Colonia y República: Dos caras genocidas en América Latina. El caso Kawésqar.

El destino fatal de niña kawésqar vendida como atracción a empresario alemán para su zoológico humano.

por Marco Fajardo y Tatiana Oliveros /El Mostrador.

El 30 de septiembre de 1881 falleció en París una niña kawésqar de 2 años que fue raptada junto a su familia por el «emprendedor» alemán Carl Hagenbeck. No pudo soportar las duras condiciones de vida y hacinamiento y murió en brazos de su madre tras ser exhibida como un animal en Europa. El apellido de este empresario da el nombre a uno de los más importantes zoológicos de Europa, el Hagenbecks Tierpark de Hamburgo. En respuesta a El Mostrador, autoridades de dicho recinto alemán defienden al promotor de los zoológicos humanos con el argumento de que las personas expuestas «trabajaban para Hagenbeck como actores, con contratos y sueldo, lo que hoy podría compararse con artistas de circo». El escritor español José Luis Alonso Marchante, autor de «Menéndez, rey de la Patagonia», recordó el triste episodio de infrahumanidad por Facebook, volviéndose viral en todo el mundo.

Es una de las tantas historias del exterminio que sufrieron los pueblos indígenas de la Patagonia. Luego de vivir en la zona durante miles de años, en apenas décadas desaparecieron a manos de colonizadores chilenos, argentinos y europeos.

Murieron por las enfermedades que trajeron los colonos, fueron cazados como animales –los terratenientes pagaban una libra por oreja de cada selknam– y también exhibidos en zoológicos del Viejo Continente como atracción para un público ávido de las «novedades» del Nuevo Mundo. También indígenas mapuche sufrieron este destino.

Uno de estos casos –el de una niña pequeña– fue recordado a principios de mes en una breve publicación por el historiador español José Luis Alonso Marchante, autor del bestseller Menéndez, rey de la Patagonia (Catalonia, 2014), en su red social de Facebook, con más de 20 mil comentarios.

Muerte en el zoo

«El 30 de septiembre de 1881 moría en el jardín zoológico de París una niña kawésqar de tan solo dos años y medio de edad. Había sido raptada junto con su familia y llevada a Europa para ser exhibida como si fuera un animal salvaje. No pudo soportar las duras condiciones de vida y hacinamiento y murió en brazos de su mamá», escribió allí el español.

Y añadió: «Esta fotografía de Pierre Petit se tomó solo unos días antes de su muerte, cuando la enfermedad ya había hecho estragos en su pequeño cuerpo. La niña fue enterrada en un rincón del jardín y unos días más tarde todo el grupo fue trasladado a Alemania en un vagón de ganado. Cuando terminó esta infernal gira, solamente sobrevivieron 4 kawésqar del grupo inicial de 11 personas».

«En lugar de devolverlos a su tierra, los kawésqar fueron entregados a los misioneros anglicanos de Ushuaia, territorio yagán, donde no tardarían en morir a causa de las epidemias propagadas en la misión. Una trágica historia que todavía espera el reconocimiento y el perdón oficial», concluyó.

Selk’nam en la exposición de Buenos Aires, 1898.

Las calles llevan los nombres… de los victimarios

Hoy, tristemente, en Europa muchas calles e instituciones no solo no reniegan de los responsables de estos actos, sino que los ensalzan. Iniciativas como Berlin Postcolonial o Africa-Hamburg han buscado revisar la historia de sus ciudades. Hasta hoy existe en la capital alemana la «Mohrenstrasse» («La calle de los negros»), que debe su nombre a 12 niños africanos comprados en el siglo XVII para fines musicales y de entretención.

Uno de los responsables de estas prácticas fue el empresario alemán Carl Hagenbeck (1844-1913), que da nombre al que es, hasta hoy, el zoológico de Hamburgo, y que es administrado por sus descendientes. Un personaje controvertido en el país germano: hay información que indica que Hagenbeck firmó contratos con las personas que fueron exhibidas en los zoológicos humanos. Para validarse, tenía un estrecho contacto con el entonces presidente de la Sociedad Berlinesa de Antropología, Rudolf Virchow, cuyo nombre también lleva un hospital de la ciudad germana.

«Las personas que fueron exhibidas en los zoológicos humanos de Europa ignoraban completamente su destino y las penalidades que les iban a suceder», explica Marchante. «Los once Kawésqar presentados como animales salvajes en el jardín de aclimatación de París en septiembre de 1881 fueron directamente raptados de los canales magallánicos por los hombres de Hagenbeck. Por supuesto no firmaron ningún contrato ni obtuvieron ninguna remuneración por parte de los promotores del ‘espectáculo'», señala.

El historiador también recuerda el caso de un grupo de Selk’nam, llevados a Europa en 1889 por el francés Maurice Maître, y que también giraron por Londres y Bruselas. Fue el gobernador de Magallanes quien dio la autorización para un viaje del que la mayoría no regresaría jamás.

«Incluso los salesianos organizaron una exhibición humana en 1892 en Genóva, muriendo en Montevideo una mujer Selk’nam cuya hija fue entregada a la familia del médico que la atendió».

Selk’nam junto a su captor en París, 1889.

La historia de la niña

En cuanto a la historia de la niña kawésqar que murió en estos zoológicos, Marchante se enteró del episodio en 2012, cuando asistió en el Museo del Quai Branly de París a la exposición de fotografías “Exhibiciones. La invención del salvaje”, que trataba precisamente sobre los zoológicos humanos y de cómo decenas de pueblos indígenas del planeta habían sido expuestos a la curiosidad del público europeo durante décadas.

«Allí pude ver la terrible fotografía de la niña con su mamá muy poco antes de morir y también el certificado de defunción», explica.

Mujer y niña kawésqar en París, 1881.

 

«La pequeña niña de dos años y medio falleció exactamente el 30 de septiembre de 1881 a las cuatro de la tarde y fue enterrada en el jardín… Es un documento estremecedor puesto que prefigura el destino fatal de todo el grupo: siete personas murieron en la infernal gira por Europa», comenta.

Antecedente del genocidio

Además, el historiador cree que los zoológicos humanos fueron un antecedente del genocidio sufrido por el pueblo Selk’nam.

«Los zoológicos humanos preceden en solo unos años a la persecución que van a sufrir los Selk’nam de Tierra del Fuego por parte de los grandes terratenientes ganaderos, todos de origen europeo», apunta.

«Hay que tener en cuenta que, debido a estas exhibiciones, los pueblos indígenas del planeta eran considerados simples salvajes y su vida apenas tenía valor. Ya en 1882 el Daily News advertía a los inversores británicos que ‘la región podría resultar adecuada para la cría de ganado, aunque el único inconveniente para llevar a cabo este proyecto es que bajo cualquier punto de vista se hace necesario exterminar a los fueguinos'».

A medida que se adentraba en la investigación para su libro Menéndez, rey de la Patagonia, Marchante se daba cuenta de que todos los abusos y vejámenes cometidos contra los habitantes autóctonos de la región simplemente prefiguraban lo que iba a suceder después: el genocidio y la apropiación de sus tierras por parte de un puñado de codiciosos latifundistas.

El libro sobre los zoo

Además de la obra de Marchante, el libro Zoológicos humanos. Fotografías de fueguinos y mapuche en el Jardin d’Acclimatation de París, siglo XIX (Pehuén, 2006), escrito por Christian Báez y Peter Mason, relata minuciosamente las exposiciones de los Kawésqar (1881), Mapuche (1883) y Selk’nam (1889) llevados a Europa

«Es probablemente la mejor investigación hasta la fecha y allí se contienen todos los detalles de estos viajes. Muchas de las personas forzadas a embarcarse a estas giras murieron en la travesía en alta mar y otras fallecieron a causa de las enfermedades contraídas», comenta.

«Casi inmediatamente, los científicos disecaban el cadáver o lo descarnaban para dejar limpio el esqueleto, que pasaba a engrosar las colecciones de los departamentos de anatomía humana de museos e instituciones. Es curioso ver como, al medir el cráneo o pesar los cerebros, los médicos se sorprendían porque las dimensiones de los ‘salvajes’ eran exactamente las mismas que las de los europeos…».

Báez también confirma que la iniciativa de los zoológicos humanos, en el caso chileno, comenzó gracias al propio Hagenbeck hacia 1878, «con el intento de llevar varias familias Kawésqar, y que se concreta con tres tehuelches. En 1882 se concreta con varios kawésqar, selk’nam en 1889».

«Así esta empresa creció, con gente de todo el mundo, obviamente no europeos, hasta 1930», remata.

En 2010, junto al cineasta Hans Mülchi y dos dirigentas, Báez logró restituir los cuerpos de cinco Kawésqar que estaban en la Universidad de Zúrich.

El especialista actualmente prepara una segunda parte de su libro, que se llamará Cautivos, que se refiere a otros indígenas del territorio chileno expuestos en el contexto de los «zoológicos humanos».

El caso Hagenbeck

En cuanto a Hagenbeck, Marchante admite que se trata de un personaje controvertido.

«Fue un próspero empresario alemán, hijo de un comerciante de pieles y animales exóticos, que desde muy pequeño se familiarizó con los animales salvajes. En su época fue el primero que exhibió a los animales en espacios abiertos que trataban de reproducir su hábitat natural y en los que en teoría se movían en semilibertad. Esa es la razón por la que el zoológico de Hamburgo, su ciudad natal, lleva su nombre».

Sin embargo, «Hagenbeck tiene un lado muy oscuro al ser también el inventor de los zoológicos humanos, un negocio con el que se hizo inmensamente rico. En 1874 exhibió por vez primera a un grupo de Lapones que causaron sensación entre el público, por lo que repitió la experiencia una y otra vez con pueblos traídos de todo el mundo».

«Estos seres humanos iban de ciudad en ciudad, y tan pronto eran encerrados en jaulas y presentados como peligrosos caníbales, como se construían chozas de cartón piedra para tratar de escenificar sus poblados. Se trata de un período vergonzoso de la historia de la humanidad y algunos países, como Francia, ya han pedido perdón por su trágico pasado colonial», puntualiza.

«Es lamentable que el zoológico aún lleve el nombre de este señor», comentó el cineasta Hans Mülchi.

En tanto, la propia entidad se defiende.

Las personas expuestas «trabajaban para Hagenbeck como actores, con contratos y sueldo, lo que hoy podría compararse con artistas de circo», aseguró la empresa a este medio en un comunicado.

«Carl Hagenbeck no fue ni el inventor de las exposiciones de humanos, ni tampoco el único empresario en este rubro. Hubo muchas exposiciones de todo tipo en el último tercio del siglo 19 y a comienzos del siglo 20 en las grandes ciudades europeas».

Kawésqar en Berlín, 1881.

Revisión del pasado

En Alemania, enfrentar este pasado no ha sido fácil. Uno de los hitos fue la publicación de la biografía Deutsch sein und schwarz dazu (Ser alemán y además negro), de 2013, que relata la historia de Theodor Wonja Michael, hijo de un camerunés, cuando ese territorio era colonia germana.

Michael, enviado de niño a Europa, recuerda viajes en circo por toda Europa como exhibición. Era su única posibilidad laboral como ciudadano de la colonia alemana en África.

«Con algunos de ellos hubo contratos, pero no sabían qué significaba ser expuestos. Nadie les había dicho qué pasaba exactamente allí», señaló la historiadora alemana Anne Dreesbach –que publicó un libro sobre el tema– el año pasado a Deutsche Welle.

Muchos extrañaban sus hogares y varios murieron porque no fueron vacunados. En 1880, por ejemplo, una familia inuit murió de viruela tras ser expuesta en Hamburgo y Berlín. También hubo muertes en un grupo de sioux: fallecieron de tuberculosis, sarampión y pulmonía.

Solo en Alemania, hasta los años 30, hubo unas 400 exposiciones de humanos, y la mayor fue organizada en 1874 por Hagenbeck.

«Él tuvo la idea de suministrar no solo animales a los zoológicos, sino también personas. La gente estaba entusiasmada, porque no tenían televisor ni fotos a color, con lo cual tampoco una imagen de gente de países lejanos», explicó Dreesbach.

El empresario alemán hacía aparecer a los inuit con renos, y a los indígenas de la Patagonia los hacía habitar en campamentos.

Fueguinos en la exposición salesiana de Genova, 1892.

Ley estancada

Marchante destaca que Suiza devolvió a su comunidad los restos de los kawésqar, una historia narrada en el documental Calafate, zoológicos humanos de Hans Mülchi. Ello ocurrió en 2010, en una ceremonia encabezada por la entonces Presidenta Michelle Bachelet.

«Al recibirlos hoy, el Gobierno de Chile ha querido hacer público, en nombre de la nación, un claro mea culpa por la complicidad de las autoridades de aquellas épocas con estas expediciones infrahumanas o, cuando menos, por la desidia o lenidad frente a tales abusos», expresó la ex Mandataria en ese momento.

«Hoy lo que falta es la reparación y dignificar las condiciones de vida de los actuales Kawésqar», afirma Mülchi, quien destaca que el segundo Gobierno de Bachelet devolvió a la comunidad la isla de Englefield, en la comuna de Río Verde.

También en Argentina, el Museo de Historia Natural de La Plata lleva a cabo «una enérgica política» de restitución de los restos humanos.

A pesar de esto, Marchante lamenta que en Chile esté estancado desde hace tres años el proyecto de Ley de Reconocimiento del Genocidio de los Pueblos Originarios, presentado por la senadora Carolina Goic.

«Apenas se ha avanzado en la restitución de restos humanos a la que obligan las convenciones internacionales. Estoy convencido de que esta situación va a cambiar gracias a las presiones de la opinión pública que, cada vez más sensibilizada, quiere enfrentar este pasado repudiable para que nunca más se vuelva a repetir», concluye.

Portada del libro Zoológicos Humanos.

 

VIDEO: Calafate, zoológicos humanos (trailer).

 

Fuente: https://www.elmostrador.cl/cultura/2018/10/24/la-historia-de-la-muerte-de-nina-kawesqar-vendida-como-atraccion-a-empresario-aleman-para-su-zoologico-humano/


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