por Cristián Valdivieso (*)/Ex ante.
Es momento de preguntarse si el encantamiento de Boric será suficiente para sostener cuatro años de gobierno. Evidentemente no. Y es ahí donde la elocuencia narrativa del Presidente tendrá que encontrarse con su liderazgo, porque sabemos que uno no implica lo otro.
Para nada me sorprendió el alza en la aprobación del Presidente Boric tras su primera cuenta pública. Y es que en lo que refiere a oratoria, a la capacidad de dotar de belleza el lenguaje en sus diversas formas para persuadir y conmover, nuestro Presidente ha demostrado desde hace mucho ser superlativo. Un maestro en el juego de la palabra (no sólo en castellano sabemos ahora), en su uso como arma de seducción masiva que le abrió paso como dirigente estudiantil y posteriormente para convertirse en diputado por dos períodos consecutivos.
Experiencia que luego le permitió explotar su capacidad expresiva para noquear a Jadue en los debates de primarias, ser certero entre los candidatos de la primera vuelta presidencial y empático, cercano y concreto en segunda para asegurar su victoria contra un José Antonio que quedó atónito en el último encuentro frente a las encerronas lingüísticas y emocionales de Boric.
El discurso inaugural desde los balcones del Palacio de La Moneda confirmó una vez más la destreza con que maneja sus emociones y su natural inteligencia emocional para conectar con las audiencias. Un Presidente que no teme a sus emociones al hablar, y que las maneja con el virtuosismo hipnotizador del mejor encantador de serpientes. Visto así, a menos de tres meses en el cargo, nada impedía que Boric “volviera a hacerla” en su primera cuenta pública.
Sin embargo, es momento de preguntarse si el encantamiento de Boric será suficiente para sostener cuatro años de gobierno. Evidentemente no. Y es ahí donde la elocuencia narrativa del Presidente tendrá que encontrarse con su liderazgo, porque sabemos que uno no implica lo otro. Mientras la oratoria se vincula al arte de hablar con elocuencia, el liderazgo supone la capacidad de crear las condiciones políticas para que las palabras se transformen en hechos a través de un equipo de gobierno capacitado para lograr un control efectivo sobre la agenda y competente para concretar el programa de gobierno.
Y lo que vemos es que la valoración de las palabras del Presidente no son igualmente creíbles en manos de todos los responsables de materializar el relato. En materia económica, por ejemplo, los anuncios de Boric son creíbles porque bajan en las sobrias manos de Mario Marcel, no así en seguridad con la ministra Siches, sobre la cual existe desconfianza por su inexperiencia y excesiva improvisación en la materia más delicada y acuciante para la ciudadanía.
Similar a lo que ocurrió con Vega, ministra de Desarrollo social, con sus aseveraciones sobre los presos políticos y su posterior paso atrás, o con el mismo ministro Jackson que a poco de terminar la cuenta pública condicionó las posibilidades del gobierno, y por ende sus promesas, al apruebo de la nueva Constitución.
Estas inconsistencias de algunos de sus mensajeros y la irrelevancia de otros ministros y ministras por desconocidos, terminan dañando el delicado tejido de palabras y emociones presidenciales, porque no respaldan la retórica sino más bien la disminuyen, la contradicen y ponen en cuestión si lo que se dice se acompaña en su implementación con un equipo competente y una hoja de ruta confiable que materialice la elocuencia discursiva del mandatario.
Tras su primera cuenta pública, el Presiente Boric vuelve a darle sueños de cambios y esperanzas a la sociedad, pero la valoración de su gobierno y la aprobación a su gestión no dependen solo de él, sino también del desplante sustancial de su equipo de gobierno y el apoyo firme de su coalición. Y esa condición de posibilidad, antes que de la elocuencia verbal, pende de un liderazgo presidencial que aún está por confirmarse.
Estaremos todos expectantes de ver si los mundos posibles que tan naturalmente dibuja el mandatario con sus palabras podrán convertir los sueños en realidades, o si terminarán siendo sólo imaginarios discursivos devenidos en incertidumbre y rabia por la ausencia palpable de una buena gestión.
Porque ya sabemos que oratoria y liderazgo se relacionan, pero no son sinónimos.
(*) Director de Criteria.
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