Tres casos del fútbol como instrumento de guerra.
Cierto es que el balompié simula una batalla representada por los dos equipos en disputa por la victoria. Muchas han sido las ocasiones en que un partido de fútbol ha sido comparado con una guerra a muerte, o incluso con un resarcir de tensiones políticas entre distintas nacionalidades.
Pero también hubo casos en los que el fútbol fue usado como un arma de guerra, de facto, siempre en los planos simbólico, propagandístico y psicológico.
Esta tribuna presenta tres casos en los que el deporte de las patadas dejó de ser mera representación para traducirse en una herramienta eficaz y peligrosa en tiempos y contextos beligerantes, más allá de los mitos.
Fútbol + Hitler = muerte.
La Operación Barbarroja, así llamada la invasión militar del nazismo a la Unión Soviética, fue un éxito prematuro con el que Alemania logró sitiar Kiev, capital de Ucrania y uno de los epicentros industriales de la era comunista. Una parte de la ciudad fue usada como prisión de guerra para los ucranianos capturados en la defensa soviética.
El fútbol no paró durante esos meses, entre junio y diciembre, en el que la Segunda Guerra Mundial era el escenario principal y en el que todo se contextualizaba. Así, un lote de prisioneros ucranianos, que antes de la guerra fueron jugadores del Dinamo y el Locomotiv de Kiev, se unieron para jugar la liga local que seguía activa a medias, con muchos equipos fuera de competencia ya que sus jugadores murieron en batalla o fueron aprisionados.
Así, nació el legendario FC Start. Ganó a todos sus contrincantes por goleada, entre estos equipos húngaros y alemanes.
Los nazis pretendían usar el fútbol como una manera de divertir y subirle la moral a sus tropas, aunque era notoria la noticia de que el Fürher detestaba el fútbol por considerarlo un deporte propio de las masas. Pretendían aprovechar la mala alimentación y la decadencia física de los locales para demostrar la superioridad alemana.
Pero eso no funcionó con el Start, que ganó al Flakelf, equipo de la Luftwaffe, la división aérea de la Wehrmacht (el ejército nazi), el 6 de agosto de 1941. Ese era el mejor equipo de los nazis, aunque no era tan talentoso como los ucranianos.
La revancha fue pedida por el Flakelf, con un oficial de las Waffen-SS como árbitro. La leyenda cuenta que ese partido lo volvió a ganar el conjunto ucraniano 5-3 a pesar de las claras ventajas que se le otorgaron a los nazis.
Semanas después los alemanes decidieron terminar con el fútbol, los resultados no le favorecieron, y la mayoría del Start fue llevado a campos de concentración y murieron fusilados o torturados. El mito dice que las consecuencias fueron por aquellas goleadas que mancharon el honor nazi, cuestión bastante creíble debido al carácter de los verdugos, por lo que llamaron a la revancha «El partido de la muerte».
Sin embargo, era conocido que el Dinamo, de donde provino la mayoría de los jugadores del Start, era un equipo cuyo origen estaba compuesto por la policía soviética de Kiev y el Ejército Rojo. Los nazis buscaron a todo lo que oliera a comunismo para fusilarlo o esclavizarlo hasta la muerte. En este caso, la pelota se manchó de sangre.
¿La guerra del fútbol?
Gracias a Ryszard Kapuscinski se inmortalizó la especie de que el fútbol había causado una guerra entre El Salvador y Honduras, porque «en América Latina, la frontera entre el fútbol y la política es tan tenue que resulta casi imperceptible».
Los partidos por eliminatorias a la Copa del Mundo México 1986 entre esos países centroamericanos fueron muy disputados, con una victoria por equipo en sus respectivas casas. El partido del desempate se jugó el 27 de junio de 1985 en el Estadio Azteca mexicano (ganó El Salvador 3-2), con la prensa bastante beligerante: los jugadores dirían años después que los pueblos salvadoreños y hondureños, que eran hermanos y apenas divididos por una frontera difusa y selvática, fueron tratados mediáticamente como acérrimos enemigos, como si se odiasen.
Kapuscinski tomó esta diatriba para hablar de una «guerra del fútbol» que, tres semanas después del partido en el Azteca, explotó entre ambas naciones. «El fútbol ayudó a enardecer aún más los ánimos de chovinismo y de histeria seudopatriótica, tan necesarios para desencadenar la guerra y fortalecer así el poder de las oligarquías en los dos países», escribió.
Y es que la guerra no se desató por unos partidos de fútbol, sino por un conflicto latifundista que fue in crescendo hasta el punto de que El Salvador bombardeó Tegucigalpa, la capital hondureña, relación que dejó el periodista polaco bien escenificada en su legendaria crónica.
La guerra duró 100 horas, y el fútbol fue usado como motivo para tapar, ante la comunidad internacional, las verdaderas causas del conflicto. De ahí aquella sugerencia que sugiere desconfiar de los medios hasta comprobar los hechos.
Jerusalén en disputa.
El último escándalo en el que se trató de usar al fútbol para legitimar una guerra fue el cancelado partido amistoso entre Argentina e Israel. La presión que hubo para que no se diera tiene un contexto bastante específico.
Los legisladores israelíes aprobaron, en 2017, unos 26 millones de dólares para costear las celebraciones del 70 aniversario de la creación del Estado de Israel. Con ese dinero, se pretendió pagar una copa de fútbol que tenía a la selección albiceleste como principal protagonista, con su máxima estrella Lionel Messi en los focos.
La ministra de Cultura y Deportes, Miri Regev, pagó 2 millones de dólares a la Asociación Argentina de Fútbol (AFA) para tener a su selección en Jerusalén, y declaró que «no había mejor propaganda para Israel que la de Messi besando las piedras del Muro de los Lamentos».
Hay que recordar que Jerusalén fue declarada últimamente, y de forma unilateral, como «capital eterna e indivisible de Israel», que contraviene a la resolución 242 de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que establece como capital del Estado palestino a la parte este de esta ciudad sagrada, tanto para árabes como judíos y cristianos.
En el marco de esta afrenta política y diplomática, reconocida sólo por Estados Unidos y unos pocos países más, el ejército israelí asesinó a más de 50 civiles palestinos y resultaron heridos unos 2 mil en Gaza. La Franja es reconocida por funcionar como foco territorial de una política de apartheid de los israelís contra la población Palestina, despojada de sus territorios desde hace 70 años.
El golpe simbólico fue tan duro que Israel calificó como «un mega atentado terrorista» la negativa de la selección albiceleste de jugar el partido, mientras que su embajada en Argentina argumentó que la decisión se debía a las amenazas contra Messi y su equipo.
En todo caso, las presiones sobre la AFA evitaron que Messi y compañía blanquearan un genocidio a partir de una ciudad en disputa.
08/06/2018
Fuente: https://enelangulo.com/futbol-instrumento-guerra-tres-casos/
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