¡En Cuba no hay bloqueo! ¿Cómo puede decirse tamaño dislate?
por Marcelo Colussi/desde Guatemala.
[Son] “lícitas las acciones de inteligencia contra Cuba, para cumplir los propósitos del bloqueo” (Ley Helms-Burton, Sección 115.).
Recientemente el connotado periodista franco-español Ignacio Ramonet, ligado a Le Monde Diplomatique en español, circuló la siguiente CARTA ABIERTA DE IGNACIO RAMONET AL PRESIDENTE JOE BIDEN “¡Saque a Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo!” (ver texto mas abajo, nota Editor CT), invitando a otras personas a que también la suscribieran. Coincide esa misiva con otra de igual naturaleza, también aparecida en esos mismos días, firmada por 35 ex presidentes, vicepresidentes y primeros ministros de países de todo el mundo, donde del mismo modo se solicita retirar a Cuba de la oprobiosa e infame lista de países que apoyan terrorismo (según los antojadizos criterios de Washington, valga aclarar).
Ambas iniciativas constituyen un importante gesto político que una buena cantidad de personajes políticos, intelectuales, pensadores, gente de ciencia y del mundo del arte -y también de modestos ciudadanos de a pie sin ninguna pompa, como es mi caso- realizan en pos de terminar con una histórica injusticia: el criminal bloqueo que la super potencia capitalista viene aplicando inmisericorde a la isla socialista de Cuba. La invitación a apoyar los documentos está abierta.
Cuba no es un Estado patrocinador del terrorismo. El único verdadero terrorista es el gobierno de Estados Unidos, representante de los grandes capitales de ese país (complejo militar-industrial, banca de Wall Street, petroleras, farmacéuticas, industrias de alta tecnología, Hollywood, etc.). Cuba es un ejemplo de dignidad y resistencia. Pese al ataque despiadado de la hiper potencia norteamericana, sigue manteniendo su posición socialista, con logros inobjetables: en la isla no hay niños desnutridos, no hay analfabetismo, no hay homeless, no hay pandillas juveniles violentas. No sobra nada, como en ciertos países capitalistas -donde algunos comen de más y son obesos- pero hay igualdad. El bloqueo, sin embargo, busca arruinar todo.
El bloqueo comenzó casi inmediatamente después de producida la Revolución en 1959, a partir de una orden ejecutiva del por entonces presidente Ley Helms-Burton del 7 de febrero de 1962, estableciéndose la prohibición de comerciar con la isla, la interdicción para barcos estadounidenses de llegar a puertos cubanos, la proscripción de realizar transacciones financieras con el gobierno de La Habana, todo lo cual fue endureciéndose paulatinamente con el correr de los años. De todos modos, la agresión contra Cuba no solo no terminó con el fin de la Guerra Fría en los años 90 del siglo pasado, sino que se incrementó luego de ello, incluso presentándose abiertamente como política de Estado de la Casa Blanca, estableciéndose los mecanismos necesarios para que ningún gobierno de Washington, ni demócrata ni republicano, pudiera dar marcha atrás con esa línea estratégica.
El bloqueo nunca terminó, y las formas de tratar de contrarrestar la Revolución fueron interminables. El imperio intentó cuanta cosa se le pudo ocurrir para revertir el proceso iniciado. Invasiones armadas, ataques bacteriológicos, sabotajes de los más variados, intentos de magnicidio contra el líder Fidel Castro, guerra psicológica, y un inmisericorde bloqueo económico, sistematizado en su momento por dos instrumentos jurídicos: la Ley Torricelli (aprobada en buena medida con fines electorales por el entonces presidente George Bush padre para ganar el electorado anticubano de Florida, en 1992), y posteriormente por la llamada Ley Helms-Burton, en 1996, bajo la presidencia de James Carter. De hecho, la Ley Helms-Burton no tiene valor en territorio cubano porque es una ley extranjera, válida solamente en Estados Unidos. Un Estado soberano no puede aplicar una ley externa a su territorio; eso va diametralmente en contra del derecho internacional. Pero para la prepotencia estadounidense eso pareciera no importar.
“La ley [Helms-Burton] persigue varios propósitos. En primer lugar, internacionalizar el bloqueo económico, tratar de que la comunidad internacional, lejos de repudiar el bloqueo económico como hace año tras año, se incorpore al sistema de sanciones contra Cuba”, analiza Carlos Fernández de Cossio. Del mismo modo, busca “disuadir, inhibir la posibilidad de que capital extranjero llegara a Cuba en la modalidad de inversión extranjera”.
Si es cierto que hoy en Cuba existen severos problemas de aprovisionamiento para el día a día y existen grandes penurias para la población, no puede entenderse ese fenómeno -que sin dudas podrá tener también causas endógenas derivadas de un socialismo que funciona en medio de agresiones-, todo ello no puede desligarse, como telón de fondo básico y primero, del bloqueo.
“El bloqueo no es todo, pero el bloqueo afecta todo, tiene un carácter genocida, criminal y oportunista. (…) Es necesario comprender los malestares de la gente, fatigadas por las tremendas dificultades de la vida cotidiana (…), acentuadas principal y sistemáticamente por una agresión que se hace cada vez más evidente y notoria. Incrementar esos malestares es el eje de esa agresión a la que se somete al país”, afirma certeramente el economista cubano Julio Carranza. El imperialismo inclemente siguió golpeando impiadoso durante décadas, con el objetivo de voltear la revolución. Como luego de Bahía de Cochinos no intentó nunca más una contrarrevolución militar, la estrategia fue esa: incrementar los malestares de la población, buscando que sea la reacción popular la que desaloje al socialismo. Eso sí es terrorismo, del más vil y canalla.
El ideario socialista se mantuvo ante todo; pero el criminal bloqueo desarrollado por años, profundizado a partir de la desaparición del campo socialista europeo (el Consejo de Ayuda Mutua Económica -CAME-) hizo que la isla tambaleara. El llamado “período especial” profundizó problemas ya históricos que venía provocando la agresión imperialista. La aparición de la República Bolivariana de Venezuela dio un respiro, dada su cuota de apoyo solidario a la revolución con la provisión de petróleo barato. Pero no más que eso: un pequeño respiro. El despiadado ataque contra la patria de Bolívar, también implementado por la Casa Blanca, no permitió profundizar esa ayuda.
De todos modos, Cuba sigue siendo un faro para los pueblos del mundo en su búsqueda de justicia. Aunque el inmoral bloqueo trata de ahogar la revolución, cubanos y cubanas siguen adelante, con su gobierno, en la construcción del proyecto socialista. Pese a ese inmisericorde mecanismo del bloqueo, la isla revolucionaria sigue enviando misiones médicas solidarias a alrededor de 60 países en el mundo, y es el único punto del Sur global que pudo producir una vacuna efectiva contra el COVID-19. Con todas las dificultades del caso, Cuba sigue siendo socialista, y allí nadie pasa hambre, es analfabeta, carece de casa o servicios básicos o tiene miedo a caminar por la calle debido a la delincuencia común, tal como sucede en cualquier de sus hermanos países de Latinoamérica. Más aun (aunque ello pueda cuestionarse en relación a la utilidad práctica para el pueblo llano, pero válido como demostrativo del proyecto nacional impulsado por el Estado), Cuba ocupó el segundo lugar entre los países latinoamericanos en el medallero olímpico de los pasados Juegos de París; no parece que sus atletas pasen hambre precisamente. La isla no es un paraíso, por supuesto; lo fue, en el peor sentido de la palabra, para los turistas estadounidenses antes de 1959, cuando llegaban ahí a disfrutar su posición de líder mundial, llevándose el mundo por delante, intentando transformar a la isla en su “casino” y su “lupanar”. Paraíso no (en ningún lugar del planeta lo hay): pero sí una demostración de dignidad.
Si algo puede rescatarse sin la más mínima duda del proceso cubano, es la solidaridad que se forjó en su pueblo. Las relaciones interhumanas que marcan el día a día en la isla llevan ese toque, producto de años de educación socialista. Hay problemas, muchos, enormes sin duda; pero también hay la voluntad de seguir por la senda socialista, que es la senda solidaria. Cuba no es un paraíso (los paraísos no existen en ningún lugar); pero es un ejemplo a seguir observando. Es, en todo caso, un país que defiende su soberanía, que, altivo, sigue construyendo el socialismo, pese a que el infame bloqueo intente impedirlo. Y no es foco de acciones terroristas, en modo alguno. Es por eso que yo firmé la carta remitida por Ramonet.
En ánimo de contribuir a este proceso de justicia universal, entendí que dicho documento podía (¡debía!) ser suscrito por la mayor cantidad de personas en el mundo. Fue así que lo compartí profusamente. Lo curioso -patético, entristecedor, alarmante me atrevo a decir- es que un conocido intelectual europeo a quien le pasé la carta (cuyo nombre he de reservarme por vergüenza ajena) me dijo que no la firmaría porque en Cuba ¡no hay bloqueo! Además de agarrarme la cabeza creándome una confusa sensación donde no sabía si reír o llorar, eso me hizo ver el poder tremendo, fabuloso, inconmensurable que tiene la manipulación mediática. Contra toda evidencia posible, la ideología envenenadamente manejada por la corporación mediática comercial -de la que Estados Unidos es su cabeza- crea estragos. ¿Cómo es posible que alguien que se supone formado e informado, con una posición supuestamente “progre”, pueda repetir tamaño dislate? Por lo visto, la ideología es implacable y no perdona.
https://www.facebook.com/marcelo.colussi.33
Fuente: Recibido por CT 16-09-24
CARTA ABIERTA DE IGNACIO RAMONET AL PRESIDENTE JOE BIDEN “¡
«¡Saque a Cuba de la lista de patrocinadores del terrorismo!»
Mr. Joseph R. Biden
Presidente de los Estados Unidos de América
Washington DC (EEUU)
Señor Presidente Joe Biden,
Su mandato presidencial se termina dentro de pocos meses. Me permito escribirle, con todo respeto, en nombre de un número importante de personas, movimientos sociales, sindicatos, asociaciones humanitarias y organizaciones no gubernamentales a través del mundo que firman conmigo esta carta y que esperan un gesto de usted para reparar una profunda injusticia cometida el 12 de enero de 2021 por su predecesor, Donald Trump, cuando, a unas semanas de abandonar la Casa Blanca, decidió -sin bases legales reales- reinscribir a Cuba en la infame lista de Estados patrocinadores del terrorismo (lista SSOT, por sus iniciales en inglés).
Señor Presidente, como usted sabe, esa lista SSOT es un mecanismo de política exterior concebido por la Secretaría de Estado (Cancillería) de Estados Unidos para sancionar a aquellos países que «prestan apoyo repetidamente a actos de terrorismo internacional”.
Señor Presidente, en un acto de justicia y de lucidez política, la Administración del presidente Barack Obama, de la cual usted formaba parte, había retirado a Cuba de esa deshonrosa lista en 2015. Lo cual representó un paso muy positivo para forjar, por fin, una relación más constructiva con La Habana. Durante el Gobierno de Barack Obama, siendo usted Vice-Presidente de los Estados Unidos, se pudo en efecto avanzar hacia una normalización de las relaciones diplomáticas entre dos vecinos con sistemas políticos diferentes pero dispuestos a entenderse en base al respeto mutuo.
Señor Presidente, usted no desconoce que Cuba siempre ha denunciado y combatido el terrorismo. Jamás lo ha alentado o patrocinado. Nunca lo ha practicado. Desde hace 65 años, a pesar de las tensiones que han podido existir entre Estados Unidos y Cuba, no se puede citar un solo caso de acción violenta ocurrida en territorio estadounidense que haya sido apadrinado, directa o indirectamente, por La Habana. ¡Ni un solo caso! En cambio, Cuba ha sido uno de los países más atacados por organizaciones terroristas. Más de 3 500 ciudadanas y ciudadanos cubanos han muerto en atentados cometidos por grupos terroristas financiados, armados y entrenados por organizaciones violentas basadas, en su mayoría, en Estados Unidos. O sea, que es el mundo al revés. Y usted lo sabe.
Señor Presidente, tampoco ignora usted que al haber incluido -injustamente- a Cuba en esa lista SSOT, se le aplican a este país y a toda su inocente población, numerosas y dolorosas medidas coercitivas unilaterales. Las consecuencias más atroces se derivan del riesgo asociado a cualquier tipo de ayuda humanitaria, negocio, inversión y comercio que implique a Cuba y, por extensión, a sus ciudadanos. Por ejemplo, a los cubanos con ciudadanía extranjera que reúnen los requisitos para una exención del Sistema Electrónico de Autorización de Viaje (ESTA, por sus siglas en inglés) para viajar a Estados Unidos, se les ha denegado esa exención. A los cubanos residentes en la Unión Europea se les han cerrado cuentas bancarias ya que, por estar su país en la lista SSOT, ellos se convierten automáticamente en “clientes de alto riesgo”. A muchos grupos religiosos se les han congelado los fondos y bloqueado los envíos de ayuda humanitaria a la isla. Las personas que intentan hacer una transferencia de dinero por PayPal o Wise a familiares en Cuba pueden ver sus fondos congelados y sus cuentas bloqueadas. La mayoría de los bancos se niegan a procesar pagos cubanos y han congelado incluso las sumas de dinero destinadas a actividades humanitarias. La presencia de Cuba en esa lista SSOT limita, para los particulares, la apertura de cuentas bancarias en el extranjero, el uso de instrumentos para cobros y pagos internacionales, el acceso a la banca digital, la contratación de servidores y servicios online y mil impedimentos más.
Señor Presidente, la inclusión de Cuba en esa lista SSOT provoca, además, que los viajeros extranjeros de países incluidos en el ESTA que desean visitar Cuba tengan que solicitar un visado especial en el Consulado General de la Embajada de EEUU en su país de origen. Esta política, implementada por su Administración, tiene un impacto nefasto en la industria turística de Cuba, un sector de decisiva importancia para la frágil economía de la isla.
Señor Presidente, como usted sabe, todo esto viene a añadirse a las terribles consecuencias del cruel e ilegal bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba que el Gobierno de su país mantiene desde hace más de 60 años -desconociendo la clara posición de la Comunidad internacional y las sucesivas resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas -, con el objetivo de generar una situación de carencias y descontento en la población que conduzca a protestas contra las autoridades cubanas.
Señor Presidente, semejante diseño agresivo, causante de tanto dolor y tanto calvario en la inocente población civil de Cuba, ha alcanzado este último decenio – como pudo constatarlo su propia esposa Jill Biden durante su recorrido por la isla en octubre de 2016- dimensiones de castigo inhumanas. El pueblo cubano carece de acceso a muchos bienes y recursos básicos : medicinas, alimentos, materiales de construcción, fertilizantes, energía, maquinaria industrial, piezas de recambio que no se pueden importar por figurar Cuba en esa lista. La ola migratoria actual de expatriados cubanos hacia Estados Unidos, inédita en su magnitud, es quizás el ejemplo más ilustrativo del impacto devastador y el sufrimiento provocado por las medidas extremas y brutales contra la economía cubana derivadas tanto del criminal bloqueo como de la injusta inclusión de Cuba en la infame lista SSOT.
Señor Presidente, tampoco ignora usted que, en mayo de 2024, el Departamento de Estado tomó la decisión de retirar a Cuba de la lista de «Estados que no cooperan en la lucha contra el terrorismo«. Una decisión acertada y justa. A pesar de ello y de manera contradictoria, incongruente, confusa e injustificable, su Administración insiste en mantener a Cuba en la lista SSOT, la de los Estados patrocinadores del terrorismo. ¿Cómo es posible afirmar, al mismo tiempo, que Cuba sí coopera en la lucha mundial contra el terrorismo, y a la vez acusar a La Habana de patrocinar abiertamente el terrorismo ? La mejor manera de clarificar esa contradicción, es sacar a Cuba, de inmediato, de la lista SSOT.
Señor Presidente, Cuba no es un patrocinador del terrorismo. Al contrario, Cuba es un patrocinador de la paz. Y usted lo sabe. Porque sin duda recuerda que, siendo usted Vice-Presidente de Estados Unidos, en 2016, se firmaron en La Habana los Acuerdos de Paz entre el Estado de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC), en ese momento consideradas como «organización terrorista«, que pusieron fin a más de medio siglo de guerra y de matanzas, y que incluso le valieron al Presidente colombiano Juan Manuel Santos el Premio Nobel de la Paz. Eso no hubiera sido posible sin la activa participación diplomática del Gobierno cubano.
Señor Presidente, esa pacificación fue tan impactante que, a partir de 2018, el Gobierno colombiano del Presidente Juan Manuel Santos solicitó a Cuba ser sede de un proceso de conversaciones con dirigentes de otra organización armada, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), tras la decisión de Ecuador de renunciar a ser sede. Como usted recuerda, estas conversaciones con el ELN se paralizaron tras un odioso atentado cometido en Bogotá en 2019 con coche bomba que arrasó una academia de policía causando numerosas víctimas y cuya autoría reivindicó el ELN.
Señor Presidente, a raíz de esa tragedia, el Gobierno de Iván Duque solicitó la extradición a Colombia de los dirigentes del ELN que, protegidos por un estatuto diplomático especial, se hallaban en Cuba para las negociaciones de paz. La Habana no pudo acceder a esa solicitud. En efecto, los acuerdos diplomáticos internacionales no lo permiten ya que la extradición violaría los protocolos establecidos como garante de las conversaciones de paz entre el ELN y el gobierno colombiano. Noruega, otro país garante clave de esas conversaciones de paz, se mostró totalmente de acuerdo con la posición de La Habana así como la gran mayoría de los Gobiernos. Sin embargo, ese legítimo rechazo de La Habana fue el pretexto esgrimido por su predecesor Donald Trump, en enero de 2021, para volver a incluir a Cuba en la abominable lista SSOT.
Señor Presidente, Cuba no ha cesado de promover la paz. Prueba de ello es que, en 2022, Gustavo Petro, el nuevo Presidente de Colombia, anunció que la solicitud de extradición de los dirigentes del ELN sería retirada como parte de su iniciativa de “paz total”. La Habana, por su parte, aceptó ser de nuevo anfitrión y garante de las conversaciones de paz entre Bogotá y el ELN. Como usted sabe, gracias a la intermediación de Cuba, el 9 de junio de 2023, en La Habana, el presidente Gustavo Petro y Antonio García, comandante guerrillero del ELN, se estrecharon la mano en una reunión donde se acordó, por primera vez, un punto de la agenda pactada y un cese el fuego bilateral que constituye un paso histórico hacia el silencio de las armas y la paz definitiva en Colombia. Este cese el fuego, por cierto, se renovó en La Habana seis meses después, tras cruciales gestiones del Gobierno cubano. Meses después, Cuba acogió una nueva propuesta del Gobierno de Colombia de ser garante y sede alternativa de otro proceso de paz, esta vez con el grupo armado rebelde Segunda Marquetalia.
Señor Presidente, Cuba no sólo es un promotor de la paz sino que, como ningún otro país del mundo, promueve la salud. En el curso de los últimos veinte años, La Habana ha enviado a más de 600.000 profesionales y técnicos sanitarios a unos 165 países. Lo cual ha significado aliviar el sufrimiento de muchos enfermos y salvarle la vida a millones de personas a través del mundo.
Señor Presidente, Cuba no sólo es promotor de paz y de salud sino que, como ningún otro país, promueve también la educación, como lo ha reconocido ampliamente la propia UNESCO. Miles de maestros y de profesores cubanos han intervenido en decenas de países para combatir el analfabetismo e impulsar la escolarización de millones de niñas y niños. Eso es lo contrario mismo de «promover el terrorismo«…
Señor Presidente, en 2021, poco después de que usted se instalara en la Casa Blanca, varios altos funcionarios de su Administración prometieron que revisarían la inclusión de Cuba en la lista SSOT. En octubre de 2022, su propio Secretario de Estado, Anthony Blinken, reiteró esa promesa. En 2023, cuarenta y seis Congresistas, muchos de ellos demócratas, le enviaron a usted una carta pidiéndole que se cumpliese esa promesa. En junio de 2024, durante el 56 período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en una declaración conjunta, nada menos que 123 países le exigieron lo mismo a su Gobierno. Pero, a pesar de las promesas y de tan importantes solicitaciones, usted sigue sin hacer nada para acabar con esa escandalosa injusticia.
Señor Presidente, esa situación se tiene que terminar. Usted lo sabe. No hay ni un sólo argumento válido y razonable para acusar a Cuba y mantener a su población bajo un castigo colectivo ilegal e inhumano. Usted tiene autoridad para, antes de abandonar la Casa Blanca, corregir tan cruel absurdo y sacar a Cuba de la lista SSOT. ¡Hágalo ya!
Con la esperanza de que sepa usted, Señor Presidente, estar a la altura de este momento histórico y atienda este pedido, se despide respetuosamente de usted,
Ignacio Ramonet, Profesor. Escritor. Periodista /París (Francia)
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