Con “Aún estoy aquí”, Brasil le quita el velo a su dictadura
¿Puede una película ayudar a un país a no olvidar su pasado? Ainda estou aqui (Aún estoy aquí, en traducción libre), el film del director brasileño Walter Salles nominado a tres premios Oscar, parece demostrar que sí.
La ausencia de elecciones libres; las prisiones, torturas y otras violencias extremas, incluyendo la muerte de miles de indígenas, y el exilio duraron 21 años. Más de dos décadas en las cuales Brasil se caracterizó por tener a militares tan sanguinarios que literalmente exportó algunos torturadores y sus prácticas para otros países. En Chile, por ejemplo, hay registros de que varios de ellos torturaron en el Estadio Nacional.
Después, vino un proceso constituyente, y el inicio de una democracia compleja, pero presuntamente respetada. Salvo por las clases de historia en el colegio y la labor incesante de las víctimas y sus familiares junto a organizaciones de derechos humanos, prácticamente no se hablaba de la dictadura. Era “cosa del pasado”. Se decía que Brasil ya había virado la página y que era necesario mirar otras cosas. Que teníamos que apuntar al lema de nuestra bandera: orden y progreso. Progreso, esa palabra que apunta tanto al futuro y tan poco a nuestras raíces…
Por eso, cuando finalmente se instaló la Comisión de la Verdad, recién en 2011, para investigar los crímenes cometidos entre 1946 y 1988 con el objetivo de “promover la reconciliación nacional”, salvo por esas mismas personas que, porfiadas, se negaron a dejar atrás la historia del país, prácticamente no se habló del tema. En 2014, cuando gobernaba Dilma Rousseff, también torturada durante la dictadura, la Comisión entregó sus conclusiones y recomendaciones, que incluía la responsabilización de los agentes del Estado que cometieron violaciones a los derechos humanos y una revisión de la Ley de Amnistía (promulgada durante la dictadura).
Nada de eso ocurrió. Para ese entonces, la pauta de los medios y de la ciudadanía estaba en otro lado. En la crisis económica, en los casos de corrupción de Petrobras y Odebrecht. En las manifestaciones que ya pedían el impeachment de Dilma Rousseff, pese a que ella nunca fue responsable de ningún escándalo de coimas. Para ese entonces, Brasil ya había abandonado completamente hablar de su pasado. Peor: para ese entonces una parte de la sociedad pasó a defender explícitamente una visión positiva de la dictadura y a reivindicar una nueva intervención de los militares en la política.
Después, ya sabemos, fueron los años de Bolsonaro. Un hombre que, cuando era diputado, hizo un homenaje al torturador de Dilma Rousseff. Un político que, en 1999, durante una entrevista a Band, dijo: “A través del voto no se cambia nada en este país. Nada, absolutamente nada. Brasil solo va a cambiar cuando lamentablemente hagamos una guerra civil y hagamos el trabajo que el régimen militar no hizo, matando unas 30 mil personas. Empezando por Fernando Henrique Cardoso. No dejarlo ir para afuera (Cardoso fue exiliado político), ¡no! ¡Matándolo!”. Un hombre que pudo trabajar libremente en la política brasileña y no tener su mandato revocado, pese a que esas –y tantas otras– declaraciones incumplen con la ley local de decoro parlamentario.
El silencio, el olvido, el aceptarlo todo en política fue permeando y corrompiendo a la sociedad a tal punto que Brasil vivió, de hecho, una intentona de golpe el 8 de enero de 2023, en pleno día en que el país celebra la democracia. “La democracia fue puesta a prueba y soportó, pero necesitamos reaccionar”, tituló, en la época, la revista Veja.
El arte supo hacerse un espacio. En un país cuya producción cinematográfica, a diferencia de Chile o Argentina, abordó en muy contadas ocasiones la dictadura militar (con obras como O Ano em que meus pais saíram de férias, Marighella y O que é isso, companheiro?), surgió Ainda estou aqui.
El film, basado en hechos reales, cuenta la historia de Eunice Paiva, esposa del exdiputado Rubens Paiva, desaparecido en 1971 durante la dictadura, torturado y asesinado. Eunice nunca desistió de buscar la verdad sobre lo que había ocurrido con su marido. Fue presa y torturada durante 12 días. Cuidó sola a sus hijos y se reinventó: tras la desaparición de Rubens, estudió Derecho, se volvió experta en derecho humanos de los pueblos originarios y fue consultora del gobierno federal, del Banco Mundial y de la ONU.
25 años después de la desaparición de su esposo, obtuvo su certificado de óbito, pese a que nunca pudo recuperar su cuerpo.
Es simbólico y emocionante que una heroína como Eunice, que luchó siempre en contra del olvido, falleciera en 2018 de Alzheimer.
Su trabajo, sin embargo, sacó de la sombra el olvido. La obra le quita el velo a la dictadura.
La película, interpretada por Fernanda Torres –ganadora del Globo de Oro de este año–, lleva 13 semanas en cartelera en Brasil. También lideró ventas de entradas en Portugal y registró los mayores promedios de renta por sala los fines de semana en Estados Unidos y Francia.
Es un verdadero fenómeno. Las buenas noticias sobre la película se celebran en bares y restaurantes con clima de Mundial. Además, la historia de Eunice y Rubens ha inspirado a jóvenes menores de 30 años a compartir en TikTok historias de padres y abuelos torturados, exiliados y perseguidos en la dictadura. Posteos virales, con más de cinco millones de visualizaciones.
“Aún estoy aquí” re-encendió el debate sobre los crímenes perpetrados en el país y en Latinoamérica entre 1964 y 1985. Puso el foco en la impunidad. Eliminó ese silencio obsequioso de hablar de que en Brasil sí hubo una dictadura. Se trata de una oportunidad colectiva única.
Este jueves, al enterarse de las nominaciones al Oscar, el actor Selton Mello, quien interpreta a Rubens en la película, publicó en sus redes sociales que Ainda estou aqui “nació vitoriosa” por varios motivos: “por recordar lo que jamás debe ser olvidado, por conmover con una belleza austera, por llenar las salas de cine nuevamente, por llevar nuestra sensibilidad al mundo, por recuperar nuestra autoestima cultural (…) nuestro país necesitaba esa película. El mundo entero necesitaba esa película”.
El logro va más allá de las pantallas: este 24 de enero, la justicia brasileña rectificó el certificado de óbito de Rubens Paiva. Ahí aclaró: “causa de muerte no natural; violenta; causada por el Estado brasileño en el contexto de persecución sistemática a la población identificada como disidente política del régimen dictatorial instalado en 1964”.
No sé si Ainda estou aqui ganará en alguna de las categorías a las que fue nominada. Los Oscar siempre dan alguna sorpresa. Pero solo el hecho de posicionar esa temática en Brasil, de movilizar a jóvenes, de hacer pequeños-grandes ajustes en la Justicia, de aparecer en Hollywood y en un mundo cada vez más negacionista, ya es un gran logro. La memoria prevalece. Aún estamos aquí.
26 de enero, 2025.
Fuente: https://interferencia.cl/articulos/con-aun-estoy-aqui-brasil-le-quita-el-velo-su-dictadura
Aún Estoy Aquí l Tráiler Oficial
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