Chile drama: viviendo entre la farsa y la represión.

El drama de Chile: entre la farsa y la represión.

Contra el fraude plebiscitario.

por Gustavo Burgos/El Porteño.

A menos de dos meses del plebiscito constitucional del 4 de septiembre, el ambiente político se encuentra copado por la polarización electoral Apruebo/Rechazo. Tal efecto es la prioritaria manifestación del éxito de régimen en encauzar toda su crisis en los marcos institucionales, de la forma como se planteara en el Acuerdo por La Paz del 15 de noviembre de 2019. Previsiblemente, la izquierda gubernamental y pro gubernamental ha retomado la inveterada tradición de «unirse contra la Derecha», «detener el fascismo» «sepultar el pinochetismo». Tal izquierda reproduce los mismos parámetros que le hicieran en diciembre del año pasado convocar a votar por la candidatura burguesa y proimperialista de Boric. El efecto de esta convocatoria a votar Apruebo —que en algunos casos llega al patético «Apruebo sin ilusiones»— es igualmente previsible, servir de correa de transmisión de los intereses del gran capital y contribuir al desarme político y organizativo de los trabajadores y explotados.

 

Los efectos de tal campaña electoral son devastadores a nivel de organizaciones de base, haciendo retroceder el debate político en todos los frentes a las categorías vigentes antes del levantamiento popular del 18 de octubre del 19. Que hoy 14 de julio de 2022 estemos discutiendo nuevamente «abrir espacios dentro de la institucionalidad para impulsar cambios» no solo habla de la estupidez y pusilanimidad reinante en las filas de la izquierda «transformadora» sino que configura un escenario muy concreto de la derrota política asestada a las masas. 

Los reformistas y electoreros, vestidos con los taparrabos ideológicos de las políticas de minorías y el ecologismo, desempeñan al día de hoy un abierto papel contrarrevolucionario preservando la impunidad para los represores, reteniendo en las cárceles a los presos políticos y consolidando una política gorila de represión a destajo sobre el pueblo mapuche con 5 consecutivas declaraciones de Estado de Emergencia en el Wallmapu, último de los cuales fue votado el día de ayer en el Congreso. Un paso extremo en esta orientación lo reveló la votación en Diputados del proyecto piñerista de resguardo de infraestructura crítica, votado por la Derecha, la Concertación, parte importante del Frente Amplio y la oportuna salida del hemiciclo de las diputadas comunistas Hertz y Cariola.

Desde su instalación todas y cada una de las medidas adoptadas por Boric han ido en la dirección de desarticular el movimiento social. Este es el mismo sentido del proceso constituyente. Tal y como lo indicara Fernando Atria —polemizando con Ricardo Lagos— el sentido del proceso es sofocar la movilización social. Son estos hechos —indesmentibles— los que obligan a adoptar una política de clase tanto frente a Boric como frente al proceso constituyente, elementos que forman parte constitutiva de una feroz ofensiva patronal que busca transformar la crisis política y económica del orden social capitalista en un ataque inclemente a las condiciones de vida de los trabajadores y a las libertades democráticas.

En este contexto, la decisión electoral frente al plebiscito del 4 de septiembre de ninguna forma es irrelevante, del momento que en este acto electoral tienen puesta su atención e ilusiones democráticas, amplios sectores de masas. Y tal decisión no puede adoptarse en abstracto sino que en concreto, para una situación igualmente concreta. 

El proceso plebiscitario —hay que decirlo con claridad— desde un punto de vista de clase es un fraude. No decimos con esto que su resultado esté amañado por una conspiración, sino que el proceso es voluntad de la clase dominante y por lo mismo extraño a la democrática voluntad popular. Esto significa que los trabajadores el 4 de septiembre próximo no tienen alternativa política en la disyuntiva Apruebo/Rechazo

Quiénes llaman a votar apruebo —desde la izquierda se entiende— asumen que la clase debe pronunciarse frente a toda alternativa electoral que le proponga la burguesía fundado en la bagatela —como hemos dicho— de «avanzar» o «correr el cerco». Tal cosa se llama cretinismo parlamentario, cuyos efectos lo ha vivido la clase trabajadora al menos desde la época de los Frentes Populares y es garantía de inevitables derrotas. El rechazo si bien es cierto es una respuesta lógico formal, induce al alineamiento de sus sostenedores con la derecha gorila y el pinochetismo, mismo alineamiento con la burguesía que promueve la campaña del Apruebo. 

Repetimos, el plebiscito del 4 de septiembre no permite dar expresión a la independencia de clase, adicionalmente hasta por una cuestión que se desprende de la propia convocatoria electoral: lo que se votará el 4 de septiembre no es una Constitución sino que una promesa de la misma. Una promesa cuyo resultado dependerá de lo que con ella haga —durante 4 años— el actual Congreso controlado por las fuerzas políticas del Rechazo. Así se estableció el 15 de noviembre en el Acuerdo por La Paz, así quedo marcado en la ley 21.200 que convoca a este proceso constituyente y así se ratificó en las normas transitorias de el nuevo texto constitucional, normas transitorias que son irreformables.

Por lo expuesto, quienes nos oponemos al fraude lo hacemos en una explícita reivindicación clasista y como tal reivindicamos la impostergable necesidad de aglutinar un polo trabajador frente al plebiscito que nos prepare para los durísimos días que vienen post plebiscito, pase lo que pase en las urnas. Tal agrupamiento se expresa en el voto nulo o abstención frente al fraude plebiscitario que todo dejará igual. Ya lo hemos dicho: no se trata de «correr el cerco», sino que de echarlo abajo.

Pero estamos obligados a ir más allá. No podemos quedarnos en la simple convocatoria reactiva de un proceso electoral. 

En efecto, si alguna conclusión podemos sacar del 18 de Octubre es que la única forma de enfrentar al régimen capitalista es mediante la violencia revolucionaria y la masiva acción de las masas. Los gloriosos días del levantamiento que se extendieron desde octubre del 2019 a marzo de 2020 demostraron en la práctica y en las calles, que es en la acción directa donde se abren caminos para la transformación revolucionaria del orden social. Bastaron esos tres o cuatro meses para hacer saltar todos los andamios institucionales con que el gran capital ordenó su dominación sobre la mayoría explotada durante los 30 infaustos años de la interminable transición. Si este proceso revolucionario no resultó coronado por la toma del poder de los trabajadores, se debe principalmente a la ausencia de una dirección política revolucionaria de los trabajadores. 

Tal dirección ha de ser un partido, una organización que abiertamente proclame la necesidad de acabar con el orden capitalista, expropiando el gran capital y destruyendo el Estado y la institucionalidad patronales. Un partido antiimperialista, que haga propio el reclamo de expulsar al capital transnacional que hoy saquea la gran minería del cobre, controla la banca, la energía, las carreteras, puertos y servicios básicos. Una organización revolucionaria que haga claridad que la intervención en la institucionalidad y elecciones patronales tiene como único objetivo la subversión y desmantelamiento del régimen capitalista. Un partido que se reclame de la clase trabajadora y que encarnando los intereses de la amplia mayoría explotada propugne un gobierno asambleario, asentado en los órganos de poder, cabildos, asambleas populares, que conforme en la práctica un gobierno de los trabajadores.

Esta perspectiva estratégica debe comenzar a construirse en los críticos momentos que vivimos. Se sabe que este proceso plebiscitario parirá un régimen impotente para dar satisfacción a cualquiera de las reivindicaciones populares que demagógicamente se atribuyen al triunfo del Apruebo. Ni la cacareada plurinacionalidad resolverá la situación de los pueblos originarios, ni las asambleas regionales darán cuenta del poder de los órganos de base. La nueva constitución no liberará a los presos políticos ni meterá a la cárcel a Piñera y a sus asesinos. Porque la nueva Constitución ha renunciado en términos generales a materializar todas aspiración que sirvió de base la levantamiento del 18 de Octubre. Por eso votamos nulo, no como un simple acto de rebeldía, sino que obedeciendo a la invencible convicción de que es en este proceso en que afirmamos la identidad de clase y la necesidad de una revolución socialista, donde se forjan las herramientas de nuestra próxima victoria.

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Fuente: https://elporteno.cl/contra-el-fraude-plebiscitario/

1 Comment

  1. Análisis respetable tanto por su consistencia como su lineamiento.
    Un tema a dialogar es en cuanto a la participación en este plebiscito. El plebiscito año 1988 lo convocó el dictador y se votó. Ese precedente nos puede servir para abrir un diálogo de mayor significación.
    El tema de fondo es: carencia de dirección política clasista.

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