formar un vínculo con Sergio, pero él no. Ella lo esperaba afuera de la residencia y Sergio no salía a verla. Yo le decía que le diera una oportunidad, que lo intentara, que si no le gustaba podíamos ir a buscarlo, pero no resultó. Ella no sabía nada de él —relata la ETD Pamela.

—¿Por qué motivaba a Sergio a volver con su mamá?

—Lo hacía pensando en que tuviera a alguien de su lado, para que cuando cumpla 18 años y lo echen de la residencia, no quede botado en la calle. Pero él no quería volver con su mamá. Lloraba y me decía: “¿por qué ella pudo criar a mis hermanas y a mí no? ¿por qué yo tengo que estar acá?”.

—¿Qué le respondía?

—Que él es un hombre, que es más fuerte que sus hermanas. A veces trataba de explicarle que Dios le entrega las peores batallas a sus mejores soldados, pero me decía “yo no quiero ser soldado”. Ahí quedaba, no sabía qué más responderle. ¿Qué hago frente a eso? Todos los niños se cuestionan lo mismo, pero te duele más cuando es tu “querio”.

En octubre de 2023, Sergio cumplió 14 años y fue trasladado a la “Casa 5”. Pocas semanas después, el adolescente comenzó a protagonizar diversos hechos de violencia y robos. Uno de ellos ocurrió en las oficinas de la residencia. Según un informe de la fundación, la directora denunció el robo a carabineros, lo que terminó por alterar a Sergio.

“Carabineros toma detenido al adolescente, encontrando en sus bolsillos un monto de dinero de $69.000, el cual fue contabilizado y entregado a la directora del centro residencial. En el transcurso de la detención, se escuchan gritos reiterativos del adolescente, amenazando a ambas funcionarias, señalando que ‘voy a cobrar esta wea’, ‘las voy a matar’ y ‘esta me la van a pagar, cuando vuelva me las van a pagar’”, detalla el documento.

En esa época, el ETD Víctor Sáez asegura que los hechos de desregulación emocional de los adolescentes y las agresiones físicas, hacia los funcionarios de la “Casa 5”, eran rutina.

—El problema partió cuando llegaron los cabros del (Hogar Carlos) Macera. Ellos siguieron haciendo de las suyas y le enseñaron a delinquir a los otros niños. Hicieron una escuela dentro del sistema. Cuando uno se iba, el otro se quedaba con las enseñanzas —comenta Sáez.

Sergio llevaba cinco meses viviendo en la “Casa 5” cuando conoció a un nuevo adolescente en la residencia: Esteban, de 15 años, quien había sido trasladado desde un hogar de Curicó que pertenecía a otra fundación. Dos semanas después de su ingreso, Sergio y Esteban protagonizaron un hecho de violencia que terminó con múltiples destrozos en las residencias de Hualpén y un ETD con dos costillas fracturadas internado en el hospital. En esa misma ocasión, Esteban rompió los candados de la cocina y sacó los cuchillos para atacar a Víctor Sáez.

 

VIDAS DE LAS QUE NADIE SE HACE CARGO

Podría decirse que, desde un comienzo, la vida de Esteban estuvo ligada al encierro: un lunes de diciembre del 2008 nació en la cárcel, en Concepción, convirtiéndose en el menor de tres hermanos. Prontamente, su vida transcurrió en un espacio rodeado de niños bajo el cuidado y protección del Estado.  

Los primeros dos años de su vida, Esteban se mantuvo en una Residencia de Protección para Lactantes y luego egresó, cuando su madre quedó en libertad. En su infancia, registra decenas de causas de protección con distintos ingresos a hogares y programas de intervención ambulatoria. En varias ocasiones, el tribunal de familia le quitó la tuición a su madre por abandono y por no cumplir con los programas.

Hasta los 11 años, Esteban fue criado en Curicó por su abuela paterna. Cuando su madre la denunció por no entregarle los cuidados necesarios, el niño fue derivado a la residencia Alta Tierra de la ONG Alta Tierra, ubicada en la misma ciudad.

En una evaluación de diagnóstico de la ONG, la madre de Esteban relató el estado en el que solía encontrar su hijo cuando lo visitaba: “Estaba todo sucio, tenía las orejas y el ombligo sucio y hediondo, no sabe ni limpiarse el poto, tiene los dientes llenos de sarro, se tira al suelo y llora, grita. Vomita en la mesa mientras come y bota todo. Me dijeron las vecinas que iba a trabajar vendiendo sopaipillas con la abuela y eso no se puede hacer”.

En la evaluación, los profesionales evidenciaron que “en cuanto a las sanciones que establece la madre, menciona que lo ha abofeteado un par de ocasiones, viéndose sobrepasada con el comportamiento del niño, señalando ‘me hace la vida imposible’, ‘que sea ingresado a una residencia’ y agregando: ‘señorita, de verdad que ya no puedo más, le he tratado de dar todo. ¿Y así me paga él?’”.

El relato de Esteban también fue incluido. Al momento de preguntarle por qué estaba siendo evaluado, él respondió: “sabía que veníamos para acá porque una asistente social llamó a mi mamá y le dijo que debíamos venir. Es porque me estoy portando mal y no estoy haciendo nada en clases”.

Sobre su abuela paterna y los familiares que vivían con ella, Esteban, de 11 años, comentó que “la acompañaba a trabajar y yo también aprovechaba de vender calendarios. Mi tío era bueno, pero pasaba curado y fumando. Mi otro tío no era malo, pero sí molestoso, en una ocasión me tocó mis partes íntimas. Extraño a mi papi (abuelo paterno), el sí me quería, íbamos a pescar, pero falleció. Lo extraño mucho, de verdad. A mi hermano también. Mi papá verdadero está preso”.

Durante su estadía en la residencia, la ONG Alta Tierra informó en reiteradas ocasiones al tribunal de familia la situación de Esteban. Su diagnóstico fue trastorno por déficit atencional con hiperactividad (TDAH), trastorno de la conducta y disfunción familiar.

“El ingreso a COSAM (Centro de Salud Mental) ha sido dificultoso debido a la mala gestión de red existente, quienes refieren que no puede reingresar la joven al programa debido a que no hay cupo liberado. Por lo que se encuentra en atención CESFAM, donde mantiene control cada 3 meses”, detalla el documento. Un año después, la institución volvió a informar sobre la derivación al COSAM, detallando: “Ingreso aún no se hace efectivo por falta de cupos”.

En los cuatro años que Esteban estuvo en la residencia Alta Tierra, nunca recibió una visita de sus familiares. Su abuela paterna se trasladó a Concepción y su madre regresó a la cárcel después de cometer otro robo con intimidación. Al quedar en libertad, ella también se mudó a Concepción.

“Al indagar con más familia, no se encuentra a nadie responsable e interesado en el proceso del joven. Además, Esteban refiere que prefiere irse a una residencia cercana a Concepción, para tener salidas esporádicas con su abuela. Por lo que nos encontramos a la espera del traslado a residencia en la región del Bio-Bío, para recuperar el sentido de pertenencia”, detalla un documento de la ONG Alta Tierra.

Ese traslado de residencia demoró casi un año en concretarse. Mientras esperaban la autorización, Esteban incurrió en una serie de comportamientos autodestructivos, detalla un informe, presentando constantes evasiones del sistema residencial, circuito de calle y consumo de sustancias.

“El adolescente se encuentra mostrando unas bolsas pequeñas, ostentando que era ketamina. Esteban toma una actitud desafiante, negándose a la entrega de las bolsas. Al transcurso de unos minutos, genera una crisis y en presencia de los demás integrantes de la casa, consume todo lo que tiene en su bolso para luego destrozar su dormitorio. Se activa protocolo con ambulancia y Carabineros, quienes llegan cuando el adolescente ha logrado controlarse”.

Más tarde, en medio de una intervención, el niño reveló que “ha mantenido encuentros sexuales con M., los cuales se han presentado a través de amenazas, violencia física y verbal. Esteban manifiesta tener miedo de las acciones de M.”.

 

TRES DÍAS DE DESCONTROL

La noche del 4 de marzo de este año, Esteban se fugó de la residencia Alta Tierra. Su intención era viajar a Concepción, pero carabineros lo detuvo en la estación de ferrocarriles de Curicó. Luego, el director de la residencia, con autorización de una jueza de turno del tribunal de familia, solicitó que el joven fuera trasladado a Hualpén, a las residencias de la Fundación Ciudad del Niño – Ricardo Espinosa. Allí, Esteban llegó a la “Casa 5” y generó lazos de amistad con otro adolescente de la residencia: Sergio, de 14 años.

En esa época, la mayoría de los hechos de desregulación y agresiones a los ETD solían presentarse en la “Casa 5”. Fue cuestión de semanas para que Esteban y Sergio protagonizaran el primero. Ocurrió el viernes 22 de marzo de 2024, cuando ambos jóvenes escaparon de la residencia y volvieron al terreno en la madrugada.

“Durante las semanas anteriores, en los reportes de los ETD, han informado sobre el intento reiterado de los denunciados, quienes aparentemente han estado con consumo de alguna droga. La instrucción ha sido no permitir el ingreso y el cierre de puertas permanentemente (…) Cabe señalar, que estas situaciones han ido aumentando, y han ido escalando el nivel de agresividad, configurándose un ambiente repetido hostil”, detalla un informe de la fundación.

Tras prohibirles el ingreso, Esteban y Sergio comenzaron a romper parte del inmueble de las residencias. “Durante las salidas, retornan cada vez con mayor consumo y agresividad. Educadores intentan realizar activación de protocolo llamando a Carabineros y SAMU (…) Posteriormente, adolescentes comienzan a fumar dentro de la habitación y consumir drogas”.

Frente a las agresiones y descontrol de ambos jóvenes, los ETD y directivos de la residencia trasladaron a los niños de la “Casa 3” a unas cabañas ubicadas en la comuna de Hualqui. “Siendo aproximadamente las 05:40 de la mañana ambos adolescentes agreden con un palo en la cabeza a ETD (de la “Casa 5”), generando daño significativo. Se continúa insistiendo a carabineros y SAMU, sin resultados positivos. Último llamado realizado a las 7:00am en donde indican que asistirán, no obstante, no se presentan”, detalla el documento de la fundación.

—No servía de mucho llamar a los carabineros porque no entraban a la residencia, ni para acompañar al SAMU. Recibían las denuncias afuera del hogar y si era muy grave, mandaban al GOPE. Nos decían “no podemos entrar por lo que pasó en Macera”. Cuando lograban entrar, los cabros le reventaban la patrulla con piedras —comenta Víctor Sáez, ETD de la “Casa 5”.

Al día siguiente, Víctor Sáez dice que recibió un llamado de la directora de la “Casa 5”, pidiéndole que reemplazara al ETD del turno de la noche. Asegura que nadie le informó sobre la agresión a su compañero. Se enteró cuando entró a trabajar y notó que la “Casa 3” estaba vacía. Ni Esteban ni Sergio estaban ahí. Se habían vuelto a fugar.

Cuando regresaron al terreno por la madrugada, los adolescentes se dirigieron a la “Casa 3”. Salvo por el portero, en las 18 hectáreas del terreno, Víctor Sáez era el único a cargo.

—Entraban y salían, sacaron las bicicletas y las zapatillas de los otros niños. Rompieron todo, hasta los muebles de las habitaciones. Fue un terremoto, dejaron todo destruido —relata Sáez.

El ETD asegura que intentó conversar con los adolescentes, pero eso incrementó aún más su descontrol. Esteban ingresó a la “Casa 5”, rompió los candados de la cocina, sacó los cuchillos, intentó atacar a Víctor Sáez, le robaron sus artículos personales y su computador.

—Tuve que defenderme. Si se lanzan con cuchillos encima tuyo, ¿qué haces? Logré sacármelos de encima y corrí a una de las oficinas a encerrarme.

—¿Informó a los directores de la fundación en ese momento?

—Sí, pero su respuesta fue la misma de siempre: “llama a carabineros”. Los llamé y llegaron cerca de las 3 de la mañana, pero no entraron a la residencia. En la calle tuve que hacer mi denuncia por amenaza de muerte y robo con intimidación.

Después del ataque, Esteban y Sergio salieron de la residencia. Horas más tarde, carabineros encontró a Esteban deambulando en la calle y lo detuvo por la denuncia del robo del computador. Los policías se contactaron con la jueza de turno del Juzgado de Familia de Talcahuano, quien ordenó dejar al adolescente en libertad y regresarlo a la residencia. Según el acta de la magistrada, la directora de la residencia se negó a recibirlo. Esteban terminó siendo llevado a la casa de su abuela paterna. Ella tampoco quiso recibirlo.

Infraestructura de una de las residencias.

El domingo en la mañana, cuando Víctor Sáez finalizó su jornada y pensó que la situación había terminado, la ETD del turno de día le dijo que Esteban estaba esperándolo afuera. Lo acompañaban familiares y otros jóvenes; todos con palos y piedras. Víctor logró escapar del terreno, llamó a la directora y renunció. Nunca más volvió a pisar esas 18 hectáreas.

El 14 de abril, el programa Mi Abogado presentó un recurso de protección en la Corte de Apelaciones de Concepción, en representación de 38 niños y adolescentes ingresados en las residencias de la Fundación Ciudad del Niño – Ricardo Espinosa de Hualpén. Esteban y Sergio están en la lista.

En la acción judicial también se denunciaron problemas de infraestructura y “falencias en los procesos interventivos de cada niño y adolescente ingresado en las residencias, lo que se traduce en una eternización de la permanencia en contexto residencial hasta el cumplimiento de su mayoría de edad, sin programa efectivo de preparación para la vida adulta”. Además, se pidió prohibir el ingreso de nuevos niños y adolescentes a las residencias de la institución.

CIPER solicitó una entrevista con la fundación. A través de un comunicado respondieron que “en el marco de dicho proceso, nuestra Fundación emitió el informe requerido por la Corte de Apelaciones, oportunidad en que se acompañaron los antecedentes y documentos que descartan las situaciones enunciadas por el referido programa”.

Por su parte, Andrea Saldaña, directora regional del Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia del Biobío, explica que solicitaron a la Corte de Apelaciones rechazar el recurso de protección presentado por Mi Abogado.

“Como Servicio realizamos constantemente supervisiones y fiscalizaciones de todos los proyectos en los que se atienden niños, niñas y adolescentes. Cuando se detectan falencias, hay un plazo para subsanar esas falencias y si eso no se cumple, se pueden interponer multas o en casos graves, incluso, se puede definir el cierre del proyecto. En este caso se detectaron falencias tanto en la infraestructura como en los procesos interventivos, que fueron subsanados”, explica la directora.

En el registro de colaboradores del Servicio, la Fundación Ciudad del Niño – Ricardo Espinosa presenta solo una sanción en los últimos tres años, calificada como “menos grave” y con una amonestación escrita.  

Tres semanas después de los ataques y destrozos sucedidos en las residencias de Hualpén, Esteban fue trasladado a un hogar de otra fundación, donde estuvo cerca de un mes. Luego, su tuición fue entregada, una vez más, a su abuela paterna.

Pese a todo lo sucedido, Víctor Sáez dice que volvería a trabajar con NNA vulnerados.

—Ser ETD es una pega del carajo. Pero lo importante es lo que tú vas dejando en los niños, que recuerden que sí hubo alguien que se preocupó por ellos.

Al igual que Víctor, Pamela dejó de trabajar en la fundación. A diferencia de él, ella fue despedida por necesidades de la empresa. Sin embargo, asegura que su salida se debe más a conflictos con la directora de la residencia.

—La fundación siempre decía que tenía problemas de plata, pero no es cierto. Cuando me despidieron, contrataron reemplazos y eran más caros que mi sueldo. Los ETD siempre somos tratados como el último escalón de la pirámide, pero si tú sacas ese escalón, la pirámide se destruye —dice Pamela.

Sergio sigue viviendo en la “Casa 5”. Suele fugarse y regresar a los días. Hace unos meses, Pamela se encontró con su “querio” en el centro de Concepción. Cuenta que Sergio lucía sucio y en su mano llevaba un cigarro.

—Cuando me vio escondió el cigarro, como si su mamá lo hubiese pillado. Él sabe que no me gusta que fume, pero el gesto de esconderlo, lo considero como un acto de respeto y cariño.

Tres semanas después del recurso de protección, la fundación se enfrentó a otra situación en una de sus residencias. Ocurrió en el Hogar María Goretti, ubicado en la comuna de Chiguayante. Una de las jóvenes se suicidó en su habitación: Micaela Gómez. Su caso no es parte de la acción judicial de Mi Abogado. Ella solo forma parte de la lista de NNA muertos bajo la protección y cuidado del Estado.

Fuente: https://www.ciperchile.cl/2024/07/25/sienten-rabia-mucha-rabia-el-puzzle-sin-respuesta-de-la-violencia-adolescente-en-centros-de-proteccion/


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