En la primavera de 1919, Vladimir Bonch-Bruevich[1], conocido de Kropotkin y cercano colaborador de Lenin en el gobierno soviético, hizo arreglos para una entrevista entre Lenin y el anciano ácrata. Bonch-Bruevich había visitado a Kropotkin poco después del retorno de éste a Rusia en Junio de 1917.
El original ruso de esta entrevista apareció en el material que publicó Vladimir D. Bonch-Bruevich: Moi vospomlnaniia o Peter Alekseevlch Kropotkin en Zvezda, n.° 4, de 1930.
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Puedo fijar con certeza la entrevista de Lenin y Kropotkin entre los días 8 y 10 de Mayo de 1919.
Lenin consiguió algo de tiempo después de las reuniones del Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom), y me informó que podría llegar a mi apartamento alrededor de las 5 de la tarde. Llamé a Kropotkin por teléfono para informarle del día y la hora y envié un automóvil por él.
Lenin llegó a mi apartamento antes que Kropotkin. Hablamos sobre las obras de los revolucionarios en épocas precedentes; durante la discusión Lenin expresó la opinión de que indudablemente muy pronto llegaría el momento de ver ediciones completas de la literatura de nuestros emigrados y de sus principales autores, con todas las necesarias notas, prefacios, y material producto de investigaciones.
– “Es extremadamente necesario, –dijo Lenin–, no sólo debemos estudiar nosotros mismos la historia pasada de nuestro movimiento revolucionario, sino que debemos dar también a los investigadores jóvenes y a los estudiantes la oportunidad de escribir una multitud de artículos basados en estos documentos y materiales; para familiarizar a la mayor cantidad posible de obreros con todo lo que ha existido en Rusia en esta generación. Nada podría ser más pernicioso que pensar que la historia de nuestro país se inicia el día en que ocurrió la revolución de Octubre. Ya se oye esa opinión con frecuencia ahora. No tenemos por qué seguir oyendo estupideces como esa. Nuestra Industria está siendo reparada y las crisis de la industria tipográfica y de falta de papel ya están pasando. Publicaremos cien mil copias de libros como la “Historia de la revolución francesa” de Kropotkin y otros de sus libros; a pesar del hecho de que él es anarquista, editaremos sus obras de la forma que sea posible, con las necesarias notas que aclaren al lector la distinción entre el anarquismo pequeñoburgués y la verdadera visión mundial y comunista del marxismo revolucionario.”
Lenin tomó de mi librero un libro de Kropotkin y otro de Bakunin que yo tenía desde 1905, y rápidamente les echó un vistazo, página por página. En ese momento oí que Kropotkin había llegado. Fuí a recibirlo. Luego lentamente subió nuestra empinada escalera de entrada (tenía por entonces 77 años).
Nos encontramos y caminamos hacia mi estudio. Lenin cruzó a grandes zancos el corredor para acercarse a mí; sonriendo calurosamente le dio la bienvenida. Kropotkin le dijo inmediatamente:
– “¡Qué feliz estoy de verlo, Vladimir Illich! Tenemos diferencias respecto a una inmensa serie de cuestiones, de medios de acción y de organización, pero nuestros objetivos son idénticos, y lo que usted y sus camaradas hacen en el nombre del comunismo es muy cercano y querido para mi anciano corazón.”
Lenin lo tomó por el brazo y muy atenta y cuidadosamente lo condujo a mi estudio, lo sentó en el sillón y tomó asiento él mismo al lado opuesto del escritorio.
– “Bueno, dado que nuestros objetivos son los mismos, hay mucho que nos une en nuestra lucha”, –dijo Lenin. “Por supuesto, es posible dirigirse a una meta por varias rutas, pero pienso que en muchos aspectos nuestras rutas tienen que coincidir.”
– “Sí, por supuesto, –interrumpió Kropotkin–, pero ustedes persiguen a los cooperativistas y yo estoy del lado de las cooperativas.”
– “Y nosotros también estamos por ellas –exclamó Lenin con fuerte voz. Pero estamos en contra de ese tipo de cooperativa que concilia a pequeños propietarios, terratenientes, comerciantes, y al capital privado en general. Simplemente, queremos arrancar la máscara de esas cooperativas deshonestas y dar a las grandes masas de la población la posibilidad de integrar una cooperativa genuina.
– “No quiero argumentar contra eso, –respondió Kropotkin–. Y, por supuesto, en donde quiera que esas situaciones existan, uno debe combatirlas con toda su fuerza, así como combate toda deshonestidad y mistificación. Nosotros no necesitamos coberturas; despiadadamente exponemos cada mentira en cualquier lugar que aparezca. Pero en Dmitrov yo veo que están persiguiendo a los cooperativistas que no tienen nada en común con los que ha señalado, y esto se debe a que las autoridades locales, quizás los mismos revolucionarios de ayer, como cualquier otra autoridad, se han burocratizado, convertidos en funcionarios oficiosos que quieren controlar todas las cuerdas de los que están subordinados a ellos, y piensan que toda la población está subordinada a ellos.”
– “Estamos en contra de los burócratas en cualquier lugar y en cualquier momento, –dijo Lenin–. Nos oponemos a los burócratas y a la burocracia, y debemos arrancar desde sus raíces a estos remanentes del pasado, si aún anidan en nuestro nuevo sistema; pero, después. Usted entiende perfectamente bien, debemos hacer consciente a la gente, pues como dijo Marx , ‘¡La más terrible e inexpugnable fortaleza es el cerebro humano!’ Estamos tomando todas las medidas posibles para obtener el éxito en esta lucha; y, ciertamente, la vida misma nos fuerza a aprender mucho. Nuestra falta de cultura, nuestro analfabetismo, nuestra torpeza, todo ello es obvio por dondequiera que se vea, y nadie puede acusarnos como partido, como poder gubernamental, de lo que se hace incorrectamente en la maquinaria de ese poder; menos aún por lo que pasa en los confines del país.”
– “Pero el resultado es igualmente difícil de evadir para todos los que están expuestos a la influencia de esta privilegiada autoridad, –exclamó Kropotkin–, que ya se está revelando en sí misma como un arrollador veneno para cada uno de los que se apropian la autoridad para sí mismos.”
– Pero no hay otro camino, –añadió Lenin. No se puede hacer la revolución calzando guantes blancos. Sabemos perfectamente bien qué hemos hecho, y que vamos a cometer todavía muchos y grandes errores; que hay muchas irregularidades y mucha gente que ha sufrido innecesariamente. Pero, lo que pueda ser corregido, lo corregiremos, aprenderemos de nuestros errores, debidos muy frecuentemente a la simple estupidez. Pero es imposible no cometer errores durante una revolución. No hay que convertirlos en obstáculos que nos hagan renunciar a la vida por entero y no hacer nada. Pero, sin embargo, hemos preferido cometer errores y actuar. Queremos actuar y lo haremos, a pesar de todos los errores, y llevaremos nuestra revolución socialista hasta la victoria final. Y puede ayudarnos en esto comunicándonos toda la información que tenga de las irregularidades. Puede estar seguro de que cada uno de nosotros se dirigirá a sus informaciones asiduamente.”
– “¡Excelente! Ni yo ni nadie rechazaremos ayudar a usted y a sus camaradas, tanto como sea posible, pero, nuestra ayuda consistirá principalmente en reportarles todas las irregularidades que están ocurriendo por todos lados y por las que la gente está lamentándose en muchas partes”, dijo Kropotkin.
– “No señale usted las lamentaciones, sino los aullidos de los contrarrevolucionarios hacia los que no hemos tenido ni tendremos compasión”, dijo Lenin.
– Pero, usted dice que es imposible el no tener autoridades, empezó a teorizar Kropotkin, y yo digo que es posible. Hacia cualquier lado que usted voltee a mirar, afloran ya bases de no autoritarismo. Acabo de recibir noticias de que en Inglaterra los trabajadores de los diques en uno de los puertos, han organizado en forma completamente libre una excelente cooperativa a la que concurren frecuentemente trabajadores de diferentes industrias. El movimiento cooperativista es enorme, su significación es extremadamente importante.
Observé a Lenin. Sus ojos chispearon un poco burlones escuchando a Kropotkin atentamente. Parecía perplejo de que a la vista de la enorme y arrolladora actividad que desplegaba el movimiento generado por la revolución de Octubre, alguien pudiera hablar de cooperativas y más cooperativas. Y Kropotkin continuaba hablando incesantemente acerca de cómo, en alguna otra parte de Inglaterra, otra cooperativa también había sido organizada, cómo en un tercer lugar, en España, alguna pequeña Federación había sido organizada, cómo el movimiento sindicalista había desarrollado tal o cual iniciativa.
– “Es verdaderamente nocivo, –interrumpió Lenin. Ud. no dedica ninguna atención al lado político de la vida, y obviamente desmoraliza a las masas trabajadoras al distraerlas de la lucha inmediata.”
– “Pero el movimiento profesional está unificando millones, esto de por sí es un factor de gran peso, –dijo Kropotkin exaltado–. Junto con este movimiento cooperativo, constituyen un enorme paso hacia delante.”
– “Eso está bien y es bueno”, le interrumpió Lenin. “Por supuesto, es importante el movimiento cooperativo, tanto como el movimiento sindicalista es negativo. ¿Qué puede uno decir sobre esto? Eso es verdaderamente obvio ahora que se convierte en un verdadero movimiento cooperativo, conectado con las más amplias masas. Pero ¿ése es el problema real? ¿Es posible el tránsito hacia una situación nueva sólo con eso? ¿Piensa que el mundo capitalista se someterá a las consecuencias del movimiento cooperativista? Cuando precisamente está tratando de manejar el movimiento. Esa pequeña cooperativa, un grupito de ingleses, sin poder, será destrozado y transformado, muy probablemente en un siervo más del capital; esta nueva tendencia cooperativista emergente, que favorece tanto, será absolutamente dependiente a través de los cientos de trabas que se le impondrán, forzándola a convertirse en un insecto atrapado en una telaraña. ¡Todo eso es insignificante! Perdóneme, pero todo eso no tiene sentido. Nosotros necesitamos acción directa de las masas, ese tipo de acción que toma al mundo capitalista por la garganta y lo echa abajo. Por lo pronto, no existe tal actividad en el cooperativismo. Todo eso de lo que usted habla son juegos de niños, charla ociosa, sin base sólida, sin fuerza, sin recursos, y que en casi nada se acerca a nuestros objetivos socialistas. Una lucha directa y abierta, una batalla hasta la última gota de sangre, eso es lo que necesitamos. La guerra civil debe ser proclamada por dondequiera, apoyada por todas las fuerzas revolucionarias y de oposición; una guerra de tal alcance como la pueden dar estas fuerzas.”
– “Habrá mucha sangre derramada y muchos errores en la lucha. Yo estoy convencido de que en Europa occidental serán pronto mayores que los que ha habido en nuestro país, debido a lo más agudo de la lucha de clases ahí, y la gran tensión entre las fuerzas opuestas que pelearán hasta la última oportunidad que tengan en ésta, que quizá sea la última escaramuza con el mundo imperialista.”
*
Lenin, habiendo dicho todo esto con animación, clara y acentuadamente, se levantó de su silla.
Kropotkin se recostó en su silla y con atención, que fue cambiando a desinterés, oyó las agresivas palabras de Lenin.
Después de eso dejó de hablar sobre cooperativas.
“Por supuesto, tiene razón. Sin lucha nada puede ser logrado en ningún país, sin la más desesperada lucha”, dijo Kropotkin.
“Pero sólo una lucha masiva, –exclamó Lenin. No necesitamos la lucha y actos violentos de personas separadas. Ya es tiempo suficiente para que los anarquistas entiendan esto y dejen de estar desperdiciando su energía revolucionaria en asuntos altamente inútiles.
Sólo en las masas, sólo a través de las masas y con las masas, desde el trabajo clandestino hasta el terror rojo masivo, si hay que hacerlo, hasta la guerra civil, hasta una guerra en todos los frentes, hasta una guerra de todos contra todos, ése es el único tipo de lucha que puede ser asumido con éxito. Todos los otros caminos –incluidos los de los anarquistas– han sido invalidados ya por la historia y enviados a los archivos, y no sirven a nadie; inadecuados para todo el mundo, nadie es atraído hacia ellos y sólo desmoralizarán a aquellos que por alguna razón son seducidos por estos caminos ya inservibles…”
Lenin paró repentinamente, sonrió con amabilidad y dijo:
“Perdóneme. Parece que me he dejado llevar por mi entusiasmo y creo que lo estoy fatigando. Pero ese es nuestro estilo de bolcheviques. Ese es nuestro problema, ‘nuestro cognac’ y un asunto que nos tomamos tan a pecho, que no podemos hablar de ésto calmadamente.”
– “No, –respondió Kropotkin. Es altamente gratificante para mi el escuchar todo lo que usted dice. Si usted y sus camaradas piensan de esta manera, si no están intoxicados por el poder y se sienten a sí mismos seguros frente a la esclavitud por la autoridad del Estado, entonces harán bastante. Entonces la revolución está ahora en unas manos confiables.”
– “Trataremos, –contestó Lenin calmadamente–, y ya veremos que ninguno de nosotros se volverá engreído ni pensará mucho en sí mismo. Esa es una enfermedad terrible, pero nosotros tenemos una cura excelente: enviaremos a esos camaradas de vuelta al trabajo, a las masas.
– “Eso es excelente, excelente”, exclamó Kropotkin.
– “En mi opinión, esto debe ser hecho con cada uno más seguido. Es útil para todos. Uno nunca debe perder contacto con las masas trabajadoras y debe saber que sólo con las masas es posible lograr cualquiera de las cosas que hayan sido estatuidas en los más audaces programas. Pero los socialdemócratas piensan que en el partido bolchevique hay mucha gente que no son trabajadores, y que estos no trabajadores están corrompiendo a los trabajadores. Lo que se necesita es lo inverso, que el elemento trabajador prevalezca y que ellos, los no trabajadores, sólo ayuden a las masas de trabajadores en materia de instrucción en el negocio de organizar y dirigir alguna área del conocimiento u otra; ellos deberían ser como un elemento de servicio en una u otra organización socialista.
– “Necesitamos educar a las masas, –dijo Lenin–, y sería deseable, por ejemplo, que su libro, “Historia de la revolución francesa”, fuera publicado inmediatamente en una gran edición. Después de todo, es útil para cualquiera. Nos gustaría mucho publicar ese excelente libro, y en una cantidad suficiente para llenar todas las bibliotecas, las salas de lectura en los pueblos y las bibliotecas de las compañías, de los regimientos.
– “Pero, ¿dónde puede ser publicado? Yo no permito una edición publicada por el Estado, increpó Kropotkin.”
– “¡No! ¡No!”, interrumpió Lenin sonriendo amablemente.
– “Naturalmente no en la editorial del Estado, sino en una editorial cooperativa.”
Kropotkin movió la cabeza, aprobando, visiblemente agradado por la propuesta y la rectificación.
– “Bueno, entonces, si usted encuentra el libro interesante y necesario, yo acepto publicarlo en una edición gratuita. Quizá sea posible encontrar una editorial cooperativa que acepte.”
– “La encontraremos, la encontraremos, –confirmó Lenin. Estoy convencido de ello”.
Con esto, la conversación entre Kropotkin y Lenin empezó a decaer.
Lenin miró su reloj, se levantó diciendo que tenía que prepararse para una sesión del Sovnarkom. Se despidió muy afectuosamente de Kropotkin, diciéndole que estaría siempre contento de recibir cartas e instrucciones suyas, a las que daría mucha atención.
Kropotkin, a su vez, se despidió de nosotros y se encaminó hacia la puerta en donde lo despedimos Lenin y yo. Se fue en el mismo auto hacia su departamento.
*
Nota Editorial: Kropotkin tomó en cuenta la oferta de Lenin. Durante el año 1920 le envió (al menos) dos cartas. Kropotkin murió en 1921. Ninguna de las cartas que reproducimos a continuación tuvo respuesta. Fueron publicadas en Zvezda n.° 6 en 1930.
*
KROPOTKIN Y LA REVOLUCIÓN RUSA
por Sasha Kropotkin.
“El silencio casi absoluto que guardó mi padre durante estos tres últimos años ha sido una constante fuente de sorpresa, no sólo para sus camaradas anarquistas fuera de Rusia, sino también para todos aquellos a quienes su nombre era conocido.
La explicación de este silencio no es muy difícil de encontrar. Consiste en tres hechos. Primero, que la evolución de una revolución está algo más allá de toda dirección humana; idea que desarrolla en la nota que adjunto.
Segundo, que aprobar las formas de vida que eran implantadas en Rusia, aún tomando en cuenta las innumerables circunstancias atenuantes, iba siendo cada día más difícil.
Y tercero, que las críticas sólo habrían servido de algo a los enemigos de esta inevitable, aunque dolorosa, forma de progreso que una revolución supone.
En fecha próxima espero poder publicar la gran cantidad de materiales referentes a los sucesos de estos tres últimos años que ha dejado mi padre. En su mayoría son cartas dirigidas a los prohombres bolcheviques algunas de ellas a Lenin: protestas contra diversos actos del gobierno, advertencias de que ciertos excesos sólo servirían para facilitar el triunfo de aquellos elementos que más seguramente abrirían el camino a una pronta reacción. Otras cartas son a amigos en Rusia y unas cuantas a amigos de Occidente. También hay borradores de algunos discursos pronunciados en Dmitrov con motivo de las reuniones de las cooperativas locales, y numerosas notas –a veces casi folletos– sobre sucesos del día, muchas de ellas escritas cuando esperaba la visita de algún amigo de Europa o América.
Nada de ello ha sido publicado. No sólo por las razones ya indicadas, sino también porque en Rusia no hay otra prensa que la oficial del gobierno. Hasta Marzo de 1921 había una editorial anarquista dirigida por el grupo anarco-sindicalista Golos Truda (“La voz del trabajo”) que había publicado todas las obras de mi padre; pero poco después de su muerte el Comité Ejecutivo del Soviet de Moscú aprobó una moción declarando que: “se daría todo el apoyo posible a la editorial Golos Truda para la publicación de las obras del camarada Kropotkin”, con tan brillante resultado que, quince días más tarde, el local y la imprenta de Golos Truda fueron cerradas por orden del gobierno y casi todo su material salvajemente destruido. Y cerradas siguen. Y hoy no se pueden conseguir en Rusia los libros de mi padre. Por otra parte, mi padre no había querido publicar nada de actualidad en Golos Truda temiendo que el censurar al gobierno acarrease, no su propio arresto, cosa que a pesar de su edad y de sus achaques no le preocupaba, sino el encarcelamiento de los camaradas que trabajaban en la editorial…”
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Carta a Vladimir Illich Lenin / Dmitrov, 4 de marzo de 1920.
Estimado Vladimir Illich Lenin:
Varios empleados del Departamento de Correos y Telégrafos me han pedido que le presentara a usted su situación que es realmente desesperada. Puesto que este problema no sólo concierne al Ministerio de Correos y Telégrafos, sino también a las condiciones generales de la vida cotidiana en Rusia, me he apresurado a transmitir sus reclamos.
Usted sabe, por supuesto, que vivir en el Distrito de Dmitrov con el salario de dos o tres mil rublos que estos empleados reciben es imposible, ni siquiera comprar un kilo de papas; lo sé por experiencia personal. A cambio, ellos piden jabón y sal, que no se consiguen en ninguna parte.
Desde que el precio de la harina alcanzó nueve mil el “pud” [unos dieciséis kilos], incluso cuando se consigue algo, no basta para cuatro kilos de pan, o bastante harina buena para cinco libras.
Mientras tanto, paralelamente al alza de precios, las magras provisiones que los empleados de Correos y Telégrafos han recibido del Centro de Abastecimiento del Comisariado de Correos y Telégrafos, mismas que fueron acordadas en referencia al decreto del 15 de Agosto de 1918: ocho libras de trigo por empleado y cinco libras más por cada miembro de la familia incapaz de trabajar, no han sido enviadas desde hace dos meses a la fecha. Los centros locales de abastecimiento no pueden distribuir su mercadería, y la petición que los ciento veinticinco empleados del área de Dmitrov han hecho a Moscú, continúa sin respuesta. Hace un mes, uno de los empleados le escribió a usted personalmente, pero hasta ahora no ha recibido respuesta.
Considero mi deber dar testimonio de que la situación de estos empleados es verdaderamente desesperada. Eso es obvio al ver sus rostros. Muchos se están preparando para dejar su hogar sin saber a donde ir. Y mientras tanto, es justicia señalar que realizan su trabajo conscientemente; se han familiarizado con su trabajo, y perder tales trabajadores será perjudicial para la vida de la comunidad local en todos los aspectos. Sólo añadiré que todas las categorías de empleados soviéticos en otras ramas del trabajo se encuentran en la misma desesperada situación.
En conclusión, no puedo evitar mencionarle algunos aspectos de la situación general al escribirle. Cuando se vive en una gran capital como Moscú, se hace difícil conocer las verdaderas condiciones del país. Es necesario vivir en una provincia, en contacto directo con la vida diaria, conocer las necesidades y las desgracias, vivir entre los niños hambrientos y los adultos famélicos, en las idas y vueltas por las oficinas, para conseguir una autorización de compra de una simple lamparita de querosene barata, etc., para conocer de verdad las penosas pruebas actuales.
Es necesario acelerar la transición a condiciones de vida más normales. No se podrá continuar así durante mucho tiempo. Vamos hacia una catástrofe sangrienta.
Ningún envío de los aliados, ninguna exportación rusa de trigo, de fibra de cáñamo, de lino, de pieles, etc., que son indispensables para nosotros, podrá ayudar a la población.
Una cosa es segura. Aún si la dictadura de un partido [2] fuera un medio eficaz para enfrentar y lograr destruir el sistema capitalista, cosa que yo dudo seriamente, es definitivamente dañino e inadecuado. Es preciso, es imprescindible que la construcción se haga localmente con las fuerzas existentes en cada lugar, pero eso no sucede en absoluto.
En vez de eso, dondequiera que uno voltea la cabeza aparece gente que nunca ha sabido nada de la vida real, que comete los más graves errores, los peores errores, cuyo precio es la muerte de millares de personas y la destrucción de regiones enteras.
Sin la participación de fuerzas locales, sin una organización desde abajo de los campesinos y de los trabajadores por ellos mismos, es imposible cambiar la vida. [3]
Se dijo en principio, que los soviets iban a servir precisamente para cumplir esta función de reconstruir el país desde abajo, desde los cimientos. Pero Rusia se ha convertido en una República Soviética sólo de nombre.
La influencia dirigente del “partido” sobre la gente, significa una gran afluencia y una dirección impuesta, o sea la de los ‘comunistas’ oportunistas, recién llegados, –pues los ideólogos comunistas están sobre todo en las grandes ciudades–, que ha destruido ya la influencia y la fuerza constructiva de ese órgano prometedor, el soviet. En el momento actual, son los comités del partido, y no los soviets, quienes llevan la dirección en Rusia. Y su organización sufre los defectos de toda organización burocrática.
Ahora en Rusia, no dirigen los soviets sino los comités del Partido. Y sus esfuerzos constructivos sufren de las insuficiencias del sistema burocrático.
Para poder salir de esta desorganización actual, Rusia debe retomar el genio creativo de las fuerzas locales de cada comunidad, que, según yo lo veo, pueden ser un factor en la construcción de la vida nueva.[4] Y cuanto más pronto sea comprendida la necesidad de retomar este camino, mejor será. La gente estará entonces dispuesta y gustosa a aceptar nuevas formas sociales de vida.
Si la situación presente continúa, aún la palabra “socialismo” será convertida en una maldición. Esto fue lo que pasó con el concepto de “igualdad” en Francia durante cuarenta años después de la dirección de los jacobinos.
Con afecto y camaradería.
Piotr Kropotkin
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Carta a Vladimir Illich Lenin/ Dmitrov, 21 de Diciembre de 1920.
Respetable Vladimir Illich:
Ha aparecido la noticia, en los diarios Izvestia y Pravda que da a conocer la decisión del gobierno soviético de tomar como rehenes a algunos miembros de los grupos de Savinkov y Cherkov del partido socialdemócrata, del centro táctico nacionalista de los guardias blancos, y a oficiales de Wrangel, para que, en caso de que sea cometido un intento de asesinato contra 108 líderes de los soviets, sean “exterminados sin piedad” tales rehenes.
¿Es que realmente no hay nadie cerca de usted que recuerde a sus camaradas y les persuada de que tales medidas representan un retorno al peor período de la Edad Media y de las guerras religiosas, y es totalmente decepcionante de gente que se ha echado a cuestas la creación de la sociedad en consonancia con los principios comunistas? Cualquier persona que ame el futuro del comunismo no puede lanzarse a lograrlo con tales medidas.
¿Es posible que nadie le haya explicado lo que realmente es un rehén? Un rehén es aprisionado no por castigo a algún crimen. Es detenido para chantajear al enemigo con su muerte. “Si ustedes matan a uno de los nuestros, nosotros mataremos a uno de los suyos”. Pero, ¿no es ésto la misma cosa que conducir al prisionero cada mañana hasta el cadalso y regresarlo a la celda, diciéndole: “Espera un poco más, todavía no”?
¿Y no comprenden sus camaradas que ésto es equivalente a una restauración de la tortura para los rehenes y sus familias?
Espero que nadie me diga que la gente en el poder se interesa tan poco por las vidas. Hoy en cita aún entre los reyes hay algunas personas que contemplan la posibilidad del asesinato como una “situación azarosa”. Y los revolucionarios, por su lado, asumen la responsabilidad de defenderse a sí mismos ante las Cortes que atentan contra su vida. Luisa Michel eligió este camino. O rechazan el juicio y son perseguidos, como Malatesta y Voltairine de Cleyre.
Aún los reyes y los papas han rechazado tan bárbaro método de autodefensa como lo es el de tomar rehenes. ¡Cómo pueden los apóstoles de una nueva vida, y los arquitectos de un nuevo orden social dotarse de tales medios de defensa contra sus enemigos! ¿Tendrá que considerarse ésto como un signo de que ustedes consideran su experimento comunista fallido y que no están salvando tanto a ese sistema tan querido para ustedes, sino salvándose ustedes mismos?
¿No se dan cuenta sus camaradas de que ustedes, comunistas, a pesar de los errores que hayan cometido están trabajando para el futuro, y que por lo mismo, no debían realizar su trabajo en forma tan cercana a lo que fue el terror primitivo? Ustedes deberfan saber que precisamente estos actos, realizados por revolucionarios en el pasado, han hecho de las nuevas realizaciones comunistas algo tan difícil de lograr.
Pienso que deben tomar en cuenta que el futuro del comunismo es más precioso que sus propias vidas. Y me alegraría que con sus reflexiones renuncien a este tipo de medidas.
Con todo y estas muy serias deficiencias, la revolución de Octubre ha traído un enorme progreso. Ha demostrado que la revolución social es posible, cosa que la gente de Europa Occidental ya había empezado a pensar. y que, a pesar de sus defectos está trayendo algún progreso en dirección a la igualdad.
¿Por qué entonces golpear a la revolución empujándola a un camino que la lleva a su destrucción, sobre todo por defectos que no son inherentes al socialismo o al comunismo, sino que representa la sobrevivencia del viejo orden y de los antiguos efectos destructivos de la omnívora autoridad ilimitada?
Con afecto y camaradería
Piotr Kropotkin
* * *
NOTAS:
(*) Publicado en ruso, en Zvezda n.° 6, 1930. En castellano: Pedro Kropotkin, Entrevista con Lenin y Algunas opiniones sobre la revolución rusa, Ediciones Antorcha.
1] Vladímir Dmítrievich Bonch-Bruyévich; en algunas ocasiones escrito Bonch-Bruevich; fue un político comunista ruso, historiador y escritor, viejo bolchevique. Era hermano de Mijaíl Bonch-Bruyévich. Su familia era de origen polaco y su apellido se escribe en polaco Boncz-Brujewicz.
2]. Acerca de la “Dictadura del Proletariado”existen notables divergencias teóricas entre Marx y Lenin; : “DICTADURA DEL PROLETARIADO”, SOCIALISMO Y COMUNISMO, EN SU DEFINICIÓN CONCEPTUAL. Curso de Jorge Veraza (en video)
3] “Cambiar la vida” puede referirse a un famoso pasaje de Rimbaud
4] La Nueva Vida puede hacer referencia a “La Vita Nuova” de Dante Alighieri
Fuente: https://elsudamericano.wordpress.com/2019/11/09/una-conversacion-entre-lenin-y-kropotkin/
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