El capitalismo nos impone vivir al filo del apocalipsis….

…Y nuestro pasatiempo se llama democracia.

«Este sistema decadente (la lógica capitalista) es sumamente maligno, malignamente peligroso. Frente a eso hay que recuperar saberes que están escondidos. Éstos tienen que ver con maneras de enfrentar las crisis ambientales, las crisis de servicios, las crisis de abastecimientos. ¡Hay que estar listos!» (Silvia Rivera Cusicanqui, Socióloga boliviana. “Un mundo Ch’ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis”).

Mientras el «Reloj del Fin del Mundo» marca 100 minutos para la medianoche, lxs poderosxs del planeta siguen «distraídxs», y lxs locales continúan aportando al calentamiento global mediante los desmontes, se torna cada vez más evidente que la suerte de todo lo que vive depende exclusivamente de la lucha de los pueblos. 

Omicrón: Otra vuelta de tuerca para el disciplinamiento global

Ya no importa si el origen de la pandemia en curso remite a la convivencia de especies salvajes con el ser humano, impuesta por el avasallamiento de este último sobre la naturaleza, o si tuvo lugar en algún laboratorio del Norte Global dedicado a alimentar una guerra bacteriológica en pro de disimular el reseteo a su favor del sistema – mundo vigente. 

Lo indiscutible es que al menos una de sus consecuencias – el confinamiento colectivo – es absolutamente funcional al aborto de las luchas populares que vienen cuestionando el orden establecido desde los espacios públicos, y por ende resulta absolutamente favorable a una estrategia disuasiva. 

Concretamente, si convenimos que la calle es el escenario primordial en que la movilización multisectorial – sin prisa pero sin pausa – viene sosteniendo la esperanza de las grandes mayorías, aunque la emergencia sanitaria lo justifique (alrededor de 50.000 contagios diarios durante esta nueva oleada), va de suyo que desalojar a las masas de ese teatro de operaciones neutraliza todo su potencial disruptivo.

Nuestra América: Un nuevo ciclo progresista para prorrogar la crisis del sistema  

El próximo 27 de enero, Iris Xiomara Castro Sarmiento asumirá la presidencia de Honduras, montada sobre las esperanzas que su marido “Mel”  Zelaya – derrocado el 28 de junio de 2009 – supo sembrar en aquel pueblo centroamericano. 

Mientras que el 11 de marzo, el ex diputado socialdemócrata  Gabriel Boric Font se convertirá en el Primer Mandatario de un Chile cuya juventud – a partir de octubre de 2019 – viniera poniendo en jaque al orden pinochetista sostenido durante tres décadas, jugándose la vida a diario contra los pacos desde la Plaza de la Dignidad. 

Por su parte, el pueblo brasileño elegirá presidente el 2 de octubre, en unos comicios de cara a los cuales – tras el genocidio social bolsonarista – las encuestas dan como favorito a Luiz Inacio “Lula” Da Silva, a quien algunxs analistas perciben más próximo al Movimiento Sin tierra que durante su mandato anterior, mientras otrxs opinan que no ha renegado de su conocida posición favorable a una conciliación de clases.

Este último, junto con lxs representantes del MAS boliviano, el bolivarianismo venezolano – exceptuando al socialismo cubano y al sandinismo nicaragüense, que son emergentes de otro momento histórico -, parecerían estar eslabonando la primera década larga progresista de Nuestra América (cuya insuficiencia fue rigurosamente cuestionada por prominentes intelectuales de la región, como Raúl ZibechiMaristella Svampa, o Rafael Bautista Segales) con su posible reedición, en un contexto de máxima concentración del capital financiero transnacional, lo que acaso determine  una versión aún más descafeinada que la original. 

¿Lucirá entonces nuestro continente durante 2022 una nueva máscara “humana” del continuismo neoliberal?

Seguramente dependerá de las lecciones que nuestros pueblos hayan sido capaces de capitalizar desde que comenzó este siglo, y de la voluntad que por ende pongan en no frustrar a una nueva generación.

Berni: ¿El huevo de la serpiente que crece dentro del Frente de Todxs? 

Al cabo de un año en el que el ablandamiento de las medidas restrictivas, condicionado por la vacunación anti COVID, a partir de su segunda mitad favoreció una gran proliferación de manifestaciones populares, el vigésimo aniversario del 19 y 20 de diciembre de 2001 fue debidamente conmemorado en Plaza de Mayo por un sinnúmero de organizaciones combativas que arribaron exhaustas a dicha cita debido al titánico esfuerzo realizado hasta entonces en pro de sostener su presencia en las calles para evitar el avasallamiento de derechos de los sectores más postergados: “Marchódromo” y “luchismo” fueron términos acuñados en su propio seno, para definir una multiplicación interminable de convocatorias, en muchas ocasiones superpuestas, y en la mayoría de los casos gradualmente asimiladas por el Estado sin acusar recibo. 

En el excelente primer número de la Revista “Quilombo”, editada por el Colectivo contrahegemoniaweb, la investigadora Mabel Thwaites Rey aporta un balance sumamente interesante del Argentinazo: 

«Que la potencia desatada en las jornadas de diciembre de 2001 no haya conducido a una transformación radical no es solo producto de la cooptación y pasivización gubernamental. Expresa que, además de fuerza resistente y horizonte de autonomía, se requiere disponer de estrategias y herramientas políticas que estén a la altura de la energía expandida, para conducirla de modo políticamente productivo. La capacidad del kirchnerismo para empujar ese movimiento multiforme en los cauces del peronismo y lograr gobernabilidad habla de su eficacia en términos políticos, a la vez que de las carencias del campo popular y de sus vertientes de izquierda y autonomistas para liderar un rumbo alternativo. Porque el mundo al que aspiramos, que a veces se prefigura en experiencias que amplían los márgenes de autonomía y radicalidad pero en escalas acotadas, demanda una replicabilidad que exige un enorme esfuerzo militante. No brota solo, no está allí agazapado y en espera de florecer, sino que requiere la multiplicación de acciones encaminadas a hacerlo posible».  

Revisemos algunos acontecimientos recientes a la luz de estos señalamientos. 

El 15 de diciembre pasado, la Legislatura de Chubut aprobó la Ley de Zonificación Minera provincial presentada por el gobernador Mariano Arcioni. Su sanción se dio en el marco de una sesión especial convocada con otro propósito, sin que se conociera el orden del día hasta el momento de su debate. Dicha maniobra  expresó el acuerdo entre el oficialismo provincial (Chubut somos Todos),  Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, para integrar aquel territorio al grupo de “provincias mineras”, a contrapelo de casi dos décadas de resistencia del pueblo al despliegue de tal actividad. La respuesta social no se hizo esperar, y estalló la rebelión popular. Ante la movilización masiva, la acción directa y la democracia de base, la partidocracia vendida al extractivismo se vio obligada a recular, y la ley se derogó por unanimidad. 

Pero la lógica euforia que produjo aquella victoria popular no duraría demasiado.

El mismo día en que nuestro pueblo se aprestaba a conmemorar la Nochebuena, en La Matanza – un municipio que hace honor a su nombre – esa “maldita policía”  bonaerense que no olvida las lecciones del Gral. Ramón Camps, aquel genocida que rigió su destino durante la última dictadura -, la misma fuerza que en 2020 desalojó sin contemplación alguna la toma de Guernica, prendió fuego a  los 4 merenderos  y a las casillas de quienes estaban cuidando el lugar de la recuperación de tierras del Barrio “1° de noviembre”, lindero del “22 de Enero”, en Ciudad Evita. 

La absoluta vacancia de una política habitacional que contemple las urgentes necesidades de lxs más humildes, particularmente en un distrito que ha reprimido cuanta lucha por tierra tuvo lugar, ahora se ensañó contra un barrio avasallado por  quinta vez. Mientras este gobierno pagador serial concreta con el FMI un acuerdo imposible de sostener sin ajuste, para lxs privadxs de tierra y techo solo hay garrotazos.

Al cabo de dicha incursión 300 familias con sus niñxs quedaron a la intemperie. Tal fue el regalito que un gobierno cuyo lema es “primero los últimos” encargó a Papá Noel con destino al pobrerío (el presente de Año Nuevo son más tarifazos) 

Casi sin solución de continuidad, otro episodio protagonizado por los esbirros de ese Ministro de Seguridad bonaerense que declara estar cada vez más alejado de la Vicepresidenta, mientras simultáneamente proclama que será candidato a presidente en 2023 (¿disenso real o Plan B del oficialismo para salirle al cruce por derecha a lxs libertarixs?) – el violento desalojo de la Cooperativa  Nueva Generación de Wilde -, corona exitosamente logrando la votación de la expropiación, que contaba con media sanción del Senado. 

En tanto que, por su parte, en la Patagonia un juez ratifica el desalojo del lof Quemquetrew.

Y así podríamos continuar dando cuenta de esta pendularidad signada por logros y reveses del campo popular, dinámica en el marco de la cuál ninguno de los bloques sociales en pugna logra imponerse sobre el otro. “Por ahora”, como expresara tras su fallido levantamiento de 1992 el Comandante Hugo Chávez Frías

Los acontecimientos referidos más arriba no guardan correlato inmediato entre sí, pero ilustran a las claras el estado de equilibrio inestable que, desde hace más de 200 años de guerra civil – a veces latente y a veces manifiesta – mantienen dos proyectos de país antagónicos: El que acaricia nuestro pueblo y el que defienden a como dé lugar las oligarquías que lo oprimen y saquean.

Dicho status históricamente ha entrado en crisis cada vez que lxs de abajo fueron capaces de confiar en sus propias fuerzas, sin delegar su destino a ningún liderazgo carismático. Como en diciembre de 2001.

¿En qué invertir esfuerzos durante un año no electoral? 

Consecuentemente con lo expresado hasta aquí, puede concluirse que con el pueblo organizado todo es posible, pero sin él no hay futuro para las mayorías. 

El panorama descripto parecería indicar que, ante el incremento exponencial de la pobreza, y el  asistencialismo como sedante colectivo, la asignatura pendiente de las organizaciones sociales insumisas consiste en generar trabajo genuino y producir  sin patrones. 

Se impone, además, no repetir métodos agotados en 2021: En honor al Diego, habrá pues que parar la pelota, estudiar bien la cancha, y  meditar largamente la  próxima jugada. Antes que la clase política vuelva de sus vacaciones.-

Fuente: https://www.resumenlatinoamericano.org/2022/01/01/argentina-el-capitalismo-nos-impone-vivir-al-filo-del-apocalipsis-y-nuestro-pasatiempo-se-llama-democracia/

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