Estudio muestra diferencias en las relaciones de confianza entre jóvenes de altos y bajos recursos.
¿Qué factores influyen en que alguien parezca más o menos confiable? Y, en particular, ¿cuál es la postura que tienen los jóvenes? Con esas ideas en mente, recientemente se realizó un estudio experimental en jóvenes de cuatro instituciones de Educación Superior: dos universidades de alta y baja selectividad, un instituto profesional y un centro de certificación SENCE. El resultado, la investigación “Expectations of trustworthiness in cross-status interactions”, fue publicado en la revista científica estadounidense Social Science Research.
Los autores del estudio son Mauricio Salgado, investigador de la Universidad Andrés Bello; Javier Núñez, profesor del Departamento de Economía de la Universidad de Chile y Bernardo Mackenna, estudiante de doctorado en sociología de la Universidad de California en San Diego. Este se enmarca en un proyecto de investigación que comenzó el año 2016, a través del cual buscan estudiar la relación entre el estatus socioeconómico de las personas y las expectativas y conducta normativa de las mismas.
“Este estudio trataba de ver si acaso el estatus socioeconómico de las personas, además de otras variables, afectaban o no la manera en que uno forma expectativas de confiabilidad sobre otros”, señala Mauricio Salgado, uno de los autores del estudio, quien es sociólogo y doctor en Sociología de la University of Surrey (Inglaterra). Es también director de la carrera de Sociología de la Universidad Andrés Bello e investigador principal del Centro de Investigación para la Educación Inclusiva.
Para realizar el estudio, los investigadores encuestaron y fotografiaron a 120 jóvenes en las cuatro instituciones de educación post secundaria. Luego, les pidieron a más de 2 mil jóvenes que evaluaran a los fotografiados en términos socioeconómicos y otros atributos. Posteriormente, seleccionaron las fotografías más representativas de personas de estatus socioeconómico alto, medio y bajo. Con ellas, construyeron personajes ficticios con características relevantes para el estudio (nivel de ingreso, tipo de institución en la que estudiaban, religión, entre otros).
En la etapa final, los investigadores invitaron a jóvenes a participar en un juego virtual conocido como el “juego de la confianza”. En el juego, un participante recibe dinero y debe decidir cuánto de ese dinero recibido le confiaría a otra persona. Dicha persona recibe cuatro veces el monto enviado, momento en que deberá decidir si le devuelve la mitad al otro o se queda con la totalidad del dinero. En este juego, el escenario óptimo se da cuando el jugador le entrega todo su dinero al otro participante y este último le devuelve la mitad del dinero recibido. En este experimento, el elemento clave es la confianza, ya que todo depende de cuánta confianza le inspire un jugador al otro.
Así, los jóvenes participantes en el juego interactuaron con los personajes ficticios construidos. Los resultados obtenidos demostraron que los participantes le confiaron mucho menos dinero de su dotación a las personas que aparentaban provenir de hogares de mayores ingresos. En promedio, los participantes le confiaron un 60% del dinero disponible a las personas de “menores ingresos”. Sin embargo, cuando la persona en cuestión pertenecía a un hogar calificado como de “altos ingresos”, el monto confiado promedio fue solo un 46% de la dotación.
Por otra parte, los participantes de estatus socioeconómico alto le confiaron un 55% de su dotación a los jóvenes de “menores ingresos” y un 51% a los jóvenes de “mayores ingresos”.
Además, de estos resultados se desprende que la confianza entre los jóvenes de bajos recursos es muy fuerte entre sí. “Nuestra explicación es que los jóvenes de estatus socioeconómico más bajo confían mucho más también en aquellos que son de estatus socioeconómico similar a ellos. Ese es un resultado también interesante, ya que no solo los participantes de estatus bajo no confiaban mucho en los de estatus alto, sino que además entre ellos confiaban muchísimo”, señala Mauricio Salgado.
De acuerdo con el investigador, aquello se explicaría principalmente por el vínculo que suele unir a los grupos más marginados de la sociedad. “Esa confianza relacional, la literatura en general la explica porque los grupos que han sido más postergados, o aquellos que han sido incluso más discriminados, tienden a formar lazos de cohesión bien fuertes entre ellos. Va en su propio beneficio construir relaciones de solidaridad y reciprocidad con aquellos que experimentan la misma situación de vulnerabilidad”.
Brechas de confianza y desigualdad
Uno de los principales problemas en Chile son los altos niveles de desigualdad, la cual se presenta en múltiples ámbitos de la sociedad. Según cifras de la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (Cepal), en 2019 un 10% concentró el 66,5% de la riqueza total del país, mientras que el 1% más adinerado se quedó con el 26,5%. La desigualdad social, económica, educativa y de género son solo algunos de los problemas que se evidenciaron fuertemente tras el estallido social en 2019.
Para el investigador de la U. Andrés Bello, lo interesante de los resultados del estudio sobre las brechas de confianza es que se levantaron poco tiempo antes del estallido social. “Antes del estallido, nuestro estudio muestra que ya existía una brecha de confiabilidad. La explicación del por qué este fenómeno se da en Chile, creemos que se debe a que estas brechas entre las élites y las personas de menores recursos son muy grandes. La desigualdad ha marcado a la sociedad chilena por mucho tiempo, la que ha sido cuestionada brutalmente durante el estallido social”, dice Mauricio Salgado.
En promedio, los participantes le confiaron un 60% del dinero disponible a las personas de “menores ingresos”. Sin embargo, cuando la persona pertenecía a un hogar de “altos ingresos”, se le confió un 46% de la dotación en promedio.
En este sentido, las brechas existentes hacen que el vínculo entre los jóvenes de bajos recursos sea aún mayor. “Nosotros creemos que las brechas socioeconómicas en Chile son tan grandes que generan esa confianza relacional en aquellas personas que tienen menos recursos. Es decir, aquellas que tienen menos recursos se reconocen entre sí por algunas señales: el modo de vestir, el tono de la piel, etcétera. Y esas personas parecen más confiables, porque de alguna manera experimentan la misma situación de vulnerabilidad que están experimentando ellos mismos, se reconocen en un otro”, señala Salgado.
A diferencia de la confianza relacional o específica, que se refiere a la confianza en otros cuando aquellas personas tienen atributos similares a los propios, la confianza generalizada tiene relación con la idea general de que las demás personas son confiables. En este último caso, los resultados demostraron que la confianza generalizada es mayor en personas de alto estatus socioeconómico.
Para el autor del estudio, las razones de aquello se explican porque “en general, las personas de mayor estatus socioeconómico, tienen esta predisposición a que el mundo no es un lugar hostil. No es un lugar en el cual estas personas arriesguen mucho al confiar en otras. Si es que son defraudados en alguna relación de confianza, en algún negocio, trato o en cualquier interacción, para una persona de alto estatus no tiene un costo tan alto como sí lo tiene para alguien que tiene muy pocos recursos”.
En cambio, en el caso de las personas que son de un estatus socioeconómico bajo, el riesgo al momento de confiar en otros es mucho mayor. “Lo que muestran nuestros resultados es que las personas de estatus más alto tienen esta predisposición a que todas las personas tienden a ser más benevolentes. En cambio, las personas de estatus más bajo, porque arriesgan mucho más al ser defraudadas en una relación de confianza, tienden a tener una confianza mucho más específica. En este caso, confían más en aquellos que se parecen a ellos”, dice el sociólogo.
Diferencia cultural
A diferencia de estudios similares que se han realizado en países como Estados Unidos, los resultados del estudio en jóvenes chilenos evidenciaron que la brecha de confianza está determinada por los ingresos. A diferencia de Chile, en el caso norteamericano las personas con mayores recursos son más confiables entre personas de distinto estatus. Los resultados del estudio chileno muestran que las personas de menor estatus socioeconómico son las que inspiran mayor confianza, donde aspectos como la desigualdad y el privilegio están más marcados.
“La literatura muestra que en países como Estados Unidos las personas de alto estatus tienden a verse como más confiables. En general, la idea de la meritocracia está fuertemente arraigada en estas culturas, en estas sociedades más desarrolladas. Es decir, la persona que goza de alto estatus, probablemente se debe a su esfuerzo personal y a sus virtudes morales. Es una persona que realmente merece la posición social que tiene. Por lo tanto, las personas proyectan en ellos ciertas virtudes que las hacen ser más confiables”, señala el investigador Mauricio Salgado.
En cambio, en Chile la idea de la meritocracia es algo que se ha ido derribando con los años. “Las personas que están en los peldaños más altos de la jerarquía social, probablemente son vistas como personas que no tienen el mérito. No han hecho el esfuerzo personal de llegar a esa posición, sino que más bien se debe a otras circunstancias. Porque nacieron en condiciones de ventaja, o lo que sea. Pero no es por el mérito personal de ellos. Y eso es algo que en general otros estudios han mostrado”, dice Salgado.
“Nosotros creemos que las brechas socioeconómicas en Chile son tan grandes que generan esa confianza relacional en aquellas personas que tienen menos recursos. Es decir, aquellas que tienen menos recursos se reconocen entre sí por algunas señales. Y esas personas parecen más confiables, porque de alguna manera experimentan la misma situación de vulnerabilidad que están experimentando ellos mismos, se reconocen en un otro”
Para el sociólogo, “la idea de meritocracia ha hecho crisis, porque es una ideología que tiende a justificar las desigualdades. Pero en Chile ya no se justifican, porque la gente no cree que el solo esfuerzo se vea recompensado. Y que las personas que están en una posición más alta en verdad lograron esa posición no por esfuerzo personal, sino que por otros motivos. Más que meritocracia, su posición se debe a una situación de privilegio por la cual nacieron”.
¿Cómo disminuir la brecha?
Para el investigador de la U. Andrés Bello, los resultados evidencian que las brechas de confianza son un reflejo de los prejuicios que tienen las personas sobre otras. Incluso, estos se ven reforzados a través de las interacciones en redes sociales, especialmente entre desconocidos. Asegura que para disminuir las brechas de confianza es clave la integración social.
“Todo esto se debe a percepciones, prejuicios que están instalados. Algunos de estos prejuicios pueden estar basados en elementos reales, en experiencias previas. Pero también pueden ser construcciones que nosotros tenemos respecto de cómo se comportan determinados grupos de personas”, señala Salgado.
“En general, una manera de abordar las brechas de confianza en Chile sería precisamente generando instancias de interacción que sean socialmente integradas. No hay mejor antídoto en contra de estos prejuicios que la interacción con la persona”, dice. Para el sociólogo, un ejemplo de ello es la Ley de Inclusión en el sistema escolar. Iniciativas como esta apuntarían en la dirección correcta, evitando la segregación.
“La idea de meritocracia ha hecho crisis, porque es una ideología que tiende a justificar las desigualdades. Pero en Chile ya no se justifican, porque la gente no cree que el solo esfuerzo se vea recompensado. Y que las personas que están en una posición más alta en verdad lograron esa posición no por esfuerzo personal, sino que por otros motivos. Más que meritocracia, su posición se debe a una situación de privilegio por la cual nacieron”.
Con respecto a las posibles formas de disminuir esta desconfianza determinada por factores socioeconómicos, Mauricio Salgado cree que “lo primero es tratar de tener instancias de integración donde estemos en contacto con otras personas, que podamos verlas, que son personas que pueden actuar de manera recta normativamente y si no, digamos que se las pueda confrontar en términos de diálogo”.
Para el sociólogo, los resultados de este tipo de iniciativas en términos de confianza son claros. “Nosotros hemos hecho otros estudios en escuelas más integradas donde estos prejuicios tienden a desaparecer, o al menos a hacerse mucho menores de lo que aparecen en nuestro estudio”, comenta.
De esta forma, es clave el trabajo por construir una sociedad más dialogante, capaz de derribar prejuicios que en ocasiones no coinciden con la realidad. “En general, nosotros cuando dialogamos, somos capaces de comprender razones. Pero para hacerlo necesitamos, sobre todo, interactuar cara a cara. Hacerlo mediadamente, por ejemplo, por redes sociales, la polarización es total. Eso cambia cuando estamos en interacciones cara a cara”, concluye el autor del estudio.
21 de Septiembre, 2021
Fuente: https://www.theclinic.cl/2021/09/21/la-clase-social-y-la-desconfianza-estudio-muestra-relaciones-entre-jovenes-de-altos-y-bajos-recursos/
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