«Somos producto de 500 años de lucha»: ¿qué es del EZLN a 30 años de su aparición en México?
por Karen Fabián y Samuel Cortés Hamdan/Corresponsales en México.
«Intégrate a las fuerzas insurgentes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional». La primera declaración de la Selva Lacandona, el documento inaugural de la guerrilla zapatista, era clara: llamar a la rebeldía armada contra el Estado mexicano. Hoy se cumplen 30 años de aquel histórico levantamiento.
En un momento en que se agudizaba el programa neoliberal, que comenzó a implementarse en el país desde el Gobierno de Miguel de la Madrid, asumido en 1982, y justamente el día de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un puñado de indígenas armados recordó que, más que futuro, el país latinoamericano tenía pasado.
Era el 1 de enero de 1994, en el inicio del último año del presidente Carlos Salinas de Gortari, a quien su hoy sucesor en el ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador, llama el padre de la desigualdad moderna porque su programa de gobierno procuró la privatización de centenas de entidades públicas, para acoplarse a la ruta económica de abandono de derechos sociales que instrumentaron en la década de 1980 Ronald Reagan y Margaret Thatcher, principalmente.
Los zapatistas, llamados así por el líder agrarista revolucionario Emiliano Zapata, general del Ejército Libertador del Sur en la guerra civil mexicana de principios del siglo XX, tenían clara su genealogía política.
«Somos productos de 500 años de luchas: primero contra la esclavitud, en la guerra de Independencia contra España encabezada por los insurgentes, después por evitar ser absorbidos por el expansionismo norteamericano, luego por promulgar nuestra constitución y expulsar al Imperio francés de nuestro suelo, después la dictadura porfirista nos negó la aplicación justa de leyes de Reforma y el pueblo se rebeló, formando sus propios líderes», declararon en su primer pronunciamiento.
«Surgieron Villa y Zapata, hombres pobres como nosotros a los que se nos ha negado la preparación más elemental para así poder utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria, sin importarles que estemos muriendo de hambre y enfermedades curables, sin importarles que no tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno, ni tierra, ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin tener derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos», abundaban.
Un estallido de 12 días, una crítica de 30 años
El levantamiento armado del 1 de enero de 1994 se prolongó por 12 días y logró en esa breve jornada llamar la atención tanto del Gobierno federal como de la sociedad mexicana en general y de la comunidad internacional.
En medio de las promesas de modernidad e integración al capitalismo multinacional del salinato, los indígenas de Chiapas, en el sureste, recordaban que sus demandas de vida eran muy anteriores a programas tan grandilocuentes en el discurso y tan privatizadores en la estrategia concreta.
«Los orígenes político militares del EZLN se encuentran en las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), una organización clandestina formada a finales de los años 60 en el norte de México, inspirada en la revolución cubana, que organizó una lucha guerrillera para lograr la construcción del socialismo en México», recuerda una ficha de divulgación elaborada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) del país latinoamericano.
Entre sus fascinados internacionales figuran el premio Nobel de Literatura José Saramago, novelista portugués, el cantante francoespañol Manu Chao y el periodista catalán, combatiente contra el franquismo, Manuel Vázquez Montalbán, quien viajó a Chiapas para entrevistarse con uno de los rostros más identificables del EZLN, el Subcomandante Marcos.
El EZLN anuncia su reestructuración
A principios de noviembre, «después de un largo y profundo análisis crítico y autocrítico», el EZLN desintegró los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) y las Juntas de Buen Gobierno (JBG) —sede de los Caracoles, el enlace con la sociedad—, para hacer frente a la crisis de violencia que afecta al estado sureño de Chiapas.
En un comunicado, denunció que, «Contrario a lo que informa y desinforma la prensa oficialista, autodenominada cool-progre-buenaondita, las principales ciudades del suroriental estado mexicano de Chiapas están en un completo caos» por la presencia del crimen organizado y su presunta colusión con las autoridades.
«Hay bloqueos, asaltos, secuestros, cobro de piso, reclutamiento forzado, balaceras. Esto es efecto del padrinazgo del gobierno del estado y la disputa por los cargos que están en proceso. No son propuestas políticas las que se enfrentan, sino sociedades criminales», agregó.
Pocos días después, la guerrilla mexicana dio a conocer su nueva estructura interna, cuyo propósito es «aumentar la defensa y seguridad de los poblados y de la madre tierra en caso de agresiones, ataques, epidemias, invasión de empresas depredadoras de la naturaleza, ocupaciones militares parciales o totales, catástrofes naturales y guerras nucleares».
Así, el vocero del movimiento, el subcomandante Moisés, detalló que, a partir de ahora, la organización del EZLN se sustentará en los Gobiernos Autónomos Locales (GAL), considerados el núcleo de la autonomía del movimiento debido a que son coordinados por los agentes y comisariados autónomos que, a su vez, están sujetos a la asamblea del pueblo, ranchería, comunidad, paraje, barrio, ejido, colonia, «o como se autonombre cada población».
«Si antes había unas decenas de MAREZ, o sea, Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas, ahora hay miles de GAL zapatistas», destacó Moisés.
El subcomandante insurgente también recordó que, con motivo de los 30 años del inicio de la guerra contra el olvido, las personas que firmaron la «Declaración por la Vida» están invitadas a la celebración por el aniversario del levantamiento armado. No obstante, Moisés desalentó a los interesados en asistir porque, insistió, «a diferencia de otros años, no es seguro».
«San Cristóbal de las Casas, Comitán, Las Margaritas y Palenque, por mencionar algunas cabeceras municipales, están en manos de uno de los cárteles del crimen desorganizado y en disputa con otro», aseguró el subcomandante y recordó que en las comunidades rurales, el problema es mucho peor, especialmente en la frontera con Guatemala.
De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, entre enero y diciembre de 2023, Chiapas registró 3,168 delitos contra la vida y la integridad corporal, de los que 1,177 corresponden a homicidios. En el caso de los delitos contra la libertad y la seguridad sexual, el organismo consignó 1,117 casos.
Pero, a pesar de la inseguridad y la violencia que laceran a la comunidad, Moisés acusó que la policía y el Ejército no están ahí para proteger a la población civil, sino para frenar la migración irregular por orden de Estados Unidos.
«Entonces, pues no les aconsejamos que vengan. A menos, claro, que se organicen muy bien para hacerlo», declaró.
Una situación preocupante
En entrevista con Sputnik, el historiador y fundador del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), Édgar Sánchez Ramírez, consideró que tanto la reestructuración como las declaraciones recientes del EZLN son preocupantes, toda vez que son resultado de la agudización de una crisis multifactorial que han venido denunciando, al menos, desde 2021, cuando advirtieron que el estado (Chiapas) se encontraba al borde de una guerra civil tras el secuestro de dos integrantes del movimiento que finalmente fueron liberados.
No obstante, el dirigente de izquierda señaló que los antecedentes del contexto actual se remontan al México de la década de los 90, cuando se implementó el proyecto neoliberal —formalizado con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre el país latinoamericano, Estados Unidos y Canadá— durante el sexenio del expresidente Carlos Salinas de Gortari.
«Desde el levantamiento zapatista, en el año 94, es un elemento central del análisis que no puede hacerse a un lado porque esto ocurre a finales del sexenio de Salinas de Gortari, en donde se impuso abiertamente, ya en el poder político en México, toda la fase neoliberal del PRI», analizó Sánchez Ramírez.
Si bien entre 1968 y 1988, señaló el historiador, existió una oposición al régimen priista encabezada por la izquierda socialista, incluidos los trotskistas, el Partido Comunista, los maoístas, etc., tras la ruptura del PRI, «la mayor parte de la izquierda socialista se deslumbró con eso» y se subordinó al Partido de la Revolución Democrática (PRD), emanado directamente del PRI después del fraude de 1988.
«La vieja idea estalinista reformista de la alianza con la burguesía nacional cuajó ahí, con el surgimiento del cardenismo, y capitularon ante esta corriente y su punto de concreción fue el PRD. Entonces, introdujo una forma de hacer política que es funcional al sistema capitalista. Se dice crítico del PRI en ese momento, para sacar al PRI del Gobierno, pero es funcional al mismo», comentó el analista.
Bocanada de aire puro
En ese sentido, el levantamiento armado del Ejército Zapatista en 1994 fue, en palabras de Sánchez Ramírez, como una «bocanada de aire puro», porque representó la ruptura con la izquierda institucional y la oposición al PRI, reivindicando los viejos métodos revolucionarios.
«Especialmente me estoy refiriendo a la primera declaración de la selva Lacandona y el levantamiento mismo porque, a diferencia de lo que después van a teorizar otros como [John] Holloway, el levantamiento y la primera declaración hablan de Revolución, hablan de tomar el poder», sostuvo Édgar Sánchez.
Por consiguiente, continuó, la lógica del levantamiento del EZLN es la de un proyecto revolucionario en la medida en que, además, incluye a los más desfavorecidos, es decir los indígenas, de tal manera que, para todos aquellos que pensaban que la política moderna eran los derechos civiles, la institucionalidad y el portarse bien, el 1 de enero de 1994, subrepticiamente, todo lo que consideraban arcaico, decimonónico, etc., estalló ante sus ojos: la lucha de clases.
Diálogos de San Andrés
Con todo, recordó el historiador, el 12 de enero se registró una manifestación masiva en el Zócalo de la Ciudad de México, «lo más plural y amplia posible que se hubiera visto en muchísimo tiempo, reclamando un alto a la guerra, el diálogo político (…) y una solución política» al conflicto, ante lo que el EZLN tomó la decisión —»demostración de que no estaban en la lógica guerrillerista de los años 70″— de aceptar la negociación.
Lamentablemente, los Acuerdos de San Andrés —firmados el 16 de febrero de 1996 entre el gobierno federal y el EZLN, considerados los primeros acuerdos sobre los derechos indígenas— no fueron cumplidos y lo que se vino después, durante el gobierno del panista Vicente Fox (2000-2006), cuando, entre febrero y abril de 2001, se realizó la Marcha del color de la tierra —también conocida como Marcha de la dignidad o Caravana zapatista y que consistió en un recorrido de una delegación del EZLN a través de 17 estados del país—, fue, a decir de Sánchez, una traición, con el beneplácito del PRD, que llevó a los zapatistas a un proceso de autocrítica.
«Crítica que se va a ver más clara con la otra campaña en el 2006, ya sin el PRD, sino buscando recuperar a la vieja izquierda socialista (…) Pero, al mismo tiempo, sobre la base de estas experiencias, el zapatismo hace un retroceso de concepción política para plantear esta idea, que después está teorizada por Holloway, de transformar el mundo sin tomar el poder y abandonar la lucha política», analizó Édgar Sánchez.
La izquierda institucional recupera su hegemonía
Así, para el historiador, el repliegue zapatista es un golpe terrible porque da lugar a que la izquierda institucional del PRD y, posteriormente, Morena, surgido del anterior, mantenga su hegemonía, triturando o absorbiendo a todos aquellos que tenían ilusiones de que podía surgir una fuerza política que se opusiera al proyecto neoliberal.
«Entonces, en ese contexto, estamos en una situación (…) muy complicada, porque, al mismo tiempo, hay un hartazgo popular con los gobiernos abiertamente neoliberales previos, PRI y PAN, el voto del 2018 es reflejo de ese hartazgo, evidentemente, es un voto contra el PRIAN y, entonces, en el imaginario popular, la candidatura de López Obrador y su Gobierno representaría una ruptura con eso», relató.
«Pero (…) no hay realmente ruptura y, entonces, se requiere, para que haya esa ruptura, una política no sólo retóricamente anti neoliberal sino anticapitalista, no es suficiente el discurso anti neoliberal [del presidente Andrés Manuel], sino se requiere una política anticapitalista, porque ante la crisis ecológica, ante la violencia, antes todas estas política económicas, no hay más salida que una política anticapitalista», agregó.
Sin embargo, la búsqueda de salidas, a 30 años del levantamiento armado del EZLN y la entrada en vigor del TLCAN, ocurre, de acuerdo con Sánchez, en un momento en el que, después de la caída de la Unión Soviética en 1991, hay un descrédito también de la alternativa socialista.
Si bien en algunos casos, señaló el historiador, ese vacío lo llenan los proyectos progresistas —como es el caso de Chile con la llegada de Gabriel Boric al Palacio de la Moneda— que en el discurso son antineoliberales, pero que finalmente no rompen con el modelo capitalista. Pero, al no tomar distancia del proyecto neoliberal, las masas populares comienzan a desconfiar de esas propuestas y, ante tal confusión, surgen sectores inclinados a la extrema derecha, como es el caso de Argentina con la elección de Javier Milei frente al partido de izquierda.
«En México, afortunadamente, no es todavía una potencia peligrosa la extrema derecha fascista, es el momento, más bien, de declive y muerte casi ya de todos los partidos de derecha y el progresismo sigue manteniendo hegemonía en el pensamiento», reconoció Édgar Sánchez.
No obstante, señaló que el problema de la necesidad de una salida anticapitalista, revolucionaria, ecosocialista y feminista es que, para eso, se necesita una fuerza política partidaria, una fuerza que, para él, no puede ser Morena.
«Poco a poco, ha venido habiendo movimientos sociales que están en esta dinámica y, entonces, aquí es donde está el papel del asunto del zapatismo, porque todo el movimiento social que tiene que ver con la defensa de la tierra, de las comunidades indígenas, de los pueblos indígenas frente a la minería y los megaproyectos y el despojo de los territorios, tienen en el zapatismo una referencia fundamental», observó Sánchez Ramírez.
«Es hora, en la conmemoración de los 30 años [del levantamiento armado del EZLN], de renovar la cuestión de la solidaridad con los pueblos indígenas y los zapatistas, ante este riesgo que están planteando, pero es también la hora de seguir insistiendo en la necesidad de un reagrupamiento de la izquierda revolucionaria anticapitalista», finalizó el historiador socialista.
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