
Esclavitud y afrodescendientes: el nuevo libro de Marcelo Valko.
Hablar de la obra de Marcelo Valko implica referirse a una de las producciones más políticamente potentes de las últimas décadas. Los indios invisibles del Malón de la Paz; El malón que no fue; Desmonumentar a Roca; Pedestales y prontuarios, por nombrar sólo algunas, son referencias para enfrentar la invisibilización sobre los genocidios de los pueblos indígenas, confrontar con el racismo y desnudar la historia dominante y sus símbolos de todo tipo como construcciones cómplices con la opresión, la explotación y el exterminio. Su estrecha relación con Osvaldo Bayer nos remite al paradigma de intelectual orgánico con las luchas de las clases subalternas que Osvaldo representa y Valko continua.
En su nuevo libro nos habla de los pueblos afros y sus descendientes; de la esclavitud y como la destrucción de África está íntimamente articulada a la explotación de América y el genocidio indígena. Como nos afirma desde el principio de su trabajo, se trata de las dos caras de un genocidio.
Se nos ocurren, de los muchos posibles, cuatro enfoques que el nuevo libro de Valko nos sugiere y genera.
En primer lugar, su reflexión se puede inscribir en un campo de pensamiento que cuenta con los aportes imprescindibles de Aníbal Quijano y lo mejor del pensamiento decolonial.
La conquista de nuestro continente, inicialmente española y portuguesa, se basó en la explotación de indígenas, atados a los grandes latifundios y minas por medio de la servidumbre, así como de la población afro. Esta última, sobre todo a partir del siglo XVII, fue esclavizada para ser usada como mano de obra gratuita en las grandes plantaciones productoras de azúcar, tabaco, algodón y café, bienes destinados al consumo de las sociedades europeas. De esa manera las masacres y la desarticulación de todos los planos –económicos, políticos, culturales, simbólicos, reproductivos– de la vida cotidiana de esos pueblos, se tornaron un elemento imprescindible para conformar la base material del sistema capitalista. La explotación gratuita de mano de obra fue pieza determinante de la acumulación originaria[1] de las sociedades centrales. A su vez, la economía de plantaciones en las que se usó parte de esa mano de obra afro e indígena, permitió la producción masiva de mercancías. La construcción de la modernidad y del capitalismo se basó en ocultar su relación íntima con ese proceso de despojo que resultó fundamental para su desarrollo en el espacio europeo. La acumulación de capital en Europa, tal como se constituyó, no puede ni debe ser separada de los dos genocidios cuya unidad nos recuerda Valko.
En segundo lugar, la comprensión profunda de las implicancias de la conquista reside, para Quijano, en la aparición de un patrón de poder mundial que tiene como soportes decisivos la colonialidad del poder y el eurocentrismo. En el primer caso, no se trata tan sólo de la relación colonial de dominación entre las metrópolis europeas y nuestra región. La colonialidad del poder se funda en la etapa de dominación colonial pero aún permanece vigente. Tiene como epicentro la consolidación del racismo como herramienta de clasificación jerárquica de la dominación. Se trata de la justificación de la dominación europea a partir de las diferencias con otros pueblos, tomando el color de la piel como la más emblemática, a la que luego un cientificismo colonial pretenderá agregarle, en el siglo XIX, bases de supuesta diferenciación biológica. De esa manera, las clases dominantes europeas justificarán –y justifican– su dominación en la pretendida inferioridad cultural, biológica y social, de los pueblos conquistados. Dicho de otro modo, no se puede separar la constitución de las clases sociales en nuestro continente de la esfera del racismo como forma de estructurarlas. Como nos recuerda Antonio Gramsci, con su concepto de bloque histórico, las construcciones ideológicas y simbólicas “super estructurales” no pueden ser separadas, esquemáticamente, de las relaciones sociales que conforman la propiedad de los medios de producción y explotación, pertenecientes a la “infraestructura”. Las clases criollas, que terminaron por dominar esas revoluciones, mantuvieron la sociedad colonial heredada prácticamente sin modificaciones, y el eje del racismo perduró para mantener fuera de cualquier derecho social y político a los pueblos indios, negros y mestizos que eran –y son– las mayorías populares de nuestro continente. La colonialidad del poder se mantuvo plenamente viva como sostén de la desigualdad social de nuestras sociedades. Toda mirada que se pretenda crítica debe tomar en cuenta esa permanencia. Allí reside otra posible conexión fundamental con la obra de Valko.
Hay allí un cuarto aporte –decisivo- a recuperar. En un mundo en crisis civilizacional y sistémica, de demonización de la inmigración, recrudecimiento del racismo y resurgir de las ultraderechas. Cuando se militariza el territorio mapuche a un lado y otro de la cordillera, la lectura del libro de Valko se torna aún más necesaria. A su vez, cuando emergen resistencias que se enfrentan a la naturalización de la colonialidad del poder, con figuras como las de Berta Caceres, conjugando indigenismo, feminismo y defensa de la naturaleza o la de Marielle Franco, -no casualmente rescatada por Valko en su libro junto a George Floyd-, que articula reivindicación de la cultura afro y favelada junto a su condición de lesbiana y militante socialista, están aflorando símbolos que encarnan, en la parábola de sus vidas, la potencia de la interseccionalidad. Hay allí una clave estratégica de las luchas actuales: la necesidad de rebelarse y de articular la lucha contra todas las formas de opresión y explotación. En esa perspectiva Esclavitud y Afrodescendientes nos devuelve a los pueblos afros como sujetos de su destino y no como objetos de la dominación.
Creemos que uno de los valores más altos para un libro es la de ser un compañero de ruta en la búsqueda de caminos emancipatorios.
Este lo cumple con creces.
Notas:
[1] El concepto de acumulación originaria o primitiva, remite a un momento fundante del capitalismo donde se produce el despojo de millones de productores directos del control de sus medios de producción, los que se ven empujados hacía la única alternativa de vender su fuerza de trabajo para poder sobrevivir. Ese proceso fue analizado por Karl Marx a partir del estudio del caso de Inglaterra y la génesis del capitalismo en ese país, particularmente en el capítulo XXIV de su obra El Capital, Tomo I. Ver: Marx, Karl y Engels, Friederich, Obras Escogidas, XII Tomos, Buenos aires, Editorial Ciencias del Hombre, 1973.
Fuente: https://contrahegemoniaweb.com.ar/2021/11/21/esclavitud-y-afrodescendientes-el-nuevo-libro-de-marcelo-valko-las-dos-caras-del-genocidio-en-america/
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