¿El capitalismo se ha encontrado con límites infranqueables? (*)

Fraancois Chesnais

por  Chesnais, François (*)

La raíz económica de tensiones políticas y malestares sociales contemporáneos
La revista Inprecor n° 631/632, noviembre de 2016, tradujo del español e incluyó un artículo anteriormente publicado en Herramienta;icuyo texto original estaba en inglés, pues era la conclusión de un libro sobre el capital financiero y la finanza escrito a la luz de la crisis del 2007-2008 y las transformaciones en las formas mundializada de explotación de las mujeres y hombres proletarizados.ii Tanto la conclusión del libro como el artículo adoptan como horizonte la perspectiva de una sociedad humana. Las observaciones de amigos que lo leyeron me convencieron de que es necesario aclarar algunos argumentos. Además, no pocos acontecimientos políticos de los últimos meses invitan a “aproximar” el horizonte de la reflexión.

Desde hace dos o tres años, se han publicado muchos ensayos sobre las tensiones políticas mundiales, domésticas e internacionales, así como sobre los malestares sociales franceses y europeos. No son pocos los autores que relacionan tales cuestiones con el neoliberalismo, con la “globalización” y con sus consecuencias. Acá, se las relaciona con el curso del capitalismo y con su impasse. De los acontecimientos a nivel de la “superestructura”, mi texto pasa a la “infraestructura”, al movimiento de acumulación de capital en el largo plazo y a las barreras con que se encuentra. Y la perspectiva que se avizora es una situación en donde las consecuencias políticas y sociales del débil crecimiento y la endémica inestabilidad financiera, junto con el caos político que generan (ya mismo en algunas partes del mundo, potencialmente en otras) tienden a converger con el impacto social y político del cambio climático.

Este texto tiene evidentemente fuertes implicaciones políticas. Expresa un radical cambio teórico personal, dado que hace diez años la revista Carré Rouge había participado en una red de discusión sobre “la actualidad del comunismo”, cuyos participantes expresaron apreciaciones distintas sobre el período.iii Pero es en el 2008, cuando evidentemente comienza este cambio (que se advierte en un texto publicado también en Herramienta y luego en Inprecor) en el que buscaba articular la crisis económica y financiera con la crisis del cambio climático.iv
La noción de “barreras” o “límites” al modo de producción
Casi diez años después de iniciada la crisis económica y financiera mundial, pues comienza en julio-agosto 2007 para explotar en septiembre 2008, la marcha de la tasa de crecimiento del PBI mundial es, según las últimas proyecciones del FMI, de 3% para 2017 y lo mismo para 2018.v
Lo que está en discusión es si la crisis económica y financiera mundial de 2007-2008 puede ser vista simplemente como una “crisis muy grande” de un capitalismo todavía capaz de abrirse una nueva y larga fase de reproducción ampliada a escala del “mercado mundial finalmente constituido”; o si, por el contrario, indica el punto de partida del momento histórico en que el capitalismo se encuentra con límites que ya no podrá desplazar. En el libro III de El capital, Marx (2013: 321) argumenta:
La producción capitalista tiende incesantemente a superar estos límites que le son inmanentes, pero sólo lo consigue empleando medios que vuelven a alzar ante ella esos mismos límites, en escala aún más formidable.
La cuestión es establecer si la producción capitalista se enfrenta ahora con barreras que ya no puede superar, ni siquiera temporariamente. Se estaría ante dos formas de límites infranqueables que tienen muy fuertes implicaciones para la reproducción del capital y la gestión del orden burgués, sobre todo por una vía civilizada. Uno de ellos, relativo a los efectos de la automatización, se remonta al siglo XIX y tiene un carácter inmanente, interno al movimiento del capital, en el que Marx insistió con mucha fuerza. El otro, relacionado con la destrucción de los equilibrios eco-sistémicos y especialmente de la biosfera por la producción capitalista, no fue previsto por Marx e inicialmente fue definido como un límite externo.
Comencemos por el primero, sobre el cual Ernest Mandel planteó desde 1986 la tesis de que se estaba ante un cambio cualitativo. La maximización de la ganancia, que no admite límites, descansa en la maximización del monto de plusvalor o sobre-valor producido y realizado. Supone, contradictoriamente, el empleo del mayor número posible de proletarios y también el recurso a la mecanización, es decir, el reemplazo de trabajo vivo (de las/los asalariados) por el trabajo muerto (las máquinas), o sea, la disminución de la cantidad de trabajo vivo necesaria para valorizar un determinado capital. Debido a esto, escribe Marx (Ibíd.: 317):
[…] el desarrollo de la fuerza productiva vuelve a manifestarse en dos aspectos: primero, en el aumento del plustrabajo, es decir en la abreviación del tiempo de trabajo necesario que se requiere para la reproducción de la fuerza de trabajo. Segundo, en la disminución de la cantidad de fuerza de trabajo (número de obreros) que se emplea, en general, para poner en movimiento un capital dado.
Aquí se encuentra la causa de la disminución de la tasa de ganancia. Pero la situación del capitalismo era aún la de un sistema que disponía de tecnologías mucho menos drásticamente labor saving que hoy en día, y tenía todavía el planeta por conquistar. Marx (Ibíd.: 317-318) podía escribir entonces que sí “el plusvalor, en cuanto suma global, está en primer lugar determinado por su tasa, pero, en segunda instancia, por la masa del trabajo empleado con esa tasa”, se estaba en una situación en que “el desarrollo del modo capitalista de producción disminuye la tasa de ganancia, mientras que su masa aumenta al aumentar la masa del capital empleado”, y la acción de
…las fuerzas impulsoras contradictorias se desahogan periódicamente mediante crisis. Estas son sólo soluciones violentas momentáneas de las contradicciones existentes, erupciones violentas que restablecen por el momento el equilibrio perturbado (Ibíd.: 320).
Mandel, analizando las consecuencias de lo que denominaba “robotismo”, por entonces recién en sus inicios, sostiene la idea de que se asiste a un cambio en la fuerza respectiva de las influencias contradictorias. En 1986, en la introducción a la edición del Tomo III de El capital,Mandel (1981: 81) argumenta que “la extensión de la automatización más allá de cierto límite conduce, inevitablemente, primero a la reducción del volumen total del valor producido, luego a la reducción del volumen del plusvalor realizado”. Veía esto como un “límite infranqueable” que conlleva una “tendencia del capitalismo al colapso final” (Íd.). Mucho más recientemente, en el 2011, la relación de la automatización con la crisis mundial de 2007-2008 fue expuesta por un autor marxista de trayectoria muy diferente, Robert Kurz, líder del grupo Krisis. Kurz habla de “producción real insuficiente de plusvalor”, sobre el fondo de una nueva ruptura estructural en el desarrollo capitalista, caracterizada por la tercera revolución industrial (la microelectrónica) con lo cual el “límite interno del capital termina por convertirse en límite absoluto”.vi
La segunda barrera fue progresivamente delimitada teóricamente a través de los debates en el seno de la ecología política estadounidense, especialmente entre James O’Connor, John Belamy Foster, Joel Kovel y Jason Moore (entre otros), que comenzaron con el artículo de 1988 de James O’Connor sobre la “segunda contradicción” del capitalismo. En el caso de la ecología, los debates sobre los “límites absolutos” (sobre los que se volverá más adelante) se refieren, por un lado, a la amplitud de los efectos sobre la tasa de ganancia de la disminución de los recursos naturales no renovables y, por el otro, a las consecuencias extremadamente serias de la incapacidad del capitalismo para frenar el avance del cambio climático, pues el modo de producción capitalista ha desarrollado un tipo de relación con el ambiente que transforma la biosfera al punto de amenazar las relaciones civilizadas.vii
La cuestión del futuro del capitalismo se ha convertido en una cuestión tan imperiosa como para que Michael Roberts (2016: 235; 270) consagre el último capítulo de su libro más reciente a la “posibilidad de que el capitalismo haya llegado a su fecha de fallecimiento”, cuando anteriormente la cuestión solo había sido mencionado con frases episódicas en los artículos de su blog. Después de muchas idas y vueltas concluye que “la Larga Depresión no es una especie de crisis final”, que hay “siempre más seres humanos para explotar” y que “siempre habrá innovaciones tecnológicas para lanzar un nuevo Kondratiev”, mientras acumula en el mismo capítulo elementos que sugieren lo contrario. Estima que “el capitalismo recuperará en un momento dado la salud”, proponiendo para terminar una definición muy particular de la barbarie, como “una caída de la productividad del trabajo y las condiciones de vida a niveles precapitalistas”, en singular contraste con la que antes citamos de Mandel.
Las encrucijadas políticas
Que el capitalismo se encuentre con límites que no puede franquear, no significa de ninguna manera el fin de la dominación política y social de la burguesía, y menos aún su muerte, pero abre la perspectiva de que eso arrastre la humanidad a la barbarie. La cuestión es si las mujeres y los hombres que son explotados por la burguesía o no están asociados con ella, encontrarán los medios para evitar ese recorrido mortífero. Las implicaciones sociales y políticas de un “estancamiento secular”, mucho más serio en sus fundamentos que el de los años 1930, son difíciles de medir pero evidentemente inmensas, más aún porque la situación puede cambiar rápidamente en caso de que se llegue al punto de ruptura en el ecosistema debido a los efectos del cambio climático. El crecimiento muy débil del PBI mundial, y más aún del PBI per cápita, ya plantea muy grandes problemas a la burguesía. El mercado mundial está compuesto por grupos industriales y bancarios en brutal competencia y por oligarquías nacionales profundamente rivales. La política de Donald Trump traduce una situación en la que han pasado a ser permisibles todos los golpes entre las burguesías. En el plano interno, las desigualdades (ingresos, patrimonio, acceso a la educación y la salud) se incrementan y sus consecuencias son cada vez más difíciles de administrar. En 1986, Mandel hablaba de “los crecientes desafíos a todas la relaciones burguesa fundamentales y a los valores de la sociedad en su conjunto” a consecuencia del “aumento del desempleo masivo y de los sectores marginalizados de la población, de la cantidad de los que ‘abandonan’ y de todos aquellos a los que el desarrollo ‘final’ de la tecnología capitalista expulsa del proceso de producción”. Para las/los “de abajo” que viven en una sociedad mundializada dominada de punta a punta por el capitalismo, las implicaciones son extremadamente serias tanto a nivel cotidiano como en lo que hace al horizonte histórico. Mandel (1986: 89) escribía, en efecto, que
[…] la tendencia del capitalismo al hundimiento final […] no es necesariamente favorable a una forma superior de organización social o de civilización. Precisamente en función de los procesos degenerativos propios del capitalismo los fenómenos de decadencia cultural, de regresión en los terrenos de la ideología y el respeto a los derechos humanos se multiplican acompañando lo que dejan las crisis multiforme con las que este proceso degenerativo nos enfrentará [ya nos ha enfrentado, F. Ch.].
Mandel, marcado por las formas que adoptara la barbarie en el siglo XX, pensaba que:
La barbarie, como posible resultado del hundimiento del sistema, es una perspectiva mucho más concreta y precisa hoy de lo que lo fuera en los años 1920 o 1930. Incluso los errores de Auschwitz y de Hiroshima parecerán mínimos en comparación a los horrores que deberá enfrentar la humanidad en la continua decrepitud del sistema. En estas circunstancias, la lucha por una salida socialista asume el significado por la supervivencia de la civilización humana y del género humano (Íd.).
Esta perspectiva catastrófica era moderada por Mandel con un mensaje esperanzador inspirado en el enfoque del Programa de Transición (de 1938):
[…] el proletariado, como Marx lo mostró, reúne todos los prerequisitos para conducir la lucha con éxito; esto sigue siendo más verdadero que nunca hoy en día. Y tiene al menos el potencial de adquirir también los prerequisitos subjetivos para la victoria del socialismo mundial. La realización de este potencial dependerá, en último análisis, de los esfuerzos conscientes de los marxistas revolucionarios, integrándose en las luchas espontáneas periódicas del proletariado, para reorganizar la sociedad según principios socialistas y conducirlo hacia precisos objetivos: la conquista del poder del Estado y la revolución socialista radical. Yo no veo que hoy existan más razones para ser más pesimista en cuanto al resultado de esta empresa de lo que lo era Marx mientras escribía El capital (Ibíd.: 89-90).
En 1986, podía todavía suponerse, al límite, que el hundimiento de la burocracia soviética podía abrir la vía para la “revolución política” en la URSS y en las democracias populares; y por entonces, el movimiento contemporáneo de mundialización del capital apenas estaba en su inicio. Hoy estamos en una situación muy distinta. Los procesos de superación del capitalismo y de pasaje a la sociedad liberada de la propiedad privada que según parecía estaban contenidos en el movimiento mismo del capital, según enseñábamos los de mi generación a los militantes jóvenes, perdieron validez. Incluso los previstos por el mismo Marx, y lo digo pensando sobre todo en el proceso que se presenta en el capítulo XXIV de El capital:
[…] esta expropiación se lleva a cabo por medio de la acción de las propias leyes inmanentes de la producción capitalista, por medio de la concentración de los capitales. Cada capitalista liquida a otros muchos. Paralelamente a esta concentración, o a la expropiación de muchos capitalistas por pocos, se desarrollan en escala cada vez más amplia las formas cooperativas del proceso laboral, la aplicación tecnológica consciente de la ciencia, la explotación colectiva planificada de la tierra, la transformación de los medios de trabajo en medio de trabajo que sólo son utilizables colectivamente, la economización de todos los medios de producción gracias a su uso como medios de producción colectivos del trabajo social combinado, el entrelazamiento de todos los pueblos en la red del mercado mundial, y con ello el carácter internacional del régimen capitalista. Con la disminución constante en el número de los magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este proceso de trastocamiento, se acrecienta la masa de la miseria, de la opresión, de la servidumbre, de la degeneración, de la explotación, pero se acrecienta también la rebeldía de la clase obrera, una clase cuyo número aumenta de manera constante y que es disciplinada, unida y organizada por el mecanismo mismo del proceso capitalista de producción. El monopolio ejercido por el capital se convierte en traba del modo de producción que ha florecido con él y bajo el. La concentración de los medios de producción y la socialización del trabajo alcanzan un punto en que son incompatibles con su corteza capitalista. Se la hace saltar. Suena la hora postrera de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados (Marx, 2013: 953).
Apartarse del camino y la dirección en que actualmente está marchando la humanidad, dependerá exclusivamente de la lucha, y del estado de las relaciones políticas de clase entre los trabajadores largo sensu y la burguesía (las “relaciones de fuerza”). Y estas son por ahora, a nivel global, muy desfavorables a los primeros.
Algunos rasgos originales de la crisis económica y financiera abierta en 2007-2008
Antes de referirnos más detalladamente al modo y el grado en que las dos barreras son infranqueables, es preciso caracterizar la crisis económica y financiera mundial iniciada en 2007-2008. Entre los marxistas que trabajan en el seno del mundo anglófono y los heterodoxos estadounidenses como Paul Krugman y Joseph Stiglitz, existe consenso, amplio, aunque muy flou, en decir que se trata de una crisis muy grande, de importancia análoga a la de 1929. Algunos la caracterizan como “estructural” o “sistémica”. Pero incluso estos y la inmensa mayoría de los economistas críticos o anticapitalistas, esperan que la misma terminará, que en un momento dado habrá un recomienzo de la acumulación. Entre los economistas de lengua francesa los términos “estructural” y “sistémico” remiten más o menos (el primero sobre todo) a la teoría de la Regulación, y quienes la sostienen están divididos con respecto a la naturaleza de esta crisis. Robert Boyer no se pronuncia en su último libro sobre “la Gran recesión” estadounidense de 2008 y su extensión internacional. La lectura del libro (sobre todo las páginas 86-105) sugiere que se trata de la etapa más reciente de la crisis del régimen de acumulación y regulación fordista, que comenzó en 1974-1976, con las finanzas atacando a muchas de sus formas institucionales esenciales. Considera que el régimen de crecimiento financierizado ha sido como máximo un “potencial sucesor del modelo de desarrollo fordista”.
Otro libro regulacionista, en cambio, el de Jacques Mazier, Mickaël Clevenot y Vincent Duwicquet reconoce que aprovechando la liberalización financiera se ha conformado un régimen de crecimiento financiarizado, cuyo rasgo sería sobre todo el “cierre” macroeconómico, basado en el creciente recurso del endeudamiento y en un modo de regulación absolutamente singular, consistente en una sucesión de pequeñas crisis financieras e intervención de los bancos centrales. Esto hace que los autores analicen cuidadosamente la crisis de 2007-2008 en sus aspectos de crisis financiera. Sin embargo, vacilan en cuanto a establecer “si se trata de una gran crisis indicadora del agotamiento del modelo de regulación por las crisis”, o todavía de otra “pequeña crisis” (pese a su amplitud) debido a que “la finanza como actor dominante del régimen de crecimiento no ha sido cuestionada”.
Yo trato de evitar la utilización de esos términos, en particular “estructural”, muy relacionado con el fordismo, y me apoyo en las observaciones de Paul Mattick (1976):
Si la crisis encuentra su razón última en el capitalismo mismo, cada crisis en particular se distingue de la que la precediera, precisamente a causa de las transformaciones permanentes que afectan a escala mundial las relaciones de mercado y la estructura del capital. En tales condiciones, no es posible determinar por adelantado ni las crisis mismas ni su duración y gravedad, menos aún porque los síntomas de crisis aparecen con posterioridad a la crisis misma y no hacen más que hacerla evidente a los ojos de la opinión pública. No es posible tampoco remitir la crisis a factores “puramente económicos”, como si ella apareciese por completo de manera “puramente económica”, cabe decir que tiene su origen en relaciones sociales de producción travestidas en formas económicas. La competencia internacional, que se lleva adelante también con medios políticos y militares, re actúa sobre el desarrollo económico, así como este a su vez estimula las diversas formas de competencia. Por lo tanto no es posible comprender cada crisis concreta sino es en la relación que mantiene con el desarrollo de la sociedad global.viii
De manera telegráfica, es posible señalar las siguientes particularidades de la crisis de 2007-2008:
1. Estalló al término de una fase muy larga (¡setenta años!) de acumulación ininterrumpida que no tiene paralelo en la historia del capitalismo. La crisis de 1934-1976 con su double dipix de 1980-1982 aparejó un cambio de ritmo en los países capitalistas avanzados, pero no detuvo la dinámica de reproducción ampliada a nivel mundial. A diferencia de lo que sostienen Jean-Marie Harribey, Michel Husson, Esther Jeffers, Fréderic Lemaire, Dominique Plihon en el muy reciente libro de ATTAC Cette crise qui n’en finit pas… par ici la sortie, no pienso que las tres décadas que van de 1976 a 2007 sean una especie de crisis “estructural” permanente con episodios multiforme. El período que comienza en 1982 muestra que las burguesías, alentada por Reagan y Thatcher, no solamente se lanzan contra la clase obrera con diferentes ritmos según los países, sino que se vuelven hacia el mercado mundial y terminan de completar su construcción con la reintegración de China.
2. Jamás hay que perder de vista que la fase fordista primero y el largo período de acumulación posterior se produjeron en condiciones históricas muy particulares. Se dieron después de la gran depresión de los años 1930, con las consecuencias del cierre masivo de las capacidades productivas, y luegode la Segunda Guerra Mundial, que tuvo como una de sus consecuencias la destrucción a gran escala de la mayor parte de Europa. Estaba desbrozado el terreno para la inversión rentable. Otra dimensión muy importante también es que el capital pudo tomar suministros de un stock todavía poco aprovechado de tecnologías creativas en grandes sectores industriales y de una reserva de conocimientos científicos con potencialidades aún poco explotadas. Incluso el pasajero debilitamiento político de la burguesía frente a la clase obrera en 1945 jugó a favor del relanzamiento de la acumulación. Sin las concesiones que el capital fue obligado a hacer al proletariado, jamás hubiese habido regulación “fordista”.
3. Desde el 2007-2008, la crisis se desplegó sobre el terreno del mercado mundial plenamente constituido. China nunca fue una “periferia”x del capitalismo mundial, sino un país de tamaño continental, de antigua tradición científica, con hombres y mujeres educados y que durante 40 años escapó a la dominación del capitalismo. Y fue en China donde el capitalismo encontró en el 2009 una reserva de factores de impulso (tecnología y proletarios) antes de que, como antes se vio, la curva de la tasa de crecimiento del PBI mundial sufriera una inflexión descendente y pasara a ser casi plana.
4. Los Estados Unidos estuvieron desde el origen entre los principales impulsores de la mundialización contemporánea y los principales arquitectos y beneficiarios del régimen institucional mundial cuyos pilares son el FMI y la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero al combatir la tendencia al descenso de la tasa de ganancia entre ellos recurriendo a las deslocalizaciones masivas hacia China, los Estados Unidos ayudaron a la emergencia de un poderoso rival. A diez años de comenzada la crisis, la guerra comercial que fue característica de los años 1930 se perfila nuevamente con los Estados Unidos de Donald Trump listos para lanzarse a ella.
5. En todos los países, las clases obreras largo sensu abordaron la crisis en el marco de relaciones económicas y políticas extremadamente favorables al capital. La liberalización de los intercambios y de las inversiones directas internacionalizó el proceso de centralización y concentración del capital, permitiendo la formación de inmensos grupos industriales. También, y más gravemente aún, permitieron poner a competir entre sí a los trabajadores, de país a país y de continente a continente. Hubo una mundialización del ejército industrial de reserva. Cada burguesía debe administrar las consecuencias de todo esto como puede, además de las que nacen de la extensión de la robótica, pero lo hace a partir de muy claras posiciones de fuerza frente a los trabajadores.
6. La crisis que estalló en 2007-2008 es una crisis de sobreacumulación y de sobreproducción de carácter mundial, aunque se ubique en determinados países, sectores e industrias. Está acompañada por una crisis de rentabilidad, que los economistas miden por medio de diversos cálculos de la tasa de ganancia. Acá cobra sentido lo afirmado por Mandel y Kurz sobre la caída del volumen total del valor producido y del volumen del sobre-valor o plusvalor realizado. Los preámbulos de la crisis de 2007-2008 se remontan a la crisis asiática de 1997-1998, las repercusiones financieras que tuvo en Wall Street eran anuncio de la crisis financiera que estalló diez años después.
7. La sobre acumulación de capital productivo estuvo acompañada por una muy fuerte acumulación de capital ficticio. Habiendo comenzado en los años 1960 e incrementándose rápidamente con la deuda del tercer mundo en los años 1980, se aceleró más aún después de 1998 con el recurso de los Estados Unidos (y de manera más diferenciada, por algunos países en Europa) al endeudamiento masivo para sostener el crecimiento. El endeudamiento de empresas y hogares se acompañó a partir de 2005 también por el endeudamiento de los bancos entre sí. Se caracteriza por un salto en las técnicas de titularización y viene acompañado por la formación de un “sistema bancario en la sombra” que, gracias a la desreglamentación financiera, ha escapado a todo control.xi
8. A diferencia de la crisis de los años 1930, debido al salvataje de los bancos y los mercados financieros la destrucción de capital ficticio fue limitada y la de capital productivo sólo ocurrió de manera lenta y desigual, y en el caso de China no se dio. La función reguladora de las crisis, desbrozar el terreno para una nueva fase de acumulación, no se produjo.
9. El análisis de la economía mundial como totalidad incluye la dimensión de las “relaciones de los hombres con la naturaleza”. El capitalismo se ha comportado como si el planeta –y el conjunto de recursos no renovables y de espacios terrestres y marítimos a utilizar, así como la biosfera que condiciona la reproducción de las sociedades humanas– pudiese soportar indefinidamente la intensidad de la explotación a la que fue sometida.xii La muy larga fase de crecimiento del PBI mundial, fue también la del crecimiento de las emisiones de CO2.
La informatización: ¿estancamiento secular o límite infranqueable del capital?
Es preciso retomar lo de las dos barreras. En primer lugar, la que tiene que ver con el movimiento de la tasa y de la masa de ganancia, es decir, de la plusvalía producida y realizada. Michel Husson publicó en junio de 2016 un estudio titulado “¿Estancamiento secular o crecimiento numérico?”. Estoy de acuerdo con lo esencial de lo allí escrito, y en el texto publicado por Herramienta e Inprecor yo remito a los mismos estudios estadounidenses, especialmente los de Richard Gordon. Husson habla de la extrema polarización del debate estadounidense y examina los argumentos de quienes, en oposición a Gordon, apuestan al crecimiento numérico, es decir, a las tecnologías que impulsan la robotización cada vez más lejos. El análisis de Husson se basa en estadísticas y cálculos que los economistas neoclásicos no pueden objetar. Los lazos estadísticos entre rentabilidad y productividad establecidos por Husson (2016) muestran que
[…] hasta promediar los años 1980, la pérdida de velocidad del aumento de la productividad se traduce en una caída tendencial de la tasa de ganancia en las grandes economías. Luego, durante la fase neoliberal, el capitalismo consiguió restablecer la tasa de ganancia a pesar de la pérdida de velocidad de los aumentos de productividad, pero sólo pudo hacerlo sobre la base de una caída de la parte de los salarios en el valor agregado y poniendo en marcha diversos dispositivos insustentables, que lo condujeron a la crisis.
Por una parte, hoy es posible afirmar sin mucho riesgo de equivocarse que el capitalismo no podrá recurrir a esos “dispositivos insustentables” (en particular endeudamiento de las PME y los hogares) y, por otra parte, constatar que el recurso del capital a las tecnologías de automatización acentúa también el proceso analizado por Mandel y Kurz de “reducción del volumen total del valor producido y del sobre-valor realizado” y de “producción efectiva insuficiente de sobre-valor”. Husson cita los resultados de un estudio posterior al de Gordon,xiii donde se evidencia que “cuando los aumentos de productividad ligados a las nuevas tecnologías pueden ser observados, son el resultado de una baja de la producción relativa [del sector en cuestión] y de una baja aún más rápida del empleo”. Resulta, pues, difícil, escribe Husson, conciliar “estas caídas de producción con la idea de que la informatización de las nuevas tecnologías incorporadas en los nuevos equipos podrían originar una revolución de la productividad”. Tal o cual empresa pueden beneficiarse con aumentos de la productividad en la industria y algún sector de los servicios. “Pero [escribe Husson] las innovaciones requieren de inversiones, y éstas deben satisfacer el criterio de una alta rentabilidad.” Un gráfico realizado por los economistas de la US Conference Board (uno de los lobbies de la patronal estadounidense) y publicado por Michael Roberts en su blog, ilustra este proceso acumulativo de baja combinada de la productividad del trabajo y de la inversión. Las inversiones en las TIC no tienen un comportamiento distinto al que se registra en otros sectores.
Hablar, como Mandel y Kurz, de una situación de creciente penuria de plusvalía o sobre-valor debido a la baja conjunta del empleo y de las inversiones, contribuye al debate mucho más que la problemática centrada en las causas de la caída de la tasa de ganancia y las causas contrarrestantes de la misma. Más precisamente, sería necesario pasar a calcular tanto la masa de las ganancias como su tasa y examinar la posible caída tendencial de esta masa bajo el doble efecto de la disminución de las inversiones y su relación con la robótica: algo que no han hecho Mandel o Kurz y menos aún yo. Eso permitiría apreciar si, a medida que la penuria de plusvalor echa raíces y deviene estructural, lo que aparece inicialmente como un “límite interno (inmanente) del capital”, que puede de ser temporariamente superado, pasaría a convertirse en infranqueable.
Husson deja implícita la cuestión del descenso de la masa de plusvalía. Pero tal como Mandel apunta a las dificultades que plantea la automatización a la gestión económica, social y política de la burguesía, pues
[…] cuestiona la cohesión de las sociedades (desocupación masiva, polarización entre empleos calificados y pequeños trabajitos, etcétera) y agrava una cuestión esencial, la de la “realización”. Es necesario, en efecto, que las ventas existan; y se recae aquí en la contradicción fundamental de la automatización: ¿quién comprará las mercancías producidas por los robots? (Husson, 2016).
Husson también remite a un artículo en que Mandel (1986) evoca una sociedad dual: por un lado, “los que siguen participando en el proceso de producción capitalista”, y por el otro, los que sobreviven “por todos los medios que no son la venta de su fuerza de trabajo: asistencia social, aumento de las actividades ‘independientes’, campesinos parcelarios o artesanos, regreso al trabajo doméstico, comunidades ‘lúdicas’”.
El carácter inmanente de la infranqueable barrera ecológica y climática
En el subtítulo puse signos de interrogación, pero no en este. Es posible que Roberts y otros tengan razón al pensar que la barrera de la caída de la ganancia (la tasa y la masa) todavía pueda ser superada por el capital, para luego levantarse de nuevo muy rápidamente frente a él. Pero es suficiente consultar la entrada Climate Change en Wikipedia para entender que no ocurrirá lo mismo cuando los procesos retroactivos, que no tienen fecha precisa, pero son previsibles, se produzcan. La noción de barbarie, asociada por Mandel a las dos guerras mundiales y al Holocausto se aplica ahora a las consecuencias sociales del cambio climático. Uno de los primeros en plantear de manera general esta hipótesis con respecto a las cuestiones ambientales fue Mészáros (2001: 99):
En cierta medida, Marx era ya consciente del “problema ecológico”, es decir de los problemas de la ecología bajo la dominación del capital y de los peligros implícitos que esto provoca para la supervivencia humana. De hecho, fue el primero en conceptualizarlo. Habló de la polución e insistió en que la lógica del capital –que debe perseguir la ganancia, conforme a la auto expansión y a la acumulación– no puede tomar en consideración los valores humanos ni siquiera la supervivencia de la humanidad […]. Lo que no se puede encontrar en Marx, evidentemente, es una explicación de la extrema gravedad de la situación a la cual nos enfrentamos nosotros. Para nosotros, la supervivencia de la humanidad es una cuestión urgente.
Por supervivencia de la humanidad, debe entenderse, por supuesto, supervivencia de la “vida civilizada” tal como la entendemos aunque sea de manera general y un tanto vaga a partir de los resultados (las “conquistas”) de la lucha de las clases en Europa. Los seres humanos sobrevivirán, pero si el capitalismo no es derribado, vivirán a nivel mundial en una sociedad del tipo de aquella que fuera descrita por Jack London en su gran novela “distópica” de 1908, El talón de hierro.
La reflexión de Mészáros se nutre de los debates e investigaciones teóricas llevados adelante en los Estados Unidos, continuados posteriormente en los países de lengua francesa, a partir de la tesis desarrollada por O’Connor sobre “la segunda contradicción”. Para este autor, la primera contradicción, interna, sería la sobre-acumulación y la super-producción presentadas de un modo “marxo-keynesiano”; y la segunda, externa, la caída de la tasa de ganancia y de la tasa de acumulación inducida por el costo creciente de las materias primas (la parte “capital circulante” del capital constante), que podría llegar incluso a provocar un fenómeno de “sub-producción”. En la sección 6 del innovador artículo “Capitalism, Nature, Socialism: A Theoretical Introduction” (que lanzó la revista de la que sería jefe de redacción), O’Connor (1988) sostiene que si bien las cuestiones ambientales sólo pueden encontrar solución en el socialismo y que las mismas deben ser parte del programa socialista (eco-socialista), el capital sería capaz de reconocer su movimiento destructor y el Estado capaz de poner en marcha mecanismos reguladores. Añade incluso que las cuestiones ambientales podrían ser el terreno de posibles compromisos de clase.xiv Por estos planteos, O’Connor fue atacado con razón. Y entonces el libro de Joel Kovel, El enemigo de la naturaleza ¿El fin del capitalismo o el fin del mundo?, publicado en el 2002, pasó a ser la obra de referencia del eco socialismo en lengua inglesa.
La crítica a O’Connor debe centrarse en la oposición entre “contradicción interna” y “contradicción externa” y en la imposibilidad de que el capitalismo modifique las relaciones con el ambiente.xv La genérica observación metodológica de Marx sobre la relación de los hombres con la naturaleza es más trillada y proviene de un texto hoy poco leído que dice: “Para producir, los hombres contraen determinados vínculos y relaciones sociales, y a través de estos vínculos y relaciones, y sólo a través de ellos, es como se relacionan con la naturaleza y como se efectúa la producción” (Marx, 1980: 86). Pero suponer que las “relaciones sociales”, en cuyo marco la sociedad mundial contemporánea (dominada de punta a punta por el capital) “se relaciona con la naturaleza”, pueden ser reducidas a la oposición entre el capital y el trabajo, constituye una simplificación en la que Marx no cayó y no ayuda a comprender los problemas actuales.
La definición pertinente es que se trata de relaciones sociales comandadas por la valorización ilimitada del dinero que se convierte en capital, en un movimiento que se caracteriza por la reducción del trabajo concreto al trabajo abstracto y por la producción y venta también ilimitada de mercancías. En los Manuscritos de 1857-58, Marx (1971: 276) escribe que el capital
[…] como representante de la forma universal de la riqueza –el dinero– constituye el impulso desenfrenado y desmesurado de pasar por encima de su propia barrera. Para él, cada límite es y debe ser una barrera. En caso contrario dejaría de ser capital, dinero que se produce a sí mismo.
Por eso, debe extraer de la reserva terrestre materias primas, recursos del suelo y subsuelo, ilimitadamente hasta el punto que se afecta cada vez más gravemente a la biosfera y a los muy frágiles ecosistemas relacionados. La explotación ilimitada de la fuerza de trabajo comprada y la explotación ilimitada de los recursos naturales hasta agotarlos (acompañadas desde mediados del siglo XX por un modo de producción y de consumo que provoca el crecimiento exponencial de las emisiones de gas con efecto invernadero) van juntas. Están contenidas en la noción de capital y de la inseparable producción de mercancías, gran parte de las cuales es hoy masiva y socialmente inútil y, en lo que hace a su producción material, es devoradora de recursos que no son renovables o lo son muy difícilmente y, por añadidura, altamente emisora de gas con efecto invernadero.
El mecanismo que desemboca en la “sociedad de consumo” y su insensato despilfarro consiste en lo siguiente: para que la auto-reproducción del capital se efectivice, es preciso que el ciclo de valorización termine de cerrarse con “éxito”, es decir, las mercancías fabricadas, la fuerza de trabajo comprada en el “mercado de trabajo” y utilizada discrecionalmente por las empresas en los lugares de producción sean vendidas. Para que los accionistas queden satisfechos, se necesita que una gran cantidad de mercancías que cristalizan el trabajo abstracto contenido en el valor se vuelquen en el mercado. Y desde el punto de vista del capital, es absolutamente indiferente que esas mercancías sean realmente “cosas útiles” o que simplemente tengan la apariencia de serlo. Para el capital, la única “utilidad” es la que permite obtener ganancias y proseguir el proceso de valorización al infinito, de tal modo que las empresas con el auxilio de la publicidad se han convertido en expertas en el arte de demostrar a quienes tienen real o ficticiamente (con crédito) poder de compra, que las mercancías que les ofrecen son “útiles”.
Las múltiples dimensiones de la catástrofe silenciosa de una nueva era: el “capitaloceno”
Daniel Tanuro (2015) utilizó la expresión de “catástrofe silenciosa en marcha” para describir la multiplicidad de los efectos del cambio climático y las innumerables degradaciones ecológicas que están en marcha desde el período que se inicia en los años 1960. Los efectos económicos y sociales de estos procesos se sienten de manera desigual y diferenciada en el espacio mundial, planteando así una gran dificultad política. Ya desde hace algún tiempo, la cuestión climática es “social”, en el sentido básico y radical de la destrucción de las condiciones eco-sistémicas de la reproducción en cada vez más partes del mundo.xvi Los efectos del cambio climático son ya desastrosos, entre otros, para los habitantes autóctonos del Ártico, de Groenlandia y del Himalaya, para los pastores del Este de África, para los isleños de los pequeños Estados del Pacífico, para las poblaciones rurales del Delta del Ganges… Los primeros en ser amenazados son quienes están más alejados y son los menos “beneficiarios” de los mecanismos de despilfarro de la “sociedad de consumo”.
En los países centrales del capitalismo mundial, las amenazas parecen aun lejanas, pero ya hay fenómenos que golpean el imaginario social, al menos parcialmente. Las degradaciones ecológicas en marcha incluyen lo que los científicos llaman la sexta gran extinción de especies. El editorial de Le Monde del viernes 20 de enero de 2017 utilizó un lenguaje inusitado para referirse a la desaparición de los monos. Comienza por recordar que “los primates son nuestros primos más cercanos” y agrega inmediatamente: “pero el apetito del hombre por los bienes del planeta es ilimitado”. El editorialista concluye escribiendo que
[…] los científicos recomiendan establecer una gobernanza equitativa de los recursos […], pero sobre todo producir mejor y consumir más racionalmente. Los humanos pueden todavía ignorar el mensaje de los científicos, pero se arriesgan entonces a ser parte de las especies en desaparición.
Pero no es “el hombre” quien tiene un apetito ilimitado por los bienes del planeta, sino el capitalismo. Jason Moore (2015), a quien cito en el texto publicado por Inprecor y Herramienta, sostiene con sólidos argumentos que, para designar la nueva era geológica en la que el hombre devino una fuerza geofísica que está transformado la biosfera a punto tal que resulta amenazada la capacidad del planeta para albergar la vida, no debería utilizarse el término antropoceno sino el de “capitaloceno”.
Algunas implicaciones políticas tal como yo las comprendo
“Sólo la verdad es revolucionaria”, escribía Gramsci en los años 1930, en un contexto muy, muy diferente del nuestro, porque a pesar del fascismo y de lo que Stalin había hecho en la URSS, la vía de la revolución estaba abierta todavía y la palabra socialismo conservaba todo su significado. Ya no es así. Tomar una senda que se aparte de la dirección y el camino por el que el capital arrastra actualmente a la humanidad, dependerá exclusivamente de la lucha, es decir, del estado de las relaciones políticas de clase entre los trabajadores largo sensu y la burguesía (las “relaciones de fuerza”). Que, si bien a nivel global son por ahora muy desfavorables a los trabajadores, no los son tanto a nivel local, en el que son posibles victorias al menos temporarias.
Lo que debemos hacer es explicar a los militantes esta situación histórica, de la que la mayoría es muy consciente, y decirles que, en lo inmediato, sólo pueden confiar en la palabra de Marx citadas en la conclusión de mi libro y el artículo publicado en Inprecor y Herramienta: “¡Lucha!”. Lo único cierto es la necesidad de luchar. Debemos luego dar información, de modo tal que, al abordar todas las cuestiones en las que el movimiento anticapitalista está comprometido, sepan poner por delante la cuestión de la propiedad, entendida como posesión de los medios para decidir y actuar. También, finalmente, que se mantengan alertas y sepan defender la auto-organización en las luchas, aún si la actual organización del trabajo –la fragmentación de la que ya se habló– hace más difícil poner en marcha formas de los Comités de huelga electos. Es evidente que en la juventud los reflejos internacionalistas son fuertes y es preciso ayudar a que ellos se expresen. Existe avidez de conocimientos sobre las luchas en otra parte, sus objetivos y su método. Pero el frente principal y más esencial es la lucha contra el racismo de Estado.
En el plano ecológico, Tanuro ha señalado buenas pistas que se desprenden del eco-socialismo. En primer lugar “explicar sin pausa y en todas partes la gravedad de la situación y su causa. Hablar, es ya actuar, es sembrar los gérmenes de la gran cólera indispensable”. Luego “luchar en todas partes contra los grandes proyectos de inversión: los nuevos aeropuertos, los nuevos gasoductos, las nuevas autorrutas, los nuevos forrajes, las nuevas minas, la nueva locura del gas esquisto, las nuevas fantasías de los geo-ingenieros que sueñan con dotar a la tierra de un termostato… controlado por ellos. Las movilizaciones como las de Notre-Dame des Landes, o del gasoducto Keystone XL, o del parque Yasuni, son como las barreras que les cortan la ruta”. Asimismo,
…respaldar también todas las iniciativas alternativas colectivas, sociales y democráticas que hacen avanzar la noción de lo común, no subestimar a los agrupamientos para la compra de productos locales de la agricultura orgánica y otras iniciativas que tienden a la soberanía alimentaria, por ejemplo. Ellos pueden ser palanca de concientización, especialmente cuando organizan el diálogo y, en consecuencia, rompen la separación (generalizada por el capital) entre productores y consumidores, o cuando comprometen al movimiento sindical.
La medidas propuestas por Michel Husson en la parte final del estudio sobre el estancamiento, especialmente la distribución de las horas de trabajo, son enteramente sensatas. La cuestión es saber quién las aplicará y cómo se arrancarán los medios para decidir y actuar para definir las formas de propiedad y de poder que asegurarían su concretización. Evidentemente, lo que resta de propiedad pública debe ser defendida con uñas y dientes. Simultáneamente, en el curso de las múltiples movilizaciones indicadas, se afirma concretamente una experticia social y política colectiva. La misma puede alimentar el esbozo de una democracia efectiva, socializada, que invalide de hecho los simulacros de una “democracia participativa” coexistente con el poder destructivo y sofocante de la propiedad privada estratégica.
Sembrar los gérmenes de la cólera –siempre que esté dirigida contra el capitalismo realmente existente– y apoyarla cuando estalla en los muchos terrenos en que las desigualdades provocan indignación es, mientras se espera que el horizonte se aclare, una tarea política cotidiana. Nunca se me hubiera ocurrido, en otros tiempos, terminar un artículo político de esta manera. Pero así estamos.
28 de enero de 2017
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Notas:
i. Chesnais, François , “El curso actual del capitalismo y las perspectivas para la sociedad humana civilizada”. En: Herramienta 58 (otoño de 2016).
ii. Chesnais, François, Finance Capital Today. Corporations and Banks in the Lasting Global Slump. Leiden / Boston: Editions Brill, 2016.
iii. Durante más de dos años, militantes pertenecientes a los colectivos que publicaban A Contre-Courant, Carré Rouge y L’Emancipation sociale, o reunidos en torno a la revista A l’encontre se encontraron regularmente para trabajar sobre la actualidad del comunismo. Un proyecto de texto “manifiesto” Penser le communisme aoujourd’hui se difundió entre ellos en vísperas de la reunión que se realizó en mayo de 2006 en Nyon, Suiza, http://www.carre-rouge.org/spip.php?rubrique22. En el enlace, se encontrará también un intercambio entre Alain Bihr y el autor de este artículo.
iv. François Chesnais, “Como la crisis del 29 o más… Un nuevo contexto mundial”. En: Herramienta39 (octubre de 2008). También publicada en: Inprecor n° 541/542 (septiembre-octubre de 2008).
vi. Robert Kurz, “Théorie de Marx, crise et dépassement du capitalisme”, 2011, tomado de la entrevista publicada en la revista Archipel (Longo Maï) n° 203, mayo de 2012, como presentación de su libro Vies et mort du capitalisme. Chroniques de la crise, Lignes, 2011. Kurz hizo una primera formulación de sus tesis ya en 1991, en un libro no traducido cuyo título en francés sería L’effondrement de la modernisation.
vii. Cf. Foster, 2013, pág. 1.
viii. Mattick se apoya en observaciones de Engels.
ix. “Doble caída”: recesión seguida de una breve recuperación a la que sucede otra recesión (N. del T.).
x. Es el término utilizado por los autores de Cette crisis qui n’en finit pas… par ici la sortie para referirse a los países llamados “emergentes”.
xi. Cf. Jeffers / Plihon, 2013.
xii. Esto vale también para el «socialismo real» durante sus 60 años de existencia. Cf. Chesnais / Serfati, 2003.
xiii. Acemoglu et al., 2014.
xv. De esta contradicción, Harribey (2001) ha dicho que no es “lógica: el capitalismo desarrolla las dos contradicciones conjuntamente, son pues internas a él”.
xvi. Cf. Chesnais / Serfati, 2003. Cf. Godelier, 1978. Este antropólogo, mucho antes, hizo de “las condiciones de reproducción (y de no-reproducción) de los sistemas sociales, bajo la doble restricción de sus estructuras internas y de su ambiente ecológico” uno de sus campos de investigación, utilizando incluso el término de eco-sistema, poco empleado por entonces.
(*) Artículo publicado originalmente el 4 febrero de 2017 por A l’encontre. Traducido del francés por Aldo Casas. Agradecemos al autor y muy especialmente al sitio A l’encontre por permitirnos publicar este artículo en Herramienta.
(**) Chesnais, François. Investigador-militante marxista, economista, profesor emérito en la Universidad de París 13-Villetaneuse. Es parte del Consejo científico de ATTAC-Francia, director de Carré Rouge y miembro del Consejo asesor de Herramienta, con la que colabora asiduamente. Autor de una gran cantidad de artículos, ensayos y libros, entre los que elegimos mencionar La Mondialisation du capital y Les dettes illégitimes. Quand les banques font main base sur les politiques publiques. Es también uno de los autores de la obra colectiva Las finanzas capitalistas. Para comprender la crisis mundial, publicado por Ediciones Herramienta. E-mail: chesnaisf@free.fr.
Fuente: http://www.herramienta.com.ar/herramienta-web-20/el-capitalismo-se-ha-encontrado-con-limites-infranqueables

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