Por José María Borroso Tristán.
Yuderkys Espinosa Miñoso, activista y académica nacida en Santo Domingo, República Dominicana, es una de las voces con más fuerza dentro del feminismo decolonial. Sus análisis antirracistas y de clase dentro del movimiento son base de debates en la esfera internacional. A pesar de su juventud tiene una gran producción dentro del mundo académico, sobresaliendo su libro “Escritos de una lesbiana oscura: reflexiones críticas sobre feminismo y política de identidad en América Latina”.
En la entrevista recorre con un excelente rigor analítico temas como las bases del Feminismo Decolonial, la crítica de éste al Feminismo clásico, la importancia del antirracismo dentro de los paradigmas feministas o la situación actual del movimiento en América Latina.
Iberoamérica Social: Echo de menos, nada más empezar, una introducción donde se ponga de relieve el significado de estos conceptos esenciales y su trayectoria en el estudio-trabajo de estos. ¿Podrías hacernos una descripción sobre el feminismo decolonial, sus aportaciones y las perspectivas que tiene?
Yuderkys Espinosa: Tiendo a definir el feminismo decolonial como un momento en la construcción y producción de las ideas feministas, es un momento contemporáneo, que ahora mismo está en plena construcción, y que se articula a un tiempo más largo de producción de una voz subalterna, no hegemónica, que ha estado siempre ahí sin que lograra una atención más allá de la mirada particularizadora que la cargaba de especificidad y por tanto la inhabilitaba como pensamiento más general que tiene consecuencias sobre la manera de interpretar la opresión histórica en clave de género. Es por tanto un espacio abierto, de diálogo y en revisión continua, un campo fértil donde estamos muchas personas comprometidas. Personas y epistemologías que no necesariamente se nombran feministas, o que no quieren acogerse al vocablo decolonial y hablan más en términos de anticolonial, antimperialista, anticapitalistas pero que igual mantenemos objetivos comunes de cuestionamiento y oposición a una razón imperial racista. Es un momento que también implica un voltear la mirada hacia el pasado, que ha sido desechado y destituido de algún nivel de legitimidad histórica epistémica. Lo que llamo un retorno a la comunidad o lo comunal.
El feminismo «conocido», en el que muchas de nosotras hemos vivido y que hemos llevado a cabo, es un feminismo que fundamentalmente mira hacia el futuro pensando que siempre en toda sociedad anterior ha habido un patriarcado y que esto ha sido una situación peor para las mujeres, y que solo hacia adelante una puede encontrar un lugar mejor. El feminismo decolonial justamente, acogiéndose a otras epistemologías de las que bebemos que vienen no solo de las élites intelectuales asentadas en la academia o de gente que ha tenido acceso al saber reconocido, también se nutre de saberes populares, comunitarios, memorias de largo aliento, y de allí va construyendo una crítica a esa manera en que el feminismo ha planteado una emancipación de las mujeres o las sexualidades y géneros no binarios. Primero porque hace una revisión al mismo concepto de mujer en su pretensión de universalidad, y segundo porque tampoco cree en esa mirada lineal de la historia donde siempre todo pasado ha sido peor, o toda manera de organización social y de relaciones sociales que han excedido la modernidad se ven siempre como pasado o algo que habría que superar. El feminismo decolonial trata de pensar acerca de estas dos cosas. Al menos desde mi mirada, porque justamente ahí debería decir que como es un proceso en construcción existen muchos debates, es un campo en disputa donde hay diferentes actores/as que están tratando de lograr, de pensar esa idea del feminismo en su relación con la decolonialidad. Hay una disputa de sentidos que hace que sea un campo muy fértil y en ebullición, donde nada se da totalmente por sentado. Quizá el consenso más amplio es la necesidad de revisión del feminismo que hemos seguido, el hegemónico, el mainstream feminista, los consensos que se han dado. Esa crítica es quizá la que nos une a quienes estamos tratando de pensar esa relación entre el feminismo y la apuesta decolonial. A partir de ahí hay muchas maneras de resolver esos problemas que encontramos e identificamos. Como es algo que no está cerrado, tampoco está cerrado para ninguna de las que estamos aquí. Hace 2 años, 1 año o 6 meses había cosas diferentes de las que estoy pensando hoy, y eso es lo más fascinante del feminismo decolonial.
El feminismo decolonial se nutre de varias tradiciones. En mi caso particular y en el de compañeras con las que dialogo cotidianamente, van ayudando a que surja esta posibilidad de pensar el feminismo dentro de una apuesta decolonial, diría que se nutre de epistemologías otras, me refiero a las que han excedido o hacen rupturas con las epistemologías modernas occidentales y con el eurocentrismo me refiero a los saberes comunitarios, indígenas, afros, populares urbanos, ver ahí cuales han sido las rupturas epistémicas que se hacen con los intentos de imposición de la mirada occidental.
Por otro lado, otra fuente importante ha sido la misma tradición filosófica y política latinoamericana: un pensar latinoamericano, que es algo que cualquiera puede rastrear desde principios del S. XX, con autores que a pesar de venir del marxismo han contribuido a ampliar la mirada marxista, dislocándola para que dé cuenta o intente dar cuenta de lo que ocurre en América Latina. Nos referimos a intelectuales como Mariátegui, o lo que ha sido el pensamiento de la dependencia en los 70, la filosofía de la liberación, algunas filosofías que vienen de las luchas populares de izquierda.
Desde el feminismo, para muchas de nosotras hay una vinculación entre lo que fue la crítica del feminismo autónomo de los 90, del que muchas venimos y del que no solamente nos nutrimos sino que hemos sido actoras, productoras de esa propuesta con toda su crítica de los intentos de imposición de agendas transnacionales a través de la cooperación para el desarrollo, de las luchas de las mujeres, de la llegada del feminismo al estado, la institucionalización, y también la acción de las ONGs, que fueron el medio a través del cual este discurso de los derechos humanos universales llegó a las bases o se fue expandiendo. Para muchas de nosotras fue muy fácil pasar de esa crítica y comenzar a unirla con un análisis histórico del hecho colonial y de sus efectos en la definición de nuestro pasado y también de nuestra contemporaneidad en manos de un estado-nación que organizó o intentó organizar la vida desde esas epistemes modernas occidentales y desde esa idea de democracia liberal.
La otra línea, que quizá es la más evidente, en la que coincidiríamos todas como una de las fuentes importantes, ha sido el feminismo negro y de color en los Estados Unidos. El feminismo de color es una coalición de feministas no blancas, y junto al feminismo negro plantea la necesidad de superar esa mirada del feminismo que intenta explicar la opresión de las “mujeres” en sentido general. Estas feministas son las que plantean que es necesario superar el análisis centrado en las relaciones de género. Lo que afirman es la necesidad de entender que no se puede explicar la opresión de la gran mayoría de las mujeres desde una mirada que atienda solo al género, sino también a la raza, la clase y al heterosexismo. Esas son tres cuestiones que se han planteado ahí fundamentalmente. Desde los 70 se ha producido esa mirada desde los márgenes de la propuesta feminista porque han sido propuestas que no han estado en el centro de la mirada feminista, han sido voces marginales y poco escuchadas. Para muchas de nosotras que nos definimos como feministas decoloniales, varias de nosotras provenientes de familias racializadas y trabajadoras, encontrarnos con esa producción teórica del feminismo negro y de color en los Estados Unidos y la crítica que le hace a la teoría feminista clásica va a ser fundamental para poder nutrirnos de ahí y ponerlo en relación con nuestra propia experiencia histórica. El plus que le añadimos es el análisis de la experiencia colonial que ha sido distinta para territorios como los de Abya Yala o lo que se ha llamado Latinoamérica.
Finalmente, también alguna de nosotras nos hemos nutrido de algunas críticas que desarrolla el postfeminismo que también hace una crítica a la categoría mujeres e intenta desestabilizarla. En la medida en la que hemos ido profundizando una mirada antirracista y decolonial nos damos cuenta de que no necesitamos esas herramientas, porque la mirada que producimos es la de co-constitución de la opresión, comenzamos a ver que no necesitamos de la apuesta postfeminista para hacer esa crítica al sujeto mujer universal, porque la crítica la habíamos hecho de forma más potente con la gente que viene de nuestras propias experiencias, como mujeres racializadas, de sectores marginales, lesbianas, etc. Entonces ahí poco a poco nos fuimos separando porque nos dimos cuenta de que el postfeminismo lo que hizo fue tomar mucho de esa intervención que hacen las antecesoras de las luchas antirracistas y decoloniales, y limpiarla de raza y clase. La posibilidad de una agencia de género en una clave más libertaria era pensada por el feminismo negro y de color en los Estados Unidos. Entonces por ahí estamos viendo como unimos las propuestas decoloniales y antirracistas a esta mirada que intenta superar y dinamitar el sujeto del binarismo de género, cosa que está totalmente relacionada con la mirada que estamos desarrollando.
IS: En esa quiebra o ruptura que hace el feminismo decolonial me ha parecido muy interesante la relación que hace entre feminismo y antirracismo en la que una no puede existir sin la otra. ¿Es una relación específica entre ambas o debería de ir asociadas a otras luchas que se mantienen en la sociedad como la anti-homofobia o la persecución de la justicia social?
YE: Totalmente. La apuesta del feminismo decolonial es justamente superar la fragmentación y no solamente en la política que desarrollamos, porque lo que cuestionamos es una interpretación de la opresión que es fragmentada. Lo primero que estamos haciendo es entrarle al feminismo pero también a la misma lucha antirracista, a los movimientos negros, indígenas y mostrarle, digamos, los límites de una mirada que acepte esa fragmentación de las luchas y acepta esa fragmentación de la opresión, o sea, la mirada sobre la opresión.
La formulación que hizo la Colectiva de Rio Combahee entre mediados y finales de los 70 dice que los sistemas mayores de opresión están concatenados de una manera que es imposible de ser separados. Hay otras personas, como por ejemplo Audre Lorde, que es más poeta y ensayista, ella lo piensa como la inseparabilidad de la vida que tenemos en el mundo, de manera que no es posible hacer un análisis separado de un sujeto sin poder ver cómo la opresión o el privilegio, el lugar en la estructura que ocupa ese/a sujeto tiene que ver con los diferentes lugares que están en esa misma matriz de dominación. Por ejemplo, desde ahí se podría pensar el error que hemos cometido muchas veces cuando nuestra mirada solamente se centra en atender el lugar de la opresión y, por ejemplo, no cuestiona el lugar del privilegio. ¿Qué significa eso en lo concreto? Cuando nuestras luchas sociales, y pienso en el feminismo, lo que intentan es superar esa situación de subordinación que tienen, en este caso, las mujeres, el marxismo diría la clase proletaria o trabajadora. El tema es que si una parte de un análisis materialista, una sabe que ese lugar donde estás oprimida es una de las partes de una relación donde hay amo y oprimido, sujeto oprimido y sujeto que oprime que se beneficia de estar en el lugar que está. Una termina pensando que al final vamos a dejar de ser esclavos porque vamos a ser todos integrados en el sistema capitalista, moderno, etc. Que vamos a terminar siendo el tipo de sujeto en un estadío mayor de bienestar y libertad que justamente define la modernidad.
Lo que decimos desde una mirada decolonial, o desde una mirada antirracista, es que ese sujeto que se define como el ciudadano que está en mejor posición también está marcando la lucha como el ideal al que una podría parecer querer llegar pero una no termina de darse cuenta, nuestros movimientos no se dan cuenta y la propia teoría que hemos producido no da cuenta de cómo no solamente hay que destruir el lugar del subalterno sino también el lugar del opresor, justamente porque ese lugar de bienestar se mantiene en la medida en que una gran cantidad de gente se mantiene dentro de la subalternidad. Entonces lo que nos cuestionamos ahí es cómo el feminismo ha reproducido muchas de las ideas de bienestar que han empezado en la modernidad. Terminamos defendiendo una serie de estrategias políticas, que en realidad lo que están es perpetuando el modelo impuesto por el estado moderno colonial y por el sujeto blanco burgués. Por ejemplo encuentras feministas radicales desde los 70, que planteaban que la liberación de las mujeres iba a ser gracias a que íbamos a dejar de reproducirnos porque la tecnología iba a suplantarnos en la capacidad de reproducción. No nos dábamos cuenta como el feminismo al pensar eso estaba reproduciendo ese ideal de la modernidad, de dominio sobre la naturaleza, de supremacía humana por sobre toda la vida en el planeta, que es justamente lo que va a terminar siendo opresiva para una gran mayoría de las personas. Obviamente ese sistema tecnológico y todos estos bienes que devienen de la producción capitalista moderna jamás van a ser para las grandes mayorías sino que va a haber un grupo que va a seguir atado produciendo el bienestar del otro grupo. Y eso lo hemos pensado para las propias mujeres, las primeras que lo hacen son las feministas negras y de color cuando se preguntan ¿A costa de quién era que se suponía que las mujeres se iban a liberar? ¿Quiénes son las que están llamadas a pagar el precio de la liberación de unas cuantas? Y de ahí sale que las que se benefician de este tipo de mirada feminista moderna y occidental son un grupo, las que están en el lugar de privilegio, es decir, las blancas burguesas, las que están en un lugar de privilegio de raza y clase.
La cuestión es comenzar a mirar cómo se relaciona, como está relacionado y por tanto no solo hacer una crítica de cómo se produce el sujeto subalterno/a sino también de cómo se produce como un ideal, ese ciudadano libre, autónomo e igualitario de la humanidad. Y preguntarnos si ese es el lugar posible de llegada de la gran mayoría. Y además, en relación a la imposibilidad de seguir pensando de manera fragmentada la opresión, eso surge precisamente de la experiencia de quienes hemos estado en situaciones donde no hay posibilidades de ver la opresión sino desde su multiplicidad, porque obviamente cuando las mujeres blancas se politizan y llegan al feminismo, ellas terminan teorizando el lugar de opresión que ellas tenían dentro de un sistema que por otro lado las colocaba en lugar de poder o dentro de las clases dominantes. A ellas les fue imposible ver como eso se relacionaba con la clase y con la raza, y cuando llegamos toda esta gente que venimos desde otras experiencias y otros lugares de la matriz de opresión, no nos queda más que decir que ese no es un análisis suficiente para la mayoría de nosotras, sino que incluso oculta y por tanto actúa en beneficio de unas y en detrimento de la gran mayoría. Cuando nos quedamos solo en género eso va en detrimento de la mayoría de nosotras. Entonces ahí vemos que hay una necesidad de repensar todo lo producido por el feminismo.
Una de las cuestiones fundamentales que argumenta el feminismo es que la opresión de las mujeres se ha dado porque hemos quedado relegadas al espacio privado, en la división público-privado. Cuando las feministas racializadas y subalternas comienzan a ver esto dicen “Pero esto no corresponde con la experiencia histórica de la gran mayoría de nosotras, porque nosotras siempre hemos estado trabajando para el sistema capitalista y antes para el esclavista, hemos estado siempre ahí, y el hogar no ha sido nuestro único lugar.” Al contrario, para muchas de nosotras va a decir alguien como Angela Davis, el hogar, el espacio íntimo, ha sido el único espacio de realización para nosotras, porque afuera, en el espacio de la plantación, de la fábrica, de la maquila, en el trabajo cotidiano, en el área de servicios, es decir, en todas las formas de explotación en las que estamos metidas, son espacios donde nos sentimos totalmente oprimidas, donde nuestras vidas están en manos del patrón, del amo, de quien tiene los medios de producción. Solamente terminamos sintiendo que nuestra vida vale algo en el espacio que se denomina privado. Eso no significa que no hubiese tipos de violencia que se dieran ahí, sobre todo se fueron introduciendo en la medida en que la gente racializada pretende adecuarse al modelo que se le está diciendo para llegar a ser humano. Y ser humano es eso, llegar a ser un varón o llegar a ser una mujer. Un varón con poder, con prerrogativa de varón en todos los sentidos, y una mujer feminizada, etc. La experiencia en general que hemos tenido es que esos lugares no siempre estaban definidos desde ese lugar, y que esas relaciones no se han dado de esa forma. Es lo que Maria Lugones nombra como sistema moderno colonial de género, donde ella propone sustituir la idea de Gayle Rubin de sistema sexo-género por esta ida de sistema moderno colonial de género, donde ella dice “el género en realidad aplica para quienes han sido producidos dentro del canon del humano, que es la gente blanca y europea, o descendiente de europea” para el resto de la gente, esa gente que fue pensada como no humana, era imposible que se aplicara el género. Porque si género es justamente que hay una mujer que espera en la casa y atiende a los hijos, mientras que el hombre está fuera trabajando, pues eso no ha sido para la gran mayoría de lo que hoy interpretamos como mujeres. Nosotras hemos tenido que trabajar de sol a sol junto con los compañeros y hemos sido explotadas igual que ellos, nuestras vidas han tenido el mismo destino y hemos tenido que enfrentar esa violencia que viene del estado capitalista y liberal. Ahí es donde una comienza a decir y ver desde que manera es que todos estos sistemas donde hoy vivimos se van dando correlativamente, no es que nazcan separados, sino que nacen de una manera articulada donde el género tiene que ver con una posición de raza y de clase, y el lugar de lo humano también.
IS: Vamos a centrarnos en Iberoamérica que es una sociedad en la que se impone esa hegemonía eurocéntrica, blanca y burguesa tanto de forma latente como concreta en las instituciones públicas y/o privadas. ¿Cómo crees que se podría trabajar con los fundamentos decoloniales dentro de la educación, ya sea desde el sistema educativo o desde las organizaciones sociales?
YE: No lo estamos pasando muy bien las feministas decoloniales y eso que apenas iniciamos. Si ves los debates que estamos sosteniendo por las redes está siendo muy difícil combatir estos ideales eurocéntricos y de liberación de los que está empapado el pensamiento y la política feminista. El feminismo ha desarrollado una idea y un pensamiento que nos llevaría a reproducir la idea de que vamos a terminar liberándonos en la medida en que se complete la modernidad como dicen filósofas españolas como Celia Amorós que lo sigue sosteniendo y lo afirma de una forma contundente y de frente. La mayoría de los otros feminismos se burlan de ese feminismo ilustrado pero en el fondo seguimos esa razón eurocéntrica que está ahí.
Está siendo realmente difícil por nuestra propia historia de colonización, que se da a través justamente de una ideología del mestizaje que nos va asimilando al mismo tiempo que supuestamente afirma que venimos de muchas tradiciones, muchos pueblos y muchas culturas, pues en realidad se termina afirmando la necesidad del sujeto racional, liberal y moderno. Para el feminismo latinoamericano esto no ha estado ahí. Acabo de entregar la presentación que voy a hacer en Alemania, y una de las cosas que digo es esa, lo difícil e increíble pero cierto que está resultando producir feminismo decolonial como una cuestión potente y amplia. Uno podría pensar que con nuestra historia esto no sería así o que sería más fácil. Pero esto no es cierto porque la gran mayoría de las que nos nombramos feministas, somos sujetas que se encuentra en posición de privilegio, son sujetas también blanco-mestizas que son las que han sustituido lo blanco en América Latina, son las élites intelectuales, políticas en América Latina y que, por tanto, no están dispuestas a cuestionar su lugar de privilegio de clase y raza, su lugar de poder. Es muy fácil solo quedarnos en un cuestionamiento de género y decir que eso es para todas las mujeres cuando en realidad eso está beneficiando al grupo que está en mejor situación. Entonces eso queda oculto, lo grande es que con este discurso de la unidad eso queda invisibilizado. O creemos que la lucha antirracista es tener una amiga negra o indígena, ayudarla en lo que podamos, promocionarla, mientras esa amiga siempre se quede en su lugar subalterno como un sujeto domesticado que acepta estas reglas del juego. En la medida en que una se rebela ante eso y visibiliza que ahí hay relaciones de poder lo que aparece es la impugnación, impugnar el pensamiento que estamos desarrollando, la deslegitimación de la capacidad de producir conocimientos o saberes. Todo lo que antes te decían mientras que aparentabas que respetabas las reglas del juego, se te quita, ya no eres inteligente, ni capaz de producir conocimientos, ni tan buena para el feminismo, e incluso te podrías volver peligrosa para el feminismo y la lucha de las mujeres.
Creo que es algo en lo que ustedes también tienen que involucrarse. Es una pregunta cuya respuesta no tiene que venir de quienes estamos en este lugar. En Europa, ustedes también tienen su tercer mundo, hay un montón de gente, una gran mayoría de personas indocumentados, migrantes, que son quienes están ocupando las áreas de servicio, de esclavitud moderna y que parecen no figurar en el espacio político. Pienso por ejemplo en el feminismo español. Sabes las veces que dentro del desarrollo de esta conciencia me he sentado con compañeras, colegas, feministas que se nombran incluso antirracistas o transfeministas, la meca del feminismo radical, y cuando les preguntas que en sus espacios de qué manera están integrando o si se sienten integradas o si se sienten parte las mujeres racializadas que tienen en su sociedad. Cuando hacen memoria se dan cuenta de que han estado trabajando solas, que ahí no llega una indocumentada, que no llega una latinoamericana trabajadora, o una doméstica, o una trabajadora sexual, o una masajista o una peluquera dominicana. Esos cuerpos son los que justamente no cuentan dentro de nuestras políticas liberales burguesas por más que se presenten como súper radicales, siguen sin estar presentes. La pregunta debe cambiarse, porque la mayoría de las veces lo que el feminismo dice es que estas mujeres no se integran pensando que la respuesta es un problema que esta allá, en la otra, pensando que el problema es que las mujeres subalternas o que están en peor condición, las empobrecidas, las racializadas, no se integran porque el feminismo es mal visto, porque sus compañeros no les permiten ingresar a las filas feministas, etc. Quitándole la absoluta agencia y posibilidades de decisión a estas compañeras. Nunca nos hemos preguntado si es que el problema no es de la propia teorización y de la propia política feminista, si es que esa política la gran mayoría de las mujeres no la sienten como su política, que no da respuestas a la mayoría de sus problemas, y yo creo que ahí es donde está el problema.
Lo mismo creo que hay que cuestionarse los movimientos amplios en Europa, pienso por ejemplo los estallidos que se dieron con el 15-M en España. Tuve algunas discusiones con compañeras españolas viviendo en América Latina, estaban muy entusiasmadas con lo que estaba pasando, y de repente aparecía en las noticas, las redes y parecía que no había nada como ese proceso que se estaba dando en España y que se estaba propagando en otros lugares como Wall Street. En un momento dado hago un análisis y digo, ¿ahora son estos los referentes de la lucha a nivel internacional?, seguimos centrando la mirada en Europa y que pasa con América Latina ¿Cuándo van a mirar lo que está pasando en continentes como América Latina, África o Asia? Hacía muy poco habían pasado grandes levantamientos como lo que pasó en Argentina en 2001, lo que estaba pasando en Bolivia, el mismo zapatismo que un día se volvió una cosa de moda, de repente dejó de serlo, se sepultó y no quedaron como referentes de lucha internacional, a la cual incluso podrían acceder como espacio de conocimiento y de aprendizaje otras regiones a nivel mundial. ¿Cuándo van a comenzar los movimientos organizados o no organizados de los países centrales a mirar a América Latina de una manera que no la termine volviendo a ese lugar subalterno? ¿Cuándo van a encontrar en ella un lugar de aprendizaje y sentidos del tipo de vida que queremos tener, del tipo de revolución que queremos llevar a cabo? ¿Cuándo van encontrar saberes, una acumulación de conocimientos, de maneras de vivir, de existir, de confrontar el poder, modelos de resistencia? Y no solo como una moda pasajera, donde me vengo de mochilero como pasó en Chiapas, que vinieron mochileros de todas partes y que ahora usufructúan de una lucha que ha sido terrible, pero también importantísima para las comunidades indígenas en México, y que ha sido un referente a nivel continental. Mucha de esta gente con todo su lugar de privilegio van ahora a Chiapas y montan su negocio, vas y encuentras que se ha vuelto un mercado la revolución zapatista en manos de gente blanca que vienen tanto de aquí mismo como de Europa y Estados Unidos, haciéndose los progres y que en realidad van usufructuando tanto política como incluso económicamente de estas cuestiones. Es algo que pude ver cuando fui a Chiapas. Chiapas y el subcomandante Marcos de repente se convirtieron en el referente de la lucha zapatista a nivel mundial. El subcomandante Marcos fue leído en una clave absolutamente, para mi gusto, colonial y de mercado, y por otra parte, Chiapas vuelta a un modelo de consumo de política al servicio de los pocos que se apropian de la ciudad y donde la gente que ha puesto la carne, la materialidad de esa lucha sigue sin poder acceder a los espacios de la ciudad. Es decir, es un turismo político lo que hay ahí. Entonces esas son cosas que yo creo que desde los movimientos sociales y las luchas políticas que quieren ser solidarias con el llamado tercer mundo, en este caso América Latina, es algo que me parece interesante poner en debate y ver cuál es el lugar desde donde vamos a solidarizarnos y apoyar estas luchas, pero además, ¿Cómo revertimos la mirada de manera que no sigamos siendo los otros?
IS: La marginalización o invisibilización de los logros históricos femeninos dentro de los sistemas educativos son una constante. Pero además, el silencio es total cuando se trata de intelectuales feministas. Eso hace que gran parte de la sociedad tenga un enorme desconocimiento hacia el feminismo y su mirada sobre el mundo. ¿Cómo crees que repercute esa opresión hacia la epistemología feminista en la lucha que enfrenta?
YE: El feminismo clásico, y el feminismo en general, siempre han hecho una crítica y han intentado hacer una conciencia sobre esta cuestión de la educación de las mujeres. También la epistemología feminista ha hecho un análisis del androcentrismo y la producción del conocimiento, ha hecho un análisis de la ausencia y la falta de reconocimiento de los saberes de las mujeres o del saber femenino como se le ha llamado también, o de la capacidad de las mujeres para producir conocimiento. También se ha hecho una crítica al universalismo en la producción científica y a la objetividad como método de saber. Estas son cuestiones que la epistemología feminista ha puesto siempre sobre la mesa y ha traído en una reflexión desde la filosofía.
Desde un punto de vista decolonial y antirracista lo que empiezo a ver es un problema en como ha hecho el feminismo esa crítica y en las repercusiones que ha tenido eso que llaman logros del feminismo. Porque digamos que a partir de esa crítica, el ideario ha sido justamente una política que intenta llamar la atención de que las mujeres, así en términos generales, pues deben ser tenidas en cuenta, deben integrar al conocimiento científico, que se cambie el método objetivista de las ciencias, etc. Y las consecuencias de esa crítica y de esa política es que gracias a ello se han abierto las universidades para que las mujeres puedan ingresar, hay más mujeres profesionales, hoy se dice que está igualitaria la matrícula y que incluso en algunas hay más mujeres que hombres, pero sigue habiendo una división del tipo de profesión que se puede seguir de acuerdo a género y eso se ve como una brecha, como una cuestión a trabajar. Pero, volviendo a las consecuencias, lo que una ve, es que ha sido muy efectivo este discurso para que un grupo de las mujeres pueda ingresar al modelo de vida en sociedad y de construcción de ciudadanía que ha sido definido desde los estados nacionales modernos. Ha ayudado a que ese modelo se reproduzca y se estabilice como el modelo a seguir, de estar y vivir en el mundo. Eso ha significado por lo tanto que hay una parte de las mujeres que no entra dentro de esto. Que no van a acceder a esos beneficios y que siguen sin acceder, incluso cuando hay intentos de solución a través de políticas públicas o políticas afirmativas para que determinados grupos de mujeres que quedan más rezagadas puedan entrar a la universidad, puedan profesionalizarse, puedan entrar a la producción de conocimiento.
Sabemos que esas políticas son minoritarias, es imposible que en general todo el mundo entre en la universidad, que todo el mundo sea profesional y que se dediquen a las profesiones liberales o de servicio. A eso me refería con lo de que tenemos que cuestionarnos los ideales que están detrás de ciertas estrategias políticas que estamos llevando a cabo, donde parece que vamos a generalizar un tipo de vivir en sociedad que es el estilo blanco burgués. Ahí obviamente hay un problema, porque por una parte una dice, todo este discurso de las mujeres que tienen que ingresar al sistema educativo y que tienen que profesionalizarse y trabajar fuera del hogar como un modelo de libertad, pues en su gran mayoría son justo aquellas que gozan del privilegio de clase y raza. Están en mejores condiciones sociales, culturales y económicas. Y por otro lado, una también se cuestiona si es que una querría que eso siga siendo el modelo y se siga generalizando. Y si la gran mayoría de las que quedan fuera de eso elegirían esa vida o están de acuerdo en que haya políticas para que esa sea el tipo de vida futura, de definición del bienestar que ellas tienen y querrían para sus vidas.
Creo que hay que reformular la manera en que el feminismo ha propuesto pensar estas cuestiones de la educación. Hay otro elemento importante que me gustaría poner. Desde una mirada feminista decolonial reconocemos como el sistema educativo ha sido un sistema al servicio de la expansión del modelo occidental y de su mirada. El sistema educativo ha sido uno de los métodos de blanqueamiento que se ha llevado en territorios como América Latina. El sistema educativo ha acompañado los procesos de expansión del estado-nación, ha acompañado los procesos de estabilización de los modelos liberales y neoliberales, ha moldeado nuestra imagen del mundo, nos ha dicho que es lo bárbaro, que es lo superado, que es lo verdaderamente humano, cual es el tipo de relación con la naturaleza que hay que tener, nos ha asimilado a la mayoría de la gente de esta tierra, les ha introyectado esa mirada sobre sí mismo que es la mirada producida por la matriz colonial y la razón imperial. Muchas veces nuestros debates y pedidos respecto a la educación se han quedado en solicitar entrada al sistema educativo y nos estamos olvidando de todo esto. A veces una podría llegar a pensar si no termina siendo más productivo a los sistemas de opresión la entrada al sistema educativo de las grandes poblaciones. Porque en realidad lo que termina haciendo es eso, inoculándonos un modelo de mundo donde sabemos dónde vamos a quedar la gran mayoría. Recuerdo por ejemplo que en la revolución zapatista ahora se propone un sistema educativo autónomo. ¿Por qué? Porque hay que reformular completamente los contenidos, lo que se piensa sobre el saber, como se piensa la historia. Hay que hacerlo todo de nuevo. Más que hacerlo todo de nuevo, hay que recuperar los modelos de conocimiento, de producción de saber y de traspaso de las experiencias de una generación a otra, tal cual lo tienen y lo han tenido los diferentes pueblos que existen en esta Abya Yala, pero también todas las culturas lo han tenido. El sistema educativo fue un modelo que se impuso, que se universalizó y que fue parte justamente de la expansión de occidente. Este no es un discurso para acabar con el sistema educativo, sino para comenzar a hacerle otras preguntas que van más allá de cuantas mujeres hay dentro o fuera, sino también de preguntar ¿Quiénes son las mujeres que se están beneficiando de la apertura del sistema educativo? ¿Cuáles son las que le van a sacar provecho a eso? ¿Queremos que el modelo que propone el sistema educativo de vida y sociedad, para el cual nos prepara, se siga universalizando? ¿Creemos que es posible que se siga universalizando? ¿Si no es posible? ¿Cuáles son las consecuencias de ello?
Me recuerda mucho al discurso de Silvia Rivera Cusicanqui cuando dice que el discurso del estado-nación y los discursos hegemónicos que circulan socialmente ocultan más de lo que realmente muestran. Es decir, su papel es ocultar lo que están produciendo. Detrás de ese discurso de la educación como modelo a través del cual vamos a estar mejor, lo que se oculta es, primero, que lo que se está imponiendo es un modelo de sociedad que es el que produce esa escuela, donde hay unos saberes que son relevantes, donde hay una manera de vivir en sociedad, unas formas organizativas que son las relevantes, las necesarias, las que son buenas, las que necesitaríamos tener todo el mundo, mientras otras son despreciadas, ocultadas, invisibilizadas. Ahí hay una serie de cuestiones que creo que tenemos que profundizar respecto el sistema educativo y su complicidad con la expansión del modelo occidental y de las democracias liberales. También su racismo, sus profundas bases racistas, que es lo que una va a ir a aprender al sistema educativo, porque yo también he aprendido ahí. Muchas de nosotras después tenemos que someternos a procesos de desaprendizaje de lo que hemos aprendido ahí, porque es aprender a restaurar una mirada de nosotras/os mismos que reemplace esa mirada que ha producido el amo o el conquistador sobre nuestros pueblos, y sobre las mujeres también. Cuando se produce esa mirada sobre la mujer o el varón, recordemos siempre que esa mirada está muy pasada por el occidentalismo, es decir, la mirada de la mujer que se tiene, que se estudia en la escuela y que se reproduce en ella, es la mirada que ha producido occidente. Esa mirada dicotómica de la mujer y el varón, pero además esa mirada de la mujer sumisa, débil, etc. que oculta las otras maneras en que una gran parte hemos vivido ese ser mujeres. Que es desde un lugar, de fuerza, gran capacidad de trabajo, aunque una puede estar añorando tener un varón que reproduzca el modelo. Estamos obligadas a ser fuertes, a sacar adelante a la familia, a resistir la adversidad y todas esas cosas que el discurso de la feminidad blanca parece negar o que la experiencia de las mujeres blancas parece no conocer.
IS: América Latina ha sido una región de resistencia y lucha histórica a través de los movimientos sociales y políticos, esto no ha sido diferente en el feminismo. ¿Cuál es la situación actual en cuanto a organización, coordinación y las luchas del movimiento en el continente americano?
YE: Hace un tiempo que siento que ha habido un debilitamiento en el movimiento feminista latinoamericano y la multiplicidad de propuestas que han venido ahí, y por otra que están surgiendo nuevas generaciones que siempre es bueno. Pienso que hay un agotamiento de ciertas miradas y apuestas que ha tenido el feminismo y que hoy en día no han tenido el efecto que se esperaba. Siento como un gran agotamiento con respecto a ciertos discursos que se han mantenido, se han popularizado y que han hegemonizado el feminismo más conocido, con más capacidad de producir hegemonías, como el feminismo de los estados o los instalados en los programas transnacionales de derechos humanos como Naciones Unidas y la ayuda al desarrollo. Muchas de esas propuestas que tienen que ver con acciones afirmativas, con cuotas, con pensar la búsqueda de que las mujeres se integren sin cuestionar la jerarquía de dentro de las mismas mujeres que hicieron que fueran determinadas mujeres las que ocuparan los espacios de poder y de representación. Siento que por una parte ha habido agotamiento, desilusiones múltiples, incluso apatías, pero por otra parte también se puede ver una maquinaria de género que se ha instalado en el estado que ha sido producto justamente de la propia agencia feminista institucional y que sigue ahí girando sobre si misma ciega a la poca repercusión o impacto que eso tiene en la mayoría de las mujeres. Quizá tampoco al final era ese el interés, quizá lo que se ocultaba era esperar que fueran determinadas mujeres cuyas vidas fueran impactadas con estos ejercicios. Si ya estaban bien ocupando lugares del poder por sus lugares de clase y raza, pues ahora estarán mucho mejor, y creo que efectivamente es así. He visto como estas apuestas feministas han profundizado el lugar de liberación y de privilegios de las mujeres blanco-burguesas o blanca-mestizas.
Pienso que el feminismo latinoamericano en estos momentos está intentando dar una apertura al discurso que se viene produciendo desde el feminismo decolonial, antirracista e indígena porque está necesitando encontrar otros discursos para seguir legitimándose y seguir encontrando un lugar propositivo en la agenda movimientista en general. Eso no significa, ojalá fuera lo contrario, que esto esté cambiando en su seno, en sus bases epistemológicas la mirada feminista latinoamericana, el mainstream feminista latinoamericano, lamentablemente no es así. Lo que se está haciendo es popularizando estos discursos en términos de hablar de antirracismo, de mujeres indígenas, de mujeres negras, pero en realidad esto se hace, tal y como antes criticaba, como se acogen determinadas luchas radicales y autónomas como el zapatismo. Se hace para legitimar la propia lucha y para evitar la erosión del propio lugar, hay una necesidad de revitalizar. Hay que ponerse a la par de los nuevos debates, de los nuevos problemas que están saliendo, y entonces las feministas comienzan a incorporar parte de estas cuestiones, al menos a nivel de lo que se dice, de los debates. Pero después se ve, lamentablemente, que eso no necesariamente tiene repercusiones en los nudos fundamentales del feminismo, en los consensos en la idea de verdad del feminismo. Simplemente es como si se sumaran cosas mientras el centro de la mirada y la política feminista queda igual.
Por otra parte, ahora acabamos de terminar el X Encuentro Lésbico Feminista de Abya Yala y fue increíble como a este encuentro han llegado chicas muy jóvenes de todo el continente, lo cual habla de nuevas generaciones feministas que se han criado dentro de estos discursos que justamente estoy criticando. Por una parte una se siente bien y satisfecha de que existan estas nuevas generaciones y que por tanto el feminismo no se acabó aquí, pero por otra parte, ve como esta nueva generación de feministas en una gran mayoría han crecido dentro de un discurso muy institucional y liberal de las luchas feministas. Es una generación que va a hablar del programa del feminismo liberal e institucional en América Latina cuyo único interés es pedir leyes, políticas públicas, reconocimiento por parte del estado. Entonces ahí una problematiza y ve cómo se pierde la memoria de radicalidad, incluso con todos sus errores, porque la radicalidad en América Latina ha sido bastante blanca y burguesa, pero de todas maneras por lo menos se hacía un ejercicio contrahegemónico de crítica a las instituciones. Efectivamente están ahí y se intenta aportar para que estas compañeras también conozcan estas otras experiencias y otras apuestas contrahegemónicas feministas.
De cualquier manera creo que es un momento interesante porque más allá de que se vuelva o no una moda o un cliché hablar de raza, clase, etnia o relación norte-sur o colonialismo, lo cierto es que una puede aprovechar, y estamos aprovechando, para incidir en esos espacios donde se nos invita. Creo que ahí si hay un compromiso de instalar esta conciencia de necesidad de abandonar esa mirada basada en género para pensar la opresión de las mujeres y pensar en la necesidad de una lucha que atienda a como se produce la opresión de una manera mucho más compleja. Eso significa una mirada y una política menos fragmentada y abandonar la misma política de identidad. Eso lo veo como potenciador y puede ser un momento interesante porque una intenta aprovechar para efectivamente ir mellando y desestabilizando esas miradas blanco-burguesas del feminismo.
3 de diciembre, 2014.
Fuente: https://iberoamericasocial.com/feminismo-decolonial-una-ruptura-con-la-vision-hegemonica-eurocentrica-racista-y-burguesa
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