El sacerdote que inspiró a millones en el mundo con su teología nacida cuando era profesor universitario
por Oscar García Meza/PUCP.
Nuestro admirado padre y docente PUCP, Gustavo Gutiérrez, falleció [el martes 22 de octubre de 2024] a los 96 años. Su gran labor académica y pastoral se caracterizó por poner en el centro de atención a los pobres y desfavorecidos a partir de su Teología de la liberación, una renovadora corriente que transformó la perspectiva histórica y social tanto de la Iglesia católica peruana como latinoamericana y mundial. Aquí recordamos la vida y el legado de uno de los pensadores peruanos más universales.
La obra del padre Gustavo Gutiérrez, centrada en su compromiso con los pobres y la dignidad humana, no solo cambió la forma en que la Iglesia católica piensa sobre la justicia social, inspirando a millones en todo el mundo, sino que sigue viva en la Doctrina Social de la Iglesia.
Esa reflexión sobre la fe cristiana desde una perspectiva histórica y concreta, que pone especial énfasis en los pobres y marginados, fue plasmada en 1971 en su libro Teología de la liberación. Perspectivas, texto de gran influencia para el catolicismo peruano, latinoamericano y mundial. La opción preferencial por los más pobres que plantea es reconocida, respetada y seguida en la actualidad por el papa Francisco. En la carta que le envió por su cumpleaños número 90, hace seis años, el pontífice señala: “Me uno a tu acción de gracias a Dios, y también te agradezco por cuanto has contribuido a la Iglesia y a la humanidad, a través de tu servicio teológico y de tu amor preferencial por los pobres y los descartados de la sociedad”.
El aporte de Gustavo Gutiérrez abrió el camino a la esperanza liberadora de los pobres, ha señalado el cardenal Carlos Castillo, arzobispo de Lima, primado del Perú y Gran Canciller de la PUCP. «En el día en que celebramos la canonización de Juan Pablo II (22 de octubre), un papa evangelizador y verdadero pastor, hemos tenido también el dolor y la alegría de haber vivido tantos años con el padre Gustavo Gutiérrez, que ha pasado ahora a vivir en el Reino del Padre. Gutiérrez fue un defensor incansable de la opción preferencial por los pobres, frase que él acuñó y que se integró al Magisterio de la Iglesia como un camino fundamental para vivir nuestra fe», declaró el cardenal.
Ambos se conocieron en 1970, cuando el padre Gutiérrez era asesor nacional de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC), y el cardenal Castillo era un joven universitario que cursaba el tercer año de Sociología. Por ese entonces, Gutiérrez escribió un texto para un congreso teológico en Ginebra, en Suiza, sobre Teología del desarrollo. «Con dos compañeros de la UNEC nos encargamos de publicar aquel texto ciclostilándolo. Mientras trabajábamos, un día apareció el padre Gustavo y nos dijo: “no se llamará ‘Hacia una teología del desarrollo’ sino ‘Hacia una teología de la liberación’”, cuenta el cardenal Castillo en su artículo. En ese contexto, el padre Gutiérrez vinculó para siempre su teología con la realidad social, poniendo en el centro a los pobres.
«Agradecemos a Dios por haber tenido un sacerdote teólogo fiel que nunca pensó en el dinero ni en los lujos ni en nada que se pareciera a creerse superior. Pequeño, como era él, supo, con su pequeñez, anunciarnos el Evangelio con fuerza y ánimo», ha declarado Castillo, con sentidas palabras, tras el fallecimiento de su maestro y amigo.
Gustavo Gutiérrez: estudioso de la teología, las humanidades y las ciencias
Nacido en Lima el 8 de junio de 1928, el padre Gutiérrez vivió su infancia en Barranco, en donde asistió al colegio hasta primero de secundaria, cuando una infección a los huesos -osteomielitis- lo obligó a guardar cama. Tal como lo cuenta en la entrevista que le hizo el sociólogo y docente Santiago Pedraglio, incluida en el libro Conversaciones, publicado por el Fondo Editorial PUCP, en ese momento Gutiérrez se dedicó a leer clásicos como Cervantes y Calderón de la Barca, y, luego, a autores peruanos, entre ellos César Vallejo, Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui y José María Eguren.
En 1946 ingresó a Ciencias en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y, en 1948, a Letras en la PUCP, donde pensaba seguir Filosofía. «El diálogo con corrientes de pensamiento distintas alimenta la reflexión sobre la fe cristiana. No hay reflexión sobre la fe si no hay una confrontación con los acontecimientos históricos. San Marcos y la Universidad Católica fueron dos ventanas que me permitieron respirar hondo y comenzar a conocer mi país», dijo Gutiérrez en su discurso del 2004, “Entre la experiencia y la esperanza del Perú”, con motivo de su nombramiento como profesor emérito del Departamento Académico de Teología de la PUCP.
En 1950 dejó sus estudios para seguir su vocación sacerdotal. Al año siguiente obtuvo el grado de bachiller en Filosofía por la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y se graduó en Psicología por la misma casa de estudios. Asimismo, fue licenciado y doctor en Teología por la Universidad Católica de Lyon (Francia).
Enseñanza original que abría nuevas miradas
Desde 1960, el padre Gutiérrez empezó a enseñar en la PUCP. “Lo conocí cuando dictó el curso de Moral, en Estudios Generales Letras, en 1964. No lo enseñaba de manera clásica, más bien promovía el debate y la reflexión sobre la identidad de las personas en relación con el mundo. Se cuestionaba ΄como cristiano΄», le dije una vez”, cuenta el Mag. Santiago Pedraglio, docente del Departamento Académico de Comunicaciones, quien fue su alumno y amigo.
“Como profesor, Gustavo Gutiérrez siempre te sorprendía. Tenía miradas originales y propias sobre el ámbito social. Como maestro, tenía esa capacidad de transitar entre la vida cotidiana y la teoría, de poner ejemplos de la vida. En sus clases nos daba algunos insumos que iban a ser parte de su teología de la liberación”, añade.
Pedraglio remarca el impacto del padre Gutiérrez en el pensamiento cristiano en las últimas décadas: “Considero que Gustavo es uno de los peruanos más influyentes a escala mundial. La teología de la liberación impactó en América Latina, África, Europa, Asia. Es un pensamiento muy poderoso que va más allá de lo estrictamente religioso; es renovador, valiente y empático con las personas».
Por su parte, el profesor emérito del Departamento Académico de Ciencias Sociales, Rolando Ames, menciona que “Gustavo Gutiérrez entregó una reflexión en teología pero también en sociología, historia peruana y psicología. Y combinó ese conocimiento académico, de muy alto nivel, con una práctica de sacerdote cercano». Resalta que siempre le llamó la atención su cercanía con los jóvenes y los más pobres. «No era solo discurso, sino la vivía, por ejemplo, en su parroquia en el Rímac, o con aquellos que provenían de la migración masiva a Lima y en los pueblos jóvenes”, recuerda Ames.
Nuestra profesora emérita del Departamento Académico de Ciencias Sociales, Dra. Catalina Romero, recuerda también sus clases en la Facultad de Ciencias Sociales: “Su enseñanza en teología estaba en sintonía con lo que sucedía en el país y buscaba cómo vincularla con la realidad, la historia y los cambios que había en la Iglesia a raíz del Concilio Vaticano II”, resalta. Tal fue su influencia, que Romero hizo su tesis sobre sociología de la religión.
Testimonio de Gustavo Gutiérrez en el documental Caminos de liberación (1985), del Grupo Chaski
El padre Gutiérrez formó a diversas generaciones en una teología que se caracterizó por ser dialogante y con un fuerte componente en la realidad social peruana. Y no solo dentro de las aulas sino también fuera de ellas. “Después de clases, se quedaba en el patio a conversar con los estudiantes. Debatíamos sobre libros o alguna película; nos reíamos. Tuve una relación muy buena y entrañable con él. Nos abrió un panorama de la sociedad peruana y, también, de lo que estaba en debate en Europa, que fue muy importante y poderoso para nosotros”, dice Pedraglio. Gutiérrez fue distinguido como profesor emérito PUCP en el 2003 y recibió la Medalla de Honor Dintilhac en el 2010.
Una teología que pone en el centro a los desposeídos
El padre Gutiérrez se hizo sacerdote diocesano a los 31 años. En 1962, asistió como asesor del cardenal Juan Landázuri al Concilio Vaticano II. Este encuentro marca la renovación de la Iglesia católica al acercarse y solidarizarse con los más desposeídos, así como abrir sus puertas al mundo contemporáneo. En 1967 se integró al equipo teológico-pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM) y en 1968 participó en la Conferencia Episcopal de Medellín.
«El tema que desarrolló Gutiérrez inicia el cambio que hay en la Iglesia de querer ser parte de la historia y de la sociedad. Ahí empieza la preocupación por los pobres y el prestar atención al hermano; es decir, la fraternidad. Y no solo dándoles una pequeña ayuda, sino con horizontalidad y respeto porque todos somos hijos de Dios», resalta Romero.
Todas estas experiencias, tanto eclesiásticas como en la docencia, prepararon el camino para que publicara, en 1971, Teología de la liberación. Perspectivas. En este texto fundamental, Gutiérrez pone en el centro de atención a los marginados de la sociedad y coloca a la teología en estrecho vínculo con la realidad peruana y latinoamericana.
«El gran aporte del padre Gustavo Gutiérrez a la teología ha sido el realizarla a partir de la práctica cristiana y de la opción preferencial por los más desfavorecidos -que no son solo los pobres en términos económicos sino también los marginados y excluidos por diferentes motivos, como el racial o la procedencia-, la cual es la característica principal de la teología de la liberación”, resalta el padre Mag. Andrés Gallego, docente del Departamento Académico de Teología. “Su libro Teología de la liberación. Perspectivas me marcó mientras estudiaba teología en España, a mis compañeros y a toda mi generación», añade.
“Gutiérrez recibe ese enorme viraje que se llamó ‘la cuestión social de la Iglesia’, pero considera que en el Perú es todavía más exigente porque aquí estamos ante el caso de personas que no son tratadas como tales. Por eso su teología es muy universal, pero también muy peruana”, menciona el Dr. Rolando Ames.
La opción preferencial por los pobres que promueve Gutiérrez -una reflexión sobre cómo miramos a Dios desde el sufrimiento de la gente- «ha entrado hoy en día claramente no solo en la Iglesia peruana y latinoamericana, sino incluso en el Magisterio de la Iglesia universal», señala el padre Gallego. «Es un gran aporte de la teología de Gutiérrez al pensamiento universal de la Iglesia”.
Reacción y persecución de sectores conservadores
Hubo sectores conservadores de la Iglesia que no aceptaron la teología de la liberación por considerarla politizada y de izquierda, entre ellos el Sodalicio y sus «métodos sectarios», como señaló nuestro Gran Canciller y arzobispo de Lima, cardenal Carlos Castillo, en un reciente artículo de El País.
Cardenal Castillo cuenta que, desde 1974, se suscitó una reacción contra la teología de la liberación de Gustavo Gutiérrez, sobre todo en Lima. «Allí empezó todo el drama de la persecución injusta contra él (…), un hombre abierto al Evangelio y a los signos de los tiempos, que actualizaba la fe para nuestro continente pobre y profundamente creyente». Nuestro Gran Canciller cuenta que desde el Vaticano se les había pedido a los obispos peruanos examinar los escritos de Gutiérrez y que, por intermedio de Castillo, por entonces estudiante en Roma, la documentación en la que Gutiérrez sustentaba su teoría liberadora llegó a buenas manos. Finalmente, en 1984 fue absuelto en Roma de estas acusaciones infundadas.
Hace unos meses, el cardenal Pedro Barreto se reunió con Gutiérrez. En un emotivo momento, se quitó la cruz pectoral y se la colocó al padre. «Fue una expresión de lo que él, por fidelidad a la Iglesia, sufrió por dentro: vivió la pasión de Cristo en la Iglesia con estos insultos, estas negaciones que algunos sectores de la Iglesia y fuera de ella hacían. Por tanto, esta cruz es signo de resurrección, de esperanza», contó Barreto. «Ahora nos está compartiendo su alegría de que ha valido la pena sufrir con Cristo para también gozar con Él para siempre», añadió.
Toda su vida la dedicó a estar en contacto con aquellos que sufrían, ha recordado también Barreto. «Más allá de lo que aportó y contribuyó de manera muy significativa en su servicio teológico y de su amor preferencial por los pobres, los descartados de la sociedad, como dice el papa Francisco, era una persona de Iglesia. Él amó siempre a la Iglesia».
Influencia mundial y reivindicación de la teología de la liberación
Actualmente, el propio papa Francisco reconoce su admiración por el trabajo del padre Gutiérrez. Incluso, redactó el prólogo del libro Iglesia pobre y para los pobres, el cual está escrito por el cardenal Gerhard Müller con contribuciones de Gutiérrez.
«El papa Francisco recoge, con mucha claridad y sencillez, el aporte de Gutiérrez pues él es hijo de esta Iglesia latinoamericana que viene desde el Concilio Vaticano II”, enfatiza Gallego. «Gustavo Gutiérrez es, sin ninguna duda, uno de los teólogos más importantes de la historia de la Iglesia. Personalmente, ha marcado mi vida y le debo mucho por su capacidad de entrega, generosidad, compromiso y aporte intelectual, personal y académico», resume nuestro docente.
Reconocimientos oficiales y del pueblo
Entre los hitos de su trayectoria, el padre Gutiérrez fundó el Instituto Bartolomé de las Casas en 1974 y lo dirigió hasta 1980. También, desde 1960, fue asesor de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC). Y en el 2009, a los 81 años se unió a la orden dominica. Ha sido reconocido por más de 30 universidades e instituciones, peruanas y extranjeras, con el título de doctor honoris causa y otros reconocimientos. Entre ellas, caballero de la Legión de Honor del Gobierno Francés (1993), Premio Príncipe de Asturias en Comunicación y Humanidades (2003) y el Premio Nacional de Cultura del Perú (2012).
En su labor pastoral, el padre Gutiérrez estuvo a cargo de la iglesia Cristo Redentor, en el Rímac, entre 1980 y el 2000. “Siempre tuvo un gran cariño por los niños y jóvenes. A pesar de su limitado tiempo, pues lo invitaban a congresos y eventos en todo el mundo, siempre era muy comunicativo, sencillo y cercano a las familias”, resalta Romero.
A todo ello se suma el que, acaso, haya sido para el mayor reconocimiento para él: el cariño y la admiración de personas de todo el mundo que le agradecen por haber puesto a la teología en contacto con la realidad y dotar de dignidad a los pobres. Nos unimos al pesar por el fallecimiento del padre Gutiérrez, a sus 96 años, y nos comprometemos a que sus enseñanzas sigan siempre vigentes.
Fuente: https://puntoedu.pucp.edu.pe/comunidad-pucp/gustavo-gutierrez-inspiro-millones-en-el-mundo-con-su-teologia-nacida-cuando-era-profesor-universitario/
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