Chile, octubre en la memoria: Miguel y la política del MIR en la coyuntura electoral de 1970.

Santiago, junio de 1973, funeral de Nilton Da Silva, estudiante brasileño, militante del MIR asesinado por patria y Libertad: Víctor Toro, Bautista van Schowen, Roberto Moreno, Dagoberto Pérez (en segunda fila), Miguel Enríquez, Edgardo Enríquez, Nélson Gutiérrez y Enérico García.
En abril/mayo de 1970 el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) fijó su pronunciamiento sobre las elecciones presidenciales a realizarse el 4 de septiembre de ese mismo año. Una declaración firmada por el Secretariado Nacional de la organización fue difundida y publicada por la revista Punto Final en su número 104 del 12 de mayo de 1970. Hoy la republicamos dado su interés político propio y también en homenaje a Miguel Enríquez, secretario general del MIR, caido en combate el 5 de octubre de 1974.

El MIR y las elecciones presidenciales de 1970.

En enero de 1969 dimos a conocer nuestros lineamientos políticos fundamentales frente a las elecciones parlamentarias de ese año en el documento “No a las elecciones, lucha armada único camino”. Se hace necesario precisar nuestra posición frente a las elecciones presidenciales de 1970.

I. El deterioro económico

En el documento antes citado (ver PF N° 74), sostuvimos que en 1967 se inició un período de deterioro económico cuya tendencia era el agravamiento. Hoy podemos afirmar que las características consideradas negativas en el plano económico para 1967 y 1968 fueron similares en 1969.

En resumidas cuentas Chile se ha endeudado en más de 2.000 millones de dólares en diez años y aunque han entrado al país alrededor de dos mil millones de dólares extras por mayor precio del cobre en los últimos cinco años, nos hemos estancado en crecimiento económico, ha aumentado nuestra dependencia del capital extranjero, la inflación ha seguido empobreciendo a los chilenos y los niveles desocupacionales han persistido muy altos, no apreciándose síntomas de recuperación por parte alguna.

Un obrero agrícola leyendo El Rebelde. Foto de Raymond Depardon.
Un obrero agrícola leyendo El Rebelde. Foto de Raymond Depardon.

II. Las movilizaciones de masas

Después de un relativo repliegue en los años 65 y 66, el movimiento de masas retomó conciencia y se comenzó a movilizar activamente. Se abrió todo un período caracterizado por un ascenso en las movilizaciones populares; en lo cuantitativo por la magnitud de la masa integrada a los conflictos, y en lo cualitativo por los métodos no tradicionales utilizados en sus luchas. Muchas veces los trabajadores en el curso de estas movilizaciones, para poder seguir adelante tuvieron que vencer los frenos impuestos por direcciones reformistas que trataron de desviarlas por el camino legalista, tradicional y burocrático.

En 1969 el movimiento obrero continuó sus movilizaciones en la forma de combativas y prolongadas huelgas (Madeco, Mademsa, Fensa, Insa, etc.), llegando a veces a la huelga con ocupación de fábricas (Metalpar, Famela, Somela, Arrigoni, etc.). Los pobladores retomaron la combatividad que los caracterizaba y se movilizaron en Arica, Puerto Montt, Concepción, Santiago (Barrancas, La Reina, Conchalí, La Granja, etc.).

Seis mil campesinos en Coquimbo llevaron a cabo una de las huelgas más combativas de este sector, ocupando fundos y enfrentando a Carabineros. Los estudiantes secundarios estuvieron el año pasado a la vanguardia del sector estudiantil en Santiago y Concepción, en Valparaíso, Talcahuano y Copiapó. Los estudiantes universitarios mantuvieron una larga huelga en Concepción defendiendo la autonomía universitaria, la Universidad Técnica también participó en esta movilización.

En lo que va corrido de 1970 se puede apreciar la misma tendencia: varias huelgas obreras están en pleno desarrollo, (Chilectra, las salitreras, Helvetia, ENAP, Bata, IANSA, Huachipato, etc.), y ya se produjo una combativa huelga campesina en Ñuble y otra en la provincia de Coquimbo; existen hoy más de 250 mil pobladores “sin casa” rodeando Santiago, muchos de ellos en campamentos ocupando terrenos, con la “26 de Enero” y su Congreso Provincial a la cabeza. Las movilizaciones anti alessandristas en Lota, Coronel, Concepción, Tomé y Talcahuano, son también expresiones de la misma combatividad.

Los trabajadores del campo también están sufriendo los efectos de la ofensiva patronal. Hace poco los latifundistas acordaron no pagar los aportes patronales al Servicio de Seguro Social, no pagar el 2 por ciento de aporte patronal para el financiamiento de las organizaciones campesinas ni tampoco los impuestos por avalúo de propiedades. Los despidos arbitrarios afectan a numerosos trabajadores agrícolas, especialmente a los dirigentes sindicales. Las tres Confederaciones Campesinas, que agrupan a más de 100 mil campesinos, preparan un paro nacional de protesta para este mes. El asesinato del funcionario de CORA por los latifundistas en Linares es, por último, expresión de la misma agudización de la lucha de clases en el campo.

La creciente magnitud de la masa plegada a estas movilizaciones, tanto como los métodos de lucha empleados (toma de fábricas, de fundos, de terrenos y de escuelas, luchas en barricadas en los campos, combates callejeros de obreros y estudiantes, violencia en las contra manifestaciones, etc.), si bien no colocan a las masas en la pre insurgencia, indican eso sí un marcado y persistente ascenso en el movimiento de masas en los últimos tres años. Este es el fenómeno más relevante del panorama social y político actual, el que caracteriza el período y evidentemente será el que enmarcará el proceso electoral y le definirá su papel.

Marcha de pobladores del MIR en Concepción.
Marcha de pobladores del MIR en Concepción.

 

III. Las respuestas de la clase dominante y las fisuras en la superestructura

Las clases dominantes no permanecen impasibles frente a este proceso de ascenso de la lucha de masas. El aparato represor de los dueños del poder y la riqueza se decide a frenar por la fuerza las movilizaciones de obreros, campesinos, pobladores y estudiantes. Construyen la política de “mano dura”, surge la siniestra figura de Pérez Zújovic y aparecen las tristes hazañas del Grupo Móvil. Comienza una escalada represiva, se hacen frecuentes los apaleos callejeros, la prisión de dirigentes gremiales, los desalojos violentos de fábricas, terrenos, fundos y escuelas. El desalojo de la fábrica de SABA, la represión ejercida en el fundo “San Miguel” de Aconcagua y sobre los campesinos y estudiantes de Ñuble, el allanamiento de la U. de Concepción no son excepciones. No se detienen allí, se “escarmienta” a la masa con las masacres de El Salvador en 1966, de Santiago el 23 de noviembre de 1967, de Puerto Montt, de Copiapó y de San Miguel en Santiago, en 1969.

Se reprime decididamente a los sectores más radicalizados de la izquierda tradicional, encarcelando incluso a algunos de sus senadores y diputados y se aplica la Ley de Seguridad Interior del Estado a la prensa revolucionaria, a la Revista Punto Final y al periódico del MIR “El Rebelde”; se abre proceso a la izquierda revolucionaria (proceso al “terrorismos”) donde se aprovecha tanto de perseguir como de golpear y encarcelar a militantes del MIR y de otras organizaciones. Luego cuando las organizaciones revolucionarias comienzan a desarrollar acciones armadas, la tortura y las flagelaciones, la persecución política, la prisión a sus dirigentes se convierten en tareas rutinarias de los encargados de reprimir.

Todo indica que durante el proceso electoral y apoyando la ofensiva patronal en desarrollo, el gobierno buscará endurecer su política, comenzando por reprimir a la izquierda revolucionaria; luego tenderá a agredir a toda la izquierda, e incluso a las organizaciones gremiales de los trabajadores, golpeando también a las universidades.

El progresivo enfrentamiento entre los que luchan por sus intereses y los que explotan el trabajo de los primeros, golpea también a las instituciones del sistema, a los templos del régimen capitalista, la superestructura se resiente. Primero fueron las universidades, luego la Iglesia con la aparición del movimiento “Iglesia Joven”, que llegó a ocupar la Catedral con el Che Guevara y Camilo Torres como emblemas. Luego fue el Poder Judicial; los encargados de administrar la justicia a los poderosos rompieron la ley y fueron a la huelga. Más aún, una crisis moral descompone a los que gobiernan, se denuncian créditos millonarios a los parlamentarios del régimen, negociados de amigos y familiares del Presidente de la República, contrabando de empresas cercanas al gobierno y extorsión a empresas privadas para aumentar la caja electoral del partido de gobierno.

Finalmente el proceso sacude a los aparatos encargados de asegurar el actual estado de cosas: las Fuerzas Armadas. El ejército, la aviación, carabineros y la marina son conmovidos por los procesos políticos; entre los militares irrumpen las ideas y opiniones políticas. De general a recluta se polarizan las fuerzas en bandos distintos; aparecen golpistas financiados por la CIA, partidarios del autogolpe freísta y fuerzas nacionalistas confusas y de todo pelaje, donde se entremezclan los de derecha y los de izquierda. La baja oficialidad y sobre todo la suboficialidad opina y se moviliza por sus intereses, como también discute y “delibera” sobre problemas políticos y nacionales. La serie de acontecimientos que se sucedieron (“presión” militar en 1967, el “Tacnazo” y sus consecuencias, los intentos frustrados de la CIA y de los “nacionalistas” en 1969 y la opereta de Gamboa en 1970) dejaron un importante saldo político. Por un lado la sombra de un golpe militar reaccionario se hizo tangible como posible salida política para la derecha, y por el otro la efervescencia política de la baja oficialidad, suboficialidad y tropa se tornó en proceso irreversible.

Consciente de ello la Comandancia en Jefe de las Fuerzas Armadas ha comenzado la represión interna, y así en los últimos días de abril dio de baja a dos oficiales y catorce suboficiales del ejército por sus ideas de izquierda.

Todo lo anterior es lo que sin todavía aproximarse a lo que constituye un “derrumbe” de la institucionalidad, configura un cuadro de serias fisuras en la superestructura capitalista, que permite afirmar que Chile vive la crisis institucional más grave desde la década de 1930.

Campesinos del MIR en una toma de fundo.
Campesinos del MIR en una toma de fundo.

IV. Los partidos políticos y el desarrollo de la izquierda revolucionaria

Sujetos a las mismas presiones sociales se han dividido los partidos políticos centristas y policlasistas. Así se han quebrado la Democracia Cristiana y el Partido Radical en sus tendencias de derecha e izquierda.

Han crecido y se han conmovido a su vez las izquierdas tradicionales, los reformistas han recibido el refuerzo de los centristas que se inclinaron a la izquierda. En el Partido Socialista y en el MAPU por un lado se afirmaron sus tendencias más moderadas ante la perspectiva electoral, y por el otro sus juventudes y sectores más radicalizados asumieron lineamientos revolucionarios de lucha: sus sectores campesinos, pobladores y estudiantiles se lanzaron a empujar el proceso social que les rodea.

El Movimiento de Izquierda Revolucionaria se decantó y junto a otras organizaciones revolucionarias abandonó la institucionalidad, superó su etapa puramente agitativa y verbalista y rompió el equilibrio político al desafiar abiertamente los aparatos represivos. Comenzó a realizar acciones revolucionarias armadas, expropiando el dinero robado al trabajo ajeno por los bancos; desarrolló niveles organizativos clandestinos y comenzó a fortalecerse militarmente.

V. La “conquista” del poder por las elecciones

La serie de fenómenos sociales y políticos que antes resumidamente enunciamos pueden enmarcarse en lo que llamamos un proceso de agudización de la lucha de clases.

Si por alguna circunstancia, extremadamente difícil, la burguesía viera peligrar sus posibilidades de mantenerse en el poder, no vacilaría en romper las normas impuestas por ella, y con violencia desatada combatiría a quien la amenace. Veinte siglos de historia enseñan con qué decisión y brutalidad las clases dominantes defienden sus intereses. La historia reciente muestra con qué sanguinaria fuerza se defienden de la conquista del poder por los pueblos: golpes militares, represiones sangrientas, guerra civil, intervenciones extranjeras directas, genocidios, etc., son sus métodos.

Los poseedores de la riqueza y del poder harán enormemente difícil un triunfo electoral popular. Montarán campañas de propaganda millonarias, levantarán el fantasma del “terror”, utilizarán las creencias religiosas, controlarán la mayoría de los medios de comunicación de masas, utilizarán los recursos del aparato estatal, recibirán ayuda norteamericana, instrumentalizarán instituciones de caridad extranjeras y nacionales, etc.

Por último, si ven que con dos candidaturas que representen sus intereses (Alessandri y Tomic) pueden ser derrotados, no dudarán en retirar uno de ellos o al menos volcarán la votación de uno sobre el otro.

Si aun así se llegara a evidenciar la posibilidad de un triunfo electoral popular, las clases dominantes chilenas y extranjeras se decidirán por el golpe militar de derecha, cualquiera sea su costo. El golpe militar en Chile desde hace tiempo ya no es un mito ni un fantasma irreal. No es un arma que la derecha y los yanquis rechacen. La CIA desde hace tiempo se organiza y prepara en el seno de las Fuerzas Armadas; eso es de público conocimiento y el año pasado, incluso, se produjo un intento frustrado de esos agentes.

VII. El MIR y las elecciones presidenciales

Hace ya casi un año que nuestra Organización se desarrolla en la ilegalidad. Nuestros dirigentes y muchos militantes son perseguidos y si son detenidos se les tortura y encarcela. Varios de nuestros compañeros llevan meses en las celdas de la cárcel y la penitenciaría. Muchos más han n sido torturados y flagelados, detenidos arbitrariamente e incomunicados, allanados sus domicilios, etc. No nos quejamos, nosotros elegimos este camino, pero la realidad objetiva es que de la legalidad sólo conocemos la persecución, la tortura y la cárcel.

Por todo ello el Movimiento de Izquierda Revolucionaria no desarrollará ninguna actividad electoral.

Como ya hemos dicho, el proceso electoral estará inmerso en un marcado ascenso de la movilización social, pero no creemos que las elecciones vayan a expresar este proceso en toda su magnitud y fuerza potencial.

Es aquí donde centraremos nuestra actividad, y no en el proceso electoral, buscando crear una alternativa relativa a las elecciones, que si bien no impedirá que enormes contingentes de masas se vuelquen a las urnas, afirmará a los que en el curso de las luchas de los últimos años han madurado políticamente, radicalizará a otros e influenciará positivamente a quienes desarrollen su actividad en el seno de la Unidad Popular. Nuestra tarea fundamental, entonces, será ayudar a empujar el auge que la lucha social evidencia desde hace más de dos años; evitaremos en la medida de nuestras fuerzas que el proceso electoral frene estos fenómenos y repararemos desde ya los modelos políticos, orgánicos y militares que ayudarán a mostrar el camino frente al desenlace de septiembre, cualquiera que sea.

Seguiremos por el camino que ya nos hemos trazado. Hace casi un año que comenzamos a avanzar por el atajo revolucionario de la acción armada. La receptividad que nuestras acciones han tenido entre obreros, campesinos y estudiantes ha sido mucho más positiva de la que esperábamos, especialmente después de vincular nuestras acciones a sus intereses de clase. Hemos buscado financiar los aparatos armados que puedan defender a los trabajadores en sus luchas; fortaleceremos nuestros lazos con obreros y campesinos, realizaremos acciones que los beneficien, trataremos de defenderlos de los abusos de sus patrones y de quienes los agreden.

En la medida de nuestras fuerzas intentaremos impulsar movilizaciones de los trabajadores del campo y la ciudad por sus intereses, utilizando métodos revolucionarios de lucha.

La acción revolucionaria armada y la movilización combativa de masas será nuestra tarea. La defensa de los que nada tienen y la lucha contra los que les roban, será nuestro camino. Sólo a partir de allí, de esa etapa de acciones directas, podremos mañana junto con los obreros y campesinos construir un ejército revolucionario, que combatiendo por la conquista del poder desarrolle una guerra revolucionaria en el campo y la ciudad.

IX. El MIR y la Unidad Popular

Los que allí están buscan la conquista del poder por la vía electoral.

Creemos que ese es un camino equivocado, por lo menos no es el nuestro. Pero el hecho de diferir en los métodos no los convierte en nuestros enemigos. Sólo hace evidente que marchamos por caminos distintos. Sólo la derecha y los que quieren seguir su juego, buscan provocar enfrentamientos entre la Unidad Popular y el MIR.

En la Unidad Popular vemos distintos sectores. Por un lado está la gran mayoría de los obreros, campesinos, pobladores y empleados que buscan por ese camino el socialismo, y por el otro los cuadros y militantes de la izquierda tradicional que aún creen que conquistarán un gobierno de obreros y campesinos por esa vía. Creemos que están equivocados, diferimos de los métodos que utilizan y estamos seguros de que pronto recapacitarán de su error.

Creemos que lo importante en el caso de esos sectores, no es el hecho de votar o no, sino de comprender que un triunfo electoral popular no acarreará de inmediato un gobierno de obreros y campesinos y el socialismo. La tarea de ellos es educar políticamente a las masas en el seno de los comités de Unidad Popular; enseñarles sus derechos, mostrarles sus enemigos, entregarles formas de organización y de lucha. Evidentemente la mejor escuela para las masas, la que les enseña a confiar en sus propias fuerzas y las radicaliza, es la movilización combativa, es la lucha directa por sus intereses con métodos no tradicionales. No detener las movilizaciones reivindicativas en aras de un hipotético triunfo electoral, empujar e impulsar las movilizaciones sociales por todos los medios, ésa es la tarea. Es la única forma que a los obreros y campesinos, hoy o mañana, les permitirá madurar y luchar por el socialismo.

Será fundamental comprender que un triunfo electoral popular no entregará el poder a los trabajadores, sino que a lo más provocará una “impasse” entre las clases dominantes, nacionales y extranjeras y los trabajadores. Esta “impasse” sólo podrá ser resuelta por un enfrentamiento armado. Los enfrentamientos armados por el poder entre clases sociales, esto es, las revoluciones, no se improvisan, y menos aún se pueden realizar con las masas adormecidas en la ilusión de un fácil triunfo electoral.

Es necesario concientizar al pueblo, organizarlo y prepararlo política y militarmente desde ya para ese enfrentamiento; a las balas no se las detiene colocándole como escudo la “serenidad de la clase trabajadora”; la técnica militar no se adquiere de la noche a la mañana.

Frente a la izquierda tradicional el MIR no olvida que muchos de sus cuadros no han vacilado en expresar su solidaridad con los compañeros torturados o presos; que incluso muchos nos han ayudado en el desarrollo de nuestras tareas. Otros, sin dejar de diferir de nuestro camino, no se han sumado al coro de los que nos persiguen y torturan y sosteniendo sus diferencias no han caído en la agresión verbal y política que azuzan el gobierno y la prensa de derecha.

Si bien el programa de la Unidad Popular representa postulados de izquierda en sus definiciones fundamentales, abunda en imprecisiones y ambigüedades. Llama a la formación de un “Estado Popular y Democrático” y no a un gobierno revolucionario de obreros y campesinos. Asegura la supervivencia de sectores de industria privada durante el futuro gobierno popular sin definir su magnitud y peso económico y se cuenta como fuerzas aliadas a empresarios “medianos”, sector social que no se entra a definir. No se precisan los mecanismos de movilización, acceso y defensa del poder por las masas, sino en términos puramente formales y generales.

Estas y otras limitaciones no alcanzan, en todo caso, a invalidar la tendencia esencialmente reformista de izquierda del programa.

Si el resultado electoral llevara a un triunfo de la Unidad Popular, lo que creemos enormemente difícil, partimos de la base que un golpe militar reaccionario tratará de impedir acceso popular al poder. En ese caso no vacilaremos en colocar nuestros nacientes aparatos armados, nuestros cuadros y todo cuanto tenemos, al servicio de la defensa de lo conquistado por los obreros y campesinos.

Cualquiera que sea el desenlace electoral, estamos ciertos de que no se detendrá el avance de la revolución ni se hipotecará la necesidad de una estrategia revolucionaria, sino que, al contrario, se abrirá un nuevo período que con renovado vigor nos llevará hacia la revolución socialista en Chile.

Secretariado Nacional del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR

Abril-mayo de 1970.

(*) La versión que hemos publicado aquí, inlcuidas las fotografías, esta tomada de Interferencia. Fuente: https://interferencia.cl/articulos/el-mir-y-las-elecciones-presidenciales-de-1970.

 

Santiago, junio de 1973, funeral de Nilton Da Silva, estudiante brasileño, militante del MIR asesinado por patria y Libertad (de izq. a der.): En segundo lugar Jorge Vassallo López (MIR), Mario Palestro (PS), Víctor Toro (MIR), Bautista van Schowen (MIR), Roberto Moreno (MIR), Dagoberto Pérez (en segunda fila, MIR), Miguel Enríquez (MIR), Edgardo Enríquez (MIR), Nélson Gutiérrez (MIR) y Enérico García (MIR).

1 Comment

  1. Confieso, padre, que yo voté por Allende, y celebré pleno de esperanzas en un cambio social, primero frente al edificio de la Federación de Estudiantes y luego en la Peña Chile Ríe y Canta. Y eso no me impidió continuar luchando por la utopía. Gloria a todos los caídos en pos de ella.

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