«Vaticano y la pedofilia», el nuevo libro de Felipe Portales.

De una “pandemia” de pedofilia a la “autodestrucción” de la Iglesia: el libro de Felipe Portales que desenmascara al Vaticano por los casos de abuso sexual.

por Javier Middleton/The Clinic.

El sociólogo chileno Felipe Portales acaba de lanzar su libro “El Vaticano y la Pedofilia”, donde presenta una investigación exhaustiva de cómo las autoridades de la Iglesia Católica se han esforzado, a lo largo de los años, por proteger y ocultar a sacerdotes que cometen abusos sexuales contra menores de edad. “Y de una manera no solo de complicidad, sino que con una autodestrucción, diría, de la propia iglesia”, señala el autor, en entrevista con The Clinic.

“El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. – Lord John Acton, historiador católico de Inglaterra, 1887. Con esa poderosa frase es que Felipe Portales abre su nuevo libro, que posee un título igual de potente: “El Vaticano y la Pedofilia” (Catalonia, 2022).

El autor deja en claro, a través de una meticulosa investigación histórica, cómo las cúpulas de la Santa Sede han impulsado, de manera autoritaria, recurrente y secreta, una política de encubrir a sacerdotes que abusan sexualmente de niños. Un sistema amparado en el poder absoluto -y por consiguiente, la corrupción- de los altos mandos de la Iglesia Católica que, justificándose en una presunta misión divina, se sienten intocables. Y que, muchas veces, lo son.

En casos de pedofilia al interior de la iglesia, al menos en el pasado, poco importaba la evidencia. Al contrario. Importaba proteger al agresor. Portales lo demuestra constantemente a lo largo del texto, fijándose en Fernando Karadima, Marcial Maciel y Theodore McCarrick en EE.UU., entre otros.

Sobre ese fenómeno, una cita lo resume todo. Así lo cuenta el libro. “Estos son los bueyes que tenemos y hay que arar con ellos”, habría respondido con naturalidad el exobispo chileno Camilo Vial a principios de los 2000, ante las preocupaciones de otro miembro del clero luego de conocer que un cura, acusado de abuso sexual de menores, había sido trasladado a su diócesis en San Felipe.

Es, además, algo que se repite a escala planetaria. No por nada Portales, sociólogo de profesión, afirma que existe una suerte de “pandemia” de pedofilia en la Iglesia: según la organización mundial de sobrevivientes de abuso en la iglesia, Ending Clergy Abuse (ECA), hasta 2018 se estimaba en casi 100.000 las víctimas de pederastia clerical en todo el mundo.

“Creo en Dios”, dice Portales en esta entrevista. Sin embargo, asegura sentirse “indignado” por este tipo de situaciones. Es un tema que le duele. Su formación es católica. Estudió en un colegio jesuita. Se tituló en la UC. Es hincha del club deportivo homónimo. Y hasta hace unos años, asistía regularmente a la Parroquia de la Anunciación, en Providencia.

Dejó de ir. En parte, por una razón terrible. “De los seis sacerdotes a los cuales yo por años oí, en misa, sin conocerlos; cuatro terminaron con denuncias pedófilas”, reconoce en conversación con The Clinic.

-¿A qué te refieres cuando hablas de una “pandemia” de pedofilia sacerdotal?

-Es un término entrecomillas. «Pandemia«. En el sentido de que no tiene esa virulencia ni esa contagiosidad que tiene la pandemia actual. Es metafórico, referido a que evidentemente ha habido una profusión gigantesca de casos, a nivel mundial, de eclesiásticos o religiosos que han cometido actos de pedofilia. Pero yo acentúo mucho esa idea de que lo más grave de todo ha sido, más que la gran cantidad de casos, la virtual protección que ha hecho la jerarquía de la Iglesia de aquellos actos. Y de una manera no solo de complicidad, sino que con una autodestrucción, diría, de la propia Iglesia. 

Felipe Portales

-¿En qué sentido?

-Al cometer lo peor que podrían haber hecho. Es decir, proteger a los sacerdotes. Y no solo protegerlos, si no que diseminar su acción al trasladarlos sistemáticamente de parroquias o lugares pastorales a otros lugares. ¡Y sin advertir siquiera a los nuevos universos a los cuales llegaban, de la peligrosidad del sujeto!

Una brutal demostración de este modus operandi es lo que sucedió con el sacerdote estadounidense John Geoghan, cuya historia es tratada en la película “Spotlight”, ganadora de dos premios Óscar en 2016. A Geoghan, en vez de sacarlo del circuito, lo trasladaron a múltiples parroquias durante décadas, lo que dejó una estela de más de 130 víctimas de abuso sexual en todo el país.

“Entonces, la Iglesia cometió la peor de las políticas. Está el daño a las víctimas, por supuesto, en primer lugar; el daño a los católicos, en general; y el daño a la propia Iglesia. Es muy grave lo que ha pasado. Es terrible. Es una suerte de autodestrucción”, sentencia Portales.

El infierno de los Legionarios de Cristo

Los Legionarios de Cristo y su fundador, Marcial Maciel, son objeto de un capítulo completo en el libro. Y es que Maciel, quien murió impunemente en 2008, carga un prontuario digno de un cuento de terror: abusó sexualmente de decenas de menores de edad en múltiples países, tuvo hijos -de los cuales también abusó- y familias paralelas siendo sacerdote, y era un reconocido adicto a los opioides.

-Hablas bastante de los Legionarios de Cristo, marcados con tinta indeleble por los crímenes de su fundador, Marcial Maciel. Y dices que las características autoritarias y secretistas de la Iglesia permitieron el auge de figuras derechamente criminales, como Maciel. Aunque afirmas que ha habido ciertos avances, ¿es la iglesia aún terreno fértil para el surgimiento de este tipo de personajes? 

-Los avances han sido mínimos, y no han sido sustanciales. Lo que se impone, a mi juicio, es una reforma fundamental de toda la estructura de la Iglesia Católica. Porque esto además es la culminación de un proceso que viene de siglos. No en vano, John Acton, que fue un connotado católico y uno de los mayores pensadores del siglo XIX, acuñó la frase: «El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente».

El sociólogo destaca la figura de Acton por su rol clave a la hora de mostrarse en contra a los esfuerzos del papa Pío IX por instalar el concepto de la “infalibilidad papal”, en el siglo XIX, reforzando el carácter absoluto de la Iglesia. No obstante, remarca que algo positivo salió de todo eso: el desarrollo, de manera colateral, de la “doctrina social de la iglesia”.

“Pero una doctrina social que la Iglesia no aplicó en su interior. Que tampoco enseñó sistemáticamente en sus colegios y en sus universidades, y en sus parroquias. Que tampoco incorporó a la liturgia eclesiástica. Entonces, se transformó en una suerte de doctrina de exportación que no se hizo carne en el catolicismo mundial”, señala.

Para refrendar su punto, Portales pone sobre la mesa a América Latina, quizás “el continente más católico del mundo”, que al mismo tiempo es “uno de los más desiguales, injustos, corruptos y violentos”.

Y sigue con el análisis: “Hay una disociación absoluta entre el mensaje evangélico y la práctica corriente no sólo de la iglesia, si no que de las sociedades más ‘católicas’. Ese es un tema que va mucho más allá de la pedofilia. Y por eso que, desde el punto de vista analítico, podemos ver el tema de la corrupción pedofílica, y económica/financiera del Vaticano, como una de las culminaciones de un proceso de decadencia, pero que tiene raíces mucho mayores hacia atrás”.

-Entendiendo este contexto, repito la pregunta: ¿Es la Iglesia aún terreno fértil para el surgimiento de personajes como Maciel?

-Claro. O por lo menos, no ha tomado las medidas para impedir aquello. Quizás no a la altura de Maciel. El caso de Maciel es lo más aberrante que hay.

Portales cuenta que el Vaticano recibió los “primeros indicios” de los abusos de Maciel en 1943, pero que recién en 1956 se abrió una investigación que no tuvo mayores consecuencias.

“Ahí siguió (Maciel). Después fue muy considerado por Pablo VI, y sobre todo por Juan Pablo II, en un nivel increíble, cuando ya las denuncias estaban por todos lados, y llegaban al Vaticano. Y todos, todo, se tapaba. Se tapaba, se tapaba. Prácticamente sólo después de la muerte de Juan Pablo II, ahí Benedicto XVI se atrevió a hacer algo. Porque él también era una altísima autoridad. Él era el prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe. Joseph Ratzinger. Y Joseph Ratzinger o no quiso o no se atrevió. Es decir, era una demostración salvaje del autoritarismo de la institución eclesiástica: si el prefecto de la Congregación de la Fe no se atrevía frente al Papa, imagínate qué queda para el resto”, dice, en base a sus estudios. 

-En tu investigación, conociste el detalle de un montón de casos sórdidos, con autoridades displicentes y medidas que, muchas veces, terminaron haciendo más mal que bien. ¿Cuál es el caso concreto que dirías que más te indigna? ¿Es el de Maciel?

-Creo que el de Maciel es el más grave, considerando todas las variables. ¡Él no pudo ingresar a varios seminarios! Por sus características. No lo aceptaban en ninguna parte. Es una historia casi increíble. Cómo un tipo de esa naturaleza puede llegar a tener el poder que tuvo. Esa es la demostración más patente de que el sistema está completamente corrupto. El sistema de poder vaticano. Es patético. Diría que es el caso mundial más vergonzoso.

-También hablas de Chile como el caso más grave “desde el punto de vista como país”…

-Completamente. Y donde más se aprecia todo el sistema de protección de los obispos, y de los superiores de congregación, respecto de casos gravísimos. Y lo más penoso es contrastar eso con una Iglesia que durante la dictadura, por lo menos en sus sectores mayoritarios, estuvo bastante decidida en favor de los DD.HH., y adquirió un merecido prestigio. Varios de los personeros que lucharon por los DD.HH. incurrieron también en prácticas o en protección de casos de pedofilia. Y eso nos dice que aquí hay factores mucho más de fondo que el hecho de la culpabilidad de Fulano, Sotano o Mengano. Hay una estructura corrompida que tiene que ser sustancialmente modificada (…). Si uno analiza el evangelio, es de lo más igualitario y fraternal. Todo lo contrario de esta estructura jerárquica que viene del medioevo, que todavía conserva la jerarquía de la Iglesia Católica. 

«También hay que considerar otro hecho muy penoso”, agrega. “Y es que la generalidad de los laicos, e incluso de los sacerdotes, han quedado como espectadores. Sobre todo en el caso de los sacerdotes, llama más la atención”.

-¿Por qué te centras en los sacerdotes?

-Porque aquí hay una cuestión muy injusta y cruel, que al final la propia jerarquía ha hecho: establecer un manto de duda sobre todos los sacerdotes y religiosos. Es algo de una injusticia, de una crueldad, y yo diría de hasta una estupidez… Porque, en el fondo, se está dañando gravemente el prestigio de todos. Eventualmente, todos los sacerdotes y religiosos quedan bajo sospecha. Hasta donde yo he sabido, y poco he sabido porque no estoy vinculado a instituciones religiosas concretas pero, es cosa de imaginarse el daño psicológico que también han sufrido la generalidad de los sacerdotes. La baja autoestima, tanto de sacerdotes como de fieles.

«La persona que entra a la Legión es sistemáticamente separada y distanciada de cualquier otra influencia”, dices en el capítulo acerca de esta congregación. Incluso, cuentas que no los dejan leer ciertos libros, y los alejan de su familia…

-Legionarios de Cristo es eso: una secta. Fue una secta. Las congregaciones tienen un sello fundamental en el fundador. Es algo fundamental. Y dado lo que pasó con los Legionarios de Cristo, lo procedente sería eliminar la congregación de los Legionarios de Cristo. 

Y el autor pone los ejemplos de figuras católicas de antaño como San Ignacio de Loyola o San Francisco de Asís, que “perderían todo prestigio, toda autoridad moral” de ser inculpados de delitos como los de Maciel.

Fuente: https://www.theclinic.cl/2022/07/21/pandemia-pedofilia-vaticano-entrevista-felipe-portales/

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