¡Funa a Fruna! Los abusos de los Santiesteban, los dueños de la empresa de confites.

Conocido como el Rey del confite, José Antonio Santiesteban, dueño de Fruna y su hijo Nicolás Santiesteban, conocido como Willy Wonka, son responsables de los abusos que se han cometido durante años en la empresa, algunos de los cuales se hicieron públicos el día de ayer en diversos medios de comunicación. Abusos, hostigamientos, turnos sin descanso ni tiempo de almuerzo, despidos injustificados y otras prácticas antisindicales acentuadas en este tiempo de pandemia, han sido denunciadas hace mas de 10 años. Uno de los hechos más grave, es el ocurrido el 29 de abril del año 2017, un trabajador se suicidió en plena jornada laboral, una de las razones: hostigamiento por parte de un superior. Esto es parte del prontuario de la empresa y de los Santiesteban. Dado que la justicia es un ejercicio que en el marco institucional es generalmente esquiva para explotadxs y oprimidxs, no nos queda mas que la Funa: Los Santiesteban, empresarios dueños de Fruna, son criminales, abusadores y explotadores. Compartimos con uds. tres notas al respecto: la primera, sobre las denuncias que se conocieron en el día de ayer, otra sobre el suicidió del trabajador el año 2017 y finalmente, un reportaje del diario La Tercera al «Rey del Confite» y la historia familiar, que simplemente es un lavado de imagen. Si no hay justicia hay funa (Natalia Pravda, editora CT)

Sindicato de Fruna denuncia contagio masivo de trabajadores: Dirigentes enviaron carta a la empresa pidiendo tomar medidas en mayo.

por Natalia Figueroa /El Desconcierto.

Hace casi dos meses el sindicato de Fruna lo advirtió por una carta que enviaron a la gerencia: “No hemos observado ningún tipo de acción que nos indique que la empresa esté cumpliendo con el mandato legal de proteger la vida y la salud de los trabajadores establecidos en el Código del Trabajo”. Este viernes una trabajadora angustiada explicó que no tenía más opción que dejar a su hijo en una sala cuna clandestina, que en la empresa no le daban tiempo ni para salir a amamantar. Los trabajadores denuncian que en la fábrica existiría un contagio masivo y que la cuarentena preventiva ha afectado a cientos de trabajadores. No sólo eso, también aseguran que algunos habrían fallecido por COVID-19.

Patricia Vásquez Runca es una de las trabajadoras de Fruna que dejaba a su hijo de un año y ocho meses en la sala cuna “Creando” que funcionaba de manera clandestina, a unas cuadras de la Plaza Maipú y a otras tantas de la empresa donde trabajaba: la fábrica de confites Fruna. La trabajadora, en rigor, no tenía con quién dejar a su hijo y esta era la única posibilidad que le quedaba.

“Yo sabía que no se podía. Hice la denuncia por la municipalidad de Maipú, pero nadie me escuchó, nada (…) Ni siquiera nos daban la opción de venir a amamantar a nuestros hijos”, expresó a los periodistas agolpados en las afueras del lugar, mientras aparecía por las pantallas del matinal Buenos Días a Todos, tras una visita realizada por carabineros  junto a la subsecretaria de Prevención del DelitoKatherine Martorell.

Patricia aseguró que otras  30 madres de la empresa pasaban todos los días a dejar a sus hijos al establecimiento -que tiene prohibido funcionar durante la pandemia-, antes de comenzar sus jornadas laborales en la fábrica. Optar por este servicio se volvía casi una obligación para las madres porque la empresa se habría negado a acogerse a la Ley de Protección al Empleo. Y si alguna vecina, agregó Patricia, no les podía ayudar con el cuidado, entonces, no podían pensar en otra cosa: la sala cuna clandestina o perder su fuente laboral.

La mañana de este viernes, cuando llegó la comitiva de carabineros junto a la subsecretaria de Prevención del Delito, se encontraron con tres parvularias y cuatro niños a su cuidado. Detuvieron al representante legal de la empresa, a la sostenedora del jardín y a las trabajadoras. Ahí se conoció el certificado irregular extendido por Fruna que “le daba autorización” para funcionar.

La denuncia de Patricia, sin embargo, es parte de una historia  de precarización laboral que la empresa arrastra desde hace años.

Lo dijeron hace dos meses

Beatriz Maldonado es presidenta del sindicato número 3 de Fruna y asegura que hay muchas trabajadoras y madres que han renunciado desde que comenzó la pandemia, perdiendo todos sus años de servicio,  por no someterse a estas condiciones indignas. “Ninguna va a querer que un hijo o alguien de su familia se muera por los contagios en la empresa”, asegura.

En este tiempo, añade la dirigenta, han recibido escasos elementos de protección personal por parte de la empresa. Cada trabajador lleva sus mascarillas, sus guantes, sus desinfectantes. El cuidado ha pasado a ser responsabilidad de ellos. “En la semana consultamos si iban a llegar y la respuesta fue que no había”, cuenta Beatriz sobre la falta de insumos.

El sindicato, preocupado por la precariedad de sus condiciones laborales, alertó a la empresa sobre la situación que han debido enfrentar a diario. Fue el 8 de mayo cuando enviaron una carta a la gerenta de Recursos Humanos, Claudia Garrido Santiesteban, exponiéndole sus inquietudes. “No hemos observado ningún tipo de acción que nos indique que la empresa esté cumpliendo con el mandato legal de proteger la vida y la salud de los trabajadores establecidos en el Código del Trabajo”, señalaron como primer punto.

Luego detallan que contar con stock suficiente de mascarillas es algo mínimo y que es una requerimiento establecido por las autoridades sanitarias. “No sabemos qué acciones se están implementando que apunten a la prevención del contagio del Covid-19 al interior de la fábrica”, advierten.

Otro punto que plantean es el despido de trabajadores sin darles la oportunidad de acogerse a la Ley de Protección del Empleo. “Si bien no es una muy buen ley, pero le otorga la posibilidad de un ingreso por algunos meses a los trabajadores”, se lee. Esa vez, los trabajadores exigieron a la empresa que se apegaran a las condiciones mínimos para continuar sus labores, sabiendo que no prestan un servicio esencial y que la compañía no ha querido parar. Al finalizar la misiva, solicitaron que les entregaran mascarillas en “cantidad suficiente”, que se tomaran las medidas para un distanciamiento físico efectivo y que les informaran la cantidad de contagiados por COVID-19 en la empresa.

 

Los contagios ha sido un tema recurrente entre los trabajadores. Beatriz cuenta que una de las dirigentas que no pudo firmar la carta es precisamente una de las contagiadas por Covid, que actualmente se encuentra con licencia médica. “Ella estuvo entubada, todavía tiene neumonía. Hemos hablado todos los días, pero ella se contagió en la pega, eso es claro”, asegura. Las respuestas que han recibido, dice que han sido insatifactorias porque todavía no se cumplen las normas adentro. “Esto ha sido atroz porque tu ves todos los días que la gente sale de la pega enferma. La gente pide la comida en una bandeja y se la va a comer al patio para no contagiarse“, dice la dirigenta sindical. Y agrega: “Hay hasta embarazadas trabajando adentro”.

El temor, según la dirigenta no es infundado, pues un número importante de trabajadores, ya sea por contagio o por cuarentena preventiva, han extendido licencias médicas en lo que va de la pandemia. De ellos, el sindicato estima que son cerca de 1.500 trabajadores que se han ausentado por este motivo, lo que representa alrededor de la mitad del total de empleados de la compañía. Lo más grave, agrega Patricia, es que existirían al menos siete trabajadores fallecidos por el virus y dos que estarían críticos.

“Nosotros hemos sabido a la pesada de la gente que ha fallecido, a través de los que tienen contacto con esas personas, pero debe haber más porque ellos todo lo ocultan y sacan piolita al trabajador que está enfermo…porque los asintomáticos siguen trabajando. Lo que sabemos nosotros es que son siete fallecidos, si es que no son más”.

La siguiente lista, pegada en uno de los muros de la fábrica, es uno de los registros que la misma empresa habría publicado en la paredes dando cuenta de los trabajadores que han solicitado licencias en estos meses.

Precarización histórica

Las denigrantes condiciones laborales en esta empresa no son nuevas. Las denuncias vienen desde hace años y, como relatan nuevamente los trabajadores, nada ha cambiado.

En 2017, fallecieron dos trabajadores al interior de la fábrica que revelaron las paupérrimas condiciones laborales, con turnos de 12 horas diarias, apenas con un espacio para almorzar. A esto se sumaban cuestionables procedimientos durante las faenas y las reiteradas prácticas antisindicales, además, de labores extras que debían cumplir. Un reportaje de The Clinic [ver más abajo] reveló esta cruda realidad de los trabajadores.

Pese al paso de los años, Beatriz asegura que las cosas se mantienen igual e incluso peor. Muchas veces almorzar en el baño se convertía en un refugio para descansar de la agitada rutina en la fábrica. Eso ella misma lo ha hecho, al igual que otras compañeras como lo muestran en el ]siguiente video [link] registrado hace algunos meses que miembros del sindicato entregaron a El Desconcierto.

La pandemia, en rigor, aumentó el sentimiento de precariedad, sumado al temor por perder el empleo. “Las trabajadoras dejaban a sus hijos a eso de las 7 de la mañana, algunas, hasta pasada las 14:00, pero sin almuerzo. Sin nada”, cuenta.

La fiscalización a este jardín clandestino, después de una denuncia anónima, demuestra también el miedo que existe entre las y los trabajadores a perder su única fuente laboral.

Postnatal y servicios esenciales

La situación de la sala cuna en Maipú ocurre mientras el gobierno ha decidido cerrarle las puertas al proyecto que extiende el Postnatal de Emergencia hasta que finalice la pandemia. Una iniciativa que enfocada en las madres para cuidar a sus hijos e hijas, mujeres embarazadas y también quienes estén a punto de finalizar su fuero maternal. El gobierno, sin embargo, ha propuesto un sistema de licencias médicas, como también fortalecer el teletrabajo. Una disputa que no se ha terminado de zanjar; mientras, la presión de las mujeres trabajadoras sigue firme.

Para Beatriz Maldonado esta situación demuestra la desidia de la empresa con las trabajadoras: “Las mamás que están embarazadas están exponiéndose al contagio, muchas con miedo han renunciado. El Estado está a favor del empleador, le importa muy poco el trabajador. Le están dando el poder al empleador, y nosotras a trabajar no más, y muchos siguen en la calle exponiéndose también”, expresa.

Las graves denuncias laborales generaron repercusión también a nivel político. Tanto las dirigentas sindicales como la Dirección del Trabajo fueron citadas al Congreso para que expongan sobre el caso. La presidenta de la Comisión de Trabajo, Gael Yeomans (CS) citó a una sesión especial de la Comisión de Trabajo para abordar las denuncias y detallar los criterios para los servicios llamados “esenciales”. La sesión será el martes de la próxima semana, a las 17:00 horas. “La empresa Fruna, que ya es conocida por horrorosas denuncias de abusos laborales, seguía operando hoy en plena emergencia sanitaria con nulas medidas de protección a su personal y con un jardín infantil clandestino, al que sus trabajadoras acudían en la desesperación de no tener con quién dejar a sus hijos e hijas”, manifestó la parlamentaria.

También revisarán los criterios de los servicios considerados esenciales en la crisis sanitaria, a raíz de la realización de permisos colectivos fraudulentos para que algunas empresas sigan funcionando. “Queremos despejar los criterios y aportar a la fiscalización, por eso invitamos al ministro de Economía y a la subscretaria de Prevención del Delito. No es posible que el Gobierno se lave las manos frente a esta situación”, acotó.

La Dirección del Trabajo, consultada por El Desconcierto,  explicó que este viernes un equipo encargado de la zona RM Poniente fiscalizó la fábrica ubicada en Camino a Melipilla, comuna de Maipú, y constató algunos incumplimientos a la normativa laboral. Por eso, solicitó documentación a la empresa para dar curso a una investigación que ya está en desarrollo. Por otro lado, indicaron que desde marzo a la fecha la empresa no registra denuncias presentadas por materias de higiene, seguridad y Covid-19. “La fiscalización de hoy fue debido a los hechos conocidos públicamente a través de los medios”, precisaron a través de su encargado de comunicaciones.

La seremi de Salud, también contactada por este medio, aseguró que también se fiscalizó la empresa y que existiría un sumario sanitario en curso.

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El Desconcierto se comunicó con la empresa intentando obtener la versión de los empleadores, pero no respondieron a ninguno de los llamados, pese a que fuimos derivados por los trabajadores innumerables veces al despacho de la Gerenta de Recursos Humanos, Claudia Garrido.

 

Fuente: https://www.eldesconcierto.cl/2020/06/26/que-hay-detras-del-jardin-clandestino-en-maipu-la-precarizacion-laboral-de-fruna-que-deja-sin-opcion-a-las-trabajadoras/


Los muertos de Fruna: El prontuario laboral de la popular empresa de confites.

por Daniela Yáñez /The Clinic.

El pasado sábado 29 de abril [2017], dos trabajadores murieron en la fábrica de Fruna en Maipú. Rolando Venegas (45) se suicidó en su puesto de trabajo y, horas más tarde, uno de sus amigos murió de un ataque al corazón después de enterarse que “Chocolatito” se había colgado a plena luz del día. La familia de Rolando niega que el suicidio haya sido por problemas familiares y acusa que el hostigamiento laboral lo tenía profundamente afectado, hecho que constaría en una carta que el trabajador escribió antes de morir. Fruna, que hasta hoy no ha hecho declaraciones sobre el caso, tiene un largo prontuario de denuncias por paupérrimas condiciones laborales y también condenas por prácticas antisindicales. No todo es felicidad en la fábrica del autodenominado Willy Wonka chilensis.

Rolando Venegas no pudo conciliar el sueño. Marisol Muñoz (53), su pareja por más de 11 años, lo notó inquieto, más preocupado de lo normal. “ Mi vida, ¿Por qué te levantaste tan temprano?”, le dijo Marisol cuando sintió el despertador de Rolando a las 5:40 de la mañana.

Por costumbre, Marisol siempre se ha despertado a las cinco. “Tantos años trabajando antes del alba pasan la cuenta”, dice. Rolando estaba angustiado. Sagradamente, siempre se despertaba a las seis. Nunca antes.

Tomaron desayuno en silencio y salieron en bicicleta a la fábrica de Fruna, ubicada en la avenida Camino a Melipilla 11246, en Maipú. Fue el sábado 29 de abril. El último turno del mes.

Rolando llevaba casi ocho años en la popular empresa de confites y Marisol tres. Ambos trabajaban de lunes a sábado. Él en turnos de 12 horas diarias (con una hora de colación) y ella, en turnos de día y de noche, de ocho y nueve horas respectivamente, sin colación ni descanso. Sistema de jornadas laborales que el sindicato de la empresa había denunciado varias veces en la Inspección del Trabajo.

Desde hace varios años que los dos trabajaban en el molino, sección de la empresa donde se procesa el azúcar, la harina y todas las sobras de otras líneas de producción. Rolando estaba a cargo de coordinar el trabajo ahí adentro. Pero por los constantes problemas que había tenido con el jefe de planta, un tipo que los funcionarios llaman “el perro”, consideraba que su traslado era inminente. Algunos trabajadores aseguran incluso que su destino era la gestión de desechos de la empresa.

-Todos veían como molestaba y humillaba a Rolando. Los últimos meses se puso peor. Lo seguía a todas partes y cada vez que discutían, le sacaba en cara su título universitario. Rolando solo había terminado el colegio. Lo gritaba y apocaba siempre, relata Marisol.

A las 9:20 de la mañana, Rolando desapareció. un trabajador de confianza del supervisor, le preguntó a Marisol si lo había visto. “Quizás fue a la oficina porque quería hablar con los jefes de su situación”, le dijo ella. Pero no estaba ahí. Tampoco en los baños. Ni había salido de la empresa. Marisol empezó a preocuparse. Rolando se había colgado de una viga, sin que nadie lo notara.

Los jefes empezaron a subir y bajar las escaleras del molino. “¡Qué le pasó a Rolando!”, preguntaba Marisol sin recibir respuestas. Cuando se cruzó con Nicolás Santiesteban, heredero de Fruna y autodenominado el Willy Wonka chileno, le pidió que le dijera la verdad. “Señora, el caballero está muerto”, le habría respondido fríamente.

Los gritos y llantos de Marisol retumbaron en el recinto. “¡Asesino! ¡Me lo tenías enfermo, me lo quitaste!, le gritó Marisol al jefe directo de Rolando. Al poco rato llegó la PDI, personal de la Fiscalía de Maipú y Carabineros. Con pallets y cajas de galletas, taparon el lugar donde su pareja se quitó la vida. Menos de dos horas después, a las 14:45, murió de un ataque cardíaco J.R.V, luego de enterarse de la muerte de su amigo Rolando, con quien había llegado a la empresa.

Pese a la conmoción de los trabajadores, los turnos no se suspendieron. La familia se enteró que Rolando Venegas había dejado una carta acusando que sufría hostigamiento por parte de su jefe, al que todos llamaban “el perro”.

Fruna siguió produciendo.

Marisol Muñoz pareja de Rolando.

Vivir Fruna

Lissette Cifuentes (35) trabaja en Fruna hace tres años como operaria maquinista. Durante el verano trabaja en la planta de helados y el resto del año, en galletas. Al igual que la mayoría de los 1.700 trabajadores que tiene la empresa, es parte del sindicato nº 2. El sábado 29 de abril cumplía su turno a pocos metros del molino. Fue testigo de como la empresa se demoró en reaccionar ante la muerte de Rolando y también, de la desesperación del resto de los trabajadores. “Al mediodía una de mis compañeras haitianas escuchó que se había ahorcado un compañero. Yo sufro crisis de pánico y empecé a tiritar. Pedí explicaciones, pero solo veíamos jefes pasar y no nos daban información. Fue inhumano, los supervisores nos obligaron, a gritos, a seguir trabajando. Esta empresa nos trata como animales”, cuenta.

Ella, al igual que varios trabajadores de la fábrica, conocía al jefe de planta. “Tiene muy mala fama”, asegura. Por eso, no le sorprendió que horas después de la muerte de Rolando, los baños se llenaran de rayados. Para Lisette lo que pasó con Rolando superó todos los límites. “Muchas veces he sido víctima y también testigo del hostigamiento laboral en Fruna. Te tratan a gritos, no te dejan conversar, si te pillan descansando te ponen una carta de amonestación. Con tres de esas cartas, te echan sin derecho a nada. Estás todo el día bajo presión”.

Según cuenta la operaria, trabajar en Fruna es estresante desde el momento que te bajas de la micro. La entrada a la fábrica da justo a la Avenida Camino a Melipilla, que tiene muy pocos semáforos y además, alto flujo vehicular. Para poder entrar, los trabajadores cruzan corriendo, porque no existe paso de cebra ni tampoco una pasarela. “Las mujeres, que somos mayoría en la empresa, sacamos camisas blancas como palomitas para que nos vean. Varios trabajadores han perdido la vida ahí mismo”, cuenta.

Al igual que el resto de los operarios, Lisette gana 360 mil pesos al mes. La mayoría de las mujeres -el 70% de la planta- son jefas de hogar y un porcentaje importante son extranjeras. Al igual que la viuda de Rolando, ella trabaja en turnos de ocho a nueve horas, sin colación ni media hora de descanso, como exige la legislación chilena.

La realidad que describe Lisette al interior de Fruna es dura. Y es coincidente con la decena de testimonios que se recopilaron para este reportaje. “Al entrar los guardias te revisan. No puedes entrar agua, comida ni celulares. Por eso, nos escondemos pedazos de pan en las calcetas o en los sostenes y los comemos en el baño para que no nos reten. Los baños son asquerosos, casi nunca hay jabón ni confort. Ellos te pasan un pequeño rollito para todo el día. Si se te acaba, es problema tuyo como te limpias. Nos sentimos humilladas”, describe.

Tanto Lisette como Marisol Muñoz, no entienden cómo una empresa que asegura ser la dulcería del pueblo, puede tratar así a sus empleados. Fruna fue fundada por los Santiesteban, una familia de comerciantes confiteros oriundos de San Miguel. Tras una infancia llena de carencias, José Antonio Santiesteban tuvo la gran idea de que en vez de comprar productos por mayor y venderlos al detalle, mejor fabricaban confites propios.

Como cuenta Nicolás Santiesteban en una entrevista a la revista Capital el año pasado, el crecimiento de la empresa llegó rápido porque la inspiración siempre fue local. “Bautizaron Kilombo a sus obleas en homenaje a un vecino argentino; las galletas 303 y 505 por los Peugeot o el Aqua Life por Agua de la vida que vendían en la teleserie Sucupira”, contó a ese medio.

Justamente ese discurso es el que le duele a Marisol Muñoz. “Me da pena porque veo que la gente celebra siempre a Fruna y a nosotros, que somos el pueblo, nos vulneran todos los días, desde que entramos hasta que salimos. Espero que esta tragedia cambie un poco las cosas”.

En la madrugada del domingo 30 de abril, un grupo de trabajadores intentó realizar un velatón en honor a los trabajadores fallecidos. Pusieron velas y flores en la entrada que pretendían acompañar con la foto de sus compañeros. “La gente quería acompañarse, tener un luto y los echaron a todos. Además tiraron agua para que nadie volviera. Las dirigentes sindicales reclamaron, pero no había nada que hacer. Nadie quería irse detenido así que lo mejor era olvidarse y entrar a trabajar. Lo mismo que hacemos todos los días”, cuenta Lisette.

El chocolatito

Marisol y Rolando llevaban 11 años de relación. Siempre tuvieron el anhelo de casarse, pero no habían tenido el tiempo ni el dinero para hacerlo como correspondía. En enero de este año, incluso pidieron una hora en el registro civil, pero el padre de Marisol se hospitalizó por problemas de salud y ambos querían que él estuviera presente en la ceremonia. “Él nos quería ver casados y por eso esperamos. Qué iba a saber yo que Rolito se me iba a ir primero”, cuenta Marisol.

Siempre vivieron en Villa Grecia, una población cercana a Américo Vespucio en Maipú. Ambos trabajaban en la fábrica de Evercrisp en Cerrillos, pero cuando Rolando fue despedido de esa empresa, Fruna se transformó en la mejor opción. La fábrica quedaba a 10 minutos de su casa en bicicleta, lo que se traducía en más tiempo con su familia a pesar de lo agotadores que fueran los turnos.

Los primeros años de Rolando en Fruna fueron buenos. Si bien era consciente de las carencias que existían adentro de la empresa, se preocupó de llegar media hora más temprano a su turno, jamás faltaba ni tenía conflictos con sus superiores. Marisol, finalmente, decidió entrar a la misma empresa, aunque su visión de las condiciones fueron diferentes a las de Rolando: “Nos obligaban a hacer aseo, limpiar las máquinas, los supervisores no nos permitían hablar y los baños eran tan asquerosos que no se podía ni entrar. No podíamos comer ni descansar. Si no obedecías, te amenazaban con la famosa carta de amonestación”, recuerda.

Tras casi dos años en la empresa, Marisol tuvo un accidente. Saliendo de las duchas luego de un turno de mañana, se resbaló con varias colillas de cigarro y terminó con una fractura expuesta en uno de sus brazos. Durante 10 meses, sufrió de intensos dolores y tuvo que asistir diariamente a una terapia de recuperación. El regreso al trabajo fue traumático. Como tenía una lesión crónica, el peso de las cajas le inflamaba la mano. “Le pedí muchas veces a las supervisoras que me cambiaran de sección. Pero se burlaban de mí. Me decían que debía acostumbrarme porque había tenido un año de vacaciones”.

Como Rolando había sido ascendido de operador a maquinista de procesos y coordinaba el trabajo en el molino, logró que Marisol pudiera cambiarse a un trabajo con menos esfuerzo físico. Situación que según Marisol, provocó que el jefe de planta se ensañara con él.

Trataba mal a mucha gente, pero con Rolando era personal, porque a pesar de no tener estudios, lograba un mejor funcionamiento del molino. Mi Chocolatito, como le decían en la empresa, era capo. Los dueños lo escuchaban y eso le cargaba a su jefe- cuenta Marisol.

En este último año la relación entre Rolando y su supervisor fue deteriorándose cada día más. “Recuerdo que la última gran discusión que tuvieron fue porque Rolito no quería volver a procesar recortes de producción sucios. Pero él insistía, a pesar de que vinieran con confort, chicles y tierra”.

Según información que recopiló The Clinic, Fruna no solo tiene un vasto historial de denuncias en la Inspección del Trabajo, si no que también la Seremi de Salud les ha realizado múltiples sumarios sanitarios por productos en mal estado, servicios higiénicos del personal en pésimas condiciones e instalaciones peligrosas para los trabajadores. Desde el 2014 a fines del 2016, existen 22 sumarios con sentencia para la empresa. De lo que va del 2017, la Seremi de Salud ya tiene cuatro sumarios abiertos contra Fruna que están en proceso de investigación.

A principios de abril, camino al trabajo en bicicleta, Rolando tuvo un accidente. Un bus del Transantiago lo atropelló, quedando con varias contusiones. Tuvo licencia por dos semanas. “Rolando sabía que durante ese tiempo lo sacarían del molino. Estaba muy nervioso y no hallaba la hora de volver a trabajar”, asegura Marisol.

Sus intuiciones no estaban erradas. El primer día al que asistió después de su licencia, le informaron que ahora un trabajador de confianza del supervisor, era el nuevo encargado del molino. A Rolando solo le quedaba esperar las instrucciones de su traslado. “Mi vida, no me van a dar el mismo puesto, quizás para humillarme dónde me va a mandar”, le contó preocupado a Marisol.

Una semana después se colgaría de una viga en su mismo puesto de trabajo.

Rolando (camisa a rayas) junto a su familia.

La lucha

“Una vez al mes doy una vuelta con los hijos de nuestros trabajadores y ellos me abrazan. Soy el verdadero Willy Wonka”, dijo hace un año en La Tercera, Nicolás Santiesteban, el heredero de Fruna.

Beatriz Maldonado (37) y Celinda Herrera (45), presidenta y tesorera del Sindicato de los Trabajadores en Fruna, no supieron si reír o llorar cuando leyeron la entrevista del hijo menor de José Antonio Santiesteban.

– Este hombre vive en un mundo paralelo, creyéndose el personaje de un libro en un mundo ideal, en vez de mirar cómo tratan a los trabajadores de su fábrica. Hasta los Oompa Loompa tenían mejor vida que nosotros- dice la presidenta del Sindicato.

Beatriz lleva ocho años en Fruna. Es jefa de hogar y entró a la empresa como operaria, al igual que la mayoría de sus compañeras. Con el tiempo, empezó a ganar notoriedad entre los trabajadores. “Vi que había mucho maltrato y que no existían condiciones mínimas, como sillas para sentarse (ley de la silla), horario de colación y descanso. Era como volver a la esclavitud y todo el mundo lo soportaba sin problemas”, recuerda asombrada.

El testimonio de Celinda Herrera, con más de 14 años en la empresa, parece irreal. “Hace tres años los jefes seleccionaban al azar operarias para que limpiaran los baños. Yo fui la primera en negarme, porque a mí me pagaban por ser maquinista. Me amenazaron con echarme, pero no iba a darles en el gusto. Nosotros manipulamos comida, la contaminación cruzada era evidente”, cuenta Celinda. Y agrega: “Una supervisora una vez casi me pega porque yo barrí galletas del suelo y las boté a la basura. Me dijo que eso se procesaba igual. Yo casi me puse a llorar y nunca más le di a mis hijos nada de Fruna”.

Gracias a la presión que ha ejercido su sindicato, hoy existe personal de aseo y el recorte se maneja con un poco más de criterio. Sin embargo, las condiciones de la empresa siguen siendo insuficientes según estas trabajadoras. “Todo lo que tenemos hoy ha sido a punta de esfuerzo, porque la empresa nos ha echado tres veces y siempre les hemos ganado en Tribunales, logrando nuestra reincorporación”, afirma Beatriz.

Formar el sindicato fue un trabajo de joyería. Luego que Beatriz se indignara porque los gerentes de la empresa le pidieron que renunciara para hacerse cargo de sus hijos, decidió formar un sindicato interempresa. Al poco tiempo, la echaron. Durante siete meses, hizo aseo en casas para mantener a su familia. Fruna tuvo que reincorporarla.

El próximo paso era formar el sindicato de los trabajadores, porque el otro siempre fue pro empresa. La organización tenía que ser clandestina y libre de sapos. “Nos tuvimos que esconder como delincuentes, pegábamos papeles en los casilleros, tirábamos panfletos en el baño. La idea era que la gente fuera a las asambleas y se informara. Les decía a todos que no podíamos seguir quedándonos callados”, dice Beatriz.

A finales del 2015 lograron constituirse con 220 miembros activos. Ahora se sentían con la fuerza suficiente para denunciar a Fruna ante la Inspección del Trabajo. “He visto a compañeras que les quitan sus toallas higiénicas en la puerta, porque son consideradas poco sanitarias. O ver a las embarazadas comer su colación al lado de los tarros de basura. Jefes hostigando compañeros en impunidad, como pasó con Rolando. Eso no puede seguir pasando”, dice Beatriz.

Según datos de la Inspección del Trabajo, el registro histórico de Fruna demuestra que se han hecho 250 fiscalizaciones a la empresa, de las cuales 82 (casi un tercio) han implicado una sanción con multa. Las denuncias hechas por trabajadores suman 460, siendo las más comunes los conflictos sobre jornada y descansos (187). De este total, 194 fueron sancionadas.

Según Jorge Meléndez, Director de la Inspección del Trabajo Poniente, la conducta laboral de Fruna es algo que siempre los ha preocupado: “Las cifras no son menores y diría que la empresa tiene un alto nivel de conflictividad laboral. Hemos detectado muchos problemas en jornadas de trabajo y, por eso, hemos sancionado todas las veces necesarias”.

Fruna también ha sido sancionada por prácticas antisindicales en los años 2007, 2012 y 2013, por separación ilegal de dirigentes. “No es normal que una empresa tenga tres sanciones por prácticas antisindicales. Uno espera que la empresa reconsidere sus decisiones y que exista una relación con los sindicatos mucho más conductiva. Por eso es muy importante que los trabajadores se acerquen a denunciar”, precisa Meléndez.

Beatriz y Celinda fueron las únicas representantes de Fruna en el funeral de Rolando Venegas. “Queremos que ellos cuenten con nosotros a pesar de las acciones que quieran tomar”, agrega Celinda. Pero Marisol y su familia aún no saben qué hacer.

El día de la muerte de Rolando, Marisol y su familia fueron interrogados por la Brigada de Homicidios Metropolitana de la PDI. Ellos leyeron la carta que les dejó. Si bien no quisieron compartir el contenido más personal de la carta, aseguraron a este pasquín que Rolando acusó que “el hostigamiento laboral lo tenía muy cansado”. La carta, según información que maneja la familia, está en manos de la Fiscalía Local de Maipú.

The Clinic consultó a la PDI sobre este caso, pero solo aseguraron que existe una investigación en curso y no harán declaraciones hasta que exista una resolución. La empresa, en tanto, no respondió a los requerimientos que les hizo este medio.

Desde la muerte de Rolando que Marisol está con licencia médica y cada día le da pánico la idea de volver a Fruna. Aparte de aportar con los gastos fúnebres, la empresa no se ha acercado a la familia para dar explicaciones ni tampoco el pésame. Marisol está a la espera del resultado de la investigación para resolver si toman acciones legales en contra de la empresa.

Fuente: https://www.theclinic.cl/2017/05/28/los-muertos-fruna-prontuario-laboral-la-popular-empresa-confites/


El «rey del confite»: Dueño de Fruna alista su plan de sucesión.

por Leonardo Cárdenas /La Tercera.

En la fábrica los trabajadores lo suelen ver siempre anotando cifras en un cuaderno, que diariamente lleva consigo. Suma los números a la perfección y conoce al detalle cuál es la producción, ingresos y deudas. Su cabeza no para, pero desde hace un año puso en marcha junto a sus asesores legales un plan que busca dejar encaminados los negocios de la familia, cuando decida dar un paso al costado.

Fruna ha dejado atrás las denuncias por supuestos maltratos laboral que tanto impacto generaron en mayo de 2017. Hoy aseguran que no tienen ningún problema con sus trabajadores.

FRUNA
José Antonio Santiesteban, fundador de Fruna.

El primero de mayo, Antonio Santiesteban, fundador de la compañía cumplirá 71 años. El último, lo ha dedicado a elaborar su plan de sucesión. El denominado «rey del confite» no quiere que existan peleas o disputas familiares que pongan en peligro la continuidad de los negocios.

Junto a sus asesores legales diseña un plan que busca dejar encaminado los negocios de la familia para cuando decida dar un paso al costado.

Cuando era  pequeño, junto a su abuelo -descendiente español- ingresó al mercado de las confiterías. Antonio Santiesteban Álvarez es el único hombre de seis hermanas y comenzó a trabajar a los 13 años de edad. Eran los años sesenta, y al poco tiempo de comenzar a trabajar en una fábrica de dulces, logró hacer capital suficiente para poner en marcha su propio sueño: Fruna.

Hoy detrás de la compañía -que elabora las populares Serranitas y Cariocas– se encuentra un entramado de sociedades que se encargan de toda la cadena productiva. Desde el envasado a la producción de helados. El imperio del «rey de los confites» cuenta con 60 locales de venta, más de 3.500 colaboradores y exporta a Bolivia, Nicaragua y Panamá.

Pese a su crecimiento exponencial y el tamaño de su operación, la empresa sigue siendo administrada de una manera tradicional. El día a día del fundador de Fruna -que por cierto es fanático de la Unión Española- comienza muy temprano. Sagradamente a las 8:30 horas, de lunes a viernes e incluso los sábados se encuentra en la casa matriz de la compañía, ubicada en Camino a Melipilla 11.246, comuna de Maipú.

Su oficina no tiene un computador, según cuentan sus trabajadores. Tiene buena memoria. Siempre suma los números muy rápido, y recibe los días martes a los vendedores, que reportan semanalmente el detalle de todas sus gestiones.

«Lo más difícil es seguirle el ritmo y, por lo mismo, es admirable lo que ha hecho y cómo mantiene el negocio, sigue siendo la cabeza», sostuvo un cercano a la familia Santiesteban.

En la fábrica los trabajadores lo suelen ver siempre anotando cifras en un cuaderno que diariamente lleva consigo. Conoce al detalle cuál es la producción, ingresos y deudas.

Si bien suele visitar las sucursales de ventas, esta semana no ha salido. ¿La razón? Marzo es uno de los meses más fuertes para la compañía por el ingreso a clases de escolares; están de lleno dedicados a responder la fuerte demanda de bebidas gaseosas. Por lo mismo, el patriarca de la familia está abocado a comprar una tercera línea de embotellado.

Al igual como lo hiciera su padre, Epifanio Santiesteban Cabañas, Antonio ha ido integrando a su familia a los negocios. Producto de la dicha labor y el trabajo mancomunado con sus hijos es que nacieron las marcas CariocaSerranita y Bowling. Quizás sus mayores joyas de una carrera plagada de invenciones y marcas propias.

fruna
Nicolás Santiesteban, heredero de Fruna. «En el colegio me iba mal, pero les llevaba dulces a los profesores. Ahí me salvaba. Era medio flojazo», declaró a La Tercera (03 / 03 / 2017).
Toda la familia involucrada

Siempre en sus orígenes fue muy detallista. Elegía el color del producto. Envases y hasta los probaba. Si no les gustaba pedía rehacerlos. Hoy en día dicha función la impulsa su hijo Nicolás, quien ha hecho diversos productos, mejorando diseños más antiguos. Pero a fin de cuentas, la última palabra la sigue teniendo el padre de familia.

Por otro lado, en el área de embotelladora y helados, se encuentra Rodrigo, otro de los hijos de Antonio. A la par con su hermano también se han dividido la administración de los locales de venta, repartidos principalmente en Santiago.

Al interior de Fruna también se desempeñan en cargos de responsabilidad algunas hermanas de Antonio Santiesteban, entre ellas Pilar, quien está desde los orígenes de la compañía. De igual formas otros familiares se encargan de elaborar insumos, como plásticos y contenedores. Dicha área está en manos de otro de los hijos del patriarca, José Antonio.

Mientras que Marple -firma dedicada a envases para alimentos, vasos y copas- es administrada por los sobrinos de José Antonio: Miguel Lorca y Alejandro Oyanedel.

Pero los negocios de la familia no sólo están ligados a la elaboración de confites y su cadena productiva. También están vinculados a otras áreas. Ejemplo de ello es Maigas, firma fundada en 1970, que se encarga de la producción de suministros de cocinas, hornos, freidoras y máquinas procesadoras. La compañía es liderada por otro de los hijos del patriarca de Fruna, Álvaro.

15 de marzo, 2019.

Fuente: https://www.latercera.com/la-tercera-pm/noticia/rey-del-confite-dueno-fruna-alista-plan-sucesion/571512/

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