El problema de la “dureza del agua”, que acarrea problemas a la piel y que la norma no fiscaliza
por Camila Ossandón/The Clinic
Ronchas, manos secas y granitos son reacciones que el calcio y el magnesio -que componen el sarro- producen en la piel. Cambiar el cabezal de la ducha una vez al mes es una realidad que afecta a más comunas que a otras. Pero la dureza es una característica transversal, y con él los problemas de corrosión en la piel y en las llaves de la casa. El monitoreo de la Superintendencia de Servicios Sanitarios asegura que los niveles de metal en el agua no son peligrosos para el consumo. Nada dicen de la resequedad y resquebrajamiento en la piel.
Se dice que en el sector norponiente de la capital el hervidor de agua dura poco sin echarse a perder. Que mientras más se lavan los vasos, más manchados quedan. O que el metal de las llaves, del lavavajillas y del cabezal de las duchas se corroe tanto que empieza a descascararse.
El agua potable de Chile fue reconocida en 2023, según el informe de la Cepal, como “el agua más segura de Latinoamérica” y el único país donde es “recomendable tomarla directamente desde la llave”. El ranking de la empresa británica QS Supplies la posicionó, además, en puesto 38 de la lista en desempeño ambiental, que incluye a 180 países. La sanidad que puede tener el sistema gastrointestinal del agua de la llave, eso sí, no se refleja para los cinco sentidos de los santiaguinos.
En 2022, 4.200 personas respondieron una encuesta online de la Superintendencia de Servicios Sanitarios de la capital. Cerca del 25% tenía una percepción negativa del agua potable por su olor, su turbiedad o su color. Al 60% no le gustaba su sabor —metálico—. Y el 73% consideró que el agua no era buena por su “dureza”. O sea, por el sarro blanco, negro y amarillento que les toca ver en el metal. Y no solo eso. También, sentirlo en su propia piel.
El sarro es producto de dos componentes: el calcio y el magnesio. “La dureza es la suma de los catones bivalentes del agua, que en otras palabras, significa la suma de la concentración de calcio y magnesio”. La explicación de Matías Taucare, investigador del Centro Avanzado para Tecnologías del Agua (CAPTA) de la Universidad de Chile, da a entender que el comentario de que “el agua en Santiago sabe, huele y se ve así porque es muy metálica” no está alejado de la realidad.
“Los elementos del agua en Santiago se asocian mucho a la disolución de las rocas que están hacia la cordillera. Por ejemplo, gran parte del agua es del Embalse del Yeso. Lo que vemos en el sarro de las llaves, o cuando uno va en el metro y ve las paredes con filtraciones, es yeso, un mineral muy soluble que bajo ciertas condiciones, precipita muy rápido. Por otro lado, los depósitos de cobre en la cordillera generan sulfuro, que al interactuar con la nieve, genera sulfato —magnesio—. Más la roca que está ahí mismo. Esa genera calcio”, dice el investigador.
Pero la reacción que tiene la piel al contacto con el agua potable es más compleja.
Tamara Digmann (38) vivía desde hace dos años en Lampa. En su casa le tocaba salir a dar la llave para que llegara el agua de pozo y limpiar el filtro, porque a veces había barro. Pero nunca cambiar el cabezal de la ducha. “Es ridículo. Acá limpio más y gasto una fortuna en limpiar el sarro que en hacer funcionar el agua de pozo en el campo. Sabe asqueroso. También hay semanas en que el olor a cloro al abrir la llave es insoportable. El agua ha sido un tema desde que llegamos acá”, relata. Vive en la Villa Los Héroes de Maipú, justo en el límite de la ciudad con la Autopista del Sol.
Lo peor, dice, viene cuando se baña ella y a sus tres hijos. Describe la reacción que tienen en su piel como ronchas blancas y descoloridas. Manos secas y resquebrajadas. Granitos chicos y rojos en todos los brazos.
Hace 10 años la empresa de tratamiento del agua Vigaflow —de cuya filial, “Vigahome”, es representante ZP Gasfiters—, creó el Mapa del Agua con Sarro en el Gran Santiago con datos de la Superintendencia de Servicios Sanitarios (SISS), que según la institución, fueron recolectados para esa ocasión en particular. “En general esos datos se mantienen”, explica Christian Lillo, jefe del Área de Estudios y Normas de la SISS. “La ‘dureza’ no va a variar, porque no han cambiado las condiciones”, agrega. El sarro se genera producto de esta dureza.
El mapa muestra que todas las comunas tienen un grado de dureza del agua en la RM. Salvo Vitacura. Huechuraba encabeza la lista, seguida por Maipú, Cerrillos, Quinta Normal, Renca, Pudahuel, San Bernardo, Puente Alto y La Reina.
“En principio, sobre 180 mg de carbonato de calcio significa agua muy dura a nivel internacional”, explica Christian Lillo. En Santiago, el agua de Vitacura es la más blanda, con 210 mg. “Como el valor es tan alto, no es muy relevante la variación. El cambio puede ser que antes teníamos 500 mg en una comuna y ahora tenemos 450 o 400 mg. Va a ser alto igual”, continúa. Se refiere al agua de Huechuraba (690 mg), Quinta normal (600 mg) y Maipú (590 mg).
“La piel nos pica así nos duchemos con agua fría o caliente. Eso solo nos pasa cuando nos bañamos. Y solo en esta comuna”, dice Tamara Digmann. “Au”, cuenta que le dice su hija de dos años, señalando con la manito unas manchas rojas que al principio, pensaban que le salían en la piel producto del plástico del pañal. Probaron un verano usando pañales de tela, pero no funcionó.
En el Cesfam donde toda su familia se atiende, una auxiliar le dio un consejo casero: llenar una cubeta grande con agua de la llave y déjala reposar un rato al sol. “Santo remedio”, dice Digmann. “Es agotador, pero es el precio por vivir acá”, añade.
Si hay buen tratamiento del agua potable, ¿por qué hay sarro?
La razón de por qué los santiaguinos tienen que seguir cambiando sus hervidores, sus duchas y comprar cremas hidratantes o tópicos para la irritación de la piel, está justamente en las características del agua que no se miden en la norma. Christian Lillo, de la Superintendencia de Servicios Sanitarios, lo confirma:
“La norma 409 no incluye ‘la dureza’ o el carbonato de calcio como un parámetro a ser controlado en lo que respecta al agua potable. Como no es un parámetro a ser controlado y siguiendo la guía de la OMS, no tenemos información con respecto a esos valores mensuales”, dice, mientras cuenta la historia de la norma: se aprobó en 2005 y, que desde entonces, no ha sido actualizada.
Si en Santiago el agua varía entre comunas es porque también depende de la empresa. De las 12 direcciones que Enrique Zúñiga -de ZP Gasfiters- visita diariamente en las 36 comunas de Santiago, en todas, dice, hay que limpiar el sarro al menos una o dos vez al mes. Pero es en Maipú, Huechuraba, Renca y Quinta Normal donde derechamente tiene que reemplazar las llaves por la corrosión. “El día puede partir bien o mal dependiendo de la ducha que te tomes. Que se tape por sarro o que salga poca agua es el dolor de cabeza más grande para la gente”, cuenta.
En la capital hay dos grandes concesionarias: Aguas Andinas y sus filiales Aguas Cordillera y Aguas Manquehue proveen agua a cerca de 8 millones de personas. Casi la totalidad de Santiago. Mientras que SMAPA, que es un servicio municipal que saca el agua de napas subterráneas, cubre Maipú —su controlador—, Cerrillos y una parte de Estación Central y San Bernardo.
El estudio geológico de la Universidad de Chile en 2018 es el último que hay al respecto. Se dedicó a estudiar las características fisioquímicas del agua potable según cada empresa, tomando muestras de Aguas Andinas, Aguas Cordillera —filial que cubre el sector oriente de Santiago— y de SMAPA. En ellas, se encontró que todas las muestras cumplían con rangos aceptables y convenientes para su consumo. Pero eso no significaba lo mismo que para el contacto con la piel.
Aguas Cordillera fue la que peor evaluación tuvo, debido a los elevados niveles de sodio (14%) y cloruro que se encontraron en sus muestras. Además, tenía “una concentración moderadamente alta de sulfato que altera el sabor, color, olor, pudiendo afectar la aceptabilidad por parte de consumidores”, consigna. Enfatiza varias veces que “ninguno de los elementos mencionados presentaría riesgos para la salud”, según los estándares OMS (2017) bajo los que fueron medidos.
“En zonas específicas, como las andinas y cordilleranas, la geología puede llevar a mayores concentraciones de ciertos minerales”, dice Ginés Ortiz, subgerente de Calidad de Agua de Aguas Andinas. “En el caso de Aguas Cordillera, se realizan más ensayos de los que exige la norma chilena 409 para asegurar la calidad del agua y todos los resultados de estos análisis cumplen cabalmente con los límites establecidos por la normativa vigente”.
Mientras que SMAPA presentó mayores proporciones de calcio —elemento que constituye el sarro— y bicarbonato. Desde la empresa aseguran que “la dureza del agua de SMAPA no es lejana a la media del sector sanitario”. Enfatizan también que “la dureza no afecta a la salud de las personas, tal como ha señalado la OMS. Por lo mismo, no existe una norma del sector sanitario que fije límites en esa materia”.
Efectivamente, la SISS mide cada mes los parámetros de “bacteriología”, “turbiedad” y “cloro libre residual” en los 367 servicios de agua a nivel nacional. Durante 2023, las tres empresas de Santiago que fueron medidas por el estudio geológico tuvieron parámetros de calidad del agua potable entre el 98,3% y el 100%. Solo en enero de 2024 se registró la baja de calidad más alta en “turbiedad”, pero con un 97,2%. La medición está publicada hasta marzo de este año.
Desde Aguas Andinas cuentan que sí tienen caracterizada la dureza del agua en las distintas fuentes que abastecen la mayor parte de la ciudad. “Estos análisis se hacen por ensayos de laboratorio, en tanto, los ensayos de calcio y magnesio -o sea, de dureza del agua- se hacen principalmente por Plasma Acoplado Inductivamente o por volumetría”, agrega Ginés Ortiz.
El sarro o la plata
La Región Metropolitana no es la con agua más dura —o metalizada—del país. Si la comuna de Tiltil tiene los valores más altos del centro con 700 mg de carbonato de calcio, Copiapó, llega a los 900 mg en el norte.
Pero si la “dureza” del agua no es parte de la norma, significa que no se fiscaliza a nivel estatal.
Por eso la SISS hizo en 2022 una encuesta ciudadana que reveló que el 73% de los santiaguinos encontraba “mala” la calidad del agua por el sarro que traía. También registró que el 84% no conocía el contenido de la norma.
La cifra más relevante habla de la actualización de la norma para mejorar la calidad del agua. El 51% de los encuestados, estuvieron de acuerdo con revisar y ampliar la lista de parámetros. “En 2023 contratamos la norma 409 al Instituto Nacional de Normalización, y con acuerdo del Ministerio de Salud, para actualizarla. Lo que viene para adelante son estudios de la norma y de la calidad del agua potable, que son un poco largos. Yo creo que lo más probable es que va a salir en consulta pública fines de año. O a principios del próximo”, asegura Lillo.
Eso sí, hay un ‘pero’. “El 51% de los encuestados estuvieron de acuerdo con revisar y ampliar la lista de parámetros, siempre y cuando no implique un aumento en la tarifa o cuenta del agua”. El 31% estuvo de acuerdo aún si eso significara un aumento en el cobro o no.
Al ser consultado por la inversión que tendrían que hacer las empresas para medir la dureza del agua, Lillo responde: “Solo si es que se incluyera —la dureza del agua como parámetro de evaluación—. La dureza, por desgracia en Chile, tiene parámetros muy altos. Puede que eso signifique en algunas localidades que haya que reorientar los proceso de tratamiento”. Se refiere a los costos que tendrían que pagar las empresas por agregar la medición y reducción de la dureza del agua al tratamiento del agua potable.
Aguas Cordillera asegura estar invirtiendo en estudio de la dureza del agua con proyectos de investigación internacional para evaluar opciones que permitan reducirla. Pero no ha sido fácil, los costos son altos. No solo respecto al dinero, sino también a los recursos hídricos. “La solución convencional es la ósmosis inversa, un proceso que consume mucha energía y tiene como resultado un considerable desperdicio de agua: por cada 100 litros tratados, se desechan entre 40 y 50 litros“, explica Ginés Ortiz, subgerente de Calidad de Agua de Aguas Andinas.
Manchas y picazón después de la ducha caliente
Katherine Barría, dermatóloga estética de la Universidad de Chile y docente del Postgrado de Dermatología en la UDD, enfatiza no tanto en el agua, sino en la forma y los hábitos con los que se usa en Santiago. “Es hábito del santiaguino quedarse pegado en la ducha, cuando con dos minutos para sacar el mal olor basta. Es la ducha larga y, sobre todo, con agua caliente, la que reseca la piel”, explica.
La temperatura del agua sería, según la dermatóloga, el factor que hace precipitar los componentes minerales del agua potable muy rápido. Y generar reacciones en la piel. “No es que a la gente le dé alergia el mineral del agua. Lo que pasa es que la piel seca empieza a picar”, continúa la dermatóloga. “La piel seca es una piel rota, como la tierra seca. Pierde ese sello impermeable, formado principalmente por grasas, y se irrita con cualquier cosa”.
La presidenta de la Comisión de Difusión de la Sociedad Chilena de Dermatología, Rosamary Soto, lo avala y previene de las condiciones de la piel que se pueden exacerbar producto de la ducha caliente. “Otra cosa que también afecta mucho es el pelo. Queda más opaco, más seco, y se resquebraja el cuero cabelludo”, explica. También dice que en comunas de la zona norte de Santiago ven “con mayor frecuencia que hay sequedad de la piel que puede producir eccemas o dermatitis en la piel. Incluso, agravamiento de algunas patologías. Por ejemplo la dermatitis atópica o la psoriasis”.
El calefont
Si la temperatura es el factor que potencia la creación de sarro, y a Tamara Digmann le funcionó “evaporarlo” dejando el agua expuesta al sol, ¿por qué el agua caliente de la ducha tuvo un efecto contrario en la piel y en el pelo?
“Mucha gente piensa que el agua viene con sarro desde afuera, pero el tema parte desde el calefont, desde el termo o las calderas. En mis años de servicio, he visto que los chilenos ocupan el agua a mucha temperatura“, dice Zúñiga. “Eso genera que los minerales se metan a la cañería, se forme un tapón de sarro y luego, baje la potencia del agua o no funciona la temperatura. La consecuencia final es que reseque la piel y el pelo”.
Zúñiga especifica que hay calefonts y calefonts. “La peor experiencia que tenemos en el mercado en calefont es Splendid. El mejor, que es 100% europeo y tiene láminas calcáreas en el serpentín —que es donde se calienta el agua—, es Junkers. La diferencia de precio son 100-150 mil pesos más”.
Hay que tener ojo, dice, porque la complejidad del agua y la piel no termina ahí y no se queda solo en la capital. “El agua en Santiago no es tan mineralizada como, por ejemplo, en el norte”, dice Matías Taucare. “Eso no siempre es bueno, porque mientras más pura el agua, más te deshidrata. Ésta se lleva los minerales que uno tiene en la piel”.
Y por otro lado, si en el sur del país también se usan calefonts y calderas, los metales que comparten los ríos y la cordillera también podrían precipitar. Pero en el sur los indicadores son extremadamente inversos, según el Mapa de Dureza. Punta Arenas tiene una dureza de 50 mg, Coyhaique de 10 mg y Puerto Montt de 170 mg —en el límite—.
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