Chile: El aborto, una lucha por la concepción de lo humano.

por Colectiva Nosotras Decidimos, Valparaíso (*).

«Quienes asesinan niños, quienes asesinan personas no somos las mujeres que hemos abortado, sino los que levantan las armas cuando un pueblo lucha por su autodeterminación, los que crean y mantienen instituciones corruptas que mercantilizan la vida de niños y niñas…»

 

En el actual contexto de penalización absoluta del aborto en Chile y frente al pronto pronunciamiento del Tribunal Constitucional en torno al requerimiento presentado por dos senadores ultraconservadores del Parlamento chileno, en contra del proyecto de ley de despenalización en tres causales aprobado por el Congreso hace unas semanas atrás, es relevante hablar sobre la criminalización de este procedimiento común en el ciclo vital de las mujeres.

Hablamos de criminalización no sólo como consecuencia de los marcos legales prohibicionistas y restrictivos, que curiosamente se concentran  en las legislaciones de países latinoamericanos[1], sino de la criminalización como imaginario social, sustentado por un lado en una objetualización del cuerpo de las mujeres, en tanto receptáculo del que “está por nacer”[2] ; y por otro, en un biologicismo vulgar, que reduce la vida humana sólo a sus componentes ‘naturales’, denegando el conjunto de dimensiones imbricadas en la existencia de los seres humanos. Ambas líneas argumentativas, sumadas a concepciones religiosas misóginas, actúan de manera concreta sobre los cuerpos y vidas de las mujeres, estableciendo la maternidad como un destino obligatorio.

En este entramado, la idea de crimen está intrínsecamente relacionada con la necesidad de generar y mantener condiciones legales que protejan a ese “niño”, “esa vida humana”. Esa idea de protección es la que se explicitó en la constitución dictatorial a través de la bullada frase “la ley protege la vida del que está por nacer”. Es claro entonces, que la idea del aborto como crimen, es parte de una construcción discursiva donde se mezclan concepciones legales, religiosas y seudocientíficas, que son reproducidas por las instituciones chilenas. Es esta concepción la que se hace patente en los dichos de senadores y diputados/as, que, en el marco de la discusión sobre el proyecto de ley, se han referido a la experiencia abortista como una escena terrorífica. Expresión de ello son frases como: “nadie tiene derecho a disponer de la vida de otro” de Felipe Ward, o como lo dicho por la Senadora Von Baer, “es un niño el que está por nacer y le estamos quitando la vida”; y que se extreman hasta lo ridículo en las afirmaciones de Jorge Sabag: “miles de niños serán triturados, quemados con ácido o succionados por su deformidad”.

Los recursos conservadores en estos temas caen en lo absurdo en cuanto a sus contenidos, sin embargo, son eficientes en su instalación subjetiva gracias a la complicidad de las instituciones patriarcales.   Y lo son también, en tanto permiten a sus portavoces posicionarse a partir de este entramado discursivo pro feto, en un lugar de superioridad moral, anulando con “la puesta en escena” en el Congreso y por estos días en el Tribunal Constitucional, sus necropolíticas pasadas y actuales.

Con todo, lo que pretendemos señalar es que lo puesto en  discusión, no solo guarda relación con el aborto, sino que uno de los ejes centrales se relaciona con las  concepciones de la vida humana. Tomando lo planteado por compañeras mexicanas[3], nosotras feministas y lesbofeministas, tenemos la claridad de que el aborto es un procedimiento donde lo que se elimina no es una vida humana, sino un producto: un feto que es absolutamente inviable hasta las 22 semanas. Y claro puede sonar disruptivo, pero es relevante entenderlo para comprender que el aborto no mata seres humanos, no mata niños, no mata personas. La concepción de lo humano ligado a un embrión o a un feto tiene como subtexto, la negación de la vida social, comunitaria y su  importancia en nuestra constitución en tanto seres humanos, en tanto personas.  Por tanto, luchar contra la criminalización social del aborto y por un aborto libre, sin causales, está estrechamente ligado con la concepción y valoraciones de lo humano que construimos como sociedad.

Y en este sentido es importante ser categóricas, quienes asesinan niños, quienes asesinan personas no somos las mujeres que hemos abortado, sino los que levantan las armas cuando un pueblo lucha por su autodeterminación, los que crean y mantienen instituciones corruptas que mercantilizan la vida de niños y niñas, los que monopolizan los medios de comunicación y tratan de mostrar que la vida está donde reina la muerte, los que desde sus vidas nutridas de riquezas han esclavizado, torturado y hecho desaparecer a cientos de miles. Esos son los asesinos, eso son los criminales, no las mujeres.

 

Notas:

(*) Colectiva Feminista que entrega información sobre procedimientos seguros de aborto. Parte de la Red Feminista y Lebosfeminista de entrega de información para un aborto seguro, libre y autónomo, que desde el año 2016 ha levantado la campaña nacional “MISOPA’TODAS. Infinitas causales”.

[1] Lo que puede ser una evidencia de que el control de los cuerpos de las mujeres, en este caso sobre su “capacidad” reproductiva, se asocia a un orden geopolítico y que tiene implicancias en las políticas demográficas. De un total de 7 países que penaliza el aborto en todas sus formas, 5 son latinoamericanos (Nicaragua, Honduras, República Dominicana, El Salvador y Chile).

[2] Hace pocas semanas el director del Hospital Van Buren en Valparaíso, frente al estado de salud de una niña de 14 años embarazada que ingresa gravemente herida a urgencia, señaló: “desde un punto de vista coloquial, la mamá está siendo la incubadora de la guagua”. http://www.elmartutino.cl/noticia/sociedad/personal-medico-evalua-practicar-cesarea-joven-baleada-en-olmue. 

[3] Nos referimos a lo planteado por la organización mexicana “Las Libres”.

 


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